Parque de L´Anse Aux Meadows en Canadá (II)

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Seguimos con la segunda parte se uno de los lugares más impresionantes del mundo, que tuve la suerte visitar en un viaje organizado por una de las academias de inglés en Madrid para las que trabajo, seguimos:

La saga de Helge Ingstad

La principal dificultad a la hora de buscar vestigios vikingos en la costa oriental americana es el carácter provisional que debieron tener los campamentos mencionados en las sagas. Las Casas de Leif, con toda su trascendencia histórica, no superarían en importancia al más mísero de los villorios. Su única función era la de servir de cuartel de invierno o de base para futuros desembarcos. De haber existido tal asentamiento, es difícil precisar cuál fue su suerte tras la retirada vikinga; tal vez fuera incendiado por los skraelingar o reciclado como vivienda y almacén. Es posible que sus sucesivos pobladores borraran todo rastro anterior y, en cualquier caso, constituye algo demasiado fugaz como para encontrarlo fácilmente después de pasados casi diez siglos y a lo largo de una costa de dos mil kilómetros plagada de posibles emplazamientos idóneos.

Entre la avalancha de falsificadores que intentaron probar la presencia vikinga precolombina surgen científicos interesados en establecer qué hay de verdad en las antiguas sagas islandesas. Los argumentos en favor y en contra son numerosísimos pero la polémica, a falta de pruebas decisivas, continúa abierta y tal vez nunca se llegue a una conclusión definitiva. No hay datos ciertos de la presencia de europeos anteriores al siglo xv pero, por otro lado, era tan fácil llegar a Canadá desde Groenlandia que lo más probable es que lo hicieran. Se ha escrito y hablado mucho sobre todo esto y hasta que algún próximo descubrimiento no arroje nueva luz sobre la polémica, se escribirá y se hablará mucho más en el futuro.

 

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Una de las personas que más en serio se tomó el asunto fue el historiador, escritor y explorador noruego Helge Ingstan, que en 1960 trató de descubrir el verdadero emplazamiento de Vinland. Ingstad había sido gobernador del archipiélago de Spitzbergen, ocupó para Noruega una ancha franja costera del noroeste de Groenlandia y participó con su esposa, la arqueóloga Anne Stine, en las excavaciones de los asentamientos vikingos al sur de la isla. A las investigaciones sobre la ubicación de Vinland se sumó la hija de ambos, Benedictine. Ingstad leyó cuanto se había publicado al respecto, sagas, anales, libros y supercherías, estudió viejos mapas, recorrió la costa de cabo a rabo, preguntó a indios y esquimales con la esperanza de encontrar en sus tradiciones algún inicio de la llegada de extranjeros, investigó la vegetación y la fauna de la zona y la comparó con las confusas indicaciones que aparecen en las sagas, voló en avión para buscar a vista de pájaro un posible asentamiento invisible desde tierra y, después de mucho especular, centró su atención en unos montículos de tierra situados en el extremo norte de Terranova que podían esconder los restos de un poblado. El entorno coincidía con la descripción tradicional: una ensenada rodeada de verdes prados, agua abundante en un arroyo, buenos campos de cultivo, orillas de fácil acceso, pesca garantizada y un bosque cercano donde cazar y encontrar todo lo necesario para edificar un caserón de madera.

Las excavaciones fueron un éxito, se prolongaron hasta mediados de los sesenta y dejaron al descubierto lo que parecía un poblado de estilo escandinavo. En1962 se incorporaron al equipo científicos de Suecia, Noruega, Canadá e Islandia, el yacimiento todavía no se había agotado y salían a la luz nuevas construcciones. Ingstad estaba radiante, casi convencido de que en aquel paraje Insólito de la isla de Terranova, cerca de un pueblecito de pescadores que tenía un curioso nombre mezcla de inglés y francés, L’Anse aux Meadows, la Ensenada de las Praderas, había encontrado los restos dejados por sus compatriotas de hace mil años.

¿Las Casas de Leif?

Helge Ingstad y su equipo habían desenterrado ocho construcciones, en realidad sólo los cimientos y la base de ocho construcciones, de planta cuadrangular y dimensiones muy variables que reúnen las condiciones arquitectónicas típicas de la civilización vikinga. Los restos se encuentran ordenados sobre una terraza litoral estrecha que rodea la bahía (Baie des Epaves).

Los materiales más utilizados son la madera y el barro, los suelos son de tierra batida o de arena y las chimeneas y los hornos de piedra. Los muros tienen entre uno y dos metros de espesor. Los arqueólogos han asignado a cada edifico una letra de identificación; de esta manera la construcción A es un edificio de cuatro habitaciones sucesivas con una longitud interior total de veinticuatro metros y un ancho de cuatro metros y medio. Los muros de los extremos son rectos mientras que los laterales son ligeramente convexos. Esta particularidad se repite en otros edificios grandes del poblado. El edificio A se encuentra situado en el extremo sur de la terraza, cerca del arroyo Black Duck (Pato Negro), cuyas crecidas han afectado a una parte de su lado este. Fue utilizado probablemente como vivienda. En todas las piezas hay restos de fogatas y de hornos, y se ha encontrado un fragmento de bronce con argolla, tal vez un colgante, de tipo vikingo, además de cuatro remaches de hierro y varios fragmentos del mismo material atribuidos también a los vikingos. La construcción B es un pequeño edificio rectangular de cinco por cuatro metros situado al lado de la casa A. Tiene un hogar adosado al lado sur con un pequeño horno en el suelo. Debió servir de taller o de vivienda. El edificio C es una pequeña estructura de forma irregular próxima a las dos anteriores que tanto pudo ser un taller como un simple cercado. El edifico D es una vivienda de tres piezas situada en el extremo oriental de la terraza, una de las habitaciones da directamente sobre la terraza y las otras dos se apartan de ella alineadas a continuación de la primera. El edificio F es el más grande y complejo del yacimiento. La longitud interior llega a los 19 metros y la anchura máxima a los 14 metros.

 

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El edificio G es una pequeña construcción de planta cuadrada que contiene gran cantidad de piedras fraccionadas por el fuego, lo que parece indicar que tal vez se utilizara como sauna. Por último, el edificio H está aislado del resto, en la orilla oeste del Black Duck, y el descubrimiento de unos quince kilos de escorias entre fragmentos de hierro y grandes cantidades de carbón vegetal demuestra que indudablemente se trataba de una herrería. Todos los análisis realizados por el procedimiento de carbono 14 sitúan la antigüedad del poblado en torno al año 1000, lo que coincide cronológicamente con las gestas narradas en las sagas.

De confirmarse las teorías de Ingstad y de otros científicos, la forja sería el primer taller identificado como tal en el Nuevo Mundo y el resto de las construcciones, las más antiguas de origen europeo en el continente americano. L’Anse aux Meadows sería, además, el primer punto de encuentro entre europeos y americanos aunque sus consecuencias fueran desalentadoras y supusieran la renuncia de los vikingos a continuar con sus viajes por el norte de América.

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