MIGRAMOS

Hola a todos

migramos los contenidos  de este blog a:

http://semiosiske.wordpress.com/

Espero que desde el enlace de la ICESI pueda mantener el contacto.

Carlos E.

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DE LA COMPRENSIÓN DE LECTURA A LA LECTURA CREATIVA

La lectura es un acto creativo. Suponer que existe en los textos un sentido,
un significado estático que está esperando a que lo des-cubramos, a que lo
de-velemos para que muestre lo que es por sí mismo, es una mirada
incompleta de lo que hacemos. En la lectura, nos involucramos con los
signos desde todo lo que somos, por ello, en lo textos no solo hablan los sus
autores, también nos decimos a nosotros mismos. Se trata de una
negociación dinámica de sentidos. Hay muchas variables en juego, y una
buena lectura implica tenerlas en cuenta: quién lee y quién escribe, cuál es el
mundo de referencia del texto, cuales los marcos ideológicos o discursivos
desde los que se da la lectoescritura, los lenguajes usados, etc.
Por un lado, están el autor y su perspectiva particular acerca del mundo que
interpreta en el texto. Algo lo motiva a escribir, algo quiere cambiar con su
escritura; es posible y necesario hacer una hipótesis acerca de sus
intenciones, pero conocerlas con certeza es casi imposible en la práctica.
Las marcas mismas que están en el papel que soporta el texto, muchas
veces se configuran ante el lector de un modo imprevisto por quien escribió, y ello modifica la significación. ¿Está diagramado este libro de tal manera que
facilita o dificulta nuestro diálogo? ¿El tipo de papel y el modo en que se
pliega, en algo transforma la relación que tengamos con un periódico?
El entorno desde el cual el autor habla condiciona los temas que aborda, la
relevancia de los mismos, las ideologías que se translucen en lo dicho, los
debates en los que está imbuido, son un marco necesario para acertar en la
generación de sentido. En esta dimesión está también el auditorio al cual se
dirige y al cual quiere conmover el autor… si considerarlo le exige adecuar
sus estrategias de escritura para persuadirlo, de alguna manera, también
ellos están presentes cuando leemos y afectan la significación de la
lectoescritura. Además, en el mundo escrito, hay una gran cantidad de
mediadores que permiten que los textos lleguen a nosotros; sus miradas
subjetivas e interesadas también influyen en la producción social del sentido
(solamente piense en la cadena de intermediarios que hubo entre quien
escribió estas líneas y usted, y de qué manera cada actor tuvo una intención
particular para condicionar en modo en que usted se relaciona con este texto).
Por otra parte, entran en diálogo nuestras preguntas e inquietudes, la
perspectiva del mundo que hemos forjado a lo largo de nuestra historia, e
incluso nuestros estados de ánimo, que nos disponen en distintas direcciones
frente a lo que significamos. Así las cosas, comprender el sentido de los
textos no consiste en extractar algo que supuestamente esconden, sino en
generar, a partir de ellos, una significación que tenga sentido para cada uno
de nosotros. Inclusive, el sentido que un texto genera en nosotros, cambia
con cada vez que lo leemos, o de si lo hacemos en un bus, en la privacidad
de una alcoba o en el silencio administrado de una biblioteca.   Todo esto querría decir que la comunicación diáfana es una ilusión. No es
sostenible que el sentido de los textos sea unívoco (como sí puede suceder
en un sistema de cómputo que procesa información por medio de códigos
fijos), más bien, la comunicación siempre está supeditada a la competencia
que tengan los interlocutores para generar sentido a partir de la experiencia
interactiva. Pero de aquí no podemos concluir que la competencia
comunicativa no sea desarrollable, es decir, no se puede renunciar al
propósito de mejorar la manera en que nuestras lecturas y conversaciones
nos permiten significar el mundo más acertadamente. Hay que atender
conscientemente a los procesos de generación de sentido que se dan en la
experiencia vital de la comunicación. No basta con ampliar nuestras lecturas, sino que debemos preguntarnos por cómo leemos; pero, principalmente, hay que hacer conciencia del modo en que generamos sentido en la escritura. Cuando nos enfrentamos al reto de poner por escrito el sentido de nuestra experiencia, con el propósito de lograr que alguien más coincida con aquel, ampliamos el repertorio de recursos lingüísticos de una manera mucho más dramática que con la sola lectura. Tratar de hacernos entender en un entorno crítico, nos permite ser aún más perspicaces en la interpretación de los textos de los demás. En realidad, contrario a lo que suele decirse, sólo un buen escritor es un buen lector.
Ya sea que leamos o escribamos, si queremos ampliar nuestras
competencias lingüísticas, hay que hacer conciencia del proceso de
significación, lo cual implica identificar sus variables. Hay que empezar por
distinguir los lenguajes y marcos discursivos en los que se presenta el texto.
Esto va más allá de decir “está en español” o “está en francés”; se trata de
reconocer cuál es el mundo de significación en el que el texto fue producido y en el cual circula. Así, el lenguaje de la literatura épica no es igual al de las
ciencias sociales, ni el de la comunicación publicitaria al de un debate
político. Reconocer, entonces, el marco discursivo en el cual opera el texto,
es un paso clave para su comprensión. Ahora bien, como en estos mundos
de significado, en estos lenguajes y discursos, hay actores que producen los
textos, hay que atender a lo que éstos representan. ¿Quién escribe? ¿Cómo
caracterizarlo? ¿Qué intereses lo mueven? ¿Sabemos algo de su escuela de
pensamiento, de los debates en los que está comprometido, o de su cultura?
No se trata necesariamente de ir a otros textos para tener tal marco
interpretativo, sino saber que éste, en la lectura, es determinante para la
generación acertada de sentido. ¿Cómo respondernos estas preguntas
mientras leemos? Muchas veces en los mismos textos se nos dan
implícitamente las claves para reconocer el discurso desde el que nos
hablan. Lo que se deben mantener son las preguntas.
Por otra parte, hay que reconocer que el texto media relaciones sociales, por
tanto, hay que atender no sólo a lo que por é se dice, sino a lo que con él se
hace. No basta decir “el texto dice que la temperatura global ha aumentado
en las últimas dos décadas”, sino saber que, con esta idea, el autor está
“haciendo una advertencia” o “sembrando el pánico entre los inversionistas” “planteando la pertinencia una plataforma política ecologista”. Preguntarnos
por qué es lo que pretenden hacer los interlocutores con las palabras es algo que suele pasarse por alto, y resulta ser muchísimo más clave en la
interpretación acertada de los textos que reconocer el significado de su
léxico.
Lo que “se hace con los textos”, además, tiene varias dimensiones. Hay que
distinguir los actos de significación, los de habla y los de texturización.
Los primeros, permiten identificar el modo en que se representan los estados
de cosas a los que hace referencia un texto. Si se trata de algo real (“estoy
leyendo”), hipotético (“alguien escribió esto en un computador personal”),
probable o posible (“el fenómeno del niño traerá racionamiento de agua”). Si
lo representado depende de la acción o voluntad de los interlocutores, el acto de significación definirá si algo es realizable (como en “podríamos ir a cine”), o se instituye por las palabras (como en “de ahora en adelante somos
novios”) o se daría por la ejecución de la orden dada (como en “tráeme las
llaves que están en el cuarto”). Por su parte, los actos de habla tienen que
ver con las intenciones que nos mueven a decir algo, y lo que socialmente se
quiere afectar con el habla o la escritura. Así, para hacer que alguien cierre
una puerta, podríamos decir “¡qué calor que está haciendo aquí!” y con ello
hacer la sugerencia para que alguien la abra y permita la circulación de aire
en el salón. El acto de significación en esa frase sería simplemente una
constatación de un hecho, que “hace calor”, pero lo que en el habla
queremos hacer con ello es otra cosa, no es sólo hacer una aserción. Por
último, están los actos de texturización, que son el modo en que damos orden a lo que queremos significar en un texto. Así, no es lo mismo que hagamos una narración o una descripción, una argumentación no es igual a una diatriba, un poema surrealista no está organizado de la misma manera que uno bucólico, etc. Aquí intervienen los géneros textuales, que son los modos en que los grupos sociales han estandarizado formas de tejer signos para propósitos particulares. Si se trata de un texto leído en un periódico, por los géneros textuales podemos distinguir entre la noticia y la crónica, el reportaje y el artículo de opinión, la publicidad de un informe crítico, etc.
De esta manera, considerando las variables del contenido y la forma, de las
interacciones sociales que se median por el texto y los mundos de referencia
a los que se hace alusión en ellos, la lectura deviene en un acto creativo, no
de consumo pasivo; se trata de un verdadero trabajo que exige esfuerzo e
ingenio y, como en todo arte, de entrenamiento.

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Actos de significación 2

  • § 1          Cuando se dijo que el sentido en la significación expresa la perspectiva del sujeto, se planteó que la competencia lingüística tiene las estructuras y los procesos para que el sujeto pueda realizar actos de significación, es decir, para que pueda orientarse hacia lo significado garantizando su propia integridad como sujeto en una interacción eficaz con el entorno.  Ahora bien, parte del entorno que es significado está constituido por relaciones sociales; pero en este orden social los sentido que permiten orientarse al sujeto no lo determina sólo él sujeto, sino que se negocian interactivamente entre los participantes de la comunicación.   Así las cosas, los actos de significación que debe generar el lenguaje habrán de considerar relaciones entre interpretantes cuyo sentido dependa del sentido que otros sujetos le dan a esos interpretantes.  En otras  palabras, el sujeto debe poder significar la acción comunicativa de su interlocutor como portadora de un sentido que condiciona el sentido que para él tiene su propia participación en la acción comunicativa.  Debe permitirse la significación interactiva.
  • § 2          Ahora bien, no basta significar los actos del interlocutor como actos de significación (reconocer que el otro afirma, pregunta, plantea una hipótesis, etc.), sino que, como algunos actos se realizan con la finalidad de causar interactivamente un sentido convergente entre los interlocutores, algunos actos de significación son necesariamente interactivos.  Pueden reconocerse 4 formas básicas en ellos:  A requiere algo de B, A se compromete con algo para B, A instituye una relación de sentido con B, y A decide realizar algo
  • § 3          Requisición, cuando la EI que se significa es una posibilidad cuya realización necesariamente tiene como agente causal al interlocutor, quien necesariamente ha de significar que en tal EI su participación como agente causale no sólo posible sino un deber o una obligación.   Como cuando se significa “alcánzame la sal, por favor”. La forma sintáctica por defecto para expresar este sentido, o la “no marcada”, serían oraciones con verbos en modo imperativo, pero ya se ha dicho que es posible siempre usar formas marcadas para  realizar estos actos de significación y de habla.
  • § 4          Compromiso, cuando la EI que se significa es una posibilidad cuya realización necesariamente tiene como agente causal al enunciador, y como beneficiario y/o destinatario al interlocutor.  El enunciador, además, significa tal EI como un deber o una obligación para sí, y como algo deseable o preferible para el interlocutor. Como cuando  se significa de modo sincero “mañana  te devuelvo el libro”.
  • § 5          Declaración, cuando la EI que se significa es una posibilidad cuya realización necesariamente tiene como agente causal al enunciador, y como participantes en la EI a los interlocutores en calidad de agentes.  Se trata de un acto de institucionalización, como cuando significamos “de ahora en adelante seremos socios”.  Quien  habla instituye, es el causante de una relación social expresada en el interpretante de “ somos socios”,  pero lo instituido requiere de la acción, o la disposición a la acción, de los participantes en la sociedad.
  • § 6          Decisión, cuando la EI que se significa es una posibilidad cuya realización necesariamente tiene como agente causal al enunciador y se significa como una predicción
  • § 7           Ahora bien, aquí se ha presentado la descripción de estos actos desde el sujeto de significación,  pero éste puede significar que su interlocutor realiza actos con el sentido de requerir, comprometerse, instituir y decidir, o que alguien o algo más realiza estos  actos.  En tanto actos, lo que requieren es un agente, y esta función ideativa puede ser ocupada por cualquier unidad relacional de significación.
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Actos de significación 1

Actos de significación y la perspectiva del sujeto

Si se entiende así el sentido, generado por y generador del Sistema semiòtico (Ss) y del Sujeto de Significaciòn (SS) que lo posee ¿es posible identificar estructuras elementales del sentido y reglas para su operación, integradas en la facultad del lenguaje? ¿De qué manera permiten recursivamente la generación de infinitos ‘sentidos’?  Responder a estas preguntas  rebasa el propósito de esta exploración, pero valga referenciar la investigación de Baena y Bustamante en torno a los “actos de significación”, en los que reconocen formas elementales de generación de sentido para las estructuras ideativas.[1]

Cualquier unidad relacional de significación que se forma en el plano ideativo del proceso del lenguaje hace parte de la red de sentidos del sujeto que le sirve para relacionarse con su entorno.  Ésta red puede ponerla en confrontación con los perceptos de la experiencia empírica en tiempo presente.  En esta confrontación, podrá realizar un acto de significación para el interpretante como aseveración, predicción, hipótesis o pregunta:

En el acto de aseveración, el Interpretante tiene un sentido de ‘real’.  Cuando los perceptos generados en el sistema semiótico por la práctica empírica del momento presente, son perceptos que podrían significarse eficazmente por el interpretante en cuestión; a estos interpretantes podría dárseles el sentido de reales o verdaderos.  Si ello no es el caso, el sentido de la aseveración será no real, o falsa.  En su procesamiento por el plano de estructuración sintáctica, estos actos de significación podrían expresarse en oraciones declarativas, como en (1)

“Juan pateó la pelota”.

Las oraciones declarativas, el modo indicativo de los verbos, serían las formas “no marcadas” para la expresión de tales sentidos, pero bien podrían tomar otras formas “marcadas”, como en (2)

“¿solamente quedan estos dos vasos?”

Aquí se estaría efectuando una aseveración acerca de un estado de cosas real, y quizás verdadero, por medio de la estructura sintáctica de una pregunta, pero ello no quiere decir que el sujeto dude de que existen dos vasos.  Pero esto ya es meterse en la relación de este plano psicológico o actitudinal con los planos retórico y morfosintáctico del proceso del lenguaje.

En el acto de la predicción, el Interpretante tiene el sentido de ‘predecible’; esto se da cuando el interpretante, en la red de sentidos, es un efecto posible de otro interpretante del sistema tenido como ‘real’.  A estos interpretantes predictivos podría dárseles el sentido de acertados o desacertados, en términos de si el interpretante predicho llega a ser ‘real’, o no, en un momento posterior.  Teniendo (2) como una aseveración acerca de lo real, y significada como ‘verdadera’, el interpretante que se expresa en (3)

“no tendremos suficientes vasos para la cena de esta noche”

se entenderá como un acto de predicción.  Que falten los vasos es un estado de cosas aún no dado, pero en la anticipación del movimiento que hace el pensamiento, ése estado de cosas es posible como efecto del estado de cosas  real.  Lo significado como real participa en una representación evenimencial de lo predicho como causa (o fuerza causal).  Pero esta ‘conexión’ o ‘relación funcional’ la establece el sujeto de significación, no está dada en los hechos por fuera del lenguaje.  Desde su experiencia personal, usando otra información disponible en su sistema, lo predicho es plausible a partir de lo real.  De allí que su ‘sentido’ expresa la perspectiva del sujeto, pues es un acto que él realiza, no algo que le sucede automáticamente a (1) en su sistema semiótico, ni algo que, en la experiencia empírica, él esté registrando.  En tanto acto, la predicción es configura tanto el sentido como al sujeto, como se ha dicho antes.

En el acto de la formulación de hipótesis, el Interpretante adquiere el sentido de probable para el sujeto de significación cuando tal interpretante, en su red de sentidos, es un indicio de (o abducido a partir de) otro interpretante considerado.   A estos interpretantes podría dárseles el sentido verosímiles o inverosímiles, en la medida en que las relaciones de inferencia entre ellos sean consistentes con una red de sentidos particular.  Cuando  en (2) se usa el signo “quedan”, se está significando que tal estado de cosas debe ser el resultante de un proceso, es decir, un cambio de estados en el cual lo real y presente ha llegado a ser de tal modo por ser paciente de un evento complejo;  Si hay proceso, se infiere que hubo un estado de cosas inicial en el que se daba la existencia de más de dos vasos, lo cual no es un interpretante significable como real sino como probable.  La relación entre (2) y el interpretante “hubo más vasos y algo produjo su desaparición”, es una relación que establece el sujeto, no está dada espontáneamente, es un acto en el que también expresa su perspectiva, su red de sentidos, su modo particular de darle orden y sentido a la experiencia del mundo.

Ahora bien, hay distintos modelizadores para la relación de probabilidad: de posibilidad, de necesidad, de deseo, de deber, y de obligatoriedad.  La lógica modal ha trabajado mucho acerca de los dos primeros, y no pareciera ser necesario sobreabundar en su sentido.  Acerca de los demás, valga una precisión en este ensayo, pues se trata de modelizadores que obedecen a la integración en el plano ideativo de la perspectiva del sujeto en sus relaciones sociales, su psiquis particular y sus valores estéticos y éticos.

Acerca del deseo, se trataría de una relación entre el interpretante marcado con el sentido de probable y el sujeto de significación, para quien tal probabilidad daría satisfacción a sus valores estéticos y a las disposiciones parametrizadas que en su personalidad le causan satisfacción.  El deseo bien podría moverlo a actuar en el sentido de causar la realización de tal estado de cosas en el que se sentiría complacido.  Si se significa “quisiera que lloviera”, el estado probable de “llover” causaría en el sujeto algún tipo de complacencia, como sentirse refrescado, ver revivir sus cultivos, etc.;  si se significa “quiero comer algo” con tal interpretante bien podría estarse dando pie a un proceso que desencadene en que el sujeto coma algo.

Acerca del deber, se trataría de una relación entre el interpretante marcado con el sentido de probable y el sujeto de significación, para quien tal probabilidad daría satisfacción a su deseo, pero significa que es necesario para su realización su propia participación como agente causal de tal estado de cosas.  Si se significa “debo lavar los platos”, la EI de “yo lavo los platos” es un estado de cosas probable y preferible para el sujeto de significación, y que sólo se dará si él decide lavar los platos.  Ahora bien, si la fuerza causal para que se realice aquello significado como “deber” es la voluntad del sujeto, habría que decir que la “motivación” para su participación es interna.

Acerca de la obligatoriedad, se trataría de una relación entre el interpretante marcado con el sentido de probable y el sujeto de significación, para quien tal probabilidad es un estado de cosas preferible, pero la fuerza causal por la cual tal interpretante es preferible no es su deseo, sino una fuerza causal externa al sujeto, una fuerza coercitiva, que bien puede ser física, ideológica, cultural, moral, etc.  Cuando se significa “tengo que lavar los platos” o “me toca lavar platos”, el evento de lavar los platos por parte del sujeto de significación es posible, para su realización es necesario que el sujeto sea  su agente causal, pero la causa del deseo no es otra que preferir evitar el displacer que implicaría resistirse a la fuerza causal que se le impone para moldear su actuación.  No es el mismo acto de significación que alguien se representa que “tiene que pagar los impuestos” a que “debe pagar los impuestos”.  No hay mucho de placer satisfecho en lo primero.  De allí que estos modelizadores considerados expresen y construyan al sujeto que significa, es decir, son del orden del sentido más que del significado.


[1] Muchas  variables entrarían en este plano psicológico del proceso del lenguaje;  la perspectiva del sujeto de significación, que configura el sentido, habría de integrar una gran cantidad de redes de sentido que Oviedo identifica en “Abra la boca” (2003): sus principios éticos y estéticos, el modo de apropiación de los imaginarios de su cultura y sus modelos ideológicos de la realidad, los patrones de la ‘personalidad’ y los roles sociales que el sujeto desempeña en el momento de la significación, etc. profundizar en el modo en que todas estas variables intervienen en la generación del sentido propiamente dicho es un propósito que no se alcanzaría a cumplir en este ensayo.

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tres virtudes de los colombianos

Se dice que cuando Dios creó el mundo, para que los hombres prosperasen decidió concederles dos virtudes: A los suizos los hizo ordenados y cumplidores de la Ley. A los ingleses, persistentes y estudiosos. A los japoneses, trabajadores y pacientes. A los italianos, alegres y románticos. A los franceses, cultos y refinados. Cuando llegó el turno de los colombianos, se volvió hacia el ángel que tomaba nota y le dijo: – Los colombianos van a ser inteligentes, buenas personas y uribistas. Y así se hizo. Pero cuando acabó de crear el mundo, el ángel le preguntó: – Señor, a todos los pueblos les diste dos virtudes, pero a los colombianos tres. Esto hará que prevalezcan sobre todos los demás. – Sabes que tienes razón, mi buen ángel. – ¿Y ahora…? – Bueno, como las virtudes divinas no se pueden quitar; que los colombianos tengan tres, pero cada colombiano no podrá tener mas de dos virtudes a la vez. – A ver si entiendo…— aventuró el ángel El colombiano uribista y buena persona no podrá ser inteligente. El que sea inteligente y uribista, no podrá ser buena persona. Y el que sea inteligente y buena persona, no podrá ser uribista. – Así sea.

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La sangre en Chiapas (por Saramago)

Disculparán este arrebato de prosa poética, pero es que, desde “residencia en la tierra” no sentía algo tan evocador para mí, que expresara los sobresaltos de la carne y del espíritu como lo son: una sola cosa.

(KE)

La sangre en Chiapas

José Saramago

Toda sangre tiene su historia. Corre sin descanso en el interior laberíntico del cuerpo y no pierde el rumbo ni el sentido, enrojece de súbito el rostro y lo empalidece huyendo de él, irrumpe bruscamente de un rasguño de la piel, se convierte en capa protectora de una herida, encharca campos de batalla y lugares de tortura, se transforma en río sobre el asfalto de una carretera. La sangre nos guía, la sangre nos levanta, con la sangre dormimos y con la sangre despertamos, con la sangre nos perdemos y salvamos, con la sangre vivemos, con la sangre morimos. Se convierte en leche y alimenta a los niños en brazos de las madres, se convierte en lágrima y llora sobre los asesinados, se convierte en revuelta y levanta un puño cerrado y un arma. La sangre se sirve de los ojos para ver, entender y juzgar, se sirve de las manos para el trabajo y para la caricia, se sirve de los pies para ir hasta donde el deber la manda. La sangre es hombre y es mujer, se cubre de luto o de fiesta, pone una flor en la cintura, y cuando toma nombres que no son los suyos es porque esos nombres pertenecen a todos los que son de la misma sangre. La sangre sabe mucho, la sangre sabe la sangre que tiene. A veces la sangre monta a caballo y fuma en pipa, a veces mira con ojos secos porque el dolor los ha secado, a veces sonríe con una boca de lejos y una sonrisa de cerca, a veces esconde la cara pero deja que el alma se muestre, a veces implora la misericordia de un muro mudo y ciego, a veces es un niño sangrando que va llevado en brazos, a veces diseña figuras vigilantes en las paredes de las casas, a veces es la mirada fija de esas figuras, a veces la atan, a veces se desata, a veces se hace gigante para subir las murallas, a veces hierve, a veces se calma, a veces es como un incendio que todo lo abrasa, a veces es una luz casi suave, un suspiro, un sueño, un descansar la cabeza en el hombro de la sangre que está al lado. Hay sangres que hasta cuando están frías queman. Esas sangres son eternas como la esperanza.

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my kid could paint that

primera parte
http://www.vimeo.com/6515653

segunda parte
http://www.vimeo.com/6647872

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Acerca del realismo, la intención y la extensión


La crítica de Putman en pos de un realismo, de una semántica externalista, se acercaría a la perspectiva que aquí se asume si se entiende que, lo fundamental de la hipótesis de la división social del trabajo lingüístico, es la fijación del uso de un signo por funcionalidad pragmática, como fruto de una práctica cultural. En ese sentido, no es necesaria una correspondencia biunívoca entre objeto y representación ideativa, sino que el signo condensaría una experiencia cultural, un sentido.

Si hay que entender la referencia como extensión de un predicado, habría que hacerlo en el sentido de que son las posibles experiencias de orientación de sentido que pragmáticamente puedan ser expresadas con él; así, la extensión referencial del signo serían los sentidos que puedan ser condensados en él, no el estado de cosas hacia el cual se orientan los sentidos. A priori, no podría describirse extensivamente tal conjunto, ni siquiera post-factum, sino como una función abierta. Así, el sentido de ‘agua’ podría tener dentro de su extensión la experiencia del mar o ser válida para expresar la experiencia que se significa en “se me hizo agua la boca” o en “el elemento agua está asociado a lo femenino” o en la expresión mexicana “!aguas, aguas!”. El “núcleo” de la significación no estaría en un algo fuera del lenguaje, sino en la red de sentidos.

¿Cómo aprender, entonces, la extensión de los posibles sentidos que genera un signo en un lenguaje? Podría responderse que “por su uso”, pero en esta respuesta se continuaría ofertando un listado de estados de cosas para la extencionalidad, lo cual sería el error, el malentendido que se quisiera aclarar aquí.

En un comercial televisivo de zukaritas, aparece el dibujo de un tigre, humanizado en varios aspectos, que dice: “!saca el tigre que hay en ti!” Aquello que es capaz de significarse en el texto con el signo “tigre” ni es definido por un especialista en zoología, ni por el uso “estereotipado” que tiene la palabra en la comunidad lingüística para nombrar a un animal. La metáfora, la metonimia, o el desplazamiento semántico que hace la figura retórica en el texto, no se da como un uso excepcional del signo, sino por las posibilidades mismas del sistema semiótico. ¿Podría decirse que la extensión de “tigre” no incluye a niños que consumen zucaritas y gastan gran cantidad de energía en sus juegos? ¡Puede incluirlos! Los tigres podrían ser los miembros del club de consumidores del producto, los miembros de un equipo deportivo que usa el dibujo de un tigre en su emblema, los seguidores de tal equipo, los interiores de Robbie Williams etc. Una teoría de la significación que no explique estos fenómenos, no está completa, y desde la teoría de la extensión – intensión, y en la identificación de estados de cosas – representaciones ideativas, simplemente no es posible.

La comprensión de la referencia, para este autor, no se debate entre realismo y anti-realismo. Que la semiosis sea en el sistema y para la interacción del sujeto con el entorno, implica la existencia de éste. Es más, no puede evaluarse el sentido pragmático de la semiosis que se genera en el sistema sino por su interacción eficaz con el entorno. De lo que se trata es de reconocer que es innecesario pretender una correspondencia ontológica entre objeto, percepto y representación ideativa en el proceso de la semiosis; Así, si una experiencia X pone en entredicho la validez de un signo Y, que se ha usado convencionalmente para relacionarse con experiencias icónicas a X, no se cae en el sin-sentido de X, ni se queda el sujeto con la perplejidad, sino que es capaz de recomponer su modelo del mundo, sus lenguajes, las reglas para darle sentido a la experiencia de X; para ella, finalmente, ha de haber algún sentido que no es el de los expresable por Y, pero para el cual habrá un signo en su lenguaje capaz de expresarla comunicativamente. Esta sería la clarificación del sentido que se quiere comprender mejor en este ensayo.

Ni las ciencias se escapan de este esquema que responde a la idea de que el lenguaje es un proceso para convertir la experiencia en sentido y darle sentido a la experiencia. Los sucesivos falseamientos que encontró Popper en las ciencias son ajustes pragmáticos de los modelos de la realidad para darle sentido a la experiencia, por ejemplo, de aquellas nuevas evidencias que son contraejemplo de viejos modelos. Ni la “borradura”, ni la “deconstrucción” posmoderna de los conceptos, nos dejan en el absurdo del sin sentido. Nos presentan la provisionalidad contextual de los sentidos y lo innecesario de la búsqueda de absolutos conceptuales para relacionarse con el entorno. Bastan los pragmáticos.

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Significado o referencia

La signi-ficación es inherente al proceso de la semiosis, pero ésta no se reduce a aquella.  En este texto, el término significado no se usa para designar un estado de cosas (ni material, ni mental, ni metafísico), ningún tipo de existencial, ni a alguna relación de correspondencia entre existenciales;  es decir, no hay un algo que sea “El Significado”, ni siguiera hay un Y que sea “el significado de X”; más bien, aprovechando las posibilidades del español, se prefiere decir que algo se ha signi-ficado, en el sentido de que se ha convertido en signo, esto es, ha entrado a hacer parte de un proceso en el que está en lugar de otra cosa para alguien en virtud de alguna relación triádica genuina.
En los términos de la tríada periciana que se ha usado, que algo se haya signi-ficado quiere decir que ese algo se constituye en el representamen de la relación triádica con un fundamento y un interpretante.  Esto querría decir que, hablar de “el significado” como un estado de cosas de primeridad, o como una relación entre estados de cosas (segundidad), sería un malentendido, llevaría a la confusión.
Para una larga tradición en filosofía del lenguaje, la descripción del significado de un signo como un algo objetivable en estados de cosas en el lenguaje (estados mentales por ejemplo), o como estados de cosas objetivas por fuera del lenguaje (referencias) parece ser una confusión común.   Frege evita el concepto de “significado” y su tríada está más cerca de la comprensión que aquí se tiene.  En el tractatus de Wittgenstein, el significado es una imagen isomórfica del mundo en un sujeto interpretador de éste;  es una suerte de identidad transducida entre los “estados de cosas en el mundo”, y los semas y sememas con que se procesan los pensamientos en el lenguaje.  Putnam (1973, 1974),  en su análisis de sentido y referencia, identifica y confunde las palabras con los semas y a éstos con un algo en el mundo, como en su ejemplo de la composición química del agua en las tierras gemelas.  Esta suerte de equivalencia hace que se considere a los semas como objetos, o cualidades de los objetos, y se traten como elementos discretos, cuyo comportamiento depende de la externalidad de aquello con que se corresponden.
Para Putnam, es absurdo pensar el significado como un estado mental.  Si con ello rechazara que el significado sea un algo de primeridad, se tendría coincidencia con él.  Pero no parece ser eso lo que quiere tildar de absurdo.  El paradigma que quiere fundamentar con su artículo es el externalismo semántico.  Tanto él como Davidson, reconocen la irreductibilidad de la mente al cerebro y, por tanto, rechazan que la cognición pueda describirse simplemente como un estado cerebral, aun cuando sea necesario un soporte físico en la fisiología neuronal, o en un sistema de cómputo.  Con el experimento mental de “las tierras gemelas” lo que se busca explicar es que, lo que permite la significación, debería ser un algo descriptible en tercera persona, un estado de cosas por fuera del lenguaje, objetivo para cualquier observador, y no depender de un estado cerebral inaccesible.  Pero esto es seguir buscando el significado como un algo de primeridad o de segundidad.
Aún más, vale la pena anotar que, como buena parte de la reflexión ha tomado como caso ejemplar el de la nominalización de referentes en el mundo, los modelos del significado como “cosa” se refuerzan aún más.  Centrar el análisis de la significación en el caso de la nominalización, también ha pecado de hacer una identificación a la ligera entre la categoría sintáctica superficial de sustantivo, los objetos en el mundo y los semas.  Las metáforas espaciales con las que se grafican las clases sémicas como conjuntos, también refuerzan este tipo de malentendido del significado como una primeridad.  Es más, en estos planos básicos de reflexión acerca de la semiosis, habría que prescindir del recurso a categorías de sintaxis superficial como los tipos de palabras (nombres, verbos etc.).  Asumir, en cambio, los componentes de los núcleos de significación del plano ideativo – actitudinal, podría dar luces acerca de cómo el lenguaje produce sentido y significado de modo sincrético.
En cierta semántica formal se ha tendido a describir el proceso de la signi-ficación como la relación diádica entre un signo y un referente, como si el proceso de semiosis consistiese en establecer relaciones deícticas o de codificación como correspondencia; en ella se ubicarían las teorías de Russell y Wittgenstein.  También se ha argumentado mucho acerca de la íntima relación entre el significado de una proposición y las condiciones de verdad (o de satisfacción) de la misma (por ejemplo, el emblemático texto de Tarski, 1944).  En esta perspectiva los signos adquieren significado sólo cuando se satisfacen las condiciones para su verificación.
Segal (2004, 23) presenta la tesis de Davidson en los siguientes términos informales: “Una oración s en un lenguaje L significa p, si y sólo si, un teorema legaliforme y máximamente simple de la teoría de la verdad para L, dice que s es verdadera si y sólo si p”.  La “teoría de la verdad” a la que se refiere es la conocida “convención T” (o V) de Tarski, esto es: “p” es verdadera si y sólo si P. Donde “p” es un signo del lenguaje L y P el estado de cosas al que, convencionalmente, “p” designa en L.
En cierto sentido, la significación estaría supeditada a las condiciones de verdad.  Más aun, en la defensa del realismo, y contra cierta metafísica predominante en la reflexión de la semántica formal, se ha insistido en que serían las condiciones empíricas, es decir, las cualidades de los referentes, las que determinarían tanto la verdad como el significado de una proposición (El realismo de Davison y el externalismo de Putnam coincidirían en ello).  Aquí se toma distancia de estas miradas, por cuanto: 1) con la relación diádica que subyace a esta explicación, se olvida la perspectiva del sujeto de significación, quien es, en últimas, el locus de la producción del sentido, y no cabría una comprensión triádica de la semiosis,  2) entender la significación sólo como derivada de las condiciones de verificación que dan las cualidades de lo referido, mantiene la confusión de referente – sema,  3) se confunde la especie (la semiosis de la verdad) con el género (la semiosis en general), 4) no se podría explicar porqué tiene pleno sentido una representación ideativa sin referencia en el mundo que está por fuera del lenguaje, como “los unicornios alados del ejército” etc.  La  insistencia, aquí, está más en que el núcleo de la semiosis se da en la construcción misma de los semas y sememas, en la que son sincréticos significado y sentido, no por correspondencias biunívocas, realidad – sema, sino por la orientación pragmática que le facilitan al sujeto de significación.  El asunto de la verdad, o la verificación, es posterior, de segundo orden, supone la semiosis y no viceversa. Traer el engañoso concepto de verdad a la descripción del proceso de la semiosis confunde las cosas.
El malentendido que se quiere evitar aquí, acerca de ‘el significado’ como fruto de una relación diádica, también lo comparten aquellas teorías y descripciones del lenguaje que lo ven como un sistema que codifica y decodifica, que asigna correspondencias entre elementos de dos conjuntos, o que transforma una entrada en una salida pre-determinada;  las ideas de pertenencia a conjuntos e inyectividad, que subyacen a estas descripciones, no superan la concepción diádica y se hacen inapropiadas para describir la semiosis del lenguaje; mucho menos permiten explicarla.  Tampoco la idea de conjuntos difusos de la lógica fuzzy es una corrección de la diada, más bien, es sólo un refinamiento de esa perspectiva.
Lo que entraña la teoría de la extensión y la intensión, en semántica formal, es justamente esta idea de lenguaje-código.  Para el caso de los lenguajes formales, matemáticos, de la teoría de conjuntos o en sistemas de inteligencia artificial que clasifiquen entradas de acuerdo a cualidades distintivas de las mismas, podría ser una teoría funcional, pero éste no es el modo de operar la significación en el lenguaje humano.  Así, el significado de las expresiones “criatura con corazón” (C(x)) y “criatura con riñones” (R(x)) no se resuelve con la delimitación de los objetos que son miembros posibles de los conjuntos para los que cabe la descripción C o R.  En este caso, los objetos de uno y otro conjunto, ceteribus paribus, coincidirían, pero el recurso a la “extensión” de un signo, o su “intensión” no ayuda en mucho a explicar porqué de un tirano genocida puede decirse que se trata de una “criatura sin corazón” ¬(C(x)) y que esto se haga con un sentido que podemos llegar a compartir los hablantes del español.
Si es compartida socialmente la aceptabilidad del sentido de que “un genocida no tiene corazón pero si riñones”, esto no se explica por el artificio de los mundos posibles ni por el de un especialista que define los signos y las cualidades de sus referentes; hay que llevar el asunto al campo estrictamente semántico en lengua, a los mundos semánticos de referencia, sin pensar en que ella es imagen isomórfica de lo que está por fuera del lenguaje.
Entender ‘lo signi-ficado’ como aquello que ha adquirido sentido para un sujeto de significación, facilita la comprensión de la semiosis.  Insistir  en hablar de ‘el significado de X’ conduce al equívoco de las correspondencias.
No conviene dar un estatuto ontológico de primeridad al significado; se desconocería que, en la significación, se teje la perspectiva del sujeto en su relación con el entorno, pues es en aquél en quien se realiza la semiosis.  Por fuera de ello sí sería absurdo describir sentido y significado.  La apuesta en este texto es considerar la significación como proceso (semiosis), como terceridad genuina, como un modo de generar una la representación ideativa del entorno (o de un mundo semántico de referencia) y un sentido para ella.  Ambos serían indesligables.
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Referencias

PUTNAM, Hilary  (1973) ‘Meaning and Reference’; en: The Journal of Philosophy, Vol. 70, No. 19, Seventieth Annual Meeting of the American Philosophical Association Eastern Division, (Nov. 8, 1973), pp. 699-711
——-                        (1974) ‘The Meaning of meaning’; en: Mind, language and reality. Philosophical papers vol 2. Cambridge: University press.
SEGAL, Gabriel (2004) “Verdad y significado”; en Ideas y Valores No. 125, agosto 2004; p. 7-37; Bogotá: Universidad Nacional de Colombia

TARSKI, Alfred [1944] ‘The Semantic Conception of Truth and the Foundations of Semantics’; en: Philosophy and Phenomenological Research, 4, 341-76; Versión en español: BUNGE, Mario Augusto (Traductor, editor); (1960); Antología semántica; Buenos Aires: Ediciones nueva visión

WITTGENSTEIN, Ludwing (1984) [1918] Tractatus Logico-philosophicus. (TLP) Traducción de Enrique Tierno Galván. Madrid: Alianza Universidad.

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zoológicos humanos

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