Escritura y lectura en la Escuela

Escritura y lectura en la educación

Julia Patricia Martínez Tapias

Ricardo Iglesias Dávila

Universidad del Valle

Santiago de Cali, 1999
INTRODUCCIÓN

Los individuos están cada vez más alejados de la vida, del mundo; los cambios generados por las grandes revoluciones universales han ocasionado un desapego por el entorno; situación no evidente para el hombre pues se oculta en un bagaje inconmensurable de modas, estilos, tendencias y aceptaciones.

La escuela cree manipular recursos didácticos y pedagógicos para combatir este fenómeno, pero termina cediendo a la fuerza de este caudal que fortuitamente se ha denominado “superficialidad”.

El aula ofrece una sociedad en pequeña escala. El maestro en su rol de orientador se detiene para priorizar problemáticas y necesidades, pero aún no vislumbra una gran dificultad enfrentada por los alumnos: la insensibilidad, la resequedad, la no capacidad de sorprenderse.

Muchos especialistas en pedagogía han llegado a limitar estos eventos a la simple idea del abismo generacional. Las razones no están cifradas sólo en esto. Es necesario escudriñar para encontrar los motivos por los cuales los niños han perdido su espíritu de niños; la lectura ya no tiene sentido, o tiene un sólo sentido: reproducción de esquemas y porque los hombres emplean incipientemente sus sensaciones.

La humanidad no puede perder su esencia a razón de la tecnocracia y el afán por seudovivir. La escuela y el maestro deben reiniciar la búsqueda de estrategias que insten a cada sujeto a la autoformación y el autoconocimiento para que pueda proyectarse como “ser sensible”.

Con este trabajo intentamos mostrar a través de experiencias la posibilidad de sensibilizar a los estudiantes, permitirles acercarse al mundo y rescatar sus deseos de transformarlo desde el conocimiento.

OBJETIVOS

1. Plantear la lectura como posibilidad totalizante en la adquisición del conocimiento.

2. Promover el uso cotidiano de las sensaciones como el motor para el desarrollo de la estética y la fantasía en el proceso de la lectura y de la escritura.

3. Mostrar elementos constituidos en agentes de desmotivación para la lectura en el aula.

4. Sensibilizar al individuo para que realice una lectura ilimitada del mundo.

“La educación: un ideal universal que aún no define su intención”

Uno de los innumerables propósitos de la educación es el de permitirle al sujeto construir los conocimientos necesarios para participar en el mundo y transformarlo. Esta propuesta da pie a varios interrogantes:

¿Cuáles son los conocimientos necesarios?
¿Qué es el conocimiento?
¿Cuáles son las condiciones para que se produzca conocimiento?

A estos y a otros muchos interrogantes se suman los de aquellos “defensores” de la “libertad del hombre”: ¿Desea el hombre adquirir dichos conocimientos?, ¿No se coarta la libertad con la educación?
A partir de las revoluciones educativas el hombre toma dimensiones diferentes y especiales, deja de ser el individuo pasivo y recolector de cantidades de información para erigirse como sujeto activo, cognoscitivo y considerar su entorno como el objeto de conocimiento al que debe dirigirse a través del contacto y permitiendo, además, el rediseño educativo que cobija al docente, quien a partir de ese momento participa como orientador y posibilitador de experiencias entre el sujeto y el objeto de conocimiento.

Tenemos, entonces, que la estructura convencional educativa, donde la jerarquía empezaba y terminaba con el profesor poseedor del conocimiento, y quien transmitía al estudiante encargado de memorizar y repetir en unas evaluaciones cuantitativas, se transformó en el proceso donde el profesor es un orientador que reúne cualidades de científico en su área, epistemólogo de su ciencia y metodólogo en su trabajo de abordar el objeto de conocimiento, alguien permeable en su labor. Un pedagogo diseñador y evaluador permanente de modelos didácticos que propendan por el desarrollo del aprendizaje de sus educandos dentro del criterio “se aprende haciendo”.

Por tanto, el profesor debe propiciar situaciones de aprendizaje que conlleven al desarrollo de los diferentes niveles constituyentes de la integralidad del “ser” (fundamentadas en las dimensiones antropológicas, axiológicas, etc.)

¿Qué tipo de hombre se quiere formar? El perfil lo consolida un individuo original en su manera de ver el mundo, investigativo, creativo, autónomo, eficaz en su relación con el mundo, su familia y los demás; trascendente, donde su actitud repercuta en sí mismo, en el hombre, en el mundo conformado por la historia, la sociedad y la cultura.

Se educa mientras se instruye. Algunos educadores han cometido el error de creer que la educación y la instrucción son la misma cosa o que las dos tienen momentos diferentes; es preciso trabajar los diversos valores asumidos por el hombre dentro de la sociedad y traducirlo en actitudes. El ideal del hombre es la felicidad, y para lograrla, busca la unidad entre el pensar y el hacer.

El proceso del conocimiento del objeto se inicia en las operaciones mentales que son capaces de ordenar y sistematizar los datos de los sentidos. Las estructuras mentales no son dadas, las desarrollamos en el proceso de interacción con el entorno.

El conocimiento jamás es adquirido pasivamente. La relación objeto y sujeto debe permitir una experiencia significativa que proporcione ideas nuevas o que reafirme las ya sistematizadas. El conocimiento es dinámico y su avance se encuentra regulado por la dialéctica establecida con otras disciplinas.

Se conoce y aprende sólo aquello que tiene significado para el ser. El conocimiento desligado de las preguntas esenciales del ser no sólo es inutil, sino que carece de sentido. Por ejemplo: el único modo de leer bien es leer desde una pregunta específica, desde una inquietud, desde y con el deseo; de no ser así, el proceso no pasará de ser el ejercicio mecánico de pasar los ojos sobre unos signos que nada le dirán al sujeto, pues éste nada le ha preguntado.

El problema en la escuela (en todos sus niveles) es que muy pocas veces genera posibilidades para que los estudiantes puedan leer desde sus preguntas, desde sus deseos; a cambio de ello, les “impone” textos y, lo más lamentable, “métodos” que, por muy sofisticados o “modernos” que puedan ser, en general tienden a castrar el gusto por la lectura, la escritura y la discusión.

El individuo utiliza su propia construcción del mundo para darle sentido a su realidad vivencial y experimental. No se pueden prestar las verdades a otros ni proporcionar recetas. La adquisición de conocimiento está en proporción directa con el acercamiento individual al mismo; acercamiento que posibilita la capacidad de aprender a ser, de asimilar, traducir y expresar el mundo.

Paralelo a lo cognitivo se estructuran habilidades y destrezas tales como: observación, descripción, comparación y clasificación; mecanismos que desarrolla el hombre para realizar tareas prácticas. A las destrezas anteriores hemos de agregar la justificación y la verificación, con las cuales estaría completa la tarea. Un ejemplo clásico sería el darle a los niños varios aros de diferentes colores para que los organicen en grupos de colores iguales, aun cuando ellos no saben los nombres de los colores ni sus características los sentidos les proporcionarán la ayuda necesaria para distribuirlos en los grupos de colores iguales.

El individuo se genera expectativas a través del interés, la motivación y la relación dialéctica con el objeto de conocimiento. La construcción de saberes se hace a través del aprendizaje significativo y éste es posible cuando el hombre es tocado por aquello que le rodea y lo estimula a la búsqueda de la verdad.

El individuo es sólo en su relación con los demás, tiene rasgos y características cognoscitivas, sociobiológicas y socioafectivas particulares y por tanto su relación consigo mismo y con el mundo se plantea de forma diferente. De acuerdo con ésto, reafirmamos el énfasis de considerar cada estudiante como un sujeto de conocimiento singular y extraordinario que está en capacidad de crear sus propias relaciones a través de la experiencia, creando sus imágenes y generando ideas y conceptos para establecer sus propios juicios críticos y estructurar un discurso propio que le permita aportar teorías firmes respecto de los fenómenos, procesos o acontecimientos en los cuales se involucre. La educación debe, pues, fomentar el espíritu de aprendizaje, motivar la búsqueda de la verdad, guiar a la investigación; ese sería su pequeño monumental paso: Engrandecer y darle el verdadero valor al verbo “investiguemos”, jugar a ser científico, a ser aventureros del conocimiento y a dejar de ser estatuas de escaparate.

Recalcando el “aprender haciendo” y, poniendo en práctica dicha teoría se espantaría al letargo, ese voluminoso monstruo que nos ancla a una tabla. Por esto es necesario que las instituciones educativas y las no escolarizadas creen estímulos para que los estudiantes, y, aún más, los profesores, investiguen y especialicen en las diferentes áreas del saber.

La educación y la cultura giran alrededor del hombre, pero si al hombre se le dan los elementos culturales y él no devuelve nada, entonces el desarrollo de ambas partes estará seriamente comprometido.

Es cierto y necesario, además, la existencia de conocimientos particulares o específicos, pero también es cierto que él está inmerso en una sociedad que se encarga de relacionar todo conocimiento, que cuenta con instituciones que trabajan el conocimiento, lo generan y construyen y, con otras en las cuales lo imparte, para que los individuos conozcan y participen del mundo. No en pocas ocasiones se ha discutido sobre la educación, se plantean varios puntos de vista, a lo cual se suma la pregunta sobre su continuidad o abolición por ser limitadora del individuo.

El termino educación es para algunos sinónimo de enajenación, anteponiéndose a la palabra libertad, es coacción y enajenación del individuo a fines y propósitos determinados por la sociedad.

Educación es orden, libertad es hacer lo que nos da la gana. Afirmaciones falsas. Pensemos, mejor, que nuestra mentalidad es limitada y abstracta pues está dirigida también a intereses particulares.

Hablar de educación y libertad es hablar del individuo y de él como sujeto inserto en la sociedad, de donde toma las herramientas para acercarse al universo, manipularlo y en el mejor de los casos (infortunadamente muy pocos) devolver propuestas para el conocimiento más profundo de aquello que lo rodea y llama su atención. La educación tiene dos tareas genéricas: la individualización y la socialización.

Individualización porque permite al individuo el desarrollo de sus habilidades inherentes y la posibilidad de potenciar al máximo sus aptitudes y competencias para encontrarse y realizarse en lo anhelado.

Socialización, porque el individuo debe integrarse a la sociedad, no para difuminarse en la masa, sino que, permaneciendo fiel a sus principios, recordando que no son “sus” principios (desde sí mismo), sino, principios venidos del conglomerado socio-cultural, del Otro, colabora desde su disciplina a encontrar soluciones a los problemas de la comunidad, así éstos no sean de su interés.

El individuo será sociable en la medida que respete las ideas ajenas y pueda hacer respetar las suyas. El individuo no puede perderse entre la multitud social, es parte de ella pero diferente a ella, conserva su individualidad en la interacción continua pero, tiene sentido de cooperación.

La educación atraviesa al hombre en toda su complejidad (psicológica, afectiva, axiológica, cognoscitiva, metacognitiva, etc.), puede ser portadora del bien o del mal; depende de su laboriosidad o desparpajo en el uso de esta facultad. La educación emerge, entonces, como posibilidad de continuar con una cultura anterior y como fuente de conocimiento para desarrollar el presente en pos del futuro.

Por tanto, se puede afirmar que: LA EDUCACIÓN NO ES DADORA, ES POSIBILITADORA DE…

El proceso educativo debería realzar las aptitudes y competencias del individuo y posibilitarle actuar en la realidad de forma consciente, eficiente y responsable.

La vida presenta situaciones dispares, problemáticas y quien pretenda actuar con recetas está destinado al fracaso. Por esta razón, el individuo debe estar preparado para enfrentarlas y encontrar las soluciones más adecuadas.
El individuo debe estar preparado para:

1. Actuar frente a los hechos de forma responsable y proponiendo soluciones (participación activa.)

2. Conservar la memoria social: El pasado no debe morir y la educación es acumulativa y el pasado estructura el presente y este al futuro.

3. Integrar: El individuo está abocado a la sociedad y por tanto debe:
– Sentir (ser sensible)
– Asumir responsabilidades
– Convivir con los problemas

– Participar de la comunidad
– Exigirle a la sociedad

4. Progresar: Aquí se concentra el dinamismo de la educación, a partir del actuar, conservar e integrar se desarrollan las nuevas alternativas en todas las áreas depurando elementos y enriqueciendo otros. Esto es el proceso de evolución.

La educación debe ajustarse a las particularidades del individuo para que participe de acuerdo a sus habilidades. Debe reconocer y respetar las individualidades llevándolo a ser lo que es en el máximo de sus logros y sin perder de vista su aprovechamiento social. La educación no debe formar a un individuo divorciado ni en función de ella, sino en armonía con ella. (Cf. Zuleta E. “Elogio de la dificultad”)

Será entonces, una actividad de autosuperación donde el individuo se enfrenta a los demás sino a sí mismo para que conozca y aproveche sus capacidades biopsicológicas. Por tanto debe ser observado y estimulado.

El proceso de autosuperación o individualización es débil por los paradigmas pedagógicos que continúan viendo la educación como la masificación de los conocimientos. Implica ésto una carencia intelectual que no se deriva tan solo de la enmarcación en un método, un objeto y un sujeto de estudio ni por incompetencia enciclopédica, pues los conocimientos existen en el entorno o en los muchos libros que reposan en las bibliotecas a la espera de un sujeto inquieto que desee apropiárselos.

Mientras no exista el deseo por las cosas, el conocimiento estará estancado, condenado a perderse en el tiempo, a perecer en la memoria o a no existir. El deseo es el mecanismo que mueve al hombre, que lo obliga a satisfacerlo aún a costa de su propia vida. De allí la insondable problemática que contiene “la falta de deseo” o afanisis. (Cf. Barthes R.” El Grano de la Voz” 1982).

¿Cómo motivar a acrecentar ese deseo? ¿Cómo despertarlo para que él mismo lleve al hombre hasta las cosas?

El hombre está condenado a depender de otros. Sólo existe por intermedio de otros. Es por medio de otros que se alimenta, habla, escribe y conoce; se mueve y sociabiliza. Sin embargo, y por esas mismas razones, es posible motivar de mil modos distintos a ese hombre desde niño.

EXPERIENCIAS Y EJEMPLOS

Las siguientes experiencias han sido realizadas en varios colegios de la ciudad de Cali, se transcriben los más interesantes y relevantes para el presente trabajo.

La verdad entre nubes (1997)

En mi primera experiencia docente trabajé con un grupo de colegialas adolescentes, de clase media, en una comunidad religiosa tradicional. Era de carácter obligatorio sujetarse a los programas del MEN. Me desempeñaría en el área de español y literatura, mi especialidad, pues siempre he sentido inclinación por esta disciplina. Inicié con el deseo de enseñar a partir de una filosofía y pedagogía diferentes.

Empecé a fomentar las clases vivenciales, de tal modo que las niñas desarrollaran individualmente las respuestas a las incógnitas que les presentaba y a la vez cubrieran los temas del programa, sin dejar de lado lo esencial: despertar el deseo de conocer.

Concebimos durante el año lectivo infinidad de actividades. Para los directivos del colegio, algunas de ellas tuvieron un calificativo de incoherentes, ridículas y hasta subversivas.

Recuerdo que trabajando el tema signo y símbolo bajamos con las niñas al patio, donde nos acostamos a observar las nubes en busca de significados e imágenes y después intentar escribir algo poético. Emocionados, algunas niñas comenzaron a decir, en voz alta, frases cargadas de poesía y comprendí que ese preciso momento era de sensibilidad suprema y no se podía interrumpir, pero fue lamentable, las hermanas habían invitado a misa y todo el colegio debía asistir.

La hermana coordinadora al observar las niñas acostadas en el piso las gritó y las trató de perezosas, inconscientes e ignorantes, y las pobres niñas ante aquella cantidad de barbaridades bajaron sus cabezas y se dirigieron a la iglesia. La profesora no fue tildada de ignorante pero, fue ignorada.

Dos días más tarde aparecieron letreros en los baños, donde se manifestaba con frases metafóricas lo que simbolizaban los hábitos de las religiosas.

Al final del año fui calificada de incitadora y hasta de revolucionaria. Aún así hoy en día, no me arrepiento de ninguno de mis actos, pues aunque no tenía experiencia sé que aquello marcó el anuncio de mi búsqueda: Una metodología que conduzca al querer aprender, a llegar al conocimiento desde el deseo.

Comprendo ahora por qué muchos maestros se niegan a esta idea. No se pueden arriesgar a que los estudiantes descubran la verdad y luego la cuestionen.

¿Qué hacer? ¿Seguir eduengañando?

Sensibilidad vs. Apatía (1998)

Llegué al distrito de Aguablanca con el propósito de dar clases en un colegio particular. Inicie en preescolar. A medida que pasaba el tiempo y me involucraba en el medio, sentí la necesidad de hacer algo para salir de la cotidianidad y facilismo con en el que se asumían las clases, en especial la de lenguaje.

Era terrible ver cómo los niños se negaban a la idea de aprender a leer porque la enseñanza se impartía de manera obligándolos a repetir sílabas y después palabras sin tener en cuenta el contexto ni el interés del niño.

Como no podía inmiscuirme en estas clases, opté por buscar estrategias que incentivaron a los niños a desear aprender. Forme un grupo de trabajo, con los niños, los días sábados con el nombre de “talleres de literatura infantil” no para intensificar lo académico sino para proporcionar espacios diferentes.

Lo propuesto fue mover a la sensibilidad a través de historias, cuentos clásicos, pinturas, títeres y paseos. Hablamos de cosas interesantes para ellos y luego escribíamos. Tuve niños de todas las edades y todos superaron, en mucho, su apatía al aprendizaje porque sencillamente comenzaban a disfrutar y sentir cada acto de sus vidas.

INFINITO
Yo sólo sé contar
Hasta quinientos,
Pero cuando
Pienso en ti
Pienso infinito.
Juan Sebastián Vélez

Ahora duele recordar, tal vez este proceso se detuvo gracias a los maestros que llegan con su visión tradicional de la educación y espiritualmente más pobres que los estudiantes, gastados por la acidez memorística.

El autoconocimiento: un camino para combatir la resequedad. (1999)

Trabajo con adultos de todas las esferas sociales y con el mismo fin: culminar la educación secundaria a como dé lugar.

Sorprende el bajo nivel de lectura y escritura.

Emprendo el proyecto de sensibilización a partir de dinámicas de autoconocimiento, diálogo interior, integración grupal. En cada clase se analiza una frase, por lo general de corte práctico, además de interpretarla, cada estudiante expresa lo que siente al leerla. La idea es manifestar cada sensación percibida.

Ahora están más interesados en la lectura, comprenden que pueden vivenciarla y hacerla suya por medio de los sentidos y despertar la imaginación hacia horizontes desconocidos. Las metas propuestas a corto y mediano plazo se fundamentan en elementos muy sensibles porque a través de estos se accede con mayor facilidad a los valores humanos.

Sé que al finalizar sus estudios no estarán partiendo con la misma resequedad con la cual emprendieron la aventura de aprender. Se van sintiendo cada acto, cada cambio en sus vidas, sin la necesidad superflua de repetir lo que es una idea principal, se irán asumiendo el saber desde todas sus posibilidades cognitivas y sensitivas.

Las anteriores experiencias muestran otros modos de posibilitar el conocimiento. ¿Se Crean esos modos? ¿Hay disposición y deseos por aplicarlos? O es conveniente ser de aquellos personajes que se contentan con el saber de una disciplina y cierran su saber, entender y deseo a otros sujetos y a otras disciplinas.

¿Como educadores precisamos estar en condiciones y deseos de acceder a la interdisciplinariedad, a contrastar nuestras teorías con las de otras ciencias, o nos casamos con un discurso sin dar posibilidad a otros? La falta de un oído generalizado y sensible conlleva a la limitación de nuestra evolución como educadores, a la limitación de la concepción del mundo y por ende, de nuestro discurso, con lo cual perjudicamos a los educandos.

El producto de los procesos instruccionales repetitivos, que enseñan lo que no se entiende y que hacen repetir lo que no se conceptualiza y, mucho menos se justifica y verifica para consolidar la información suministrada y tener niveles de certeza y evidencia frente al objeto de conocimiento y a los procesos metodológicos utilizados al abordarlos, son nuestros estudiantes en todos los niveles, caracterizados por su falta de interés, su escasa motivación, su atención dispersa, sus mínimos deseos de aprender, su nulo pensamiento formal, su poca lógica, su falta de creatividad. Aprendieron, lo poco, desde la referencia y no desde la acción.

La formulación de conceptos permite reducir la complejidad de la realidad. Ejemplo concreto es la categorización del concepto árbol, donde se conjugan todos los elementos existentes con las características esenciales que le identifican: raíz, tronco, hojas, flores, frutos, pero también sus variantes de tamaño, uso y color, etc.

Así, sólo el uso de las cualidades simbolizadoras y conceptuales del lenguaje dota al aprendizaje de significado, pues, la simple verbalización mecánica no garantiza el saber las cosas. La adecuada categoría del pensamiento contribuye al significado de la palabra.

Antes de existir el lenguaje existían las cosas. El hombre ejerció sobre ellas control y manipulación directa. El desarrollo del lenguaje implicó abstraer las cualidades y crear conceptos que permitieran identificar, clasificar y categorizar la realidad. Fue el factor decisivo en la formación del pensamiento y no sólo transmite información sino también matices emotivos supeditados a la relación del individuo con el mundo, consigo mismo y con los demás. He aquí la razón a la diversidad de puntos de vista sobre idénticas situaciones.

La representación permitió crear un puente entre lo abstracto y lo real, puente hecho palabra; que crece, se reproduce y lucha por no morir. Emancipó al hombre espacial y temporalmente, lo estimuló no sólo desde el aquí y el ahora, sino también desde el pasado y el futuro, ensanchando su mundo hasta límites inimaginables.

Los sistemas de códigos permiten acceder al conocimiento. La lectura de los sistemas de códigos posibilita la adquisición del conocimiento, de allí su vital importancia.

La lectura es la actividad interdisciplinaria, intelectual y reflexiva que cobija todos los estratos del ser humano. No es ni depende de un área específica, por tanto, debe estar al alcance de todos los niveles del conocimiento. Es alimentación y retroalimentación que requiere de movimiento, constatación y deconstrucción.

La lectura es actividad cognitiva, mágica e impredecible que fomenta la creatividad, la exploración y la expresión del sujeto epistémico o lector. Y decir que ella pertenece a todos los niveles del conocimiento es afirmar que involucra todo lo existente. Abarca cualquier signo, lingüístico o no, una imagen, un olor, un sonido, un gesto, etc. Sólo puede verse limitada por aquello que no esté a su alcance, sin embargo, se cuenta con la imaginación y la fantasía para desbordar esos límites.

La lectura es actividad semiológica porque reconoce en cada cosa y en cada situación un elemento suelto o encadenado de conocimiento, permitiendo establecer juicios y criterios respecto a saberes anteriores y posibilitando reafirmar o transformar lo adquirido, de está forma la lectura adquiere vitalidad continua y bipartita.

La lectura debe permitir el acceso de los estudiantes a todas las formas del conocimiento y aprehensión del mundo y el profesor bajo ningún pretexto puede descuidarla o ignorarla porque ella permite hacer acopio de la cultura, transformar la naturaleza del pensamiento y resaltar el instrumento que modela la facultad típicamente humana: PENSAR. Por tanto, la lectura cargada de significado es el sello del aprendizaje humano. A su vez el lenguaje es indispensable en la formación de conceptos e implica el aprendizaje sintáctico y sistemático para conocer la lógica gramatical con la cual se elaboran relaciones más estrechas y complejas entre las cosas, las acciones y los atributos. De otra forma sería imposible.

El lector, a partir de su competencia lingüística debe sistematizar su trabajo. Este ejercicio involucra una dialéctica que permite a los elementos modificarse mutuamente hasta convertirse en sujetos y objetos de conocimiento. La lectura es construcción y deconstrucción del conocimiento, permite ampliar nuestro mundo significante, abre las fronteras del espacio y del tiempo, es el motor que impulsa nuestro afán de volar y conquistar mundos desconocidos.

La escuela como espacio primordial para el acceso y desarrollo de la lectura, se quedó en la instancia de la representación, del repetir gramatical, del eco incesante de las palabras y de la traducción efímera de las grafías, dejando de lado el mundo mismo. El desencanto y los esquemas dieron al traste con los deseos de aprender, de conocer lo intrínseco los objetos. La repetición hizo escuela y se adhirió a las entrañas de la educación. Se lee sin prestar atención a lo que se dice, se pierde el mensaje para reivindicar el juego de la voz con las pausas y los sobresaltos de la entonación.

La reflexión, el pensar, el trabajo sobre el sentido y el significado está desapareciendo con el beneplácito de unos y con la imposibilidad de otros que no tienen los recursos necesarios o carecen de iniciativas para evitar la mayor debacle que pueda registrar sociedad alguna: la falta de lectores espontáneos, incisivos, inquiridores de la esencia de las cosas.

En la actualidad, la educación superior establece programas para el desarrollo de competencias y aptitudes lingüísticas; espacios de discusión, investigación y producción textual.

La pluralidad investigativa administra instrumentos específicos, lenguajes propios, espacio y tiempo exclusivos, propone soluciones a múltiples problemas. Su mayor inconveniente es la carencia de una comprensión intertextual que no permite la integración de las diferentes disciplinas para promover soluciones rápidas e integrales a problemas de la vida misma. La universidad, como espacio de investigación y desarrollo, tiene la responsabilidad de crear cátedras integracionistas con el propósito de formar individuos que analicen los problemas desde la base de las relaciones interdisciplinarias.

La investigación es el máximo instrumento para desarrollar conocimientos. La educación, en muchos sectores, no conoce esta afirmación y sólo se dedica a formar individuos que obedezcan y estén dispuestos a realizar cualquier tarea con el fin de sobrevivir, relegando sus deseos y aspiraciones.

El investigador debe estar preparado para construir su saber y su método, para reconstruir el objeto desde relaciones significantes. Con su competencia debe saber hacer el camino y con su método llegar hasta el fin propuesto. Sólo si llega a esta instancia y puede expresar su trabajo podrá hablar de resultados.

A partir de la revolución educativa promulgada por algunos profesores y estamentos educativos se abrieron paso alternativas conducentes a formar individuos capaces de estudiar y profundizar en los problemas que le rodean, posibilitando propuestas y soluciones prácticas.

El realizar el seguimiento minucioso del camino y permanecer fiel a sus principios y metodología componen el aspecto deóntico de toda investigación. El modo de investigar caracteriza la esencia científica, la búsqueda de la verdad por encima de todo, sin detenerse en subjetividades y sin temor a descubrir equivocaciones en la forma de pensar y de vivir. Es allí donde radica la verdadera intelectualidad, en mantener la mente abierta a otras ideas, a la diferencia de criterios.

El pensar debe llevar a investigar sobre nuestras inquietudes y éstas a su vez deben inscribirse y precisar en un estilo apropiado a las características personales y a los deseos que impulsan el estudio y la dedicación de todo esfuerzo.

La lectura nos descubre el mundo mientras la escritura mantiene y desarrolla la cultura.

Los procesos de lectura y escritura sólo trascienden mientras se fundamenten en posiciones estéticas y sensibles. Todo ser humano cuenta con la facultad de experimentar sensaciones. El acto de aplicar dicha cualidad, de advertir gracias a los sentidos externos o internos se denomina percepción; Es un fenómeno que no está distorsionado, pero si influenciado por otras formas del conocimiento.

Cuando el hombre nace llega a un universo de cosas por conocer y son los sentidos los que posibilitan acercarse a ellas, asimilarlas, gracias a los órganos sensoriales, las ve, las toca, percibe sus olores, las degusta, las escucha, las siente. Los sentidos advierten las características de los objetos, los accidentes y cambios que sufren. El recién nacido es estimulado en su sensibilidad pura o primaria, porque no puede asumir las sensaciones de manera subjetiva, capta la realidad con lo denominado sensaciones externas, estimuladas por un objeto externo a través de órganos externos, mejor conocidos como sentidos. El conocimiento adquirido en esta etapa es la base cognoscitiva de todos los individuos.

Cuando el bebé comienza, por ejemplo, a distinguir la voz de su mamá, a relacionar la oscuridad de su cuarto con la soledad y llora para que acudan a él, está comenzando a transformar sus sensaciones, ya no son meras estimulaciones ocasionadas por un objeto externo, han entrado en el sentido de la memoria y las evoca a raíz de sus experiencias. Sus sensaciones dejan de ser externas y ahora aprovecha la facultad de los sentidos internos: la memoria, los instintos, la fantasía, la imaginación, etc. No obstante, las sensaciones internas estarán sustentadas en las sensaciones externas, las que conllevan a la subjetividad, otorgando a la percepción, como acto simple por el cual se capta la realidad, el plano de la apariencia y el aspecto afectivo.

Actuar sólo a partir de las sensaciones externas tendría como resultado percibir los objetos de la misma forma. La posibilidad de relacionar, organizar, fantasear, recordar, soñar, otorga a cada hombre su manera particular de sentir. Las ideas como producto de todo lo que se siente constituyen el fundamento de todo conocimiento. Son su base y son, por fortuna, diversas gracias a la subjetividad sensorial.

Los seres humanos dependen de la estimulación de sus sentidos para ser en mayor o menor proporción sensibles. Todos tenemos la misma estructura para percibir una sensación y estamos en contacto con objetos de cualidades sensibles.

Encontramos personas más sensibles que otras porque han tenido mayores estímulos y sus sensaciones son mucho más intensas. Nuestros estudiantes, por ejemplo, han caído en proceso de “ des-sensibilidad “ que científicamente podría denominarse “ hipoestética “ (disminución de la sensibilidad) y no valoran ni aprovechan su capacidad de sentir. Los programas académicos no tienen estrategias para trabajar este aspecto importante. Casi estamos llegando a basar nuestros pensamientos, nuestro supuesto saber, en la sensibilidad primaria, el conocimiento adquirido es el resultado de aplicar una conclusión objetiva a sensaciones externas y a las poco estimuladas sensaciones internas.

Se define como sensación la impresión o afectación psíquica causada por la estimulación por órgano sensorial a partir de un objeto externo. Las sensaciones primarias o puras manifiestan en los individuos recién nacidos sensaciones percibidas directamente por los sentidos externos, y encontramos las sensaciones percibidas por los órganos externos, pero controladas o influenciadas por los sentidos internos.

Toda sensación, interna o externa, siempre estará fundamentada en la estimulación de un sentido externo, de allí que la sensación se asuma como la forma de conocimiento más inmediata y evidente. Para la realización de una sensación siempre se contará con elementos básicos:

– Un objeto estimulador, que siempre, para cualquier clase de sensación, será un objeto externo al individuo.

– Un órgano sensorial externo.

– La aprehensión de una calidad sensible de ésta es ocasionada por los sentidos externos. Por tal motivo las cualidades sensibles se desprenden de los parámetros generales de color, forma, tamaño, etc.

– Acceso de la impresión cualitativa a la psiquis, pues al quedarse la aprehensión en la lógica cerebral, el objeto se asumirá sólo de manera física y la sensación rescata la aprehensión inmaterial.

– La realidad siempre nos ofrece dos vertientes de aproximación al objeto para conocerlo:

La física o somática
La síquica o sensorial

La producción de una sensación tiene los siguientes pasos psicológicos:

1. Estimulación de los sentidos externos que cumplen la función receptora.

2. Los órganos receptores convierten la estimulación en impulsos nerviosos.

3. La información viaja por las vías nerviosas hasta el centro integrador donde se produce la repuesta.

4. Reacción de todos los órganos efectores (generalmente son los músculos).

La sensación: una cualidad aparentemente elemental, pero indispensable para llegar al conocimiento.

“…y el hombre era oído,
y escuchó.
Fue ojos y vio,
Tuvo nariz y olfateó.
Se hizo piel
Y sintió.
Ayudado por su lengua
degustó…
Sólo pudo saber que era
cuando pensó
y pudo pensar en esto
y aquello,
cuando percibió,
se hizo verbo
y creció.”

En dinámica hecha entre niños de nueve y doce años se proponía hacerles mencionar cualidades y defectos teniendo en cuenta elementos de la naturaleza como una flor, un río, un pájaro, una nube, etc. Todos se compararon con un árbol y lo establecieron partiendo sólo de sus características físicas. El resultado fue algo así:

Soy alto
Tengo cabeza mediana
Mis brazos son cortos
Mi cabello es largo
Soy de color trigueño
Tengo la nariz grande
Mis piernas son flacas.

Lógicamente no todos contestaron de igual forma. La variación estuvo en el aspecto del tamaño y la dimensión.

Los niños aplicaron en mayor proporción sus sensaciones externas. Percibieron sólo mediante los órganos de los sentidos, sus sensaciones subjetivas se limitaron al concepto objetivo de la forma. Su memoria los indujo a recordar que su cuerpo era parecido en la “forma” al esquema árbol. No aprovechaban sus sensaciones internas. Me preguntaba por qué si vivían en un espacio repleto de naturaleza, su percepción era tan limitada, tan poco subjetiva.

Al contarles mi comparación con el río, se sorprendieron porque hablé de que era suave, alegre, tranquilo, inestable y fresco. No entendieron, pues para ellos estas características no eran sensaciones sino conceptos y por más que el contexto fuera especial ellos sólo lograron acercarse a él con las pobres herramientas de una seudo educación, supuestamente racional, que no se preocupaba por estimular quizás lo más importante en los niños: su manera de sentir el mundo.

La idea es desarrollar nuestra sensibilidad partiendo de estímulos físicos que provoquen sensaciones externas y luego emplear estímulos para desarrollar nuestra sensibilidad subjetiva, nuestros sentidos internos: sólo así lograremos asumir las sensaciones como fuente rica en información del mundo circundante y de nuestro mundo interior, de ésta manera tendremos un verdadero cimiento para acceder al conocimiento. Lectura propia del mundo en busca del conocimiento.

Todo lo que nos rodea tiene cualidades sensibles. El hombre percibe estas cualidades y mediante ellas conoce los objetos, se enriquece en cuanto a ellos y ésto depende de su sensibilidad.

Se hizo la propuesta de llevar los niños a pasear al rió con la intención de observar y disfrutar del río y su paisaje, con anterioridad se habían desarrollado varios talleres de sensibilización.

Lo primero fue mirar el color del río, que nos impactó, pues era casi café por lo turbio, probamos el agua y no presentaba sabor especial, al tocarla percibimos su frescura, fue difícil determinar el olor del río porque el contexto presentaba diversos olores que nos confundían, luego hicimos un trabajo más delicado con el oído, tratando de distinguir sin escuchar los ruidos del medio, el sonido del río; fue maravilloso, con los ojos cerrados y en completo silencio escuchamos el río. Desde aquel día el río fue algo muy importante para todos, cuando en los talleres queríamos hacer silencio o relajarnos recurríamos a una dinámica que llamamos “escuchemos el río”, a partir de la sensación de la escucha cada niño de manera especial tenía presente el río. Mediante las sensaciones internas subjetivizaron la experiencia y llegaron a diversos conocimientos como la frescura, la transparencia, la suavidad, incluso dieron con el fenómeno de la polisemia y concluyeron que esas cualidades sensibles del río eran en algunas personas características, valores. Se cumplió así con el proceso de sensibilización.

Empleo de los sentidos externos: todos, en especial el oído.

Objeto estimulador: el río.

Intervención del pensamiento y de los sentidos internos: evocación del río, imaginar o recordar situaciones parecidas.

Conclusiones: el río tiene cualidades hermosas, especiales, que algunas personas tienen; eso es bueno.

Muy motivados escribieron cuentos hermosos sobre los ríos. La percepción se dio con todos los sentidos y en especial con el oído, porque de todas las características sensibles del objeto río, la más estimulante fue la del sonido; a estos niños les encantaba dibujar pero no quisieron hacer un dibujo sobre el río porque sentían quedarse cortos al querer mostrar cómo era el río que habían sentido, que habían conocido.

Es muy importante replantear, en este momento, la forma como el estudiante debe llegar al conocimiento. La educación no debe innovar pedagógicamente copiando metodologías foráneas, su función debe ser la de identificar los defectos que llevan a un conocimiento superficial, memorístico y apático.

Todo conocimiento humano procede desde lo sensible (lo subjetivo) hasta lo inteligible (materia de conocimiento).

EXPERIENCIAS DE ESCRITURA

Las siguientes experiencias se realizaron con estudiantes de Segundo grado de primaria.

En trabajo de aula, y confabulado con los estudiantes, se decidió integrar la clase de geometría y la de español con el propósito realizar la descripción de una caja y hacer de ella el personaje central de un cuento. Las descripciones se hicieron individualmente y los cuentos se escribieron por parejas.

El resultado fue el siguiente:

Descripciones:

Mi caja tiene seis lados, mide 22.5 cms de largo y de ancho mide 16 centímetros con 6 milímetros. Es de un secador y tiene el precio con la marquilla del Éxito que dice que costó $33.650. En la caja dice WINDMERE 1250, un mundo de cosas en inglés. Es verde con blanco, tiene la ilustración de una señora que se está secando el cabello y cuando la desbaraté aparecieron por dentro unos avisos que decían que si el secador se mete al agua… explota.

Valentina Casasbuenas

Mi caja tiene 6 caras, tiene la forma de un rectángulo y está hecha de cartón. En el lado número 4 tiene un letrero y una figura igual que en la cara número 3 y en el número 5, las letras y las figuras son negras. En la cara número 1 tiene una cinta color amarillo quemado, el color de mi caja es café claro y tiene 8 esquinas.

Mi caja sirve para guardar zapatos, guardar productos pequeños como frascos y juguetes.

Mateo Echeverry

Cuentos:

LA AMIGOLENCIA

Una vez dos amigos, iban caminando, un pelado le tiró una piedra a uno de ellos. Mateo Jotalento le dijo a su amigo Juan camilo Rapidento por qué me golpeas y le pegó. Pelearon hasta el anochecer, cuando sus madres fueron a buscarlos. Ellos les contaron a sus mamás y no los dejaron volver a verse. Un día se encontraron en la calle y se perdonaron, pero quisieron hacer algo para que sus madres los dejaran volver a verse, lo intentaron casi todo hasta que ellas aceptaron. Otro día mientras conversaban les tiraron otra piedra, pero no les pegó y al volverse vieron al culpable, le preguntaron ¿Por qué nos tiras piedras? El niño no dijo nada, un rato después les contó que no le gustaba ver a dos amigos, pues no le gustaba la amistad. Ellos le contaron lo increíble que era ser amigo. Jugaban con él y lo invitaban a sus casas hasta que él comprendió que la amistad es lo más grande que puede haber.

Juan Camilo Jiménez
Mateo Echeverri

LA CAJA CHINA

Había una vez, en la NASA, unos astronautas que acababan de recibir una caja con los trajes espaciales, mandada desde China. Casimiro, uno de los astronautas, fue el primero en ir a sacar su traje, pero cuando entró al cuarto donde estaban vio que la caja se movía y le observó: cachos, ojos grandes, boca grande con colmillos afilados, cuatro brazos, siete piernas y pelo de color amarillo, azul y rojo. Pegó un brinco y le fue a contar a sus amigos, ellos no le creyeron.

Casimiro les dijo –vengan a ver- fueron y la caja se había comido todos los demás trajes. La agarraron y la mandaron a Plutón.

Después de cinco meses llegó y se encontró con un perro, enviado antes. La caja desesperada por el hambre se devoró al canino, pero, el perro estaba envenenado, así que la caja se murió.

Después de 50 años resucitó, fue a la tierra y se comió a todos los astronautas, destruyó la ciudad y murió de una gran indigestión.

Ana Sofía Arango
Silvio Gutiérrez

BETO LA ECOCAJA

Juan Camilo es un niño al que le gusta la ecología. Un día mientras caminaba se encontró una caja pequeña ¡perfecta para reciclar! Pensó, la cogió y la guardó. De pronto escuchó un ruido, era la caja la que le hablaba y le decía: “Quiero ser como uno de ustedes para enseñarles algo. Para comenzar ponme brazos, piernas, ojos nariz y boca. Ah, y un bonito nombre”. Juan camilo lo logró con un poquito de imaginación y plastilina. Le puso Beto y lo llevó al colegio en su maleta. Beto estornudo muy fuerte, sin culpa, y Ricardo le preguntó: ¿Qué fue lo que sonó? Al rato todos en el colegio murmuraban que Juan camilo escondía algo.

Ricardo, que era un niño bastante indisciplinado y cansón, le abrió la maleta y al ver a Beto exclamo ¿Qué hace esa caja ahí? Juan Camilo respondió: la traigo para mostrarla, pero Ricardo la cogió y salió corriendo. Juan camilo sólo pensaba en como haría para recuperar su caja. Ricardo quería destruirla por completo y mientras llevaba a cabo su plan, la caja gritó: ¡No me destruyas! Si me destruyes estarás destruyendo el lugar donde vives, el ecosistema, te estarás destruyendo a ti mismo. Pero a Ricardo no le importó, ni siquiera le prestó atención, en ese momento pensó: me la voy a robar.

Sin embargo, Juan Camilo se dijo – Beto se va a sentir feliz si cumplo con mi deber, si hago lo que me dijo- no importa, sólo haré lo que tengo que hacer. Explicó que sin la naturaleza no podemos vivir y todos estuvieron de acuerdo.

A los tres días Ricardo había reflexionado sobre lo que había hecho, devolvió la caja muy arrepentido y le pidió disculpas a todos por su actitud. Y todos muy contentos la bautizaron Beto la ecocaja, y desde ese día los niños protegen la naturaleza plantando árboles, reciclando y no contaminando.

Valentina Casasbuenas
Carlos Esteban Giraldo

El profesor como parte integrante del grupo de estudio también debe hacer su aporte de escritura sobre la caja. El escrito realizado en el aula y como primera escritura fue:

CAJEDREZ
Esta caja más que fichas contiene las caracterizaciones de hombres y mujeres de una época, su cultura y la búsqueda de sabiduría. Partir de ellos para acercarse a otros, luchar contra su inmediatez para dedicarse paciente y perseverantemente a estudiarse, para, en un acto de gentileza, desnudar las debilidades humanas.

Esta caja contiene el tiempo y el espacio, abrirla es entrelazar el maravilloso mundo de la ficción y la realidad. Es lograr ubicarse en el campo donde debieran dirimirse todas las diferencias humanas: el de la sabiduría, donde se conjugan valor, respeto y lealtad.

Esta caja contiene el análisis, la anticipación y la participación. ¿Cómo es posible contener tantas batallas, tanto tiempo y tanto espacio? Entra en ella y pronto disfrutarás de todo su contenido y de todo aquello que tú le puedas aportar.

De pronto tienes una en casa y no te ha movido a descubrirla, es una “simple caja” de ajedrez que contiene todas esas maravillas que esperan por ti.

Desde aquí los convoco a tenerme entre sus manos y a dejar discurrir sus ideas…

Son sesenta y cuatro cuadrados dibujados en mi superficie y donde millones de ideas encuentran sitio. Sesenta y cuatro sitios espaciados por color diferente donde los hombres enfrentan posiciones diversas.

Hace cientos de años acompaño al género humano entre el claroscuro de su desarrollo. Hace cientos de años fui inventada y, entre el misterio y el silencio, crecí hasta hacerme universal y elocuente. Los laberintos que se tejen a mis pies marcan la diferencia entre lo fantástico y lo real. La imaginación hace con-jugar contiendas leales y vertiginosas, maniobra estrategias para alcanzar el triunfo de las ideas y abrirle paso a la tolerancia y a la puesta en común de los artificios. Lo que hagan de mí hoy les será devuelto en otro encuentro. Las partidas son el inicio de las tramas urdidas para alcanzar la victoria. Victorias llenas de satisfacción y deseos de superación. En mi nacen lecciones de vida y desde mí se lanzan al mundo teorías y disertaciones que enriquecen el pensamiento humano.

Desde mi simple configuración se puede llegar a majestuosas formas geométricas y desde mi topografía se puede alcanzar el plano cartesiano, soy un sinfín de experiencias lúdicas, académicas y culturales.

Esta caja contiene millones de enfrentamientos, misteriosos artificios que envuelven al hombre y lo enfrentan a sí mismo y a otros que tienen, más que la osadía, la fortaleza para aceptar mirarse y mirar al contrario en una lucha igual y colaboracionista.

Ricardo iglesias Dávila

El trabajo simultáneo entre lectura y escritura permitió a los estudiantes y al profesor comprender la importancia del aprendizaje significativo y de la puesta en práctica de lo aprendido. Como reflexión sobre lo que significan estos dos aspectos del proceso de aprendizaje, queda el siguiente texto:

Partir de una lectura y llegar a la escritura…

Las cien mil palabras de un libro pueden ser leídas una a una sin que surja el sentido de la obra: el sentido no es la suma de las palabras, sino la totalidad orgánica de las mismas…”.
J. P. Sartre
Me sumerjo en el maravilloso bosque de palabras, sima de significaciones, para hacer brillar ese oscuro sentido del texto enmarañado y perdido en las hojas inertes de ese árbol llamado libro. Éste sufre transformaciones, se escurre de mis manos y se yergue frente a mí, dejó de ser el objeto del cual podía entrar y salir cuando así lo deseaba, ahora es un sujeto que me habla no sólo a través de las líneas demarcadas con tinta litográfica, sino también en el eco que retumba en las incesantes e interminables paredes de su laberinto. Sujeto que me reta a seguirlo, a buscarlo al cruzar una página, se pierde tras una palabra apareciendo en otras más distantes, es un juego donde le persigo, conjeturo y penetro en el sendero señalado por los blancos tipográficos. Me abruma, me doblega y debo buscar cómplices, tan pronto dentro de él, lo mismo que salir, correr a pedir consejo a otro sujeto que me hable del sujeto anterior.

De nuevo camino lento, casi imperceptible a mí mismo, escudriño con la mirada y los siete sentidos prestos, sigilosos a escuchar o percibir alguna huella o símbolo dejado por aquel para continuar el juego. Cada verbo me dice: Existe, hay acción; traslada su ser, está en transición, así como tú lo estás y como lo estuvo el anterior, quien trató de sentar a este sujeto en el diván y hacerlo hablar para conocer sus secretos. El anterior a mí no comprendió, el silencio es la mejor voz del sujeto y al escuchar sus silenciosas notas es posible descubrir su misterio, su esencia. Mientras tanto, continuó buscando en silencio, horadando los gritos de mis saberes, desenterrando los recuerdos, devorando los espacios entre letra y letra, reposando sobre las palabras. No me basta una brújula, varias me acompañan, lo cual no impide que pierda el norte de vez en cuando. No duermo, tengo miedo de saberlo perdido para siempre, a veces cierro los ojos y escucho sus pasos cerca de mí, al lado, atrás y, cuando los abro no descubro nada, mas de pronto algo brinca dentro, una pequeña luz baña mi ser, desbordó de felicidad al descubrir una huella, una señal inequívoca y empiezo de nuevo, esta vez más emocionado y todos los sentidos puestos en él y en mí, pues, de tanto andar tras él, nos hemos hecho amigos, compañeros de incertidumbres, viajes y aventuras, sufrimos con el dolor del otro, nos ayudamos en la búsqueda, él hace parte de las mías y yo de la suya. Descubrimos que no somos nada el uno sin el otro.

CONCLUSIONES

La lectura ha de ser instrumento de conocimiento y no de castigo. El libro debe convertirse en un amigo que brinde alegría, actitudes positivas, conocimiento, retos, desciframiento del sentido del mundo y perfeccionamiento del espíritu a través del desciframiento de los signos, espacio y tiempo para soñar e imaginar. El predominio contemporáneo de la lectura funcional despoja a la relación del sujeto con los signos de su dimensión reflexiva y meditativa, para dejarla instaurada más bien en el terreno puramente operativo y funcional.

El verbo leer está limitado por el poco conocimiento que se tiene sobre la lectura. La mayoría de estudiantes creen que sólo se puede leer lo escrito, las grafías. No tienen claro que la lectura abarca toda clase de signos y símbolos, que se proyecta más allá de las simples imágenes y penetra en cada cosa que existe a nuestro alrededor, además no quieren complicarse la vida con lecturas “serias” que problematicen el sentido de la existencia, del mundo y de nuestra relación con los demás.

Para una buena lectura, se necesita un buen lector. Borges decía que cada libro está a la espera de su lector, aquel capaz de descifrar sus más recónditos secretos, de traer a la luz toda la inmensa posibilidad de significaciones. Leer consiste, de este modo, en poder integrar los datos del texto en el universo de conocimientos del lector. Este debe interactuar con el texto, dominar y dejarse dominar por él, entrar en franca lid con ese objeto, dejar abiertas las ventanas del entendimiento y de las dudas para permitir que respire y, tomar de ese hálito parte de su esencia, escanciar cada palabra, frase, oración, párrafo y capítulo, hasta la última gota para luego sentir la fruicción de ese trago dulce que es la asimilación del texto que debe llevarnos, si es una verdadera lectura, a la escritura, último paso de la lectura.

El libro sólo puede tomar esa denominación cuando es leído y trabajado, de lo contrario sólo será un amasijo de hojas manchadas con alguna tinta de algún color sin importancia.

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Eugenio Barney Cabrera y la identidad cultural

EUGENIO BARNEY CABRERA Y LA IDENTIDAD CULTURAL

Ricardo Iglesias Dávila

 

 

Para entender la identidad cultural colombiana Eugenio Barney Cabrera (1917-1980)  regresa a los inicios, al nacimiento de la cultura aborigen y a su posterior ruptura  el 12 de octubre de 1492. Inicialmente hace énfasis en “lo propio” y su exterminio por parte de los conquistadores, después, en la cultura que éstos personificaban.

Barney Cabrera comprende, y lo lleva a su práctica intelectual, que “para conocernos es fundamental conocer nuestro pasado, lo que fuimos” y lo que perdimos. Plantea que la cultura nacional no empieza con la conquista y que para hablar de la cultura actual, de esta cultura mestiza, es preciso ubicar, identificar y valorar lo que aportamos en el proceso de trasculturación. Dimos y recibimos, aportamos y sufrimos la acción salvaje de los extranjeros quienes sólo pensaban en el encuentro de tesoros y recursos económicos que los redimieran de su pasado y presente. Partieron del error mismo de creer haber llegado a las indias, razón por la cual se nos llamó indios. Allí mismo se creó la diferencia, el vacío que socavó los nuevos territorios, esta tierra fue para ellos el paraíso económico y se dedicaron a saquearlo sin importarles para nada su riqueza cultural.

Eugenio Barney Cabrera es heredero de las tres grandes aventuras científicas de Colombia. La primera fue la Expedición Botánica, encabezada por José Celestino Mutis en el año de 1783, la siguiente fue la Comisión Corográfica, creada mediante ley expedida  el 29 de mayo de 1848 durante el gobierno del General José Hilario López y encomendada al geógrafo e ingeniero Coronel Agustín Codazzi (1795-1859), procedente de Lugo, Italia.

La tercera aventura, y no mencionada por el maestro Barney-Cabrera, es la Comisión Científica nombrada por el presidente Rafael Núñez a finales de 1881. Respecto a la Expedición Botánica dice Barney Cabrera:

“…funciona en la Nueva Granada la Expedición Botánica. Como esta institución es cosa excepcional, aunque paradigmática del acontecer histórico que toma cuerpo a finales del siglo XVIII, junto a ella, paralelamente continúan las viejas costumbres y los usos antañeros que inclusive perdurarán por algún tiempo en la siguiente centuria. Pero de todas maneras, el instituto que dirige José Celestino Mutis inaugura maneras nuevas que mucho tendrán que ver con el espíritu del nuevo siglo”.[1]

Frente a la Comisión Corográfica, nos refiere:

“Por primera vez la nación racionalizó, basándose en su propio conocimiento, las responsabilidades y la fortuna de la soberanía, como hecho jurídico, humano, histórico y geográfico”[2].

Y continúa: Si la expedición Botánica pretendió enriquecer el muestrario de la flora y fauna, o de la geología tropical, la Comisión Corográfica profundizó en el ser y en la naturaleza del hombre y de sus circunstancias, incluyendo el remoto pasado aborigen.

 

“El gobierno de Rafael Núñez en 1881 «ordena el establecimiento de una Comisión Científica permanente para el estudio de los tres reinos naturales de la república», con particular interés en el conocimiento y explotación de las minas, consideradas de gran importancia para el desarrollo material del país. La Comisión debía, además, especificar y describir «las plantas, resinas, aceites y frutos aplicables a la medicina y a la industria, completando estas nociones con los herbarios y las colecciones de muestras que proporcionen su completo conocimiento». La Comisión estaba integrada entre otros por Jorge Ricardo Isaacs Ferrer, encargado de revisar y redactar los trabajos, y escribir sus propias observaciones, preferiblemente acerca de los siguientes temas: «Descripción de la naturaleza física, en el terreno recorrido, costumbres de los habitantes, grado de adelantamiento moral e intelectual que hayan alcanzado por virtud, sobre todo de la enseñanza pública, y dirección de las escuelas en que ésta se dicta; probable desarrollo de la población por el régimen higiénico de los grandes centros que visite; una estadística sencilla de las aguas medicinales». En octubre de 1881 Isaacs salió de Bogotá con destino al Estado de Magdalena y en los diez meses siguientes exploró la región occidental, los «desiertos de Aracataca», donde descubrió yacimientos carboníferos. Allí desarrolló el trabajo etnolingüístico, “Estudio sobre las tribus indígenas del Magdalena” (1884), en el cual, al lado de las observaciones geográficas e históricas, se encuentran vocabularios y observaciones sobre las lenguas businca, motilona y guajira. Este trabajo le valió una crítica feroz de su antiguo amigo Miguel Antonio Caro, quien en el artículo titulado “El darwinismo y las misiones”, hacía referencia al darwinismo y al judaísmo de Isaacs desde una perspectiva católica”[3].

Como heredero de estas tres aventuras intelectuales, Barney Cabrera, va tras los orígenes con la clara idea de entender el desarrollo del arte en el país y buscar las raíces de nuestra identidad mestiza. Problematizó el arte en procura de su esencia, pues “la esencia de un pueblo está plasmada en su arte”.

Para él, América es la tierra de lo extraño, de lo exótico que propicia la rebeldía estética. Su mirada crítica se detiene en la historia del arte colombiano para interpretar con sensibilidad y erudición la singularidad de cada obra en sus silencios, presencias invisibles e intencionalidades implícitas. El aprendizaje es para él “confusión conceptual, hibridaciones injustificadas, ensayos, rupturas”, es tiempo fecundo de trabajo donde el artista se desprende de la mirada del otro para romper los esquemas y asumir la singularidad como asunción del YO, pues el arte trasciende la realidad a partir de la magia creadora que lo concibe.

“Dime cuánta tradición cultural hay en tu dinámica histórica, y te diré qué peculiaridades conlleva tu manifestación artística”[4]

El fenómeno artístico es el resultado del trabajo continuo, de la historia que extiende sus raíces y del hombre que va a su encuentro para beber de sus fuentes. El arte es producto de la madurez, de la mayoría de edad y no raro suceso del individual ingenio ni singular o insólita florescencia humana.

Para hablar de arte en América es conveniente contemplar los fenómenos de continuidad y las rupturas constantes, la inestabilidad, la oposición y la separación de momentos históricos, de épocas fundamentales en el devenir de la conformación de la identidad nacional. ¿Puede existir arte nacional sin una identidad determinada? ¿Con cambios fuertes en los factores socioeconómicos y culturales que borran, o tratan de hacerlo, lo que les antecede? ¿Si sólo se permite una visión manierista y de clase?

Lo distintivo de lo nacional sólo es posible asociado a la continuidad histórica. En el caso de Colombia la identidad artística no ha logrado existir por las constantes hibridaciones étnicas, psicológicas e ideativas.

El autor enfatiza que la hora cero del arte en América es el 12 de octubre de 1492.  A partir de ese instante hubo una nueva situación en la que ambos pueblos recibieron y dieron, se entregaran en abrazo cruento pero fructífero. Durante la conquista y la Colonia las autoridades civiles y eclesiásticas persiguieron metódicamente las tradiciones indígenas porque las consideraban “muy perjudiciales” a la fe cristiana.

A la presentación que hicieron los aborígenes de sus dioses, los extranjeros impusieron su dios Cristiano y con Él al sacerdote como su representante en la tierra:

“Creo en mis dioses. Creo en mis huacas

creo en la vida y en la bondad de Viracocha…

y en esta Pacha quiero vivir.

Tú me presentas Runa Valverde

Junto a Pizarro un nuevo Dios.

Me das un libro que llamas Biblia

Con Él dices habla tu Dios:

Nada se escucha por más que intento

Tu Dios no me habla. Quiere callar

Por qué me matas si no comprendo.

Tu libro no habla. No quiere hablar.[5]

La destrucción de las culturas indígenas no fue total, ni podría serlo. La cultura se prolongo agónicamente y quedó encubierta en “obrajes”, en  artesanías y  en un folclor que fue perdiendo su sentido simbólico y persistió en evocaciones en una población cada vez más aislada, expoliada y mestiza.

Ya muertos los jefes y sucumbido los caudillos, sólo la masa extraviada perduraba. Y con ello su sentido de mundo, la concepción masiva de la raza y de la tierra.

Continuidad histórica: “mientras la idea de ayer sea corregida por la idea de hoy, no podrá hablarse de fracaso cultural”.[6] A nueva situación nuevas formas de cultura. Y la nueva situación era impuesta por el encuentro de dos civilizaciones exóticas entre sí, subyugada la una, vencida la otra, pero en ningún caso con transplantes idénticos de sus culturas, pues las relaciones se transformaron sustancialmente en ese encuentro, cambios que afectaron la forma de “vivir” y “pensar” el mundo. El sólo empezar a nombrar lo desconocido: frutas, plantas, animales, el territorio mismo, impuso la creación de lenguaje o la adquisición del aborigen. Le escribe Hernán Cortés al rey de España: “y quisiera hablarle de otras cosas de América, pero no teniendo las palabras que las define, ni el vocabulario necesario, no puedo contárselas”. 

Los extranjeros llegaron en el tiempo del “advenimiento”, los indígenas esperaban los solemnes enviados de sus dioses, y confundidos con ellos, fueron recibidos con regalos y felicidad. Pero, las divinidades llegaron sin “mensaje”, o este fue de guerra y cruz. Mensaje de crueldad y de pobreza. De aculturación.

A lo largo del continente americano corrió la leyenda de dioses venidos de oriente en cumplimiento de lo prometido desde el inicio de los tiempos. Leyenda que propició el fenómeno de la entrega incondicional de las minorías seniles, de gobernantes y sacerdotes, ancianos que vieron cumplir las promesas seculares, y de las mujeres que se entregaron en cuerpo y alma para que naciesen los hijos que poseerían la tierra. Mientras aquello ocurría, las juventudes rebeldes, incrédulas y heréticas se alzaron en los montes en  desesperada lucha contra los invasores. Fue así como las amarras que pudieron atar el pasado y trascender el futuro, sus fuentes vigenciales hasta el 12 de octubre, quedaron rotas y desaparecieron agotadas ante el fuerte impacto de la invasión esperada.

Según Joan de Castellanos:

“… a Dios llamaban Abira

que representa sumamente bueno,

al español por nombre dan Aira,

que quiere decir, hijo de su seno”.[7]

Así, la entrega se hizo por mandato de fe. Así el viejo Nezaqualpilli, pariente de Moctezuma, dícele al emperador: “si es así la voluntad de nuestros dioses que esto se acabe, qué puedo hacer yo”; fatalismo que explica, una vez más, el fenómeno de la entrega, de la ruptura total en las grandes civilizaciones americanas.

“No, ciertamente no eran dioses. No eran Viracocha: cuando Pizarro entró al cuzco y junto con el padre Valverde decidieron la muerte de nuestro amado señor Atahualpa. A pesar del rescate que pagamos, equivalente a tres habitaciones repletas de oro, nos dimos cuenta entonces de las verdaderas intenciones de esos hombres. Pero ya era tarde, la sangre había comenzado a derramarse y esas primeras y queridas gotas se iban a constituir después en un río inmenso que recorrería todo el continente y ya no habría salvación”.[8]

Las razas aborígenes recibieron al europeo y lo asimilaron. Y, a su turno, éste que venía para regresar quedose como Gonzalo Guerrero quien horadó sus orejas en las costas mexicanas; o Camarú, el “gimnoto”, que en el Brasil amó la tierra nueva en los brazos de la heroína Moema. Esto era un nuevo acontecer social.

Sin embargo, no hubo continuidad en la cultura indígena, se fragmentó en mil pedazos porque a los conquistadores, atareados en la búsqueda frenética de oro y toda clase de tesoros, no les importó conocer la cultura descubierta, estrechar lazos o acaso respetarla. Sólo se impusieron los intereses económicos de su nación y los suyos propios.

Con la nueva situación se estableció una relación amo-siervo, subordinación inmediata, mas el tiempo ese gran escultor fue incubando relaciones intelectivas y sentimentales. Los españoles viajaron para regresar, no obstante lo descubierto y su conquista los detuvo. Sin mujeres, pronto se vieron acosados por su exacerbado sentido sexual y se impusieron a las doncellas indígenas manteniendo ocultas relaciones. Camino fácil para la posterior trasculturación.

La mujer se convirtió en el puente de transmisión cultural: recibió y dio. Entregó el conocimiento de su raza, su sentido artístico y el trazado de la línea en ornamentos de cestería y textiles.

La mujer, entonces, mantuvo la continuidad cultural agregando las creencias, los nuevos elementos y los gustos europeos. Su obra ya no será la manifestación de su arte y cultura autóctonas, será la mezcla de expresionismo emotivo, barroquismo sensual, texturas vegetales, diversidad en la expresión, fluvialidad de colores e historia que cuenta las relaciones secretas, explícitas, de odio-amor, de rechazo-aceptación del otro, de aquel que llegó y se tomó para sí su territorio y cuerpo para quedar lentamente en medio de una nueva cultura, nacida el 12 de octubre de 1492, fecha inaugural de un pueblo nuevo, de una entidad socioeconómica hija, violenta, pero  legítima de la trasculturación.

La mujer se entregó por amor a su tierra, convencida de que se ofrendaba a los dioses, y no por prostitución o lascivia.  Todas las mujeres de la tierra americana brindaron sus carnes en el altar de su estirpe para que la raza poseyese la tierra tradicional. “Y serán señores que poseerán la tierra”, rezaba la profecía de aquellos pueblos. Pero sólo sus hijos las poseyeron a hurtadillas durante siglos. Ellas dejaron en los altares de Cuzco, de Quito, de Tunja, de Monguí, de Popayán, de México, de Guatemala… bordados tropicales donde se mezclaron flores y lianas, frutas de esplendentes líneas y sensuales volúmenes por donde surgen angelotes y cruces en fantástico mundo vegetal y antropozoomorfo. La entrega no fue en vano, mas sí tardaron en emerger los frutos de este encuentro cultural que ofreció al mundo las concupiscentes, ofuscantes, variadas, contradictorias e indecisas formas barrocas americanas.

Hasta las culturas más desarrolladas del continente se incorporaron a los nuevos complejos sociales y sus historias “quedaron interrumpidas por el impacto destructor de una fuerza abrumadora”. No fue posible que durante la conquista y los primeros años de la colonia el arte tuviera expresión alguna. Ni mucho menos que hubiese deseos de renovar las manifestaciones de un presuntivo arte indígena ni por los frustrados herederos de las sociedades desaparecidas, ni por los orgullosos y soberbios conquistadores que sólo veían en aquellas muestras culturales indicios de religiones diabólicas o señas de inferioridad y torpeza.

“Los indicios o ejemplos de literaturas y pictogramas indígenas como el Popol Vuh, salvado del olvido y traducido por el frayle Francisco Ximenes en la primera mitad del siglo XVIII, el manuscrito de Chichicastenango y otros códices[9] de importancia histórica encontrados en Guatemala y en México son productos singulares de trasculturación o de aculturación posteriores al período conquistador”.

El padre Ximénez, de la orden de Santo Domingo, había aprendido la lengua de los indios, y al darse cuenta del valor del documento encontrado, preparó una copia bilingüe en quiché y castellano, a la que tituló:

“Empiezan las historias del origen de los indios de esta provincia de guatemala, traducción de lengua quiché en la castellana para más comodidad de los ministros del Santo Evangelio, por el R.P.F. Francisco Ximénez, cura doctrinero por el Real Patronato del pueblo de Sto. Tomás Chuila (Chichicastenango).[10]

Esta obra se salvó del fuego español, de los índex de la iglesia y la traducción misma evidencia la transculturación. Recordemos que los españoles debieron usar palabras de su idioma para hacer entender a otros, que no llegaron a ver y a tocar suelo americano, lo que aquí acontecía. El fraile Fray Bartolomé de las Casas también deja testimonio al referirse a códices por él conocidos: ”De estos libros vieron algunos nuestros religiosos, y aún no vide parte los cuales se han quemado por parecer de los frayles, pareciéndoles, por lo que tocaba a la religión…”.[11]

Las culturas de poco desarrollo cultural fueron las que más se resistieron al dominio conquistador. Carecían de tradiciones propias y de una religión que esperara los “enviados de los dioses”, por lo tanto, rechazaron de plano a los extranjeros, siendo abatidas y casi exterminadas en la desigual lucha.

Otras culturas tuvieron muchas menos oportunidades de postergar su presencia a futuro, pues para la llegada de los extranjeros ya habían desaparecido de estos territorios y no se hallaban siquiera en la memoria del resto de indígenas de la región. “Así el caso de San Agustín, Tierradentro, Tumaco, Esmeraldas, Amazonía, Quechuas primitivos o Mayas”.

La cultura fue abruptamente detenida y suplantada. Varios elementos jugaron papel decisivo: la violencia física, la entrega y sacrificio de dirigentes y ancianos aborígenes, la simbólica entrega de las mujeres, la esclavitud y el surgimiento de enfermedades que ahogaron el soplo creador de la raza americana. En México antes que las huestes armadas de Cortez y de la entrega de Malinche, la gran victoria se logró gracias a la epidemia de viruela, propagada por un negro esclavo, que acabó con la vida de cientos de indios.

Los tiempos oscuros y la llegada del Dios católico impidieron cualquier posibilidad inmediata de enlace cultural, aun en las sociedades más “desarrolladas”. Las culturas indígenas no tuvieron la menor oportunidad de influenciar o de hacer aportes notables y perennes.

Ante la imposibilidad de continuidad y de incidencia de las culturas vivas en tiempos difíciles, Barney cabrera  reflexiona y se pregunta: Si los núcleos vivos de la cultura del siglo XV no lograron tener continuidad en la historia ¿Qué esperanzas de continuidad, de raigambre o de “paternidad” cultural pueden afincarse en las sociedades “fósiles” desaparecidas con antelación mayor: los agustinianos, Tumacos o de la hilea amazónica?”

Por tanto, es impensable establecer un arte autóctono proveniente de las culturas desaparecidas antes de la llegada de los “extranjeros”, ni probar singularidad nativa instituidas en la civilización lítica de San Agustín o de Tierradentro.

Sólo el valor de lo exótico de estas culturas es valedero como fuente universal de inspiración artística, y es lo único para utilizar la pica arqueológica en las canteras agustinianas, en las tumbas de Tierradentro o en los yacimientos de Esmeraldas y Tumaco. Tienen validez universal, mas no alcanzan a configurar un arte nacional.[12]

El cúmulo cultural desaparecido en América y mencionado por cronistas o rastreado por arqueólogos es fuente de inspiración no sólo para nosotros, sus herederos, sino también para el mundo entero. La transculturación fue un proceso en el que intervinieron varias generaciones de mestizos americanos.

Durante el señorío hispánico florecieron formas artísticas, de manera aislada, con supuestos parentescos en uno y otro lugar del continente. Recordemos que los conquistadores y los colonizadores avanzaban gracias a los guías y cargadores nativos que entraban en contacto con diferentes tribus, por lo que topamos con elementos decorativos y geométricos comunes en la arquitectura, la cerámica, los tejidos, la cestería, la orfebrería lítica o la decoración de las estatuillas de barro. Elementos como:  los colmillos del puma, las cabezas de las aves andinas o de alcatraces, las ranas, los simios, las serpientes de la fecundidad, los soles y las lunas esquematizadas, toda aquella fauna demonológica totémica de América, persistieron en las nuevas formas, pero su reproducción esquemática y sistemática hizo que se perdiera su primitivo sentido religioso, sexual o utilitario, y sólo quedara la hábil artesanía que repetía fórmulas aprendidas que condenaban al olvido su remoto significado.

La geometría, las líneas quebradas, los colores, los ángulos son la marca indeleble del arte precolombino y que más adelante van a admirarse en la cestería, la talla de retablos y los cuadros y las imágenes cristianas de las generaciones mestizas venideras.

“Sólo el valor de lo exótico, que es venero universal, fuente de inspiración para el universo todo y no patrimonio exclusivo de artes nacionales, puede ser explotado para refrescar las formas modernas o para analizar nuevos cauces de expresión artística”.

 


Bibliografía de Eugenio Barney Cabrera

 

  • Colombia pintoresca.
  • La Fauna Religiosa en el Alto Magdalena. No. 7 de la Biblioteca Básica Colombiana. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1975. 
  • Geografía del Arte en Colombia. Bogotá, Imprenta Nacional, 1963. 
  • Historia del arte en Colombia.
  • Notas y apostillas al margen de un libro de cocina.
  • El arte en Colombia. Temas de ayer y de hoy. Bogotá, Ediciones Fondo Cultural Cafetero y Almadelco, impreso en Osprey Impresores Ltda.
  • El Arte Agustiniano. Bogotá, Editorial Iqueima, 1964.
  • Temas para la Historia del Arte en Colombia. Bogotá, Universidad Nacional, 1970.
  • La presunción de dominio.
  • La transculturación en el arte colombiano.
  • Transculturación y mestizaje en el arte colombiano.

Reseñas y artículos aparecidos en revistas:

 

  • Reseña del Arte en Colombia durante el siglo XIX. En: Anuario colombiano de historia social. Bogotá, vol. 2, #3 (1965), pág. 71-118. top. 4820.
  • Arte y artistas en la biblioteca Luis-Ángel Arango.
  • La pintura de Manuel Hernández Gómez.
  • El paisaje y las acuarelas de Marck.

En la enciclopedia Historia del Arte Colombiano de Salvat Editores, año 1983, aparecen los siguientes artículos:

Las culturas Andinas del sur.
Pp.. 481-514. Patrimonio Macizo Andino del sur

La geometría del oro en el Tolima.
Pp.. 361-386. Patrimonio Magdalena medio.

Tumaco, escultura en arcilla.
Pp. 214-240. Patrimonio Costa Pacífica.

El universo del mito.
Pp. 121-148. Patrimonio.

La cultura del maíz y la sal.
Pp. 515-548. Patrimonio.

Expresiones del arte Calima.
Pp. 296-320. Patrimonio Valles alto Calima y alto y medio del Cauca

Las culturas de la llanura Atlántica.
Pp. 449-480. Patrimonio Llanuras del Caribe cuencas bajas Sinú y San Jorge.

El arte y artesanías de los Chibchas.
Pp. 549-592. Patrimonio Altiplano Cundiboyacense.

Calima, El Dorado prehispánico.
Pp. 269-296. Síntesis datos Valles alto Calima y alto y medio del Cauca.

San Agustín, un pueblo de escultores.
Pp. 61-94. Patrimonio Alto Magdalena.

Prehistoria del arte indígena.
Pp. 33-60. Patrimonio

Los Quimbayas, ceramistas y orfebres.
Pp. 322-360. Patrimonio Valles alto Calima y alto y medio del Cauca.

San Agustín, centro religioso y artístico.
Pp. 95-120. Patrimonio Alto Magdalena.

Tumaco, abstracción y realismos.
Pp. 241-268. Patrimonio Costa Pacífica.

 


[1]Barney cabrera, Eugenio. La actividad artística en el siglo XIX Manual de Historia de Colombia. Tomo II. Segunda Edición. 1982.

[2] Enciclopedia del Arte en Colombia. Salvat Editores. Pág. 1269.

[3] Iglesias Dávila, Ricardo. Jorge Isaacs, el hombre. Texto inédito.

[4] Barney-Cabrera, Eugenio. Trasculturación y mestizaje en el arte en Colombia. Bogotá. 1962. Pág. 3.

[5] Heredia, Victor. Taki Ongoy. Álbum discográfico.

[6] Barney-Cabrera, Eugenio. Trasculturación y mestizaje en el arte en Colombia. Bogotá. 1962. Pág. 20.

[7] Ibíd. Pág. 27.

[8] Heredia Víctor. Taki Ongoy. Álbum discográfico.

[9]  Manuscrito antiguo en forma de libro encuadernado. Originariamente consistía en una serie de tablillas de madera encerada, sobre las que se escribía con estilete o buril; más adelante el pergamino sustituyó a la madera.

[10] Anónimo. Popol Vuh. Santa fé de Bogotá. Editorial Panamericana. 1997.

[11] Barney-Cabrera, Eugenio. Transculturación y mestizaje en el arte en Colombia. Bogotá. 1962. Pág. 37

[12] Barney-Cabrera, Eugenio. Transculturación y mestizaje en el arte en Colombia. Bogotá. 1962. Págs. 41-43.

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Semana de Receso Estudiantil

La semana de receso estudiantil nace del Decreto 1373 de 2007 que ordena, a todas las instituciones educativas, oficiales y privadas, “incorporar en su calendario académico cinco días de receso estudiantil, en la semana anterior al festivo que conmemora el Descubrimiento de América; es decir, el 12 de octubre”. Este tiempo de receso estudiantil debe ser aprovechado por los profesores para la planeación de las distintas actividades académicas a desarrollar durante las 40 semanas del calendario escolar. Sí señores, se estudia 40 semanas y se está en “receso” o en vacaciones 12 semanas.
También reza el Decreto que las actividades de los profesores “podrán realizarse en modalidad no presencial, siempre y cuando sean supervisadas por el Consejo Directivo de la Institución y cuenten con el visto bueno del Director Local de Educación”. Sin embargo, para la gran mayoría de colegios privados ésta no es una opción.
El espíritu del Decreto es, a todas luces, encomiable para los distintos sectores del país: el sector turístico agota lo cupos de rutas históricas y de excursiones organizadas para las familias de los estudiantes “en receso”; la economía informal dispone de toda una semana para aumentar sus ingresos; las salas de cine se colman de estudiantes ávidos de crispetas y perros calientes; las rutas de buses y de Sistemas Masivos se atiborran de “estudiantes paseantes”; los centros comerciales hacen su agosto; los padres de familia agradecen esa semana en familia; el país es una fiesta y en las calles cantan y bailan infantes, adolescentes y jóvenes.
Qué más podemos pedir. Pero la realidad es bien diferente. No hay transformación de “estudiantes en receso” a estudiantes paseantes”; los padres temen la llegada de “Cristóbal Colón”, pues descubrirá que las empresas continúan su ritmo inexorable y no hay más remedio que dejar a los hijos en casa o buscar quien les haga el milagrito de cuidárselos y transformar las aulas de clase por días de tedio en casa; los transportadores escolares ven como se reducen su ingresos; las empresas de buses y Sistemas Masivos reducen sus rutas; los centros comerciales se atestan de jóvenes paseantes que ven y se antojan, pero que no compran; las calles de las ciudades se llenan de algarabía y de partiditos de fútbol y de muchachitos que no tienen nada distinto que sentarse a tramar que harán con el día. Mientras tanto, los profesores planean cómo volver a centrar a los estudiantes cuando lleguen “vacacionados”, con ganas de seguir haciendo nada y pensando en esas otras 11 semanas “maravillosas por disfrutar”.

La semana de receso estudiantil será a todas luces encomiable cuando el aparato estatal disponga las herramientas y recursos necesarios que la conviertan en una realidad para la gran mayoría y no para la minoría que sigue decidiendo, paseando y gastando.

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EDUCACIÓN: CUESTIÓN DE MEDIOS Y POSIBILIDADES

EDUCACIÓN: CUESTIÓN DE MEDIOS Y POSIBILIDADES
Ricardo Iglesias Dávila

El concepto de educación ha sido trabajado y revaluado desde siempre. Cada generación siente el llamado a renovarlo, a transformarlo para su propia fortuna y el de las “futuras generaciones”. No obstante, el asunto no está en el concepto mismo, está en las prácticas educativas, en los roles que se asumen y en el propósito mismo.
La escuela debe dejar de ser ese espacio al que asisten los alumnos para que les enseñen, para que les den un conocimiento. La escuela debe transformarse en el espacio vital al que acuden los estudiantes para curiosear, experimentar, discutir sus ideas y sueños; para adquirir herramientas que les ayuden a desarrollarse a sí mismos y contar con la ayuda de quien tiene más experiencia y un poco más de saber; para seguir siendo ellos proyectándose a futuro. Los estudiantes no van para que les señalen a ultranza lo que deben pensar y lo que deben hacer. Ellos no se despojan de lo que son para entrar a la escuela en procura del vestido de lo que serán.
De este modo, la educación ha de ponerse en contacto directo con el entorno y el ser de los estudiantes: centrarlos como protagonistas de sus intereses, búsquedas y afectos inmediatos; ayudarlos a desplegar las habilidades de observación, interpretación, pensamiento crítico y resolución de problemas; orientarlos al desarrollo de competencias que les posibiliten desempeñarse en sociedad y motivarlos para que transformen las ideas en acciones. Por lo tanto, corresponde a la educación situar al individuo en relación plena con su espacio vital a través de los diferentes lenguajes, de las diferentes perspectivas críticas del pensamiento y de las diferentes acciones que se puedan poner en práctica. Así, la Escuela superará sus propios límites físicos porque el estudiante -quien estudia y aprende- sabrá observar, discernir, decidir y, además, podrá actuar según la conveniencia o no para sí mismo y para los demás.
La educación ha de ser cada vez más liberal y democrática. Debe reconocer a cada quien su personalidad y reafirmar la equidad, no la igualdad, como la posibilidad de dar las oportunidades y el reconocimiento a las diferentes capacidades,  competencias, trabajos y méritos de cada individuo. Sólo la igualdad, no de los individuos, de las oportunidades y la tolerancia podrá hacer del cliché escolar “cada ser es único e irrepetible” un derecho inalienable. Para ello, está obligada a  pensar lo liberal como la capacidad de cada individuo para desarrollar, a plenitud, su libre albedrío; y a entender como democrática la urgencia de ofrecerle los medios y las oportunidades para alcanzar su proyecto de vida, porque a pesar de ser la educación un derecho fundamental, existen circunstancias económicas, geográficas, políticas… o de vida que la hacen inalcanzable o prohibida.

Cali, 28 de agosto de 2010

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LAS HISTORIAS DETRÁS DE LA HISTORIA

LAS HISTORIAS DETRÁS DE LA HISTORIA
La necesidad de conocer distintas versiones de una misma historia es cada vez más imperativa. Resquebrajar el monopolio de la mirada histórica es imprescindible para dar cabida a la diversidad, más cuando la Constitución Política de 1991 reconoce el carácter multiétnico y multicultural del país. En otras palabras, refrenda lo que la cotidianidad demuestra: Colombia es mestiza por excelencia.
Entre muchos ejemplos, ilustremos un pequeño botón culinario: el sancocho. Plato típico que acoge elementos indígenas, africanos y europeos: maíz, yuca, plátano, papa, carne, condimentos o especias… y que se consume, con sus variaciones, en las diferentes regiones. Y que en días festivos se cocina realiza alrededor de una olla grande en compañía de familiares y amigos al son de la música y el baile.
Sin embargo, como dice Eugenio Barney Cabrera en su libro Notas y apostillas al margen de un libro de cocina: “lo curioso del sancocho no está sólo en sus mestizos componentes, ni en su posible origen negroide (…) Lo curioso está en el origen del vocablo que (…) sospecho debió de ser algún español sabihondo en semánticas antiguas”.
Romper los paradigmas históricos es un trabajo arduo, polémico y contracultural que deben realizar las diferentes áreas humanísticas. Develar la historia es la oportunidad de descubrir al ser humano, común y corriente, desde del conjunto de relaciones que teje y transforma el diario acontecer. Cada quien es protagonista de su propia historia y, aunque invisibilizado, participa de la construcción de sociedad.
En la celebración de las fiestas del Bicentenario, en el corregimiento de Mulaló, se pudo leer esta pancarta en la esquina principal del parque:
BICENTENARIO AFROCOLOMBIANO
200 AÑOS DE:
Pobreza, Hambre y Miseria,
Desempleo, Indigencia y Analfabetismo
Racismo, Discriminación y Desigualdad
Invisivilización, Marginación y exclusión
Sometimiento, Opresión y Xenofobia
Intolerancia, Injusticia y Desplazamiento.

LA EDUCACIÓN Y LA UNIDAD NOS HARÁN
VERDADERAMENTE LIBRES

“AFROYUMBO”

La historia de los diferentes pueblos colombianos está por escribirse. Son puntuales los esfuerzos por dar razón de las distintas manifestaciones culturales que habitan y participan de la identidad colombiana. Investigadores como Hugo Rodríguez Acosta, con Elementos críticos para una nueva interpretación de la historia colombiana (1974), Ildefonso Gutiérrez Azopardo, con Historia del negro en Colombia (1980) y Germán Colmenares, con Las convenciones contra la cultura (1987), procuran lecturas que inscriben valoraciones y perspectivas novedosas que alimentan nuevas interpretaciones de la historia colombiana.
Los modelos y estereotipos son muy comunes en nuestro país y la educación escolar es su mejor medio de propagación. Basta tomar como ejemplo la lectura decimonónica de la novela María: Romántica, triste y clásica novela colombiana, en cuya trama la protagonista muere de amor. Efraín, siendo aun muy niño es alejado de la casa paterna para que estudie en Bogotá. Después de 6 años regresa a su terruño donde se reencuentra no sólo con su familia sino con su, hermosa y casi quinceañera, prima María, de quien siempre ha estado calladamente prendado. La ilusión de los jóvenes se trunca porque Efraín, por órdenes de su padre, debe viajar a Londres a estudiar medicina. En medio de gestos y promesas, la partida se hace dolorosa. Después de dos años, el estudiante recibe la orden de regresar urgentemente a su país, pues María está gravemente enferma. Al llegar, su hermana Emma le da la nefasta noticia: María ha muerto.
En esta lectura repetida se dejan de lado los múltiples aportes del relato: la descripción de las haciendas y las costumbres de la primera mitad del siglo XIX, la versión de la llegada de algunos “extranjeros” al Gran Cauca, la visión política de la época, la realidad de los esclavos: “En mi ausencia, mi padre había mejorado sus propiedades notablemente: una costosa y bella fábrica de azúcar, muchas fanegadas de caña para abastecerla, extensas dehesas con ganado vacuno y caballar, buenos cebaderos y una lujosa casa de habitación, constituían lo más notable de sus haciendas de tierra caliente. Los esclavos, bien vestidos y contentos, hasta donde es posible estarlo en la servidumbre, eran sumisos y afectuosos para con su amo…”, entre otros asuntos no menos relevantes. La novela quedó relegada a la trama amorosa en detrimento de la mirada global sobre una época trascendental para el futuro desarrollo del país. Recordemos que la liberación de los esclavos se promulgó en 1821, pero que sólo fue posible hasta el 1 de enero de 1852 cuando fueron redimidos sin ningún tipo de condicionamiento.
una pregunta para reflexionar: ¿Qué sitial ocupan los negros en la historia y en la literatura vallecaucana?
Que la historia del ser humano está constituida por los hechos más relevantes es cierto. Que la versión es de los vencedores y no de los vencidos es cierto. Que toda nación necesita de héroes es cierto. Pero que son más los héroes y los vencidos también lo es. Además, no siempre los vencedores tienen la razón, las más de las veces sólo el poder (de)y las armas. Por lo tanto, para construir una nación pluralista e incluyente es imprescindible reivindicar esas historias y hacer visibles a sus protagonistas.
Ricardo Iglesias Dávila
23 de agosto de 2010

He aquí dos enlaces a textos interesantes sobre las focalizaciones de la historia:
Chimamanda Adichie. El peligro de una sola historia. Versión del 23 de agosto de 2010. http://eminenciagris.org/?p=674
Juan Gabriel Vásquez. El Bicentenario: ¿la historia de quién? Versión del 23 de agosto de 2010. http://www.elespectador.com/columna-217461-el-bicentenario-historia-de-quien

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De compras y de engaños

De compras y de engaños

 La publicidad engañosa es más común de lo que parece

Acompañar a las mujeres a mercar es un paseo hartísimo para muchos hombres porque además de sentirse en el lugar equivocado saben que sus bolsillos serán profanados.  Pero  si se dedican a observar, el paseo se hace entretenido: las modas pasan del último grito hasta lo más ecléctico; las pataletas infantiles varían en instrumentos e intensidades; los esposos discuten por cuestiones de presupuesto; las jóvenes le hacen cambio de luces a los muchachos; los piropos son cada vez más atrevidos y la impaciencia hace de las suyas en las cajas de pago.

En alguna ocasión, mientras mi esposa compraba verduras, de ocioso me di a la tarea de mirar las ofertas en la sección fruver: libra de uva isabela a $1.000, de maracuyá a 1.200, de tomate de árbol a $900… como tenía tiempo, curiosidad y malos pensamientos, me di a la tarea de tantear las “mallas de frutas” en promoción. De inmediato volvieron a mí aquellos años en que mamá me llevaba a la plaza de mercado. Ella tomaba un número de frutas o de verduras, las sopesaba y preguntaba al vendedor “cuánto cuesta esta libra de lulos”. Él llevaba el paquete a la báscula y mágicamente la bolsa tenía casi el peso exacto. Así hacía todas las compras y al momento de la cuenta descubría el clavijazo del vendedor. Entonces, repasaba la suma y le imprecaba el resultado al astuto matemático.  Al final, recibía ñapa en compensación y todo arreglado. Yo admiraba a mi madre como si fuera un personaje de los libros clásicos, esos con poderes sobrenaturales que daban lecciones de sabiduría, don de gentes y generosidad.

Desde ese entonces mis manos se han adiestrado en pesar diferentes elementos según su tamaño y materia.

Señor, ¿Qué se le ofrece? Volví al presente y me encontré tasando las mallas y no me sentí cómodo con su peso, así que tome varias y me dirigí a una báscula. Una por una desmintieron el aviso publicitario. Cuando pregunté al encargado del sitio, puso cara de extrañado y recibió mi queja aduciendo que haría revisar los paquetes. Días después volví y el asunto seguía igual.  

Supuse que esto sólo sucedía en almacenes de medio pelo, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando pude comprobar que en los prestigiosos almacenes de cadena se repetía la historia. Un paquete de jugos con 6 unidades cuesta $3.800, y la unidad tiene un valor de $580; un paquete de leche entera marca San fernando con cuatro unidades tiene un valor de $8.150, mientras que la unidad cuesta $1.880. Así podemos pasearnos por la mayoría de promociones, sobre todo, en las de los operadores de telefonía móvil. El asunto no para allí. Cuando llegamos a la caja sabemos que la máquina no se equivoca y sin ningún reparo cancelamos todo el mercado. Sin embargo, sucede, y bastante a menudo, que el valor de algún o algunos productos registrados en caja son más altos que los que figuran en las estanterías (gancho para inducir a la compra). 

En épocas de plaza de mercado no confiábamos en los vendedores que buscaban mayores utilidades sin importar el medio. Ahora, confiamos en la registradora que no se equivoca, mas olvidamos que tras ellas están los “vendedores” que buscan mayores utilidades sin importar el medio.

Aunque la tecnología se renueva e inventa herramientas para hacer más fáciles las tareas y evitar errores, la condición humana hace de las suyas sin importarle a quien se lleva por delante. Por eso los invito a que abran el ojo y cuiden las monedas que tienen en el bolsillo, pues los “vendedores” saben multiplicar muy bien los billetes que guardan en los bancos. El reto no es gastar el dinero, el reto es mantenerlo lo más posible.

Ricardo Iglesias Dávila

30 de marzo de 2010

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Tres visiones literarias sobre la Cali de los años 60 y 70: Bonilla, Caicedo y Valverde

Tres visiones literarias sobre la Cali de los años 60 y 70

Bonilla, Caicedo y Valverde

 

Si la ciudad contribuye a la definición de la mentalidad urbana,

la literatura expone sus imaginarios[1]. 

 

  1. 1.      MARCO TEÓRICO

Las décadas del 50 y del 60 transformaron la ciudad de Cali en todas sus dimensiones. La modernización del país encontró  el terreno abonado: grandes migraciones nacionales y algunas extranjeras incrementaron los intercambios culturales, sociales, políticos y económicos que marcaron su rumbo. Se crearon nuevas industrias, apareció El grupo de los martes, se fundaron universidades y se posicionó a la ciudad como polo de desarrollo nacional. No obstante, la violencia también apareció con todas sus consecuencias.

La sociedad caleña sufrió cambios insondables de los que sólo se puede dar razón a partir del estudio minucioso de las actuaciones de sus habitantes y de las maneras como las vivieron, las asumieron, las recrearon y las simbolizaron hasta convertirlas en sus imaginarios. Imaginarios populares que el establishment reprobó en la mayoría de ocasiones. La sociedad caleña también es el producto de las tensiones surgidas en el proceso de interacción de sus actores y de las influencias de la historia, las instituciones y el lenguaje que legitiman las visiones de mundo desde las formas hegemónicas y discursivas del poder.

Los actores sociales al ser dinámicos permanecen en continuo cambio, por lo que las sociedades también lo están. Sociedad y actores se transforman mutuamente, son permeables, singulares…

El espacio, y la apropiación que de él hacen los actores, se constituye en aspecto fundamental en las dinámicas sociales. El uso de los diferentes espacios de la ciudad por parte de los grupos sociales marca linderos precisos y rigurosos de territorialidad. (La calle mocha, el nortecito de los suicidas, el grupo de la orilla, los traquetos, los clubes sociales, las unidades residenciales…). Así, el espacio de actuación es delimitado, simbolizado y significado por los actores cuando lo ordenan, interpretan y jerarquizan en función de sus necesidades y creencias. El territorio es pues el espacio físico e histórico donde se relacionan los miembros de una comunidad y por lo tanto se construye y  transforma material y simbólicamente en un proceso cultural[2].

Si la noción de espacio indica la fría denominación de una franja geográfica con características perdurables, la noción de territorio implica una compleja red de interacción multidireccional porque las actividades socioculturales, productivas y políticas de cada grupo se circunscriben a las condiciones territoriales, a la vez que las interacciones impactan el  espacio y la cultura de dicho territorio.  Territorio y población se hacen uno y de él emergen los imaginarios, las representaciones de la realidad. Por tanto, las territorializaciones se convierten en híbridos espaciales y culturales, pues los actores sociales conjugan los diversos recursos del medio con sus propósitos particulares para sacar ventaja según su axiología y sus costumbres. En conclusión, de la historia, de la práctica territorial y de los propósitos de cada sujeto depende la interacción social y las tensiones resultantes.

Decir ciudad es representar un territorio global, pero fragmentado, pues contiene secuencias de espacios y subdivisiones diferenciadas por el conjunto de grupos que lo habitan; por los sistemas productivos que la circunscriben; por la interacción económica del contexto y por el conjunto de valores, normas y prácticas que le dan cierta identidad.

La organización de los individuos, el uso del territorio y los imaginarios que sustentan las dinámicas sociales, están direccionados por la interpretación de mundo de los sujetos, lo que hace que la sociedad sea un proceso inacabado e inacabable que revela las interacciones, tensiones y conflictos suscitados por y entre los individuos y entre ellos y el territorio. Las visiones de mundo corresponderán a situaciones circunstanciales de tiempo y de uso del territorio y estarán focalizadas según valores, prácticas culturales e ideológicas que conforman el imaginario colectivo en ese momento preciso de la sociedad.

  1. 1.                        Objetivo general

El propósito de la presente investigación es dar cuenta de la representación literaria de “la  Cali de los años 60 y 70” en tres obras literarias: Bomba camará, ¡Qué viva la música! y Jaulas, a partir de tres textos teóricos sobre el espacio en la literatura: El espacio en la novela realista, de María Teresa Zubiaurre; Ciudades escritas, de Luz Mary Giraldo  y Civilización y violencia. La búsqueda de la identidad en la Colombia del siglo XIX, de Cristina Rojas.

La creación literaria es un híbrido que entrevera realidad y ficción. Por tanto, los textos  sólo son la representación escrita de la interpretación de mundo del autor, así los lectores puedan señalar como reales cualesquiera de las situaciones narradas.

  1. 2.                        Objetivos específicos 
    1. Ilustrar la representación de “la Cali literaria” en cada una de las obras mencionadas.
    2. Reconocer el entorno sociocultural y las visiones de mundo que se permean en los textos.
    3. Puntualizar la correspondencia entre espacio y cosmovisión: el espacio como configuración de la cosmovisión de los personajes y la cosmovisión de los personajes como configuración del espacio.

 

La representación de “la Cali literaria” derivará del análisis y de las relaciones existentes en y entre las tres obras que tienen en común, entre otros muchos aspectos, la historia de adolescentes y jóvenes en procura de apropiarse de la ciudad, de identificarse con ella y de ganar reconocimiento en sus dinámicas sociales.

Los actores de “la Cali literaria” son el producto de las dinámicas originadas entre ellos y los espacios que ocupan: sus casas, las calles, los parques, los lugares que van dibujando en la medida que recorren la ciudad y la hacen suya. Los personajes de Valverde van saliendo de la casa y se van apropiando de la calle y del barrio como nuevos horizontes alejados de la mirada escrutadora y limitante de los adultos. Los protagonistas de Caicedo van abandonando casa, autoridad, tradición, obediencia y lenguaje, que los ha convertido en espejos de una forma de vida que cada vez pierde poderío y se desencaja con las ideas y movimientos estudiantiles, musicales, ideológicos y políticos que llegan de otros aires. Los de María Elvira, se mueven entre la sumisión y la doble moral; entre la huída de la sociedad para ocultar fracasos o vergüenzas y, en el caso de Krystal, el enfrentamiento crudo  entre una cultura formada en el extranjero y una cultura local contradictoria, pacata, adormilada, feudal y machista.

Para alcanzar los objetivos propuestos es necesario resolver interrogantes iniciales como:

  • ¿Cuál es el estado del arte en Cali en los años 60 y 70, respecto a obras literarias que retoman el tema de lo urbano?
  • ¿Cómo las novelas de Valverde, Caicedo y Bonilla abordan la Cali real y la representan en la Cali literaria?
  • ¿Qué dinámicas sociales están representadas en las obras propuestas y cuáles son las perspectivas desde las que se estudian?
  • ¿Qué influencias ejercieron en Colombia los movimientos de los años 60 y 70 en estados Unidos y Europa?

 

Bibliografía inicial:

Bajtín, Mijail. Espacio y narración

Barbero Martín. Comunicación y sociedad

Bonilla, María Elvira. Jaulas

Caicedo Andrés. Angelitos empantanados.

_____________ Que viva la música

Contursi, María Eugenia y Ferro, Fabiola. La narración. Usos y teorías. Enciclopedia latinoamericana de sociocultura y comunicación. Editorial Norma. Bogotá. 2000.

Dylan, Bob. The times they are a changin. En http://www.musica.com/imprimir.asp?letra=1404987

Echavarría, Rogelio. El Transeúnte 1948-1998. Editorial Norma. Colección de poesía. Santafé de Bogotá. 1999.

Giraldo, Luz Mary. Ciudades escritas: literatura y ciudad en la narrativa colombiana. Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2001.  Pág. XXI.

Grimson, Alejandro. Interculturalidad y comunicación

Hoyos José Fernando. Un legado hecho historia. Revista Semana. Edición No. 1278.

Isaacs, Jorge. María. Bogota, Oveja Negra, 1986.

Kreimer, Juan Carlos, Vega Frank. Contracultura para principiantes. Buenos aires, Era naciente, 2006. pág. 7

López Gutiérrez Pilar.  Los espacio femeninos

Luther King, Martin. I have a dream. Discurso pronunciado en Washington el 28 de  agosto de 1963. traducción de Tomás Albaladejo. En http://www.um.es/tonosdigital/znum7/relecturas/ihaveadream.htm

Mercado Romero Jairo. Contra carátula del libro Noche de pájaros.

Navia Velasco, Carmiña. Escritura e identidad en mujeres y escritoras colombianas. Portal virtual de la Universidad del Valle.

Palacios, Eustaquio. El Alférez Real. Bogota, Panamericana, 2005.Pereira, Manuel. Los años jóvenes, en prologo de la novela “La mujer rota” de Simone de Beauvoir. Barcelona, 2001.

Rivera, Carmen C., Naranjo Luis G., Duque Ana María. Imaginarios de naturaleza en la transformación del paisaje vallecaucano entre 1950 y 1970.

Rojas Cristina. Civilización y violencia

Salmona, Rogelio. Sin memoria no hay paisaje.

Serrano Orejuela, Eduardo, . La narración literaria. Colección de autores vallecaucanos. Premio Jorge Isaacs 1996.

Taringa. Mi pequeño homenaje a un grande, John Lennon. En http://www.taringa.net/posts/musica/2339236/Mi-peque%C3%B1o-Homenaje-a-un-grande,John-Lennon.html

The Beatles. All you need is love. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850987

__________ Imagine. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=856770

__________ Strawberry Fields Forever. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850989

__________ Ticket to ride. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850765

Ulloa Alejandro. Globalización, ciudad y representaciones sociales.

Valverde, Umberto. Bomba camará

Vásquez, Edgar. Historia de Cali en el siglo XX.

Zubiaurre, María Teresa. El espacio en la novela realista. Paisajes, miniaturas,  perspectivas. Fondo de cultura económica. México. 2000.

Cortometrajes:

  • Aquel 19
  • Agarrando pueblo
  • Unos pocos buenos amigos

 

Películas:

  • Across the universo

 

  1. Introducción

“Cuando el lector entra en las ciudades literarias, puede vivir en ellas el placer del transeúnte que las recorre conociéndolas o reconociéndolas en sus condiciones vitales y culturales, o puede también vivir el gozo del voyerista que fisgonea en sus lugares secretos”[3].

La creación literaria abarca acontecimientos de la realidad y los representa a través del lenguaje y del punto de vista de la interpretación cargada de “autor”. Los objetivos primarios de esta investigación son los de estudiar:

  1. La representación del espacio literario.
  2. La descripción de los entornos socioculturales que sustentan las obras.
  3. El espacio como configuración de la cosmovisión de los personajes.

 

Es preciso decir que la representación de ciudad que se va a describir obedece a la Cali literaria, al conjunto de trabajos que tienen como espacio común la ciudad y algunos de sus momentos cruciales. Por tanto, cualquier semejanza con la realidad responderá a las situaciones relatadas en las obras. Los referentes principales son Bomba camará, de Umberto Valverde; Que viva la música, de Andrés Caicedo y Jaulas, de María Elvira Bonilla.

Los personajes son el producto de las dinámicas que surgen entre los actores y los espacios que ocupan. Ellos se encuentran inmersos en las casas, en las esquinas, los andenes, las calles, los parques y en todo intersticio de los distintos lugares que se van dibujando a medida que recorren la ciudad, la conocen y la hacen suya, para bien o para mal. Los protagonistas de Valverde van saliendo de las casas para apropiarse de la calle y del barrio como nuevos espacios de interacción alejados de las miradas restrictivas de los adultos; son jóvenes escudriñando nuevos horizontes y perspectivas. Los personajes de Caicedo van abandonando casa, autoridad, tradición y obediencia que los hace ser sombras de sus padres y espejos de una forma de vida que pierde fuerza y se transforma con las ideas y movimientos estudiantiles, musicales, ideológicos y políticos originados en otros aires. Los de María Elvira se mueven entre la sumisión y la doble moral; entre el aislamiento social para esconder fracasos o vergüenzas y, en el caso de Krystal, el enfrentamiento despiadado  entre una cultura formada en el extranjero y una cultura local adormilada, pacata y feudal.

Los personajes de la triada se moldean en la medida en que sus miradas, afectos y búsquedas descubren, confrontan y transfiguran los paisajes y la urbe deja de ser una representación ideal para convertirse en una representación real[4]. Espacio y personajes se avienen en historias particulares, colectivas y extraordinarias donde la música como texto paralelo propone el acercamiento a las diferentes melodías que anidaban en la ciudad y reverberaban en el corazón de la muchachada que crecía y se levantaba en las calles como los muros de la ciudad.

Las transformaciones sociales implican movimientos morales y éticos, entre otros. Cali no es la excepción y en su representación literaria la moral y la ética se van acomodando a los diferentes momentos históricos. La lectura juiciosa de algunas obras topa con referencias directas o matizadas en las que se reconocen errores y se da o se devuelve dignidad y brillo a ciertos personajes.

La historia de Nay y Sinar, intercalada con maestría en la novela María y, contada en el lecho de muerte de Feliciana, es clave no sólo para retomar el tema escabroso de la esclavitud y toda su violencia sino también para mostrar la grandeza del patriarca, quien en un acto de magnanimidad suprema compra a Nay (Feliciana) y a su hijo para arrancarlos de las manos de la esclavitud.  La novela muestra un aspecto esencial para la cultura de la época: los seres recién llegados que están por fuera del canon social deben ser renombrados: Nay, la negra esclava que lo acompañará a un hermoso paraíso, es ahora Feliciana, la aya; Ester,  la hija judía de Salomón, es bautizada en el catolicismo con el nombre de María[5].

En El Alférez Real, las relaciones entre patriarcas y plebeyas salen a la luz pública gracias al relato de amor de Inés y Daniel. Ella, ahijada de Don Manuel y él, su secretario privado. Detrás de su amor callado e imposible hay una historia de pasión, diferencia de clases y, por tanto, de inmenso dolor:

Había entonces en Cali, en el barrio del Gran Padre San Agustín, una muchacha plebeya de peregrina hermosura, llamada Dolores Otero, a quien los pocos que la conocían le habían dado el sobrenombre de |la Flor del Vallano. Ella competía con las doncellas de la nobleza en dignidad y en recato; pero, francamente, ninguna muchacha noble había que pudiera competir con ella en la seductora gracia de su rostro y de su talle.

Mi primo conoció a Dolores Otero una tarde, al salir de la salve que se canta en la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes todos los sábados.

La pasión que concibió por ella fue la más violenta que haya dominado jamás el corazón de un mortal.

… Ella no tenía madre, y su padre, que frisaba en los sesenta y cinco años, estaba enfermo de reumatismo y no se movía de su aposento. Una criada vieja les servía, y no había otra persona alguna en la casa.

(…) Esa familia era pobre y vivía únicamente del trabajo de Dolores, que era la mejor costurera del barrio y la más solicitada.

(…) Una noche, cuando él pensaba haberla convencido con su elocuencia, ella le dijo; usted es un caballero noble, primo del orgulloso señor Alférez Real, rico y bien educado; yo soy una muchacha de humilde nacimiento, pobre y sin más instrucción que la del Catecismo, pero esta me basta. Siendo tan humilde como soy, no tengo más adorno ni más riqueza, ni más dote que mi honra; si ésta la pierdo, todo lo he perdido; si la conservo todo lo he ganado, ya ninguna señora le envidio nada, porque me considero rica y noble y me siento orgullosa. No olvide, pues, usted su calidad ni la mía, y déjeme tranquila.

(…) Al fin convino en casarse. Pero él le hizo ver que todavía era hijo de familia, que su madre no daría su consentimiento para ese matrimonio, y que era preciso celebrarlo con el mayor secreto, sin que nadie llegara a sospecharlo siquiera; pero que él tenía ya veinticuatro años, y que al cumplir los veinticinco publicaría su enlace y la presentaría al mundo como su esposa legítima.

Sucedió, pues, que una noche, a eso de las diez, estando yo en mi cuarto, se me presentó Don Enrique acompañado del caballero quiteño con quien debía hacer su viaje, y que era ciertamente un sujeto decente e ilustrado. Don Enrique me dijo:

-Primo, vengo a exigir de usted un gran servicio, el más grande que pudiera concederme jamás.

-Que me sirva usted de padrino en unión de mi amigo Don Juan que está presente.

Al oír tal petición, salté de mi asiento como lanzado por un resorte. ¡Por la virgen Santísima! Exclamé; ahora sí no me queda duda de que has perdido el juicio. ¿Yo padrino de ese matrimonio tan desigual? ¿Autorizar yo con mi presencia semejante despropósito? ¡Jamás¡

(…)-Haz lo que quieras; yo no me meto en tus calaveradas.

(…) Y se dirigió con su compañero a la puerta.

Al verlo salir y al comprender cuánto iba sufriendo esa alma nobilísima por mi ruda franqueza, tuve un momento de debilidad, muy rara en mí, pero que prueba cuánto amaba yo a ese mozo.

-Espérame, Don Enrique, le dije (y tomé mi sombrero, mi capa y mi espadín); no se dirá que te niego el único favor que hasta hoy me has exigido. Muy costoso es, pero te lo concedo, suceda lo que sucediere.

Llegamos a casa de Dolores. Eran más de las once de la noche. Su anciano padre dormía ya en su aposento y la criada en la sala; Dolores nos esperaba en su cuarto.

(…) Por mi parte confieso que al ver tan soberana belleza, disculpé el frenético amor de mi primo. La examiné de pies a cabeza y sentí cierta especie de ternura al verla asustada y pálida, y al observar que la pobre muchacha se había puesto, para solemnizar ese acto tan serio para ella, su vestido del día domingo que era muy modesto y sencillo, y de tela de poco valor, propio de una doncella tan pobre. La saludé con cariño, pues me seducía su recato, y en seguida se celebró la ceremonia. Dentro de diez minutos estaban ya casados.

Antes de retirarnos, Don Enrique le dijo a la que ya era su esposa, las siguientes palabras delante de nosotros:

-Este matrimonio no se sabrá por boca del Padre que es persona de toda confianza, ni por los padrinos que son caballeros y han prometido guardar el secreto, ni por mí, que no lo publicaré sino en tiempo oportuno. El único peligro está en ti misma: ¿me juras por la salvación de tu alma no revelarlo a nadie, en ningún caso, hasta que yo lo publique? Ella contestó mansa y dulcemente; sí 1o juro. Ahora, dijo mi primo, quedo tranquilo. Quince días después partió mi primo para Quito.

Yo no volví a la casa de Dolores para no dar sospechas.

Un poco más de ocho meses haría que mi primo había partido, cuando un día, estando en la mesa, me dijeron:

-Hoy ha muerto una de las doncellas más hermosas de Cali.

-¿Cuál ha sido ésa?

-Una a quien llamaban |la Flor del Vallano. Indecible fue el terror que me causó semejante noticia, pensando en mi pobre primo.

-¿De qué moriría? pregunté.

-Dicen que de reumatismo.

Mi terror creció cuando un mes después se me presentó mi primo, que no había podido tolerar una ausencia que le parecía tan larga.

Inútil es decirle ahora todos los excesos del dolor del infeliz Don Enrique; bástele saber que por mucho tiempo estuvo en peligro de volverse loco. No volvió a enamorarse de mujer alguna, y hasta que murió vivió siempre melancólico.

Esto, añadió el Padre Escovar, me refirió el Padre Andrade; pero yo sé por conducto fidedigno, que Dolores no murió de reumatismo sino a consecuencia de alumbramiento: ella dio a luz un niño.

-¿Un niño? repitió Don Manuel, alzándose violentamente del asiento; ¿un niño? ¿y en dónde está ese niño?

-Ese niño, contestó tranquilamente el Padre Escovar, murió con su madre.

-¡Desgracial ¡Desgracia¡ Murmuró Don Manuel, dejándose caer desalentado en la silla.

-Más vale, compadre; ese niño no tenía padre legítimo, puesto que el matrimonio de sus padres fue nulo.

-Se equivoca vuesa Paternidad, replicó Don Manuel con exaltación; ese niño era hijo legítimo de Don Enrique de Caicedo. Si a ese matrimonio le faltaba una licencia, cuyo requisito mi primo ignoraba, él lo habría revalidado si Dolores no hubiera muerto. Sí, compadre: esto puedo jurarlo, porque mi primo contrajo ese enlace de buena fe, y nunca pensó en engañar a esa pobre muchacha. Sí, a mí me consta, yo fui testigo de su honrado y sincero amor y de su matrimonio, así como lo fui también de que por poco no enloquece al saber la muerte de su legítima esposa. Ojala viviera ese niño, y vería vuesa Paternidad si Don Manuel de Caicedo es hombre de bien y sabe reconocer su sangre.

Diciendo así se golpeaba el pecho con la mano.

-Me alegro mucho, dijo el Padre Escovar, de que vuesa  merced abrigue tan generosos sentimientos; siendo eso así, ya puedo hablar con seguridad y franqueza. Compadre, ese niño vive.

-¿Vive? ¿En dónde está?

-Está aquí, en su casa; ese niño es Daniel.

-¿Daniel? repitió Don Manuel asombrado.

Y dirigiéndose a la puerta gritó:

-¡Daniel, Daniel¡

(…) Dirigiéndose en seguida a Daniel le dijo:

-Daniel, acabo de saber, por mi compadre Escovar, quiénes fueron tus padres; eres hijo legítimo de un grande amigo mío, de mi misma familia, y llevas un apellido ilustre unido a una considerable fortuna. Ahora puedes escoger la esposa que quieras; no será ciertamente tan hermosa ni tan arrogante como Doña Inés; eso no, yo soy justo; pero buscaremos una que se le asemeje entre lo más selecto de la nobleza de Cali; ninguna señorita, quienquiera que sea, te negará su mano; yo mismo seré quien la pida. No te aflijas, pues, porque Doña Inés no quiera casarse contigo.

-Sí, sí quiero, dijo Doña Inés en voz baja, enjugándose las lágrimas.

-Ah, picaruela, dijo Don Manuel viéndola y sonriéndose con ella; ¡sí, sí quiero! Ya sabía yo que sí querías, y que por no poder hacerlo te entrabas de monja. Esa resolución te hace grande honor, y ahora te quiero mucho más que antes. Ven acá Daniel; Inés, dame tu mano.

Poniendo esa blanca y pequeñita mano de Doña Inés en la mano de Daniel, dijo:

-Daniel, yo te otorgo la mano de mi ahijada Doña Inés de Lara y Portocarrero. Inés, hija mía, jamás pensé que llegaría a darte esposo tan de mi gusto; es noble y es rico; la voluntad de mi compadre Don Sebastián queda cumplida. Te casarás en el mes entrante, el mismo día en que debías partir para el convento.

Daniel se inclinó y besó la mano de Doña Inés primero y después la de Don Manuel.

En ese momento, esos dos jóvenes, que habían entrado allí pálidos y abatidos, aparecían encendidos y radiantes de felicidad[6].

El ascenso de los protagonistas también es posible a partir de las obras de caridad, del reconocimiento de los errores, de su reivindicación y de cualquier argumento loable al sistema.

El poder de la sociedad radica en mantener bajo su control, poder y hegemonía todo lo que llegue o suceda en su espacio de acción y de dominio, lo que asegura su continuidad. Cuando el control tambalea, por circunstancia alguna, todas las alarmas se encienden y de inmediato la ley y el orden buscan la manera de enfrentar la situación o a los causantes para regresarlos a la obediencia debida, pues “el que obedece nunca se equivoca”.  Pertenecer a la ciudad exige hacerlo bajo normas y preceptos exigibles, no hacerlo constituye al individuo como un ser asocial señalado, arrinconado y excluido. La sociedad funciona como una congregación. No hacerlo te ubica en la otra orilla, la del desconocimiento. La sociedad precisa de la homogenización como elección para borrar las diferencias, evitar los conflictos y ejercer su hegemonía. Mas la rutina conlleva inconformidad y nuevas acciones para terminar con el nuevo orden establecido y, así, el ciclo vuelve a iniciar, porque tanto en la vida cotidiana como en la historia de la civilización y de la literatura, la ciudad se construye a diario, “se hace y se deshace todos los días”[7].

Las ciudades literarias de Jaulas, Bomba camará y Que viva la música,  referencian los acontecimientos socioculturales que ocurren o que ocurrieron en los Estados Unidos durante la época denominada “Los años jóvenes”[8]. Por tal razón es imprescindible abrir un pequeño panorama de lo que allá sucedió, pues los espacios de la casa, la calle y la ciudad ya nunca fueron lo mismo ni los mismos.

Los años jóvenes

Terminada la segunda guerra mundial Estados Unidos vivió dos momentos únicos: la mayor explosión demográfica conocida como “el Baby boom” y la ratificación del predominio del sistema económico capitalista a partir de tres de sus baluartes: la modernización tecnológica, la libertad de empresa y las libertades individuales como columna vertebral de su más grande creación: la sociedad de consumo, en la que el sistema erigió el dinero y el derroche como ejes de su devenir sociopolítico.

La ciudad inició su metamorfosis y, con ella, sus habitantes, sobre quienes cayeron los tentáculos del consumismo: el deseo de querer tener más para ser más en una cultura que empieza a distinguir la posesión como identidad y la pobreza como su más encarnada diferencia.

La segunda guerra mundial incubó la generación Baby boom, la moderna ave fénix, el renacer de la vida  sobre las cenizas humeantes de la guerra. Más nacimientos que muertos se alzaron sobre la faz de América del Norte, y de algunas regiones de Europa, para proclamar, voz en cuello que nacer sobre la muerte y entre vientos de nuevas guerras lo único que asegura es la muerte o la vejez prematura. Transformar el mundo, darle cuerda a sus ideas, a sus sentimientos y a sus conductas juveniles son los objetivos de los baby bommers, pues las generaciones precedentes prohibieron, cohibieron, mataron, sembraron desconfianza en el establecimiento y dejaron como herencia una gran debacle.

Vivir fue su esencia; prohibido prohibir, su lema; el cielo es el límite, su utopía; acción y más acción, su estrategia. Los jóvenes fueron explosión y revelación. Nada debía  “quedarse en el interior”, todo debía expresarse, pues la novedad está en el interior de cada cual. La individualidad, convertida por el establecimiento en estrategia de arrinconamiento, de división  y de incomunicación, posibilitó la exploración de nuevos caminos en la poesía, la novela, la música, el teatro, el cine, el periodismo, los comics y los cómics y entre el sexo, la droga, el alcohol, la velocidad y la anarquía como escape a las presiones y cohibiciones. Exploración que implicó división o conjunción entre el arte como expresión intelectual y las sustancias sicoactivas como escape a las necesidades físicas.

El silencio ancestral como sinónimo de conformidad fue enterrado y transformado en manifestación explicita de libertad durante las marchas organizadas por Martin Luther King:

Suene la libertad. Y cuando esto ocurra y cuando permitamos que la libertad suene, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de juntar las manos y cantar con las palabras del viejo espiritual negro: “¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios Todopoderoso, somos al fin libres![9]

Ante el silencio de establishment, el inconformismo se hizo grito y los jóvenes crearon medios underground para informar, incitar y actuar. La música recogió la nueva manera de pensar y de sentir de la juventud: rebeldía, ganas de vivir al extremo y de tenerlo todo al mismo tiempo, como lo había dicho James Dean: Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáverEl rock fue el tono de esta muchachada y con él vibraron los  instrumentos, se sincronizaron los corazones y los pensamientos juveniles de la generación más excitante del siglo XX.

Los jóvenes se alzaron contra la cultura establecida e instauraron la contracultura como  manifiesto juvenil de ideas y propuestas impredecibles, impetuosas y accionar novedoso que mueva hasta los cimientos de lo que se quiere revolcar. Rompen paradigmas y subvierten el orden en procura de horizontes más abiertos y democráticos. Si el mundo les pertenecía, pues tenían derecho a asumirlo, a transformarlo y a  interpretarlo desde ellos mismos y desde la libertad que ello implicaba. Por tanto, van en contravía de la homogenización cultural y de la hegemonía de una clase intelectual, política y social que ha pretendido uniformar el lenguaje en todas sus manifestaciones y según su tradicional visión de clases sociales.

Por ello, el Art Nouveau hace trizas el lenguaje, innova en la música y apela a lo más entrañable del ser. La juventud, como exponente fundamental, existe sólo en y desde la diferencia; no desea, para nada, una vida predeterminada por el deseo y los ideales de los padres. Para la juventud vivir no es obedecer ni seguir las marcas, es proponer aventuras extremas, ir tras los ideales personales sin importar donde se encuentren. La vida se convierte en actividad incesante donde los únicos que importan son los enloquecidos, los que están locos por vivir, locos por conversar, locos por salvarse, deseándolo todo al mismo tiempo, los que jamás bostezan o enuncian un lugar común, pero que arden, arden y arden como fabulosas y amarillas bengalas romanas que estallan como arañas a través de las estrellas, mientras en su centro ves un burbujeo azul en el que todo el mundo se sumerge[10].

Ante la posición del estado norteamericano de erigirse como modelo de democracia y defensor del orden mundial, Los jóvenes, como defensores de la libertad y la justicia, se alzan en contra, pues no pueden aceptar la doble moral que se vive en el interior del país.  Para ellos la vida pública y privada ha de ser una sola y ellos viven en carne propia la discriminación racial y sexual, las limitaciones a la expresión, la represión juvenil, entre otras formas legales de mantener y fortalecer los límites de la familia, la sociedad y el régimen.

Más que los acontecimientos cotidianos, lo que asusta al sistema es el nuevo carácter de la juventud decidida a no permitir los conflictos armados, los desafueros de la autoridad y la existencia monótona. Por tanto, buscan distintas opciones de cambio: el enfrentamiento directo, nuevas formas de expresión: el rock, la literatura, la religión, la naturaleza, el hippismo, el escapismo, la droga, la anarquía, las comunas, el suicidio… Los jóvenes viven con la certeza inquebrantable de que es hora de cambiar y de romper con los paradigmas, pues los tiempos están cambiando y ellos son la fuerza que mueve el mundo:

Venid padres y madres
alrededor de la tierra
y no critiquéis
lo que no podéis entender,
vuestros hijos e hijas
están fuera de vuestro control
vuestro viejo camino
está carcomido,
por favor, dejad paso al nuevo
si no podéis echar una mano
porque los tiempos están cambiando.

La línea está trazada
y marcado el destino
los lentos ahora,
serán rápidos más tarde
como lo ahora presente
más tarde será pasado
el orden
se desvanece rápidamente
y el ahora primero
más tarde será el último…[11]


El espíritu de los años sesenta, en EEUU y en algunas regiones europeas, es el espíritu de la juventud; de la superación; de la expansión de la conciencia rebelde e  irreverente. Las ideas y las acciones juveniles se hacen viscerales cuando no saben qué hacer con su vida, con sus sueños, con su futuro… ante un futuro que se avizora lleno de frustraciones, la pretensión es vivir al extremo, sin miedo a nada y como modo de catarsis: “morir antes de ser viejos”. Ante la nada y una vida larga llena de frustraciones es preferible sacrificar lo que más se ama: la vida. Al principio, los jóvenes enfrentaron la violencia con violencia, luego asumieron la “revolución pacífica”: pace and love, flores en los fusiles, después utilizaron los medios de comunicación extranjeros para exportar la problemática y volver los ojos del mundo sobre un país paradójico que lucha por la democracia alrededor del mundo, pero que en su interior combate la diferencia de ideas, de color y de ideología con marcada y desenfrenada violencia.

Allen ginsberg, quien despunta entre los escritores y poetas de su tiempo, bebe de la poesía más humana de Walt Whitman:

Canto a mí mismo

Me celebro y me canto.

Me entrego al ocio y agasajo a mi alma,

me tiendo a mis anchas a observar

un tallo de hierba veraniega.

Clara y pura es mi alma,

y claro y puro es todo aquello que no es mi alma.

Estoy satisfecho: veo, bailo, me río, canto.

Poseo lo bueno de la tierra y del cielo,

el aire que respiro ha sido destinado a mí

desde la eternidad.

Estoy enamorado de mí mismo,

hay tantas cosas en mí tan deliciosas.

Todos los instantes, todos los sucesos

me penetran de alegría.

Sé que todos los hombres son  mis hermanos,

que el amor es el sostén de la creación…

Quien degrada a otro me degrada a mí,

y todo lo que se dice o se hace vuelve al fin a mí.

Encarno a todos los marginados

y a todos los que sufren,

Soy el esclavo perseguido, el niño silencioso

de rostro envejecido, el enfermo

que exhala su último suspiro.

Hombre y mujer, quisiera decirte

cuanto te amo pero no puedo,

y quisiera decirte los que hay en mí

y lo que hay en ti,

pero no puedo, y quisiera decirte

cómo late mi corazón día y noche,

y cuanto sufro, pero no puedo.

Y al igual que Whitman ve todo el universo como si fuera un poema lleno de luz, inteligencia, comunicación, señales de todo tipo… y mi cerebro conectado a todo. Ginsberg va tras la oralidad perdida y la representación de la expresión verbal, busca romper las reglas y escribir tal y cual se habla sin temor a las temáticas que surjan porque cree que es la voz de los que no tienen voz:

América

América te lo he dado todo y ahora no soy nada.
América dos dólares y veintisiete centavos 17 de enero de 1956.
No soporto mi propia mente.
¿América cuándo acabaremos con la guerra humana?
Métete por el culo tu bomba atómica.
No me siento bien no me molestes.
No escribiré mi poema hasta que esté lúcido.

Me dirijo a ti.

¿Dejarás que tu vida emocional sea guiada por la Revista Time?
Estoy obsesionado con la Revista Time.
La leo todas las semanas.
Su portada se me queda mirando cada vez que me escabullo por la confitería de la esquina.
La leo en el sótano de la Biblioteca Pública de Berkeley.
Está siempre hablándome sobre la responsabilidad. Los hombres de negocios son serios. Los productores de películas son serios. Todo el mundo es serio menos yo.
Se me ocurre que yo soy América.
Estoy hablando solo de nuevo.

La juventud explora todos los caminos y el poema de Ginsberg termina convirtiéndose en una especie de himno generacional. Nada queda sin cuestionar.   Canciones como: Ticket to ride, de los Beatles, difunden la idea de revisar los paradigmas sobre las relaciones entre el hombre y la mujer. El concepto amor se revisa y “la media naranja” ya no es aquella igual a la otra mitad, es aquella que defiende su identidad, visión y estilo de vida. El amor se transforma, no es el hendido por una flecha, es el corazón libre y abierto que vive sus propios sueños y construye su propio futuro sin dejar de amar: Creo que me voy a entristecer, creo que hoy, sí, la chica que me vuelve loco, se va. Tiene un billete de bus y no le preocupa. Dijo que vivir conmigo estaba comenzando a deprimirla, si porque ya no podía sentirse libre cuando estaba con ella[12].

Los años sesenta son los años convulsionados a causa de las guerras, las luchas por los derechos civiles, por la equidad de género, por las protestas contra la pobreza y la libre determinación de los jóvenes. Durante los agitados sesenta los jóvenes vivieron y crearon muchos nuevos acontecimientos y “cuando se siente tanto, las depresiones son espantosas”. Los sesenta le abrieron los ojos al mundo y ya nunca más la existencia fue cómoda, porque como dice la canción Strawberry Fields Forever, escrita por John  Lennon: Vivir con los ojos cerrados es fácil, entendiendo mal todo lo que se ve. Se está poniendo difícil ser alguien, pero todo se resuelve, no me importa mucho. La vida sólo es tan fácil con los ojos cerrados[13]. Sin comprender lo que se ve, difícil es ser alguien. Para los Beatles la imaginación: imagina que no hay países, no es difícil de hacer, nadie por quien matar o morir, (…) puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único, espero que algún día te unas a nosotros y el mundo vivirá como uno[14]. Y el amor: No hay nada que puedas hacer que no pueda hacerse, nada que puedas cantar que no pueda cantarse. Nada que puedas decir pero puedes aprender el juego. Es fácil. Nada que puedas hacer que no pueda hacerse. Nadie a quien puedas salvar que no pueda salvarse. Nada que puedas hacer pero puedes aprender a ser con el tiempo. Es fácil. Todo lo que necesitas es amor[15]. Eran el camino para transformar el mundo.

John Lennon definió el papel de los intelectuales y de los artistas, de diferente género, en la sociedad: Mi rol en la sociedad, o la de cualquier artista o poeta, es intentar expresar lo que sentimos todos. No decir a la gente cómo sentirse. No como un predicador, no como un líder, sino como un reflejo de todos nosotros[16].

 

La década de los años jóvenes revolcó todos los cimientos de la sociedad norteamericana y aunque muchas situaciones no cambiaron, la mentalidad de la juventud se abrió a otras perspectivas y dimensiones más humanas.

Los años sesenta y setenta en Colombia

Aquí es interesante establecer una comparación entre lo que estaba sucediendo en “el mundo” y lo que sucedía en Latinoamérica grosso modo y en Colombia, con mayor detenimiento.

Un ejemplo podría ser la revolución cubana donde un grupo de jóvenes cansados de ser tratados como el patio trasero de los EEUU decidieron liberarse y diseñaron una verdadera revolución. Lo que pasó después requiere de un estudio pormenorizado,  interdisciplinario y libre de emociones. Los jóvenes revolucionarios se ganaron el apoyo del pueblo y fueron retomando el país, su pequeña isla, de las manos extranjeras. Entre tanto, Colombia se desangraba en un enfrentamiento fratricida por colores políticos. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán fue el nuevo “Florero de Llorente”, pero no hubo grito de independencia, ni revolución, pues  entre discursos veintejuleros y señalamientos se originó una revuelta contra el régimen acusado del magnicidio. Digo que fue el nuevo “Florero de Llorente” porque desde la misma proclamación de independencia el país quedó envuelto en conflictos de intereses cuando en el año de 1849 se crearon los partidos políticos colombianos: el liberal y el conservador.

El siglo XIX fue para las clases dirigentes tiempo de contradicciones y de un centenar de guerras civiles. “La guerra de Los mil días” cerró el siglo  con la consigna de tierra arrasada, invocada por los héroes libertarios, que hizo de  ella la más cruel y despiadada. Con la guerra terminó el XIX y  empezó el XX. Tras la beligerancia partidista se perdió Panamá y se marcó en el corazón de los colombianos la más profunda herida de odio y desconfianza que recorrió el siglo XX y marcó una serie de acontecimientos que no ha permitido ni la conjunción ni el desarrollo pleno de una cultura que pueda denominarse colombiana, así como tampoco una confianza verdadera y duradera en la lucha democrática por el poder, pues los grupos y los partidos políticos no hacen esfuerzo alguno para disimular sus pretensiones de apropiárselo o de repartírselo, y de servirse de él como de un instrumento[17].

Los conflictos en Colombia pasan por las diferencias de pensamiento y de acceso al poder. Los gobiernos hegemónicos liberales y conservadoras sentaron las diferencias de clases sociales, políticas y culturales. No hubo punto de quiebre respecto a un equilibrio y a una armonía que respetase las diferencias, creció la idea de que cada partido era lo más grande y que si perdía el poder en las elecciones era porque el contendor había hecho trampa. De este modo siempre se dudaba del otro y se le percibía como el enemigo, sin importar que los caudillos de los dos partidos compartieran clubes sociales, colegios, familia e intereses. Los partidos políticos representaban ideas “opuestas” y el pueblo la feligresía obediente a uno u otro púlpito. Por tal razón, tras el asesinado de Gaitán, el pueblo salió a proclamar justicia, a señalar culpables y a arrasar con el otro bando. Las acciones de hecho, posteriores al magnicidio, se conocen como de la “Violencia”, no sé por qué razones, y en ella se esbozó la convicción de que la nación estaba constituida por dos subculturas con ideas contrarias acerca del orden social y su fundamento ideológico se tradujo en el encasillamiento amigo-enemigo.  Esta dualidad hizo carrera y se afianzó de tal forma que hasta la institución familiar sufrió los embates de tan absurda concepción: “El que no está conmigo está contra mí”.

Es preciso señalar que en los años 30 y 40 Gaitán se erigió como la figura y la voz representativa del pueblo. La voz de los que no tenían voz ni derecho; la voz de una masa informe de pensamientos, de sueños y de profesiones artesanales que sobrevivía a la economía nacional; la voz de los analfabetas que lentamente se fue haciendo estruendo y que fue adhiriendo diferentes estamentos políticos, sociales e intelectuales del país. La voz del pueblo versus la voz del Estado. La voz de los deseos versus la voz de la maquinaria política que aceitaba sus procedimientos en la conjunción de las dos subculturas políticas que subyacían a una sola cultura oligárquica del país. Dos subculturas, de base, distanciadas por los colores y unidas, en la arista piramidal, por la ambición de poder y de dinero. Los partidos políticos y la iglesia católica fueron, durante mucho tiempo, garantes de la definición cultural de los colombianos de ruana.

En Colombia, la conformación de grupos humanos tiene una historia compleja y particular. El país es un

Territorio en el extremo noroeste de la América meridional que va desde el Océano Pacífico hasta el río Orinoco, y desde el río amazonas hasta el mar de las Antillas. Allí la cordillera de los Andes, agotada después de siete mil kilómetros de recorrido desde la Tierra del Fuego se abre como una mano hasta que las puntas de sus dedos se sumergen  en el Atlántico con una última rebeldía de casi seis metros de altura: la Sierra Nevada. Por entre los dedos de la estrella de cinco picos de esta mano corren seis ríos importantes: el Caquetá y el Putumayo, que van a dar en el amazonas y fluyen hacia el Brasil; el Patía, que con cauce torrencial y encañonado busca el Océano Pacífico; el Atrato, que recoge las lluvias incesantes de las lluvias del Chocó para derramarlas en el golfo del Darién; y dos ríos paralelos y mellizos, el Yuma y el Bredunco, que marchan hacia el norte hasta juntar sus aguas y desembocar en Bocas de Ceniza, fangoso desagüe sobre el mar Caribe, después de mil cuatrocientos kilómetros de travesía.[18]

Territorio dividido por obstáculos naturales y dominado por los “jefes naturales” de cada región que han pretendido tener, tejer y manejar el poder. Lo demuestran las distintas contiendas bélicas por el poder central; la presunción de mejor linaje, el poder económico de la tierra y sus productos… características que posibilitaron que en un mismo país se crearan distintos ejércitos conformados por los trabajadores y esclavos de las colosales haciendas dirigidas por grandes latifundistas llamados “Supremos” que tenían la tarea de hacer respetar territorio, familia y poder. Esclavos y obreros hicieron parte de la división política y de los ejércitos por la simple razón de “pertenecer” a un terrateniente.

La difusión de la violencia ocasiona que los actores se organicen y creen distintas estrategias y redes de poder para perpetuarse. Afirmación sólo plausible, en Colombia, para las castas, pues el pueblo que recorrió el país, tras la muerte de Gaitán, nunca tuvo organización, ideas o movimiento propio. La masa se encomendó a Gaitán y al sistema mientras que el sistema no confiaba en un indio con ínfulas, venido de abajo, que criticaba al régimen y movía al pueblo en contra de los intereses de clase y tradición. Decía Gaitán, «en Colombia hay dos países: el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder, y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene metas diferentes a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!»[19].

La elite, la clase decente, no podía permitir  que la chusma y su líder, “el negro”, le despojaran de su más preciado bien: el poder. Por tal razón, las redes de poder tejidas en Colombia durante esa sombría estación violenta permitieron la politización del país en rojos y azules, mas no en los planos ideológico, económico y social porque estos le permitían mantener su representación de clase dominante, jerárquica y dirigente.

Si frente a la política y el poder las clases dirigentes marcaron el derrotero desde el inicio de la Republica de Colombia, respecto al arte han señalado un canon denominado “oficial” y que procura mantener dentro de unos límites conceptuales la creación artística nacional. Además, a partir de la designación de algunos gramáticos como presidentes y figuras de la política el país se “montó” en el cuento de que ha sido y es un país de intelectuales y se autodenominó la “Atenas suramericana”. Sin embargo, desde otra perspectiva se puede afirmar que la élite ha dominado todos los aspectos de la vida nacional y que el arte no le ha sido ajeno, a tal punto que marcó “la academia” como punto de referencia en un país donde la educación es asunto de pocos. De tal manera que toda expresión que no proviniera de ella misma estaba determinada al fracaso o a la exclusión. Hoy día la percepción sigue siendo la misma. En el Segundo foro de artistas colombianos, celebrado en las instalaciones de la Universidad Santo Tomás en la ciudad de Bogotá, el 4 de diciembre de 2007, el Colectivo de artistas colombianos afirmó:

“… infortunadamente, en Colombia la condición de artista, se encuentra aún sin definir. No obstante, sus derechos económicos, morales y sociales son reconocidos internacionalmente. En el país sigue siendo notoria la ausencia de un estatuto legal que desde una perspectiva laboral, regule y proteja el ejercicio de esta actividad profesional”[20].

Continuará…


[1] Giraldo Luz Mary. Ciudades escritas, Literatura y ciudad en la narrativa colombiana. Convenio Andrés Bello. Bogotá, D.C. 2004. Pág. XIII

[2] Rivera, Carmen C., Naranjo Luis G., Duque Ana María. Imaginarios de naturaleza en la transformación del paisaje vallecaucano entre 1950 y 1970

[3] Giraldo, Luz Mary. Ciudades escritas: literatura y ciudad en la narrativa colombiana. Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2001.  Pág. XXI.

[4] Giraldo, Luz Mary. Ciudades escritas: literatura y ciudad en la narrativa colombiana. Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2001.  Pág. XVII.

[5] Isaacs, Jorge. María. Bogota, Oveja Negra, 1986.

[6] Palacios, Eustaquio. El Alférez Real. Bogota, Panamericana, 2005.

[7] Salmona, Rogelio. Sin memoria no hay paisaje.

[8] Pereira, Manuel. Los años jóvenes, en prologo de la novela “La mujer rota” de Simone de Beauvoir. Barcelona, 2001.

[9]  Luther King, Martin. I have a dream. Discurso pronunciado en Washington el 28 de agosto de 1963. traducción de Tomás Albaladejo. En http://www.um.es/tonosdigital/znum7/relecturas/ihaveadream.htm

[10] Kreimer, Juan Carlos, Vega Frank. Contracultura para principiantes. Buenos aires, Era naciente, 2006. pág. 7

[11] Dylan, Bob. The times they are a changin. En http://www.musica.com/imprimir.asp?letra=1404987

[12] The Beatles. Ticket to ride. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850765

[13] The Beatles. Strawberry Fields Forever. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850989

[14] The Beatles. Imagine. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=856770

[15] The Beatles. All you need is love. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850987

[16] Taringa. Mi pequeño homenaje a un grande, John Lennon. En http://www.taringa.net/posts/musica/2339236/Mi-peque%C3%B1o-Homenaje-a-un-grande,John-Lennon.html

[17] Pécaut, Daniel. Orden y violencia. Evolución socio-política de Colombia entre 1930 y 1953. Bogotá, Norma. 2001. Pág. 24.

[18] Abad Faciolince, Héctor. Angosta. Bogotá, Planeta. 2007. Pág. 12.

[19] MARÍN TABORDA, Iván. Jorge Eliécer Gaitán. Biblioteca Virtual del Banco de la República. En http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/gaitjorg.htm

[20] Segundo Foro General. Colectivo de artistas colombianos. 4 de diciembre de 2007. En  http://www.musicalafrolatino.com/pagina_nueva_13ae.htm

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Una mirada a Cali desde su literatura

Una mirada a cali desde su literatura

 

Ricardo Iglesias Dávila

 

Durante algo más de trescientos cincuenta años Santiago de Cali fue una pequeña aldea sitiada por extensas y hermosas llanuras salpicadas por siete cristalinos ríos. Llanuras de espesos bosques, dameros multicolores y numerosas y vistosas vacadas. Aldea y llanuras propiedad de los blancos, sustento de indígenas, esclavos y mestizos.

 

En 1886 la novela El Alférez Real, de Eustaquio Palacios, nos describe en unas cuantas líneas, el origen y las relaciones entre sus habitantes:

 

Los habitantes de Cali estaban divididos en tres razas. Blancos, indios y negros; o sea: europeos, americanos y africanos. De éstas resultaban las siguientes variedades: el mestizo, hijo de blanco en negra o viceversa; y el zambo, hijo de negro en india, o de indio en negra.

 

Los blancos de la raza española tenían para sí todos lo privilegios y preeminencias; después de éstos, los más considerados eran los mestizos, que hacían alarde de descender de españoles: a éstos se les daba el nombre de montañeses. Los demás eran iguales en la humildad de la categoría; pero la del esclavo  era, como es claro. La más triste. Los plebeyos que no eran mestizos, eran llamados monteras.

 

… Los nobles vivían orgullosos de su linaje y miraban con desdén la plebe; la plebe por su parte estaba acostumbrada a reconocer esa distinción y se sometía resignada porque no podía hacer otra cosa.

 

También relata su distribución inicial:

 

En 1789, la ciudad se extendía desde el pie de la Colina de San Antonio hasta la Capilla de San Nicolás, y desde la orilla del río hasta la plazuela de Santa Rosa. Ese extenso barrio que existe hoy desde la plazuela hasta el llano, es enteramente moderno.

 

Aunque el área de población era grande, los edificios no eran tantos como podían caber en ella; porque había manzanas con dos o tres casas, cada casa con un espacioso solar, y cada solar sembrado de árboles frutales, principalmente cacao y plátano y algunas palmas de coco. Los árboles frutales eran los mismos que hay ahora, con excepción del mango que no era conocido todavía.

 

En el otro lado del río había solamente tres o cuatro casas en forma de quintas o pequeñas haciendas, algunas con plantaciones de caña y trapiche. El resto de todo ese terreno estaba cubierto de guayabales, que comenzando en el Charco de la Estaca iban a terminar en Menga.

 

En 1867, Don Jorge Isaacs regaló al mundo una pintura de novela, María. Allí pinceló las grandes bellezas de la creación (que) no pueden ser vistas y cantadas (al mismo tiempo, ni de inmediato): es necesario que vuelvan al alma empalidecidas por la memoria fiel. En ellas, climas,  colores, sabores y olores se confunden,

 

Una tarde, ya  a puestas del sol, regresábamos de las labranzas a la fábrica de mi padre, Higinio (mayordomo) y yo. Ellos hablaban de trabajos ya hechos y por hacer; a mí me ocupaban cosas menos serias: pensaba en los días de mi infancia. El olor peculiar de los bosques recién derribados y el de las piñuelas en sazón, la greguería de los loros en los guaduales y guayabales vecinos; el tañido lejano del cuerno de algún pastor, repetido por los montes: las castrueras de los esclavos que volvían espaciosamente de las labores con las herramientas al hombro; los arreboles vistos a través de los cañaverales movedizos…

 

La música es punto de encuentro fundamental de las diferentes culturas y polifonía de infinitas ilusiones y melancolías de aquellos seres esclavos, bien vestidos y contentos, hasta donde (era) posible estarlo en la servidumbre

 

En la madrugada del sábado próximo se casaron Bruno y Remigia. Esa noche a las siete montamos mi padre y yo para ir al baile, cuya música empezábamos a oír. Cuando llegamos, Julián, esclavo capitán de la cuadrilla, salió a tomarnos el estribo y a recibir nuestros caballos. Estaba lujoso en su vestido de domingo, y le pendía de la cintura el largo machete de guarnición plateada, insignia de su empleo. Una sala de nuestra antigua casa de habitación había sido desocupada de los enseres de labor que contenía, para hacer el baile en ella… Los músicos y cantores, mezcla de agregados, esclavos y manumisos, ocupaban una de las puertas. No había sino dos flautas de caña, un tambor improvisado, dos alfandoques y una pandereta; pero las finas voces de los negritos entonaban los bambucos con maestría tal, había en sus cantos tan sentida combinación de melancólicos, alegres y ligeros acordes, los versos que cantaban eran tan tiernamente sencillos, que el más culto aficionado hubiera escuchado en éxtasis aquella música semisalvaje.   

 

La literatura del siglo XIX retrató la ciudad en su inflexible esquema patriarcal. Los protagonistas, hombres y mujeres, actuaban según conductas predeterminadas; la movilidad social era casi nula y nada, absolutamente nada, podía alterar el orden impuesto. Ni siquiera la mayor de las fuerzas: ¡El amor!

 

Después de las guerras de independencia, Colombia quedó prácticamente en la ruina y sus dirigentes sintieron la necesidad de contar con capital extranjero para estimular el desarrollo del país. No obstante, no alcanzaron a consolidar una política de Estado que incentivara la llegada de inversión de otras latitudes. El país quedó aislado y con excedentes de mano de obra.

 

Sólo a partir de 1870, un número creciente de extranjeros, atraídos por los recursos naturales, pisó Colombia. De profesiones distintas y con deseos de prosperar se sumaron a las actividades económicas de las regiones, pero los gobiernos de la Regeneración, demandando que los recién llegados no modificaran el orden social impuesto, restringieron su entrada e inventaron razones para su expulsión.

 

Sin embargo, la novela María había atravesado los mares y, plena de encantadoras descripciones, enamoró a extraños que décadas más tarde un grupo de organizados, soñadores e intrépidos japoneses arribó al valle del río Cauca en busca del codiciado paraíso.

 

La llegada de extranjeros a Santiago de Cali impulsó nuevas dinámicas y transformó el concepto de ciudad. Los nuevos puntos de referencia ampliaron la visión y el horizonte se hizo una línea lejana en la que se entrelazaron ilusiones. La aldea soñó con ser una urbe moderna y cada habitante aportó desde sus posibilidades. La modernización entró a Cali: bombillas incandescentes alejaron las sombras de la plaza mayor; el agua dejó de pasear en “balde” por las calles; la voz se adelgazó hasta hacerse un hilo; el barro se fue haciendo adoquín, piedra y cemento. En 1906, la bravura del río Cauca fue sometida:

 

Un buen día a lo lejos, oyeron los pescadores unos pitazos largos, arrogantes, parecidos pero mil veces más fuertes a los producidos por el cacho cuando llama a reunión a los peones. Los hombres, armados, se escondieron en los árboles ribereños pensando que los blancos trataban de amedrentarlos. Los pitazos se oían más cercanos y aterradores. Las mujeres huyeron con los niños, mientras en un recodo del río aparecía una columna de humo, no había duda, un engendro infernal avanzaba hacia ellos. Era un monstruo gris, humeante, que botaba espesas nubes de vapor y lenguas de fuego. Todos palidecieron y temblaron esperando lo peor, pero aquello pasó de largo sin perder el compás de sus resoplos. Acababan de ver el barco a vapor “Sucre”, el primero en recorrer estas aguas.

 

El naciente siglo mostró una nueva cara de la ciudad y, entre arquitectura, tecnología, crecimiento territorial e inmigrantes nacionales y extranjeros, vibró a un nuevo ritmo. La transformación del espacio público, jamás inocente, impulsó vínculos que animaron nuevas ideas y obligaron a buscar otras opciones de vida. El desarrollo urbano implicó: expansión, movilidad social y, más que nada, cambios en las  relaciones sociales, pues los “recién llegados” vinieron a trabajar, a progresar y ¡a quedarse!

 

El profesor Édgar Vásquez Benítez, en su libro Historia de Cali en el siglo XX da cuenta entre otros asuntos que mediante el Decreto Nacional No. 340 del 16 de abril de 1910, nació el departamento del Valle del Cauca y Santiago de Cali designada su capital.  Reconocimiento que sumado a la transformación de su estructura económica fincada en la creación de importantes industrias como: Cigarrillos el Sol (1903), el periódico Correo del Cauca (1906), gaseosas Posada Tobón (1904), y luego, el Ferrocarril del Pacífico (1915), las fábricas: Puntillas Vencedor (1918), Velas La Campana (1920) y de jabones Imperial (1920); y a la creciente ola de construcción iniciada en 1917: Teatro Municipal, Batallón Pichincha, Edificio Otero, Hotel Alférez Real, Teatro Jorge Isaacs, Palacio Nacional, el Teatro Colombia, la Clínica Garcés, El Parque de Recreaciones “Luna Park”, el Colegio San Luis Gonzaga, El Edificio de la Gobernación, El Club de Tenis “Cali” y el Edificio Bayron, impulsaron el crecimiento de la ciudad.

 

Los años cuarenta se plasmaron en industrias que jalonaron oportunidades económicas a inversionistas nacionales: Alotero, Punto Sport, Maizena S.A., Textiles el Cedro, Croydon, Cementos del Valle; y privilegiaron  inversiones extranjeras: Good Year, Squibb, Cartón de Colombia, Colgate Palmolive y Sydney Ross, entre otras. Cali prosperó hasta convertirse en la tercera ciudad más importante del país.

 

El siglo XX transformó la ciudad y su territorio se convirtió en el escenario donde las oportunidades, sueños, pesadillas y culturas se cruzaron desnudando toda la complejidad humana que corría por sus polvorientas calles. Así lo revela en sus Cantos Obreros el maestro Enrique Buenaventura:

 

Los que construyen la ciudad

viven en los extramuros.

No tienen agua los que hacen

el acueducto.

Y aquellos que cavan los desagües

luchan con una escoba contra las inundaciones.

El que alisa

como un espejo negro

las pistas de aterrizaje,

debe arrastrarse como los gusanos.

Van a pie, bajo el sol,

los que arreglan la carretera.

Los que labran la tierra, Señor,

no son dueños de sus cosechas.

 

Novelas como Noche de pájaros, de Arturo Alape (1984); Que viva la música, de Andrés Caicedo (1977)  y  Jaulas, de María Elvira Bonilla (1984), entre otros textos literarios, reflejan las historias de una ciudad nueva y de una sociedad compleja y contradictoria.

 

Las tres novelas tejen relatos que dan cuenta de la metamorfosis de un terruño alegre, colorido y poco habitado, a una ciudad de inmigrantes, bulliciosa y moderna, gris y fragmentada. En ellas la ciudad se descubre como el paisaje de las pasiones humanas en donde cada detalle del panorama adquiere fuerza y sentido.

 

El periplo arranca a finales de los años treinta, lapso en que se disparó el proceso de urbanización en Cali, que en 1940 tenía 100.000 habitantes  y nos conduce hasta mediados de los ochenta, Tiempo en el que se fundaron unos cien barrios populares construidos por los mismos habitantes[i], 1.300.000 para la fecha. Sin embargo, también sufrió los avatares de la violencia; recibió la influencia de los movimientos contraculturales norteamericanos y europeos, hizo suya la música popular y padeció, hasta el tuétano, el problema del narcotráfico y las clases emergentes.

 

La novela de Alape,  Noche de pájaros, utiliza la estrategia novedosa de denominar “Usted” al protagonista  a quien  se dirige el narrador. El Usted protagonista que se confunde con el usted lector, vive en Cali y no puede evitar que los recuerdos lo atropellen después de presenciar la matanza y que lo atormenten después de aparecer su fotografía en el periódico El Relator, que lo señala y lo pone en la palestra pública como único testigo. A partir de ese instante, Usted se siente perseguido porque a Usted lo hacen visible en la ciudad, en el espacio del anonimato.

 

“Usted, testigo ocasional, sin que lo buscara o deseara, lo vio todo y nada vio, ha querido olvidar y ha sido carga difícil de llevar para un hombre endeble como usted en muchos sentidos… nunca quiso inmiscuirse en la vida de nadie, no quiso que se inmiscuyeran en la suya. Más, sin embargo, está ahí, por obra de  dedicación a su trabajo”.

 

El magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, 9 de abril de 1948,  agitó y liberó los odios y las venganzas contenidos desde la fratricida Guerra de los Mil Días. La onda explosiva de los disparos que eliminaron al líder liberal alcanzó gran parte del territorio nacional, con los mismos propósitos, con iguales estrategias, con igual impunidad y con idéntica indiferencia del Estado. El maestro Rogelio Echavarría en su poema Condena, en Muertes reiteradas, sintetiza el horror que traen las sombras:

 

Se oyen disparos en la noche

¡Oh patria muda y temblorosa!

¡Dónde su helado huevo pone

la muerte artera y esclerosa,

la muerte escuálida en su coche.

¿Y quién mi espíritu tortura

con la condena que me dicta

una implacable dictadura? 

 

Capítulo negro que entró a estos parajes por el norte del departamento del Valle y asedió paulatinamente su capital. Noche de pájaros echa una mirada a la ciudad a partir de la matanza de la Casa Liberal ocurrida en mayo de 1949, episodio que da inició, público, a la violencia partidista en Cali.

 

A León María Lozano se le endilgó la tarea de eliminar a los liberales de su natal Tuluá. Pero la violencia, como fenómeno político,  se caracterizó por la atrocidad de sus acciones y por hacer de matar un oficio. Al Cóndor no le bastó azular la región, se le hizo indispensable aniquilar de una vez y para siempre a todos los rojos liberales, estuvieran donde estuvieran. Por ello, sus garras llegaron a Cali, a la Casa  Liberal, persiguiendo los sobrevivientes de la carnicería de Ceilán. Este hecho se constituyó en el capítulo más cruel de la ciudad. La noche se tiñó de rojo.

 

La novela reduce la ciudad al centro, a los alrededores del  barrio El Calvario, de la Estación del Ferrocarril, pues allí confluían campesinos, vendedores, filipichines en busca de ganado, marchantas, delincuentes del “bajo mundo”, inmigrantes pobres, en busca de oportunidades, y hotelitos de “mala muerte”. El relato suma, a la distinción de apellidos, abismos económicos, discriminación étnica y a la  decadencia, la intransigencia de los colores que se extendió hasta los años sesenta.

 

La violencia política y armada irrumpió con execrable sevicia en la ciudad del anonimato y de la discriminación. Se apoderó de cada rincón y Usted sintió temor y recordó y supo que la violencia caminaba a su lado. El no futuro del protagonista se proyectó en la rutina de la ciudad atiborrada de contradicciones: la opulencia y la miseria, la casa y la calle, lo culto y lo popular, el día y la noche…  allí el silencio se erigió, de una vez y para siempre, en el puente entre la vida y la muerte…

 

Había surgido el temor a discutir lo que sucedía en las noches. Daba la impresión que Cali vivía dos tipos de vida. La ciudad en apariencia libre, alegre y bulliciosa porque ansiaba con pasión el fútbol en los fines de semana. Y la otra, la de la noche que discurría bajo el velo que todo ocultaba, como si la vida la hubiera tragado las sombras de la nocturnidad. Nadie sabía nada, nadie indagaba por los desaparecidos. Muchas versiones afloraban sobre los hechos, versiones subrepticias nada más, poco reveladoras.

 

Alejandro Ulloa, en su libro Globalización, ciudad y representaciones sociales, afirma: La ciudad como configuración urbana es también un producto histórico, una relación compleja entre la historia y espacialidad. [ii] Y Usted, como habitante y la ciudad como espacio se construyeron juntos. Usted sufrió la avalancha de su historia porque la casualidad lo hizo testigo del hecho violento y transformador y, aunque lo vio todo y no vio nada, no pudo librarse de una ciudad tomada por la violencia y por la indiferencia.

Sin embargo, Usted, protagonista, se llena de valor y decide afrontar su destino. Decide salir al encuentro de los fantasmas, de esa muerte que jamás imaginó, pero que lo acorraló hasta convertir su vida en un infierno. Usted camina con paso firme y desafiante mientras los carros

 

Pasan velozmente entre usted, dejándolo avasallado por el ruido y la velocidad. Se detienen un poco, abren las ventanillas y disparan los revólveres sobre su espalda en puntería que no perdona. Usted queda sostenido en su agonía, al final lo empuja la muerte y cae al suelo de bruces sobre sus narices.

 

El personaje de Noche de pájaros muere en el centro mismo de la indiferencia, de la violencia y de la comunicación imposible. A Usted lo mataron los cazadores, ¡sí! Pero Usted venció el miedo y tuvo el coraje de enfrentar su realidad aunque sólo fuera para decidir dónde y cuándo morir, su único futuro. Mientras tanto, la ciudad siguió “cuesta abajo en su rodada” haciéndose más oscura y abyecta, terreno propicio para una y mil violencias más.

 

La Cali que va entre 1950 y 1965, aproximadamente, no ha sido contada por la literatura, sólo existe en periódicos y revistas y rumores y testimonios. Entre los sucesos relevantes encontramos: La explosión de seis camiones cargados con dinamita el siete de agosto de 1956, la marcha de los estudiantes y los obreros, con la bendición de la clase dirigente, que unida a las marchas en todo el país, terminó con el gobierno del general  Rojas Pinilla en junio de 1957.

 

El panorama Colombiano muestra el recrudecimiento de la violencia y el nacimiento de grupos guerrilleros. La nación se movió al ritmo de los trapos rojos y azules; alcanzó niveles mínimos de desarrollo económico y educativo; la distancia entre ricos y pobres se multiplicó; la clase política firmó un pacto de no-agresión y monopolista del poder: el Frente Nacional. El país político se dio a la tarea de “escribir la nueva historia del país con el borrador y no con el carboncillo”. Colombia se enfrentó consigo misma y sus fronteras estuvieron abiertas para el Norte, desconociendo la importancia de los proyectos sociales y económicos de la Europa de posguerra.

 

La reunión de Yalta fragmentó el mundo después de La Segunda Guerra Mundial; impuso el uso inhumano de la energía termonuclear y creó un nuevo orden mundial: ¡Quién no está conmigo, está contra mí! El mundo se dividió en buenos y malos; en amigos y enemigos; en comunistas y capitalistas; en guerras frías y calientes; en espías y contraespías. La tecnología logró capturar el planeta en una pantalla virtual y dejarlo a merced de un dedo y un botón. La generación nacida entre 1945-1955, la de los Baby boomers,  heredó las vergüenzas, los odios, el terror y la búsqueda de nuevas opciones de vida.

 

La sesentas llegaron cargadas de apartheid, luchas por los derechos civiles, guerras anticolonialistas, comunistas, feministas y de jóvenes decididos a revolucionar el pensamiento y el espíritu. Los jóvenes hastiados del caos y del resentimiento emprendieron luchas frontales contra toda opresión. Los labios  silenciados empezaron a cuestionar lo más mínimo. “Si los adultos quieren hacer del mundo un infierno, ¿por qué razón los jóvenes no podemos perseguir nuestros sueños?” “Si no les importa mandar a sus hijos a morir en tierras y guerras ajenas, ¿por qué extrañas razones quieren mantenernos en casa?” ¿Por qué satanizan nuestras conductas? ¿A qué temen?” A los jóvenes, que eran muchísimos más que los de cualquier generación anterior[iii],  la autoridad no los dejaba ser; la homogeneidad los humillaba y la moral pacata los paralizaba. Sabían que transformar el mundo exigía mucha acción y valor y se dieron a la tarea.

 

Ante la agresión física y excluyente, la palabra se hizo opción de vida. Alzados  contra todo orden se dieron a la tarea de hacer del pensamiento una revolución y, ante la amenaza de una destrucción atómica, decidieron vivir a plenitud  y a toda velocidad. Liberaron cuerpos y mentes dejándose invadir por el amor, la libertad, la rebeldía y gritaron vivas a la diferencia, razón de la identidad. La tierra se les hizo pequeña y se apuraron la vida a grandes sorbos; rompieron paradigmas, crearon horizontes.

 

El mundo nunca más fue el mismo. Hicieron de la Libertad su dios y su lucha. A ella todo, hasta la vida misma. Echaron  mano a formas universales de expresión: las marchas, la música, el pacifismo, la tolerancia, la literatura… 

 

La novela Que viva la música, enmarca su historia en el ambiente rebelde de esos sesenta. Se insertó en una ciudad que crecía a pasos agigantados, de 100.000 habitantes en 1940 saltó a  850.000 en 1970[iv] gracias al nuevo auge industrial y a los desplazados políticos que vieron a Cali como ciudad seductora o como la  ciudad refugio.

 

Si Noche de pájaros gira en torno al centro de la ciudad, sus desengaños y degradación. Que viva la música relata una historia en movimiento que se desplaza del primer Nortecito hacia el sur, espacios delineados con y por fronteras físicas y culturales visibles. Cali era un territorio claramente escindido sin la menor posibilidad de movilidad social. Ricos y privilegiados pocos, plebeyos y pobres el resto. 

 

Andrés Caicedo interpretó genialmente la Cali de su época. Hijo de familia acomodada, conoció de primera mano la música, el cine y la cultura norteamericana en la que los jóvenes pretendieron hacer del mundo un paraíso sin límites. Que viva la música, inicia su viaje en el Norte, vislumbra el sur y termina en el centro de la ciudad, el lugar donde ya no viven los privilegiados, pero que continúa siendo símbolo de su poder. El Norte es el paraíso conquistado, al otro lado del río, por las familias ilustres que durante el período de desarrollo económico, 1915 a 1929, obtuvieron altos ingresos y decidieron escapar de

 

El intenso desarrollo comercial de los años veinte, con importaciones llegadas a Buenaventura y transportadas por el ferrocarril para su venta en los almacenes de Cali, la movilización de café desde el norte del Valle para la trilla en la ciudad… y por el movimiento de flujo y reflujo de pasajeros entre Cali, el norte del valle y Popayán, se convirtió la Estación del Ferrocarril –y sus bodegas anexas—en el núcleo más agitado de la ciudad. En su alrededor se instalaron hotelitos, bares, cafés, cantinas y bodegas, y el teatro Roma, que fueron constituyendo una pequeña zona de “bajos fondos”.

 

El Norte fue la territorialización de jóvenes favorecidos que estudiaron fuera y regresaron cargados de ideas, tecnología y proyectos. Algunos se convirtieron en emprendedores dirigentes empresariales y/o políticos. Los más pujantes se la jugaron por la ciudad y crearon “El Grupo de los martes”, desde allí planearon y organizaron la metrópoli futura. Transformaron la arquitectura, la política, la industria, la forma de vestir, de actuar, introdujeron música y ritmos que aligeraron el cuerpo y el espíritu.

 

María del Carmen Huertas, la protagonista, vive allí y para bien o para mal, creció en la época de los movimientos juveniles. Una período que hizo de la Música la oportunidad de asumir la palabra para denunciar, actuar y promover identidad; del Cine una forma de entretenimiento que produce y reproduce símbolos que se idolatran y se imitan automáticamente y que hicieron de la Literatura la explosión de la imaginación para crear mundos. La contracultura norteamericana, la revolución cubana, la guerra fría, el mayo del 68, los anticonceptivos, la liberación femenina, el “Boom latinoamericano”, el rock, la salsa, las drogas y la sicodelia, entre otros, conforman el marco social en el que crecen los personajes de Que viva la música.

 

La juventud se aproximó críticamente al Estado, a la familia, a la educación, a la sociedad patriarcal, también a ella misma. Se resistió al esquema caduco y frívolo de la ciudad señorial que doblegaba sus sueños y asumió la rebeldía como escape, estilo de vida. Los jóvenes doblegados en el intento regresaron a casa a beben de las fuentes tradicionales; los que se mantuvieron rebeldes levantaron sus voces contra el establecimiento y siguieron hasta las últimas consecuencias. Algunos perecieron en el intento.

 

María del Carmen se mueve en un mundo ambiguo en el que no encuentra acomodo ni nada que la amarre o la seduzca, entonces, emprende la búsqueda de su propio espacio y tiempo. No importa dónde esté ese lugar, ella sale a buscarlo y allí se quedará porque como ella misma lo afirma al final del relato,

 

Que bajo pero que rico, no me importa servir de chivo expiatorio, yo estoy más allá de todo juicio y salgo divina, fabulosa en cada foto. Fuerzas tengo. Yo me he puesto un nombre: SIEMPREVIVA.

 

Que viva la música es un impresionante espacio literario donde tiene lugar el encuentro de las diversas culturas: la blanca señorial, la negra y la mestiza; donde se descubren nuevos territorios: inicia en el norte atravesado por la Avenida Sexta, se dirige a la rotonda de Versalles, la de los vicios solitarios, gira a la derecha y atraviesa la frontera natural del río Cali para mostrar una nueva ciudad: el sur y los confines de la Quince donde se disfruta con intensidad la salsa, el alcohol y el sexo; donde la protagonista representa una sociedad caduca a punto de tocar fondo. Al final, el centro se erige como monumento de la decadencia.

 

Mientras Noche de pájaros representa el desplome de la ciudad, Que viva la música representa la caída libre de una sociedad feudal atropellada por el consumismo y por la apertura cultural transmitida por aquellos jóvenes que creyeron haber inventado la libertad. La novela hace de las dinámicas sociales su protagonista. Ya no es la

 

La ciudad (que) huele a albahaca,

los campos a flores nuevas

y en los huertos de las casas

caen los mangos y ciruelas.

 

Ni la ciudad en las que sus gentes se recogían temprano:

 

Noche de luna. Las nueve

Han sonado ya en la iglesia

De San Francisco. Silencio.

Las calles todas desiertas

¡Hay  una paz inefable

en los cielos y en la tierra![v]

 

Es la metamorfosis de la ciudad ancestral a la ciudad multicultural y desconocida que escucha música, va a cine, hojea libros y deja correr las ideas y los sueños de una juventud desencantada y rebelde que compara el pasado inmutable de la ciudad con los nuevos y rápidos rumbos que gobiernan el mundo. Que viva la música es el volver la mirada de su protagonista para revelar la nueva ciudad nacida de ese pasado aborrecido y que deduce un futuro incierto.

 

Jaulas, de maría Elvira Bonilla, nos trae la historia de Krystal Ventura. Una joven, también de familia adinerada, que fue enviada a estudiar al extranjero en la época de las transformaciones sociales y culturales de los años sesenta y setenta. Una chica educada para ser autónoma, que viajó por Europa y aprendió varios idiomas. Una futura mujer independiente e inteligente. Sin embargo, al regresar a su ciudad y a su casa, se encontró con una ciudad atrasada, una madre conservadora, y una sociedad machista y pacata. Krystal acostumbrada a manejar las riendas de su vida se sintió arrinconada en su casa; trofeo en la fiesta de presentación en sociedad y en el lugar equivocado. La casa se convirtió en la peor de sus jaulas, la figura del padre, de la autoridad, se deshizo tras el placer y el mundo que la rodeaba no reflejaba más que apariencias. Ahogada en el hedor del hogar, comprendió que “el tiempo para salir a la calle es correcto” y cerró la puerta tras de sí y procuró encontrar espacios diferentes entre la muchachada de su edad. Su  grupo de amigos “rebeldes” se denominaba “la orilla” y hubo derroche de palabras y de licor; de ideas y de música; de proyectos y de drogas; de compañía y de soledad. “La orilla” se emplazó al otro extremo de la casa.

 

La mayoría de los jóvenes integrantes del grupo fueron haciendo su catarsis existencial a través de la palabra porque no tenían la fortaleza necesaria para actuar. Maniatados por los deseos de los mayores y la dependencia económica decidieron volver a casa con la cabeza gacha y dispuesta a asumir el rol que les tenían preparados. Los que enfrentaron el mundo con mayor vehemencia murieron en el intento o aprendieron, como Krystal Ventura,  con un costo muy alto que la sociedad es un monstruo grande y pisa fuerte y devora a las mujeres que se atreven a cruzar la línea demarcada por el machismo y que aunque la vida está en la calle las heroínas deben ser de “carne y hueso, sin grandes pretensiones, sin excepcionalidad, como la vida de cualquier mujer, sin aventuras, protegida, sin exponerse demasiado… ni guerras ni hazañas (porque) la procesión va (debe ir) por dentro.

 

Noche de pájaros es la historia del testigo de una masacre política, en pleno centro de la ciudad, que para salvar su vida se refugia en la casa hasta que decide enfrentar su destino y sale a la calle para ser asesinado. Que viva la música relata la historia de una joven adinerada que huye de casa en procura de su identidad y se topa con que la ciudad es más que arquitectura, que su límite es el cielo y que sus calles son el reflejo del día y de la noche. Ella termina perdiéndose en el horizonte y cuando vuelve la mirada encuentra que el torbellino de la juventud la ha depositado en el centro de la ciudad. En el centro, eje del poder, que mueve todos los hilos. Jaulas es novela de aprendizaje y la protagonista concluye que su heroína “habría sido, eso sí seguro, una mujer duramente tierna, tenazmente débil, amargamente dulce y sólidamente frágil… y no como ella que se enfrentó a una cultura local adormilada, pacata y feudal y terminó muerta en vida.

 

 


[i] . Alejandro Ulloa. Globalización, ciudad y representaciones sociales.

[ii] Alejandro Ulloa. Globalización, ciudad y representaciones sociales

[iii] Prólogo a la Mujer Rota de Simone de Beauvoir. Editorial Letra Grande. Barcelona. 2001.

[iv] Historia de Cali en el siglo 20.

[v] Ricardo Nieto.

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Las culpas de la vaca

EMPUJA LA VAQUITA

 

Un maestro de la sabiduría que paseaba con su fiel discípulo a través del bosque, divisó a lo lejos un sitio de apariencia pobre y decidió hacer una breve visita al lugar. Durante la caminata, comentó al aprendiz la importancia de las visitas, de conocer personas y de las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias. Llegando al punto, constató la pobreza del sitio: la casa era de madera añosa, sus habitantes, una pareja con   sus tres hijos, estaban descalzos y sus rasgados vestidos les hacían lucir mugrosos. Entonces, se aproximó al padre y le preguntó: ¿cómo hacen para sobrevivir si por estos lares no existen posibilidades de trabajo ni de comercio?

 

El señor, calmadamente, respondió: Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona varios litros de leche al día. Una parte, la vendemos o intercambiamos por alimentos en la ciudad vecina. La otra, la consumimos en queso, cuajada y otros derivados. Así es como vamos sobreviviendo.

 

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, se despidió y partió. A mitad del camino, volteó hacia su fiel seguidor y le ordenó: busque la vaquita, llévela al precipicio, de allí enfrente, y empújela al barranco. El muchacho,  espantado, observó al maestro y le cuestionó, pues el animalito era el único medio de subsistencia de aquella familia. Sin embargo, como persistió el silencio absoluto del maestro, se limitó a cumplir la orden. Empujó la vaquita y la vio morir.

 

Aquella escena quedó grabada en la memoria del chico durante algunos años.

 

Un bello día, el discípulo decidió abandonar el monasterio y regresar al sitio a contarle todo a la familia, a pedir perdón y a colaborarle. Mientras se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa y varios niños retozando en el jardín. Se sintió triste y desesperado, imaginó que aquella humilde familia había vendido el terreno para sobrevivir.  Aceleró el paso.

 

Al llegar, fue recibido por un simpático señor a quien pidió información por los que allí vivieron. El  anfitrión respondió que allí continuaban. Atónito, el forastero entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia. Elogió el lugar y preguntó al dueño de la vaquita: ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

 

El propietario entusiasmado, le contó: teníamos una vaquita que murió al caer por el precipicio.  Ante el insuceso, nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar habilidades no exploradas. Así alcanzamos el éxito que sus ojos ahora vislumbran.

 

Todos tenemos una “vaquita” que nos provee lo elemental para la supervivencia, lo que constituye una connivencia con la rutina… Nos hace dependientes y solidarios con ella. Nos reduce a lo que ella buenamente da.

 

Descubre tus vaquitas y aprovecha la oportunidad para empujarlas por el precipicio.

 

Extraído de “La culpa es de la vaca”.

Adaptación de Ricardo Iglesias Dávila

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Escribir y leer

Del leer y el escribir

 

Ricardo Iglesias Dávila

 

 

De jardín a undécimo el estudiante supera más de doce años de escolaridad. En ellos estudia entre tres y cinco horas semanales de lengua materna, sin contar las horas de las demás asignaturas colegiales. Lo que viene sumando 160 horas-clase por año para un total de 1920 horas de “aprendizaje”, tiempo suficiente para que la mayoría de los estudiantes, al finalizar este ciclo, puedan realizar y proponer diferentes actividades de lectura y escritura. Sin embargo, la experiencia en la universidad demuestra que las dificultades son vastas y complejas. Entonces, ¿cuáles son las razones de este descalabro educativo?

 

La lengua es un objeto de aprendizaje permeado por las diferentes experiencias cotidianas a las que se expone el ser humano y, por ello, se afirma que es un proceso bio-psico-social por medio del cual el hombre convierte su experiencia en sentido, pues responde a estímulos en los planos biológico, psicológico y social. Tres dimensiones vitales que lo hacen único e irrepetible.

 

En los estándares del MEN decir lengua castellana es decir comunicación y de ella se derivan las cuatro habilidades básicas: hablar, escuchar, leer y escribir. Cuatro referentes que ocupan la tarea escolar y que recogen los estándares de calidad del MEN que rigen los programas educativos para el área de lenguaje. Con todo, el problema de fondo no es el qué enseñar sino el cómo hacerlo. Cuáles deben ser las estrategias y los propósitos para que los resultados sean excelsos y los estudiantes puedan acceder a la educación superior sin dificultades para aproximarse a la lectura y escritura de diferentes tipos de textos.

 

Al finalizar la escolaridad básica media, el Ministerio de Educación Nacional obliga a la presentación de la prueba ICFES  para evaluar y calificar el nivel educativo de los colegios. Prueba diseñada de manera objetiva para que los evaluados respondan preguntas cerradas tipo a, b, c, d…,  dirigidas más a la memoria que al análisis y a la argumentación. A tal punto, que con el tiempo algunas instituciones  articulan prácticas para enfrentar la evaluación estatal: muchos colegios se dedican a “entrenan” a sus estudiantes para responder la prueba; otros, además, les posibilitan presentar la prueba desde Noveno; algunos promueven que sus profesores, año tras año, presenten la prueba; unos pocos, más “ambiciosos”, impiden que sus  estudiantes menos aventajados presenten la prueba a nombre de la institución, lo que tergiversa totalmente la intención del MEN.

 

Entonces, el ICFES se convirtió en la prueba “a superar” por parte de los estudiantes. Su resultado cuantitativo ha subordinado al cualitativo y al final sólo prima un número que señala el más alto puntaje sin tener en cuenta variables de número de estudiantes por colegio, estrategias pedagógicas, estrato social…

 

En la mayoría de los colegios, la estructura pedagógica enfatiza sus actividades en las habilidades comunicativas de hablar y escuchar: copia del tablero, resolución de talleres, preguntas y respuestas, repetición de poemas, retahílas, adivinanzas, guiones para presentación de obras… profusión de actividades que procuran mantener ocupado al estudiante reproduciendo textos sin explorar su capacidad creativa. El resultado: estudiantes que recitan, cuentan, hablan y repiten desde las reglas hasta las excepciones, pero que terminan desconociendo la manera de escribir un párrafo para expresar aquello de su interés o enfado.

 

Los resultados del ICFES  serán más interesantes en la medida en que los colegios conciban un análisis profundo de los resultados y procuren cambios sustanciales en sus modelos pedagógicos y en sus estrategias didácticas. Igualmente, deberían formalizar un seguimiento al desempeño de sus egresados durante los primeros semestres de educación superior, pues es en la aplicación de los conocimientos donde podrán evidenciar los frutos de su trabajo. En otras palabras, el desempeño de sus egresados dentro de una comunidad académica superior debe ser el principal indicativo de evaluación de los colegios.

 

Según los estándares de calidad del MEN, al finalizar la secundaria, los estudiantes han de tener los elementos mínimos para leer, comprender, asimilar, tomar distancia crítica de los textos y plantear ideas propias y ajenas en cualquier tipo de escrito. Sin embargo, No es tan sencillo encontrar estos componentes en la mayoría de los estudiantes, pues tienen un lenguaje pobre, bajos niveles de comprensión; fragmentan las lecturas, mínimamente relacionan los temas y autores y no consiguen identificar las ideas centrales del texto. Además, existen graves  problemas de ortografía, errores básicos de puntuación y poca disposición para la escritura, dominada por el lenguaje oral. La lectura la asume como molesta, complicada e inservible. Esta mayoría alarmante vive decidida a imponer su punto de vista y sus emociones más que a investigar, por eso es más repetitiva que propositiva y más propensa a las opiniones que a la argumentación.

 

Sin embargo, al problema de los estudiantes se suma una buena cantidad de docentes que lee poco o nada. Por tanto, la Universidad ha de replantearse su papel en el desarrollo y consolidación de un tema tan complicado y nebuloso. Asimismo, intentar dar respuesta a un conjunto de preguntas con el ánimo de procurar y establecer métodos y didácticas pedagógicas que ayuden a superar la anomia respecto a estos dos procesos fundamentales en la adquisición, proyección y producción de conocimiento. Preguntas como: ¿Por qué los estudiantes no entienden las lecturas que realizan?, ¿por qué tienen dificultades para plantear y expresar sus ideas por escrito?, ¿qué relación constitutiva, organizativa y propositiva existe entre  lectura y  escritura?, ¿qué rol deben cumplir las diferentes áreas de estudio?, ¿qué estrategias pedagógicas desarrollan los colegios en la enseñanza de la lectura y la escritura?, y ¿de qué manera está incidiendo la Internet en los universitarios, que al decir de Ben MacIntyre, en el Times Online, es  una surtida mesa de snacks, de donde uno picotea azarosa y escasamente en una nueva forma de “cultura anoréxica” mientras que la lectura de un libro es un nutritivo banquete?, pueden ser puntas de lanza para encaminar esfuerzos generales que propendan por afianzar estas destrezas en los estudiantes.

Leer y Escribir para…

 

Leer y escribir son procesos intelectivos científicos, reflexivos, de ficción…que buscan dar razones sobre ideas propias o ajenas. Se lee para: obtener información, conocer puntos de vista, interpretaciones del mundo, confrontar ideas, acercarse a otras áreas de conocimiento… La lectura funciona, entonces, como fundamento cognoscitivo, de aproximación al entorno; de curiosidad que interroga, busca respuestas y entra en crisis. Leer para dejar atrás la pasividad, los programas de televisión que siempre muestran lo mismo, dicen lo mismo y ocultan lo mismo. Leer para descubrir que muchas lecturas, sobre todo las académicas, nos alejan del placer, de la inocencia infantil y nos llevan a comprender que “el mundo es ancho y ajeno” y en ocasiones se hace necesaria la guía de un profesor o invocar a otros libros. Leer enmarca un hacer, un escoger, un decidir, un conjunto de dudas, la perplejidad de exclamar: “¡sólo sé que nada sé! como si fuera todo un descubrimiento. Leer nos abre una ventana, nos avienta al mundo de lo desconocido, de lo ajeno, a los mundos posibles representados por las palabras que inician en la lengua, en la cultura de un país, de una región, de un rincón.

 

La lectura ha de continuarse en la escritura, en la expresión de la propia interpretación del mundo (se continúa el ciclo). La lectura es una aventura al interior de nosotros mismos y de ella no salimos inmaculados… la lectura ha de hacernos analíticos, críticos y, principalmente, propositivos a través de la escritura, fin último de toda lectura.

Se escribe para comunicar lo que se cree, se sabe, se piensa, se cuestiona. Para  dialogar, ganar poder, definir identidad y realidad. Para  divertirse, atacar, odiar, amar, enamorar, transmitir dolor, emociones, situaciones de vida, ficciones. Para mantener la tradición, el conocimiento, la riqueza cultural. para desnudar el ser. Por un propósito en ocasiones sólo descubierto tras el punto final. Se escribe para mirarse en el espejo profundo del lenguaje, descargar angustias, sanarse y sentirse más liviano. Para no hablar y repetir lo mismo, para conmover, matar el tiempo, crear y recrear, informar, entretener, convencer, transformar. Para ganarse la vida, para trascender, para sentirse vivo, para establecer un puente entre un Yo y un Tú que se fundan mutuamente.

La estrategia pedagógica “Entre más se lea más se escribe” hizo carrera en el ámbito educativo. Sin embargo, constatar que era poco el material escrito por los estudiantes y la mayoría de los profesores, obligó a reconsiderar dicha postura y concluir que son  dos procesos intelectuales superiores distintos, pero que tienen un propósito central: la generación de sentido.

 

La universidad, como comunidad académica, mantiene, construye y circula conocimiento a partir de la lectura y la escritura. Sin embargo, la alteración del orden leer para escribir por escribir para leer ha permitido un gran avance en las estrategias pedagógicas que buscan potenciar la producción intelectual de los estudiantes. Es lo que ha marcado el paso gigantesco al aprender haciendo, no porque desaparezca la influencia de los modelos sino porque se comprendió que la tarea de la Escuela es la de hacer que el estudiante se apersone de su tarea, se erija como protagonista, como el aprendiz que toma con sus propias manos las herramientas para acceder al conocimiento.

 

Escribir para leer (y leer para aprender y hacer, como recalca el profesor Tito Nelson) marcó otro derrotero en la dimensión pedagógica. Obligó a revisar las estrategias formativas en todos los niveles educativos y plantear nuevos retos a los investigadores y a las instituciones universitarias. Se dio a la tarea de transformar el indagar para repetir, por el  aprender a buscar para proponer alternativas. Escribir y leer se articularon como dos actividades complementarias que tienen sus propios mecanismos de producción y en este orden son dos procesos de un mismo fin: la expresión sólida de una interpretación de mundo.

 

Escribir y leer tienen como propósito producir, generar sentido, establecer un puente comunicativo entre un yo y un tú en una relación dialéctica de dos puntos de vista que se encuentran en torno a un tema común. Porque es allí donde debe resaltarse el encuentro, en el interés que mueve al uno y al otro a desplegar sus saberes, sus interpretaciones, sus búsquedas, sus diferencias, sus acuerdos…

 

13 de enero de 2010

 

 

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