Acerca del realismo, la intención y la extensión


La crítica de Putman en pos de un realismo, de una semántica externalista, se acercaría a la perspectiva que aquí se asume si se entiende que, lo fundamental de la hipótesis de la división social del trabajo lingüístico, es la fijación del uso de un signo por funcionalidad pragmática, como fruto de una práctica cultural. En ese sentido, no es necesaria una correspondencia biunívoca entre objeto y representación ideativa, sino que el signo condensaría una experiencia cultural, un sentido.

Si hay que entender la referencia como extensión de un predicado, habría que hacerlo en el sentido de que son las posibles experiencias de orientación de sentido que pragmáticamente puedan ser expresadas con él; así, la extensión referencial del signo serían los sentidos que puedan ser condensados en él, no el estado de cosas hacia el cual se orientan los sentidos. A priori, no podría describirse extensivamente tal conjunto, ni siquiera post-factum, sino como una función abierta. Así, el sentido de ‘agua’ podría tener dentro de su extensión la experiencia del mar o ser válida para expresar la experiencia que se significa en “se me hizo agua la boca” o en “el elemento agua está asociado a lo femenino” o en la expresión mexicana “!aguas, aguas!”. El “núcleo” de la significación no estaría en un algo fuera del lenguaje, sino en la red de sentidos.

¿Cómo aprender, entonces, la extensión de los posibles sentidos que genera un signo en un lenguaje? Podría responderse que “por su uso”, pero en esta respuesta se continuaría ofertando un listado de estados de cosas para la extencionalidad, lo cual sería el error, el malentendido que se quisiera aclarar aquí.

En un comercial televisivo de zukaritas, aparece el dibujo de un tigre, humanizado en varios aspectos, que dice: “!saca el tigre que hay en ti!” Aquello que es capaz de significarse en el texto con el signo “tigre” ni es definido por un especialista en zoología, ni por el uso “estereotipado” que tiene la palabra en la comunidad lingüística para nombrar a un animal. La metáfora, la metonimia, o el desplazamiento semántico que hace la figura retórica en el texto, no se da como un uso excepcional del signo, sino por las posibilidades mismas del sistema semiótico. ¿Podría decirse que la extensión de “tigre” no incluye a niños que consumen zucaritas y gastan gran cantidad de energía en sus juegos? ¡Puede incluirlos! Los tigres podrían ser los miembros del club de consumidores del producto, los miembros de un equipo deportivo que usa el dibujo de un tigre en su emblema, los seguidores de tal equipo, los interiores de Robbie Williams etc. Una teoría de la significación que no explique estos fenómenos, no está completa, y desde la teoría de la extensión – intensión, y en la identificación de estados de cosas – representaciones ideativas, simplemente no es posible.

La comprensión de la referencia, para este autor, no se debate entre realismo y anti-realismo. Que la semiosis sea en el sistema y para la interacción del sujeto con el entorno, implica la existencia de éste. Es más, no puede evaluarse el sentido pragmático de la semiosis que se genera en el sistema sino por su interacción eficaz con el entorno. De lo que se trata es de reconocer que es innecesario pretender una correspondencia ontológica entre objeto, percepto y representación ideativa en el proceso de la semiosis; Así, si una experiencia X pone en entredicho la validez de un signo Y, que se ha usado convencionalmente para relacionarse con experiencias icónicas a X, no se cae en el sin-sentido de X, ni se queda el sujeto con la perplejidad, sino que es capaz de recomponer su modelo del mundo, sus lenguajes, las reglas para darle sentido a la experiencia de X; para ella, finalmente, ha de haber algún sentido que no es el de los expresable por Y, pero para el cual habrá un signo en su lenguaje capaz de expresarla comunicativamente. Esta sería la clarificación del sentido que se quiere comprender mejor en este ensayo.

Ni las ciencias se escapan de este esquema que responde a la idea de que el lenguaje es un proceso para convertir la experiencia en sentido y darle sentido a la experiencia. Los sucesivos falseamientos que encontró Popper en las ciencias son ajustes pragmáticos de los modelos de la realidad para darle sentido a la experiencia, por ejemplo, de aquellas nuevas evidencias que son contraejemplo de viejos modelos. Ni la “borradura”, ni la “deconstrucción” posmoderna de los conceptos, nos dejan en el absurdo del sin sentido. Nos presentan la provisionalidad contextual de los sentidos y lo innecesario de la búsqueda de absolutos conceptuales para relacionarse con el entorno. Bastan los pragmáticos.

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