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El malestar psíquico en el mundo en que vivimos

Yesenia Salazar Serrato      1

El malestar psíquico en el mundo en que vivimos

Por Franklin Cárdenas Jiménez, estudiante de Psicología de la Universidad Icesi.  Octavo semestre. Ensayo escrito en el curso “Taller de formación profesional (Psicología Clínica y de la Salud)”


La psicología clínica integra ciencia, teoría y práctica para entender, predecir y aliviar el desequilibrio, la invalidez, la incomodidad de los individuos; promueve la adaptación humana, el ajuste y el desarrollo personal (Strickland, 2001). En esta ardua labor, la psicología clínica es llamada constantemente a comprender lo que ocurre en la vida de los individuos actuales.

Con referencia a lo anterior, Galende (2008) argumenta “que sí queremos comprender los nuevos malestares psíquicos y sus formas de expresión actual, estamos obligados a entender el nuevo desenvolvimiento de la sociedad en que vivimos”. Es decir, se hace necesaria una lectura de la cultura a la cual asistimos, pues sin esta comprensión es posible caer en el empleo de simples técnicas para solucionar problemas de la humanidad.


Según Bauman (2004) asistimos a un tipo de modernidad llamada –líquida- que se define por ser individualista y privatizada marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones, dejando como resultado una sociedad que esboza una precariedad de los vínculos  humanos y  en la que el amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro. Es evidente entonces que dicha modernidad cambiante y transitoria que nos ilustra Bauman ha afectado la forma en que las personas se ubican y se conciben como individuos ante el mundo. Así mismo, esto nos lleva a pensar que esta nueva modernidad trae consigo su propio lenguaje que nombra y construye sus propios individuos, sus síntomas y sus enfermedades.

Hechas las consideraciones anteriores, según Galende (2008) en la actual sociedad se presentan como demandas de atención psiquiátrica o psicológica malestares vinculados a la existencia. Es decir, los individuos suelen referir sus síntomas a problemas propios de sus vidas (con el trabajo, la profesión, impedimento del tiempo para otros gustos), asimismo suelen atribuir sus síntomas a problemas de la vida en común (desencuentros con la pareja, preocupaciones con los hijos, etc.). También hay otro tipo de personas que consultan por malestares que están relacionados con la preocupación de padecer alguna enfermedad o disfunción orgánica, esta angustia va de la mano, con la necesidad de combatir el envejecimiento de su cuerpo.

Ante la situación planteada, estas personas se caracterizan por tener un lenguaje empobrecido para relatar el mundo de su realidad. Es decir, se presenta una ausencia de palabras para narrar su mundo interior y sus malestares. Estas personas vienen a buscar el remedio y no precisamente a que alguien los comprenda y los ayude a entender su malestar. De acuerdo con Galende “el síntoma surge de la imposibilidad del sujeto para reconocer y enfrentar los conflictos de su existir” (2008:10).

En este mismo orden y dirección Cazenave (2008) expresa que asistimos a un mundo caracterizado por el consumo de medicamentos, para curar las situaciones vitales cotidianas no consideradas como enfermedades como la menopausia, las disfunciones sexuales, la vejez, etc. En otras palabras,  se ha pasado de un uso del medicamento con un propósito curativo de la enfermedad, a un uso del medicamento para mejorar las condiciones de vida de las personas.

Toda esta ideología de la actual sociedad, que busca medicalizar la vida cotidiana, tiene como actores principales: Médicos psiquiatras, la industria farmacéutica y el marketing. Juntos definen los parámetros de normalidad y patología. Según Galende (2008) el consumo de medicamentos está dirigido a generar la ilusión de que “podemos ser otro de lo que somos” es decir, el psicofármaco actúa como un aliviador, silenciando los efectos del malestar como la angustia, la ansiedad el insomnio, la obsesión, la tristeza, etc.

Con la intención de comprender el mundo en que vivimos, cabe citar a Bassols (2011), quien argumenta que asistimos a una era basada en el cientificismo, movimiento que pretente explicar todo lo existente a traves de la ciencia. En esta lógica, la ciencia en las últimas decadas, ha querido explicar todo el comportamiento humano, planteando que todo el ambito de lo subjetivo tiene una explicación mecanica, todo esto apoyado en las neurociencias y la genética, que reflejan un saber seguro. En este orden de ideas, la ciencia pone un efecto reduccionista sobre la condición humana, conviertiendola en el modelo automata, sueño de muchos científicos, que buscan que el sujeto pensante no se diferencie de una máquina.

Por otra parte, existe una teoria psicologica muy conocida llamada “psicologia positiva: La ciencia de la felicidad” de acuerdo con Seligman (2002) citado por Carr, (2007) su objetivo es comprender y facilitar la felicidad y el bienestar subjetivo; todo bajo los principios de la ciencia. En otras palabras, la psicologia positiva se centra en comprender y explicar la felicidad y en predecir los factores que influyen en este estado.


Los que han desarrollado la psicologia positiva argumentan que desde el punto de vista clínico, se centra en mejorar el  bienestar subjetivo en lugar de remediar déficits en los individuos. Para ello, se hace necesario reformar  el  lenguaje para describir el ser humano, este debe estar basado en sus fortalezas. De acuerdo con esto, es común encontrarse, en diferentes escenarios de nuestra sociedad, personas preocupadas por alcanzar la felicidad a cualquier precio; convirtiendo este movimiento en una moda, en la que los individuos buscan el bienestar y el éxito como sinónimos de estar ubicados correctamente en el mundo.

 

Ante este panorama descrito anteriormente es pertinente preguntarnos ¿cómo debe situarse el psicológo clínico para tratar y curar la enfermedad mental?, en un mundo cambiante que transforma la vida de sus individuos, dicta las maneras de cómo enfermarse y como encontrar la cura. En este sentido ¿será que la solucion esta en migrar al determinismo biologico para explicar la subjetividad? o  ¿el psicólogo cíinico debe convertirse en el psicólogo de la felicidad? Lo que si nos queda claro, es que cada vez más, se ve amenazada la propuesta de orientación psicoanálitica que con mayor empeño ha tratado de rescatar por medio de la escucha y la palabra el discurso del sujeto. “El psicoanálisis es asimilado en nuestros dias a un “medicamento vencido” relegado al fondo de una farmacia este puede servir en caso de urgencia o de falta, pero hay cosas mejores” (Gelende, 2008:17).

 

Referencias

Bassols, M. (2011). Las neurociencias y el sujeto del inconsciente. Las neurociencias y el sujeto del inconsciente. España.

Bauman, Z. (2004). Modernidad líquida. México DF: Editorial Fondo de Cultura Económica.

Carr, A. (2007). La Felicidad. En A. Carr, Psicología Positiva: la Ciencia de la felicidad. Barcelona, Buenos Aires, México: Paidos.

Cazenave, L. (Noviembre de 2008). La medicalización de la vida cotidiana. Consecuencias : Revista digital de psicoanalisis, arte y pensamiento.

Galende, E. (2008). Psicofármacos y la salud mental: la ilusion de no ser. Buenos Aires: Aires: Lugar Editorial.

Strickland, B. (2001). Historia e introducción a la psicología clínica. En S. Curalli, Fundamentos de psicología clínica (págs. 1-25). México: Pearson Educación.

 


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1 Comment

  • Yesenia Salazar Serrato

    abril 25, 2012 at 3:42 pm

    genial artículo,
    El malestar psíquico individual debiera ser contemplado
    en paralelo y de manera correlativa al cuestionamiento de la
    sociedad en la que vivimos.
    me ha encantado leerlo

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