Significado o referencia

La signi-ficación es inherente al proceso de la semiosis, pero ésta no se reduce a aquella.  En este texto, el término significado no se usa para designar un estado de cosas (ni material, ni mental, ni metafísico), ningún tipo de existencial, ni a alguna relación de correspondencia entre existenciales;  es decir, no hay un algo que sea “El Significado”, ni siguiera hay un Y que sea “el significado de X”; más bien, aprovechando las posibilidades del español, se prefiere decir que algo se ha signi-ficado, en el sentido de que se ha convertido en signo, esto es, ha entrado a hacer parte de un proceso en el que está en lugar de otra cosa para alguien en virtud de alguna relación triádica genuina.
En los términos de la tríada periciana que se ha usado, que algo se haya signi-ficado quiere decir que ese algo se constituye en el representamen de la relación triádica con un fundamento y un interpretante.  Esto querría decir que, hablar de “el significado” como un estado de cosas de primeridad, o como una relación entre estados de cosas (segundidad), sería un malentendido, llevaría a la confusión.
Para una larga tradición en filosofía del lenguaje, la descripción del significado de un signo como un algo objetivable en estados de cosas en el lenguaje (estados mentales por ejemplo), o como estados de cosas objetivas por fuera del lenguaje (referencias) parece ser una confusión común.   Frege evita el concepto de “significado” y su tríada está más cerca de la comprensión que aquí se tiene.  En el tractatus de Wittgenstein, el significado es una imagen isomórfica del mundo en un sujeto interpretador de éste;  es una suerte de identidad transducida entre los “estados de cosas en el mundo”, y los semas y sememas con que se procesan los pensamientos en el lenguaje.  Putnam (1973, 1974),  en su análisis de sentido y referencia, identifica y confunde las palabras con los semas y a éstos con un algo en el mundo, como en su ejemplo de la composición química del agua en las tierras gemelas.  Esta suerte de equivalencia hace que se considere a los semas como objetos, o cualidades de los objetos, y se traten como elementos discretos, cuyo comportamiento depende de la externalidad de aquello con que se corresponden.
Para Putnam, es absurdo pensar el significado como un estado mental.  Si con ello rechazara que el significado sea un algo de primeridad, se tendría coincidencia con él.  Pero no parece ser eso lo que quiere tildar de absurdo.  El paradigma que quiere fundamentar con su artículo es el externalismo semántico.  Tanto él como Davidson, reconocen la irreductibilidad de la mente al cerebro y, por tanto, rechazan que la cognición pueda describirse simplemente como un estado cerebral, aun cuando sea necesario un soporte físico en la fisiología neuronal, o en un sistema de cómputo.  Con el experimento mental de “las tierras gemelas” lo que se busca explicar es que, lo que permite la significación, debería ser un algo descriptible en tercera persona, un estado de cosas por fuera del lenguaje, objetivo para cualquier observador, y no depender de un estado cerebral inaccesible.  Pero esto es seguir buscando el significado como un algo de primeridad o de segundidad.
Aún más, vale la pena anotar que, como buena parte de la reflexión ha tomado como caso ejemplar el de la nominalización de referentes en el mundo, los modelos del significado como “cosa” se refuerzan aún más.  Centrar el análisis de la significación en el caso de la nominalización, también ha pecado de hacer una identificación a la ligera entre la categoría sintáctica superficial de sustantivo, los objetos en el mundo y los semas.  Las metáforas espaciales con las que se grafican las clases sémicas como conjuntos, también refuerzan este tipo de malentendido del significado como una primeridad.  Es más, en estos planos básicos de reflexión acerca de la semiosis, habría que prescindir del recurso a categorías de sintaxis superficial como los tipos de palabras (nombres, verbos etc.).  Asumir, en cambio, los componentes de los núcleos de significación del plano ideativo – actitudinal, podría dar luces acerca de cómo el lenguaje produce sentido y significado de modo sincrético.
En cierta semántica formal se ha tendido a describir el proceso de la signi-ficación como la relación diádica entre un signo y un referente, como si el proceso de semiosis consistiese en establecer relaciones deícticas o de codificación como correspondencia; en ella se ubicarían las teorías de Russell y Wittgenstein.  También se ha argumentado mucho acerca de la íntima relación entre el significado de una proposición y las condiciones de verdad (o de satisfacción) de la misma (por ejemplo, el emblemático texto de Tarski, 1944).  En esta perspectiva los signos adquieren significado sólo cuando se satisfacen las condiciones para su verificación.
Segal (2004, 23) presenta la tesis de Davidson en los siguientes términos informales: “Una oración s en un lenguaje L significa p, si y sólo si, un teorema legaliforme y máximamente simple de la teoría de la verdad para L, dice que s es verdadera si y sólo si p”.  La “teoría de la verdad” a la que se refiere es la conocida “convención T” (o V) de Tarski, esto es: “p” es verdadera si y sólo si P. Donde “p” es un signo del lenguaje L y P el estado de cosas al que, convencionalmente, “p” designa en L.
En cierto sentido, la significación estaría supeditada a las condiciones de verdad.  Más aun, en la defensa del realismo, y contra cierta metafísica predominante en la reflexión de la semántica formal, se ha insistido en que serían las condiciones empíricas, es decir, las cualidades de los referentes, las que determinarían tanto la verdad como el significado de una proposición (El realismo de Davison y el externalismo de Putnam coincidirían en ello).  Aquí se toma distancia de estas miradas, por cuanto: 1) con la relación diádica que subyace a esta explicación, se olvida la perspectiva del sujeto de significación, quien es, en últimas, el locus de la producción del sentido, y no cabría una comprensión triádica de la semiosis,  2) entender la significación sólo como derivada de las condiciones de verificación que dan las cualidades de lo referido, mantiene la confusión de referente – sema,  3) se confunde la especie (la semiosis de la verdad) con el género (la semiosis en general), 4) no se podría explicar porqué tiene pleno sentido una representación ideativa sin referencia en el mundo que está por fuera del lenguaje, como “los unicornios alados del ejército” etc.  La  insistencia, aquí, está más en que el núcleo de la semiosis se da en la construcción misma de los semas y sememas, en la que son sincréticos significado y sentido, no por correspondencias biunívocas, realidad – sema, sino por la orientación pragmática que le facilitan al sujeto de significación.  El asunto de la verdad, o la verificación, es posterior, de segundo orden, supone la semiosis y no viceversa. Traer el engañoso concepto de verdad a la descripción del proceso de la semiosis confunde las cosas.
El malentendido que se quiere evitar aquí, acerca de ‘el significado’ como fruto de una relación diádica, también lo comparten aquellas teorías y descripciones del lenguaje que lo ven como un sistema que codifica y decodifica, que asigna correspondencias entre elementos de dos conjuntos, o que transforma una entrada en una salida pre-determinada;  las ideas de pertenencia a conjuntos e inyectividad, que subyacen a estas descripciones, no superan la concepción diádica y se hacen inapropiadas para describir la semiosis del lenguaje; mucho menos permiten explicarla.  Tampoco la idea de conjuntos difusos de la lógica fuzzy es una corrección de la diada, más bien, es sólo un refinamiento de esa perspectiva.
Lo que entraña la teoría de la extensión y la intensión, en semántica formal, es justamente esta idea de lenguaje-código.  Para el caso de los lenguajes formales, matemáticos, de la teoría de conjuntos o en sistemas de inteligencia artificial que clasifiquen entradas de acuerdo a cualidades distintivas de las mismas, podría ser una teoría funcional, pero éste no es el modo de operar la significación en el lenguaje humano.  Así, el significado de las expresiones “criatura con corazón” (C(x)) y “criatura con riñones” (R(x)) no se resuelve con la delimitación de los objetos que son miembros posibles de los conjuntos para los que cabe la descripción C o R.  En este caso, los objetos de uno y otro conjunto, ceteribus paribus, coincidirían, pero el recurso a la “extensión” de un signo, o su “intensión” no ayuda en mucho a explicar porqué de un tirano genocida puede decirse que se trata de una “criatura sin corazón” ¬(C(x)) y que esto se haga con un sentido que podemos llegar a compartir los hablantes del español.
Si es compartida socialmente la aceptabilidad del sentido de que “un genocida no tiene corazón pero si riñones”, esto no se explica por el artificio de los mundos posibles ni por el de un especialista que define los signos y las cualidades de sus referentes; hay que llevar el asunto al campo estrictamente semántico en lengua, a los mundos semánticos de referencia, sin pensar en que ella es imagen isomórfica de lo que está por fuera del lenguaje.
Entender ‘lo signi-ficado’ como aquello que ha adquirido sentido para un sujeto de significación, facilita la comprensión de la semiosis.  Insistir  en hablar de ‘el significado de X’ conduce al equívoco de las correspondencias.
No conviene dar un estatuto ontológico de primeridad al significado; se desconocería que, en la significación, se teje la perspectiva del sujeto en su relación con el entorno, pues es en aquél en quien se realiza la semiosis.  Por fuera de ello sí sería absurdo describir sentido y significado.  La apuesta en este texto es considerar la significación como proceso (semiosis), como terceridad genuina, como un modo de generar una la representación ideativa del entorno (o de un mundo semántico de referencia) y un sentido para ella.  Ambos serían indesligables.
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Referencias

PUTNAM, Hilary  (1973) ‘Meaning and Reference’; en: The Journal of Philosophy, Vol. 70, No. 19, Seventieth Annual Meeting of the American Philosophical Association Eastern Division, (Nov. 8, 1973), pp. 699-711
——-                        (1974) ‘The Meaning of meaning’; en: Mind, language and reality. Philosophical papers vol 2. Cambridge: University press.
SEGAL, Gabriel (2004) “Verdad y significado”; en Ideas y Valores No. 125, agosto 2004; p. 7-37; Bogotá: Universidad Nacional de Colombia

TARSKI, Alfred [1944] ‘The Semantic Conception of Truth and the Foundations of Semantics’; en: Philosophy and Phenomenological Research, 4, 341-76; Versión en español: BUNGE, Mario Augusto (Traductor, editor); (1960); Antología semántica; Buenos Aires: Ediciones nueva visión

WITTGENSTEIN, Ludwing (1984) [1918] Tractatus Logico-philosophicus. (TLP) Traducción de Enrique Tierno Galván. Madrid: Alianza Universidad.

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