Archivo mensual: septiembre 2011

dice Capote de Duchamp…

Duchamp, nacido en Ruán y tercer hijo de una familia numerosa de clase media, muchos de cuyos miembros tenían inclinaciones artísticas, ha vivido en Nueva York desde 1915. Durante esos cuarenta y cuatro años de residencia norteamericana tan sólo ha trabajado medianamente en serio en una obra (La novia desnudada por sus solteros, incluso, un óleo sobre cristal transparente, del tamaño de un vitral de iglesia), y no ha terminado ninguna; a efectos prácticos, abandonó la pintura en 1913, el año en que su Desnudo bajando una escalera (sobre el que un crítico contemporáneo escribió: “Gire en redondo tres veces, dé un par de golpes con la cabeza contra la pared, y si golpea lo bastante fuerte, el significado se hará perfectamente obvio.”) fue la obra que causó la sensación más embriagadora entre los cerca de mil seiscientos experimentos precursores expuestos en el histórico Armony Show. “Pero”, protesta Duchamp, “que no pinte no significa que haya abandonado el arte. La reputación de los buenos pintores se basa en apenas unas cinco obras maestras. El resto de su obra no es imprescindible. Esas cinco tienen la fuerza del escándalo. El escándalo es bueno. Si he realizado cinco cosas buenas, ya me parece suficiente. O podría decirse que, en lugar de morir, como Seurat, a los treinta y un años, soy un hombre cuya inspiración para la pintura se acabó, ¿eh?” Su inspiración, o en todo caso su talento para juguetear con el arte, que es donde reside el encanto infantil y hoy día ya nada escandaloso de sus obras, no ha desaparecido, ni mucho menos: en su infinito tiempo libre, Duchamp ha confeccionado frascos de perfumes surrealistas, ha realizado una pionera película abstracta, se ha dedicado a la decoración de interiores (techos cubiertos con sacos de carbón), ha ideado un museo Duchamp portátil a base de reproducciones en miniatura de sus obras más conocidas (incluida una amapola de “aire de París”), y ha inventado para su regocijo otras formas fraudulentas de arte de juguete; pero lo que parece interesarle sinceramente es el ajedrez, una forma de diversión más seria, tema sobre el que ha escrito el libro más recherché que pueda imaginarse: se editaron mil ejemplares en tres idiomas, y (agárrense bien) el título es: Opposition et Cases Conjuguées, Opposition und Schwesterfelder, Opposition and Sister Squares. Duchamp aclara que: “Trata de los peones bloqueados, cuando la victoria se decide con los movimientos de los reyes. Es algo que sólo ocurre una de cada mil veces. Y ¿por qué?”, añade, “no ha de ser mi dedicación al ajedrez una actividad artística? Una partida de ajedrez es muy plástica. La elabora uno mismo. Es escultura mecánica, y con el ajedrez uno crea hermosos problemas, y esa belleza se hace con la cabeza y con las manos. Además, socialmente, es más puro que la pintura, porque no se puede ganar dinero con el ajedrez, ¿eh?”

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colectivo la novia desnuda(da)

El colectivo nace como un grupo de lectura que se acerca a la obra teórica del curador francés Nicolas Bourriad. En principio se abordó el libro Postproducción. La cultura como escenario: modos en que el arte programa el mundo contemporáneo (2002) que propone un orden en el aparente caos o heterogeneidad del arte de los últimos años. Su tesis es que todas las manifestaciones tienen algo en común: son post-producidas, es decir, el artista trabaja sobre cosas ya hechas y en lugar de elaborar objetos re-significa lo existente. El ejemplo por antonomasia es el D.J.

La lectura del libro ha sugerido que es posible encontrar otros patrones, además de la postproducción, para definir el arte del cual Bourriaud se ocupa. A través de las categorizaciones y ejemplos que el autor entrega hemos detectado tres dimensiones que recorren con mayor o menor peso las obras citadas, son estas la narrativa, el juego, la mimesis y la memoria.

La narrativa está bastante presente: “los artistas producen espacios narrativos singulares cuyas puestas en escena constituyen sus obras” (pg. 55). De otro lado se nos muestra el arte como un juego donde la cultura es el escenario. El artista prepara y pone en escena unas situaciones donde deben participar unos jugadores, en este caso el público. Dado que el arte de la postproducción trabaja obras o “productos culturales” ya existentes, en palabras del autor “objetos ya informados”, desde ese punto de vista, la referencia al pasado y su resignificación hacen de la memoria un elemento fundamental en algunas de las obras reseñadas. Por último y aunque no es algo explícito, es posible preguntarse sobre la mimesis, ya que muchas obras están sacadas de la vida misma o incluso son la vida misma.

Bajo este marco de referencia nos hemos propuesto estudiar el texto de Bourriaud con la esperanza de entender un poco más el arte que propone, pero sobre todo dispuestos a dejarnos llevar por las ideas que se dejan caer en cada reunión para así navegar entre digresiones que probablemente sea lo que más nos enriquece y estimula.

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