La actualidad literaria de "Cenizas para el viento" de Hernando T茅llez

No hay drama humano que pueda ser definitivamente unilateral.

G. G. M.

La obra de Hernando T茅llez aparece en octubre de 1950. Dos a帽os despu茅s de 鈥淓l Bogotazo鈥. El pa铆s tambaleaba ante la violencia creciente desatada por la conjugaci贸n de problemas pol铆ticos, religiosos, econ贸micos, educativos, etc.聽 Sin embargo, ninguno de ellos puede se帽alarse, en exclusivo,聽 como el eje sobre el que gir贸 la exacerbaci贸n de 谩nimos o como la 鈥渃ausa objetiva鈥 seg煤n Daniel P茅caut, quien sugiere revisar el conjunto de las relaciones sociales que configuraron el tel贸n de fondo de tan compleja situaci贸n.

P茅caut propone observar las interacciones de los individuos; a pensar en otros t茅rminos 鈥渓o pol铆tico鈥, a dejar de considerarlo como una instancia espec铆fica y objetiva, para identificar la manera como las relaciones sociales se encuentran inscritas all铆 de entrada en un proceso de 鈥渃onformaci贸n鈥 o de 鈥渆scenificaci贸n鈥. Y concluye: un an谩lisis de esta naturaleza, que otorga un lugar tan importante a lo simb贸lico y a lo imaginario considera, no obstante, como algo evidente de por s铆 que estos registros constituyen una unidad, como la sociedad que se descifra a trav茅s de ellos, a pesar de las divisiones que la atraviesan. Tan as铆, que si un imaginario es el que domina, termina por ver a todos los elementos extra帽os a 茅l, como amenazas鈥. [1]

El conjunto de relaciones constitutivo de 鈥渓o pol铆tico鈥, est谩 sustentado en los imaginarios que dan paso a las diversas concepciones y actuaciones en el orden social. Es lo que Cristina Rojas denomina, en su libro 鈥淐ivilizaci贸n y Violencia鈥, el R茅gimen de Representaci贸n: espacio que busca crear puntos de encuentro entre los distintos actores sociales para generar el reconocimiento del 鈥渙tro鈥[2]. P茅caut al referirse a las representaciones, afirma: no hacemos menci贸n necesariamente a puras 鈥渞epresentaciones mentales鈥. Nos referimos igualmente a las representaciones que se construyen sobre la base de las formas de actuar cotidianas o habituales.[3]

Las dos afirmaciones concurren: La interacci贸n de los seres humanos crea puntos de encuentro y desencuentro que generan antagonismos y producen situaciones de conflicto cuando un individuo percibe al 鈥淥tro鈥 como diferente y como una amenaza a su propia identidad, lo que promueve diversas formas de resistencia que imposibilitan una unidad social, por lo menos, simb贸lica. La representaci贸n es la manera habitual de pensar, interpretar y actuar de un individuo y, como tal, refleja sus creencias, su formaci贸n intelectual y sus experiencias desde las que interpreta la realidad y le da sentido a lo inesperado. Estos esquemas de conocimiento, aunque le dan sentido a lo que hace el individuo聽 son de car谩cter impl铆cito, de tal manera que las personas act煤an guiadas por ellos, pero sin analizarlos[4].

Adem谩s de llevarnos a repensar 鈥渓o pol铆tico鈥 como el conjunto de relaciones sociales que conforman una sociedad o escenifican ciertas situaciones, P茅caut afirma en Violencia y pol铆tica en Colombia que:

Es dif铆cil no sorprenderse al observar que, m谩s de treinta a帽os despu茅s de su 鈥渢erminaci贸n鈥, el primer episodio de violencia se sigue substrayendo a la operaci贸n de 鈥渘arraci贸n鈥 como si se tratara de una forma distendida, que por todas partes presenta vac铆os. Los que evocan este per铆odo, independientemente de que lo hayan vivido o no, oscilan por lo general en tres posiciones.La primera consiste en asumir la identificaci贸n con uno de los campos pol铆ticos en conflicto y, por consiguiente, en reproducir sus argumentos. La segunda consiste en citar algunos acontecimientos, casi siempre los mismos, como si estos por s铆 solos, reemplazaran la narraci贸n. La tercera consiste en hacer referencia a una experiencia personal construida, igualmente, como una adicci贸n de acontecimientos fortuitos.鈥

En este punto cabe preguntar: 驴A qu茅 se refiere cuando habla de la sustracci贸n a la operaci贸n de narraci贸n? 驴Ad贸nde apunta P茅caut?

De la mano del profesor Serrano, sabemos que: 鈥渟e habla de la 鈥渘arraci贸n鈥 como de un tipo de secuencia discursiva que da cuenta de las transformaciones que afectan a los actores de una historia, contraponi茅ndola 鈥揺ntre otras- a la 鈥渄escripci贸n鈥, entendida como un tipo de secuencia discursiva que da cuenta de los estados de los actores, afectados por las transformaciones, y a la 鈥渁rgumentaci贸n鈥, tipo de secuencia discursiva que explica la l贸gica subyacente a dichos estados y transformaciones鈥[5].

Tomando en consideraci贸n la definici贸n de 鈥渘arraci贸n鈥, retomamos a P茅caut, quien concluye que la gran mayor铆a de los relatos se han quedado en descripciones personales, en la toma de posici贸n pol铆tica o en la referencia de hechos generalizados y convertidos en mitos. Dichas narraciones no tomaron distancia de los hechos, o no dieron cuenta de las transformaciones que afectaron a los actores y que est谩n relacionadas con la 鈥渃onformaci贸n鈥 de esos mismos actores sociales y con la 鈥渆scenificaci贸n鈥 de los acontecimientos en los que participaron de alguna manera. Por consiguiente, en Colombia a煤n no se realiza 鈥渓a narraci贸n鈥 de los primeros episodios de la violencia, s贸lo se han evocado algunos acontecimientos.

No obstante, en Colombia hubo y hay distintos intentos, desde la literatura, la pintura y la fotograf铆a, de hacer la 鈥渘arraci贸n鈥 de los primeros episodios de la violencia, pero por distintas razones, y estamentos, hubo tambi茅n ingentes esfuerzos por acallarlas.

Bajo esta mirada sesgada, minimizada por P茅caut, se estudi贸 y clasific贸 la literatura nacional y se denomin贸 en un primer momento Novela de la Violencia al conjunto de obras que relataban los sucesos iniciados en el a帽o de 1947. Y bajo esta lupa se ley贸 la obra 鈥淐enizas para el viento鈥, con el antecedente de que en Colombia el cuento era un g茅nero bastante menor. En el pr贸logo a la edici贸n de Norma, enero de 2000, afirma el cr铆tico y escritor Cobo Borda: a煤n cuando el libro ofrece una variedad sorprendente de temas y escenarios, quiz谩 el n煤cleo decisivo del mismo sean aquellos cuentos que abordan el 谩mbito rural y la eclosi贸n de la violencia.聽 All铆 podr铆an situarse relatos como: Espuma y nada m谩s, Cenizas para el viento, Lecci贸n de domingo, Sangre en los jazmines, El regalo y Preludio[6]. Los dem谩s cuentos permanecen excluidos, no porque no refieran manifestaciones violentas, sino porque se apartan del rasgo com煤n con el que se ha querido manejar el canon nacional.

En las distintas antolog铆as nacionales y latinoamericanas caminan, casi los mismos seis cuentos. Y s铆, su obra apenas re煤ne 19 cuentos; y s铆, es breve en extensi贸n, pero 隆qu茅 extensa en su brevedad! Los relatos remiten a personajes inmersos en situaciones tan cotidianas que permiten visualizar la condici贸n humana que los asiste. No se detienen, obstinadamente, en la descripci贸n de las manifestaciones violentas, ni en los cuerpos violentados, ni en la defensa o denuncia particular de un bando pol铆tico. 隆No! Reflexionan sobre los motivos que conducen a sus personajes a adoptar la violencia como una opci贸n. Por tanto, sus cuentos son historias de vida que reflejan la incidencia de la violencia visible que campeaba en el territorio nacional: enfrentamientos, violaciones, delaciones, ajusticiamientos, boleteo, masacres, venganzas鈥, pero tambi茅n, de la violencia invisible que se paseaba por el contexto en el que se erig铆an las relaciones sociales: la聽 mentira, la exclusi贸n, los silencios indiferentes, la infidelidad, la ausencia, la perfidia, el olvido y la pretendida b煤squeda de una identidad nacional que persegu铆a homogenizar la manera de actuar y de pensar de los colombianos y mantener la hegemon铆a de la clase dirigente.

Los cuentos de T茅llez reflejan la interpretaci贸n de mundo de sus personajes en temas tan cotidianos que el lector puede identificarse con alguno de ellos o con alguna de sus situaciones. Por eso es preciso acercarse a su obra como una totalidad, pues adem谩s de transmitir la manifestaci贸n de una conducta, enfatiza en su configuraci贸n y en sus detonantes. Los personajes act煤an o reaccionan en el contexto particular que configura su propio universo, su propia realidad. Por eso, sus historias son tan actuales como hace 57 a帽os.

T茅llez con sus personajes asciende a un plano m谩s rico y complejo, m谩s problem谩tico, donde la presencia del conflicto de la persona humana o a su ausencia de conflicto, que es tambi茅n un conflicto, le da a la creaci贸n literaria su trascendencia verdadera[7]. En 1954, 脕lvaro Cepeda Samudio ubic贸 el cuento Genoveva siempre me espera, al lado de los relatos 鈥渓a grieta鈥 de Jorge Zalamea, y 鈥淐ristina鈥 de Wills Ricaurte, como uno de los antecedentes del cuento, propiamente dicho, en la literatura colombiana[8].

La creaci贸n literaria de T茅llez es, como 茅l mismo la describi贸, una 鈥渆laboraci贸n鈥 que pone en pr谩ctica su verdad literaria: 鈥淥 se escribe bien o no se escribe鈥. Al respecto dice Marta Traba: 鈥淭茅llez era un escritor que cultivaba el estilo y que lo consideraba como una expresi贸n particular, regida por una gram谩tica y sintaxis que deb铆an ser y eran cuidadas hasta el 煤ltimo extremo. Estilo de releerse, de meditar, de corregir[9]. Porque como lo dijo 茅l mismo: 鈥El estilo es un oficio y un milagro, una iluminaci贸n y una pericia鈥.

Luz Mery Giraldo en su an谩lisis 鈥淓l cuento colombiano en la segunda mitad del siglo XX鈥, hace varias afirmaciones: Entre los a帽os 20 a 40 la tendencia americanista en las letras de nuestro continente proyecta una visi贸n tel煤rica, regionalista y campesina a trav茅s de la narrativa, favoreciendo el 茅nfasis en la identidad regional, en la profunda relaci贸n del hombre con la tierra, lenguaje, costumbres, valores, tradiciones y condiciones sociales y culturales. Y que 鈥淒esde los a帽os 40 se reconoce una notable evoluci贸n del cuento en Colombia, acorde con los procesos literarios, hist贸ricos, culturales y sociales del pa铆s y de Am茅rica Latina.

Nuestro autor fue precursor de b煤squedas literarias donde eran 聽imprescindibles una vocaci贸n, una sensibilidad, un estilo y una cultura[10].; De una mirada atenta y de apertura nacional sobre lo urbano: 鈥en la Am茅rica Latina, por otra parte, se ha producido el fen贸meno de la concentraci贸n de masas humanas en las ciudades. Es un hecho relativamente nuevo, pero es un hecho que empieza a cobrar聽 una importancia social, pol铆tica y econ贸mica de primer orden. (鈥) Esos problemas no son todav铆a tan profundos, tan complejos ni tan intensos como en las ciudades de Estados Unidos o de Europa. Pero est谩n ya ah铆 asomando su cabeza鈥[11].

T茅llez contrapone a la tradici贸n tel煤rica de la novel铆stica y a la iniciatica cuent铆stica colombiana, lo que en el momento acontec铆a en el panorama continental: La civilizaci贸n crea una nueva selva: la de las ciudades. Y la aventura en ella constituye precisamente el tema que se halla por desarrollar en la novel铆stica hispanoamericana[12]. El pensamiento de T茅llez se uni贸 a las b煤squedas de Leopoldo Zea, Alfonso Reyes, Leopoldo Marechal y de otros cr铆ticos,聽 investigadores y escritores que reflexionaron sobre la identidad mestiza latinoamericana en el nuevo 谩mbito: La ciudad.

T茅llez ten铆a la claridad suficiente de que en Colombia a partir de la d茅cada del treinta, debido al incremento de las migraciones y desplazamientos de familias campesinas, hubo un fuerte cambio de escenario. Tambi茅n tuvo claro que en los a帽os veinte hubo enfrentamientos bipartidistas, choques entre obreros y patrones y entre campesinos y terratenientes y que, anterior al magnicidio de Gait谩n, ya el pa铆s viv铆a聽 un profundo clima de desestabilizaci贸n social y de manifestaciones violentas de distinta 铆ndole. 14.000 muertes violentas en 1947 as铆 lo demuestran.

El cuento Lecci贸n de domingo 聽nos narra:

鈥淟os tres hombres entraron como una tromba al peque帽o sal贸n de clases donde la se帽orita Marta Amaya, nuestra maestra, le铆a el texto: 鈥淧lant贸 un hombre una vi帽a, y la cerc贸 con seto, y cav贸 un lagar y edific贸 una torre, y la arrend贸 a los labradores y se parti贸 lejos鈥︹ (鈥) Uno de los hombres se qued贸 vigilando la puerta. Los otros dos miraban un poco desconcertados. Vest铆an trajes claros, y debajo de los sacos de tela liviana 鈥揺l clima era, por esos meses, sofocante 鈥揵rillaban las hebillas y las cachas de los rev贸lveres. 驴Revolucionarios? 驴Gobiernistas? 隆Qui茅n iba a saberlo! La se帽orita Marta hab铆a tratado de explic谩rnoslo, a su manera. (鈥) Al mayor de nosotros, los colegiales, Juan Felipe Guti茅rrez, le hab铆an matado ya al padre, y la se帽orita Marta no pod铆a darnos clase sino los domingos por la tarde. Y solamente de doctrina cristiana鈥Debo advertirles que todo esto pas贸 hace muchos a帽os, pues ya soy un viejo, y no voy a la escuela鈥.聽

La versi贸n oficial insiste en que la violencia empez贸 el 9 de abril con la exacerbaci贸n pol铆tica del 鈥減opulacho鈥. Sin embargo, la perspectiva de lectura propuesta por P茅caut y Rojas la abandonan por simplista, excluyente y porque tendi贸 un manto de impunidad que impidi贸 el 鈥減erd贸n y olvido鈥 y sembr贸 la venganza que creci贸 como flor silvestre.

鈥淐enizas para el viento鈥 es una visi贸n cinematosc贸pica del recorrido de los personajes del聽 campo a la ciudad; de las nuevas relaciones sociales que all铆 se inscribieron y desde las cuales intentaron dar sentido a sus vidas y, de las representaciones sociales all铆 forjadas y que enmarcaron una manera de actuar, de vivir.

Su relato Libertad condicional cruza, en el espacio urbano, dos percepciones de la realidad, dos maneras de alcanzar la soluci贸n de los conflictos. Una, la de Venancio, campesino acusado de asesinar a su esposa Mar铆a del Carmen. La otra, la de uno de los jurados, habitante de Bogot谩, que act煤o en su juicio y logr贸 la absoluci贸n del reo al convencer a los otros cuatro jurados a pesar de que se mostraban indecisos y perplejos. Bostezaban de cansancio y de sue帽o. Y aceptaron mi tesis. Yo escrib铆, por tres veces la frase consabida: 鈥淣o es responsable鈥. Una victoria de la Conciencia y de la Raz贸n鈥

El hombre del jurado utiliz贸 su habilidad argumentativa聽 para absolver a Venancio. Los miembros del jurado se dirigieron a la escena del crimen y representaron los acontecimientos:

鈥淧ero, 驴Por qu茅 vacilaban ellos? 驴No qued贸 demostrada, t茅cnicamente, la imposibilidad de que el grito de la mujer de Venancio Ram铆rez, lanzado desde el fondo de la ca帽ada, pudiera o铆rse en la colina donde se encontraban la casa y el declarante que dijo haberlo o铆do? 驴No fuimos all谩 mismo los jurados para hacer la prueba y yo no represent茅, acaso el papel de la v铆ctima, y en el sitio donde aparecieron las manchas de sangre sobre la piedra, a la orilla del riachuelo no grit茅 con todas mis fuerzas 鈥淢e mata, Venancio me mata鈥 y ninguno de los que se hallaban en la inminencia pudo o铆rme?鈥

El miembro del jurado continu贸 considerando las pruebas aportadas por Venancio:

鈥淎dem谩s, Venancio no iba solo. Iba acompa帽ado de un hermano de su mujer. Y los dos llegaron a la casa y no encontraron a Mar铆a del Carmen y se pusieron a dar voces, precisamente desde la colina. Y nadie les respondi贸. Y descendieron, con el alma en un hilo, al fondo del vallecico鈥l cuchillo debi贸 penetrar muy hondo en la garganta, a la altura de la clav铆cula izquierda para dar paso a la muerte y a una s煤bita cascada de sangre que ya no manaba y empezaba a secarse bajo el sol.鈥

Abord贸 el origen y la calidad de los se帽alamientos:

鈥淟as sospechas sobre Venancio proven铆an del padre y de una de las hermanas de Mar铆a del Carmen. Pero eran referidas a una tradici贸n de la conducta de Venancio, con relaci贸n a su mujer, no al acto mismo del crimen. 驴Y que importaba la tradici贸n? Venancio maltrataba a su mujer y la hacia trabajar como a una bestia. Eso declaraban ellos, para quienes resultaba seguro, 鈥淧or lo menos ante Dios鈥, dec铆an que el asesino no pod铆a sino ser Venancio. Pero la otra hermana, la menor de las tres 鈥揗ar铆a del Carmen era la mayor鈥攁firmaba no haber sabido nada de las querellas entre su cu帽ado y su hermana. Y aun hab铆a llegado a declarar que Venancio era un hombre bueno.

La tradici贸n es puesta en evidencia, la representaci贸n que cada cual se hace de la realidad. El padre de Mar铆a del Carmen enuncia el modo de actuar de Venancio, maltrataba a su mujer y la hacia trabajar como a una bestia. Pero la hermana menor abri贸 la posibilidad a toda duda razonable, dijo no saber de maltratos y afirm贸 que Venancio era un hombre bueno 驴Y que importaba la tradici贸n? Se pregunta el miembro del jurado.聽

El profesor P茅caut declara que: El uso constante del t茅rmino 鈥淰iolencia鈥澛 que hacen los colombianos deja entender que, en su concepci贸n, se trata de una fuerza an贸nima e incontrolable que se sustrae a las determinaciones sociales y los individuos m谩s diversos, y que al prolongarse, la violencia parece convertirse a su vez en una fuerza normal y ordinaria de las interacciones sociales.

Pero alguien mat贸 a Mar铆a del Carmen. 驴Qui茅n? La tradici贸n de golpear a la mujer, inclusive, de odiarla en el momento de poseerla, y de hacerla trabajar como se hace trabajar a una mula o a un buey no demostraba nada contra Venancio porque Venancio no hab铆a inventado esa tradici贸n. Esa tradici贸n estaba ah铆, envolviendo su vida, desde mucho antes de que 茅l cayera sobre la tierra, desprendido de la matriz de su madre. Como una mula o un buey debieron ser tratadas la madre y la abuela, y la madre de la abuela, y la abuela de la abuela de Venancio. 驴Entonces, qu茅?鈥

Este aparte de la historia conduce, a los lectores atentos, a mirar en detalle las relaciones sociales instauradas en ese contexto particular y el tipo de representaci贸n que se hacen los diferentes actores; a reflexionar sobre el concepto del t茅rmino Violencia en Colombia, pues creer que hace parte de la tradici贸n conlleva a aceptarla como opci贸n v谩lida en la soluci贸n de conflictos; a asumir que las conductas son el resultado de acciones espont谩neas y no la culminaci贸n de un proceso en el que las experiencias de vida son fundamentales en el ser humano. Al respecto, Cristina Rojas manifiesta que restringir la perspectiva 煤nicamente a las dimensiones m谩s f谩cilmente observables de la violencia, la punta del iceberg, es ratificar su car谩cter accidental y fortuito y, por tanto, tender un manto de sombra sobre sus formas m谩s permanentes y sutiles[13].

El miembro del jurado, en aras de la justicia, deja de lado la tradici贸n y se detiene en los hechos:

鈥淐uando el juez le dijo que exist铆an testimonios de los malos tratos que 茅l daba a Mar铆a del Carmen y le pregunt贸, en seguida, con el 谩nimo de aniquilarlo, s铆 hab铆a querido o no a su mujer, Ram铆rez respondi贸: 鈥淵o le pegaba a veces, pero yo s铆 la quer铆a鈥. El fiscal por otra parte, no ten铆a m谩s base para su argumentaci贸n acusadora que la historia del grito, referida por el declarante, un labriego, que pasaba por las cercan铆as de la casa. 驴Y qu茅 era esa grito en el caso de que hubiera podido o铆rse? 鈥淢e mata, Venancio me mata鈥. Una estupidez. Porque bastaba alterar el sitio de la coma, para que de acusaci贸n se convirtiera en llamamiento de auxilio鈥.

La situaci贸n presenta dos puntos distintos: Para el padre, Venancio es el asesino y como prueba refiere las continuas golpizas que 茅ste inflig铆a a Mar铆a del Carmen. Conducta que no se sustrae a las determinaciones sociales, sino que es el resultado de las mismas y a un acto premeditado del victimario. El otro punto, es del miembro del jurado que analiza el acto violento como un hecho aislado, como una discontinuidad en la historia del acusado. 鈥溌縌u茅 importaba la tradici贸n?鈥 Interesan los hechos y las pruebas recogidas no fueron concluyentes. En el caso del grito 鈥淢e mata, Venancio me mata鈥, nuestro jurado, conocedor del idioma,聽 lo borra de un comaso.聽 Hasta aqu铆 no hay nada nuevo en el horizonte del cuento. Lo novedoso y dram谩tico est谩 en el final, cuando tiempo despu茅s:

鈥淢e fue anunciada la visita de un hombre que dec铆a llamarse Venancio Ram铆rez, tuve que hacer un esfuerzo聽 de buzo para extraer del fondo del submarino de mis olvidos, y devolverla a la tierra firme del recuerdo, la estampilla del hombrecillo de marras. Entr贸 sin mucha timidez.

Era la visita de la gratitud. 脡l se enter贸, por otro de los jurados, de mi alegato ante ellos. a m铆, gracias a m铆, dec铆a, deb铆a la libertad. Gracias a m铆 pod铆a trabajar como un hombre honrado, all谩 mismo en su parcela. 鈥溌縎olo?鈥, pregunt茅. 鈥淣o se帽or, con mi esposa鈥.聽 Lanc茅 una exclamaci贸n de sorpresa, y Ram铆rez muy azorado aclar贸: 鈥淰olv铆 a casarme鈥. 鈥溌緾on qui茅n?鈥. 鈥淐on la hermana menor de la difunta鈥. Solt茅 una carcajada para disimular el malestar interior que sent铆a nacer como si alguien estuviera amenaz谩ndome. 鈥淓st谩 bien鈥, dije, saboreando con plenitud la idiotez de mi propio concepto: 鈥淓st谩 bien, porque eso demuestra una vez m谩s su inocencia鈥. Ram铆rez se qued贸 mudo y se puso a mirar con obstinaci贸n al suelo. Mi propio malestar creci贸 como una marea en esos segundos de silencio. 鈥淰oy a despedirle, es fastidioso todo esto鈥, pens茅.聽 El hombre levant贸 la cabeza y sin vacilar, c谩ndidamente, me dijo: 鈥淣o se帽or, porque yo no soy inocente. Yo la mat茅. He venido a dec铆rselo a usted que es mi salvador. No tengo otra manera de agradecerle cuanto hizo por m铆. La mat茅 no s茅 por qu茅, se帽or. Tal vez porque yo quer铆a vivir con la otra, con Sabina鈥︹.

Para T茅llez, Colombia era un pa铆s campesino apuntalado en el inmenso papel organizador y fundacional de la tradici贸n y busc贸 trascenderla a trav茅s de la escritura: El arte no es una expresi贸n que corrobora; no est谩 guiada por modelos predeterminados y no est谩 habitada por la costumbre porque le impide el 谩gil salto a聽 la imaginaci贸n. El arte es una refutaci贸n, una contrariedad, una s煤bita聽 insolencia, la descabellada insolencia de quien resuelve poner en jaque el destino y contrariar la norma usual de la aventura. El arte es la mejor y m谩s grande contrariedad del sentimiento colectivo. En consecuencia, el arte est谩 en la orilla opuesta a la pol铆tica que recoge el sentimiento, el gusto colectivo y lo alimenta de corroboraciones. De ah铆 que el arte del pol铆tico, del demagogo, sea, en primera y 煤ltima instancia, una constante tentativa para satisfacer las exigencias, a煤n las m谩s viles, del alma de las multitudes. Llevar la contraria, nadar contra la corriente, en pol铆tica, son f贸rmulas suicidas y absurdas, a diferencia de lo que ellas significan en el arte. [14]

鈥淐enizas para el viento鈥, es la transici贸n del mon贸logo al di谩logo. Algunos de los personajes, muy bien elegidos, cuentan sus propias historias en un lenguaje rico y limpio de acentos o 鈥渄ejos鈥 que los encasillen con alguna regi贸n. El lenguaje se aleja de los regionalismos y se hace importante y significativo; rompe con el monopolio que sobre la palabra ten铆a la clase dirigente del pa铆s y que exclu铆a a las clases menos favorecida. Pues, Las palabras llegaron a ser art铆culos de lujo que daban pie a conflictos surgidos en el modo de circulaci贸n (libre o controlado), en su fuente de autoridad (divina o legal), y en las diversas estrategias para controlarlos y darles forma[15].

El cuento Libertad Incondicional recoge un momento cumbre en la propuesta de T茅llez: el di谩logo como estrategia en la resoluci贸n de conflictos. Ante la acci贸n violenta y excluyente de Venancio: asesinar a su esposa para casarse con Sabina, se contrapone la acci贸n del miembro del jurado: Convencer a los 鈥淥tros鈥 para que se adhirieran a su tesis de inocencia. La manifestaci贸n violenta de Venancio es una acci贸n unilateral, de desconocimiento del 鈥渙tro鈥, en este caso de su mujer, por tanto, decide eliminarla. La resoluci贸n a partir del di谩logo y la concertaci贸n permiti贸 al jurado acordar una declaraci贸n de inocencia. En este caso, el lenguaje convoc贸, argument贸 y resolvi贸 a favor y aunque la decisi贸n fue equivocada, dio un paso fundamental en la resoluci贸n del conflicto: el reconocimiento del 鈥淥tro鈥.

El R茅gimen de Representaci贸n, propuesto por Rojas, es un campo exclusivo para la comunicaci贸n, para el reconocimiento. Rompe con la tradici贸n del mon贸logo que deduce una situaci贸n o identidad desde la hegemon铆a de una y s贸lo una interpretaci贸n de la realidad que niega la existencia del 鈥淥tro鈥 y la reduce a la mayor expresi贸n de egocentrismo, a una manifestaci贸n sutil de la violencia. La Representaci贸n, como espacio de comunicaci贸n da lugar a lo heterog茅neo, a la contradicci贸n, a la resistencia, al disentimiento que genera discusi贸n y promueve el di谩logo como resoluci贸n del conflicto. El di谩logo como pr谩ctica discursiva articula distintas formas de interpretar la realidad, se hace polif贸nico.

Hernando T茅llez nos gu铆a por diversos tipos de relaciones interpersonales que conforman y escenifican un contexto.聽 Para 茅l, la violencia no tiene nacionalidad. No es colombiana, ni alemana, ni francesa, simplemente habita de manera visible e invisible el universo humano y se manifiesta en el conjunto de interacciones y de circunstancias que le rodean. Las manifestaciones violentas evidencian la existencia de situaciones singulares que inducen comportamientos donde el individuo act煤a guiado por sus creencias o representaciones sociales.

Cuando el patr贸n abusa del empleado:

El patr贸n lleg贸 completamente ebrio. Entr贸 al dep贸sito dando traspi茅s. Era un hombre flaco que a m铆 me parec铆a envejecido antes de tiempo, no s茅 por qu茅, tal vez por el contraste entre su destreza muscular 鈥揳 veces me ayudaba en el transporte de los bultos鈥 y聽 su pelo gris谩ceo y el abanico de arrugas en las sienes. Yo le dec铆a don Ricardo. Don Ricardo Berm煤dez. Un sabanero de piel enrojecida, de manos 谩speras, de modales s贸rdidos, de duras palabras. 鈥淯sted es un imb茅cil, un cretino?, me dec铆a entre carcajadas, satisfecho de ese rasgo de ingenio en que probaba su poder铆o, golpe谩ndolo como una moneda contra la piedra de mi humildad. Yo permanec铆a callado, sintiendo el azote invisible de la ofensa como una invitaci贸n a saltarle al cuello[16].

Cuando las palabras imponen:

De pronto estall贸 en sollozos. Fue algo s煤bito, sin transici贸n, sin preparativos. Un llanto total y absoluto, rabioso e irremediable鈥 鈥淒ebo correr a donde mam谩. Despertarla. Decirle que 茅l est谩 llorando鈥. No. Se fastidiar谩. 鈥淗ay que respetar la siesta de mam谩, 驴entiendes?鈥. S铆. 鈥淭煤 eres un ni帽o mayor y juicioso鈥. S铆. 鈥淯n guardi谩n marino que cuida el sue帽o de su hermano鈥. S铆, mam谩, s铆. Pero 茅l sigue llorando, llora sin remedio. Voy a correr. Voy a despertar a mam谩. 鈥淢am谩 el ni帽o est谩 llorando鈥. No. Lo tomar铆a a mal. 鈥淭煤 no sirves para nada鈥濃 驴Pero sigues llorando? Eres un ni帽o malo, un ni帽o malo. Voy a castigarte. S铆, te castigar茅. Me da l谩stima. Hay algo mejor. S铆. Ya me acuerdo. 驴C贸mo es que lo canta mam谩? F铆jate, as铆: 鈥溾 los ni帽os que lloran, ni帽o, los arrojan al mar鈥. 驴Me oyes? 驴Me oyes? 驴No quieres callar? Bien. Eres malo. Muy malo. Y mam谩 lo ha dicho鈥 La baranda es alta, pero aqu铆, por entre estas barras, pasar谩 el ni帽o malo que se va para el mar. As铆, as铆. Adi贸s, hermanito, adi贸s鈥 驴Comprenden ustedes ahora por qu茅 soy un hombre desgraciado?[17]

Cuando se sufre la patria distante y humillada:

鈥淗AB脥A LLEGADO A ESTE TRANQUILO PA脥S, COMO UNO de tantos n谩ufragos聽 de la tragedia b茅lica鈥 Encontr贸 oficio en una grande industria de productos derivados de la leche. 脡l sab铆a algo de eso鈥 Le dijeron que se pensaba aprovechar su condici贸n de franc茅s que hablaba y escrib铆a, adem谩s, en ingl茅s y entend铆a el alem谩n, para trabajar en una secci贸n de la empresa que hasta el momento hab铆a estado en manos extranjeras. No averigu贸 nada m谩s y acept贸 entusiasmado. Momentos despu茅s supo que deb铆a desarrollar su trabajo con un ciudadano alem谩n.聽 Disimul贸 su contrariedad y la tormenta interior de odio que le invadi贸 el alma cuando le presentaron a quien iba a ser, en adelante, su compa帽ero, su camarada. Dijo su nombre y extendi贸 cort茅smente la mano al enemigo. Sinti贸 el apret贸n duro, en茅rgico, prusiano, de la mano adversaria entre su propia mano de combatiente derrotado鈥 La estampa f铆sica del alem谩n鈥 resucitaba el inmediato pasado, su pasado de soldado franc茅s, de desesperado combatiente en la batalla de Flandes, con la cartuchera vac铆a, el fusil in煤til al hombro, el casco despedazado, las botas destrozadas y llenas de fango, la chaqueta desgarrada, rendido de sue帽o y de hambre, fugitivo por los bosques y los caminos, mientras arriba en la l铆mpida atm贸sfera del cielo cruzaban los aviones alemanes. Dejando caer incansablemente la lluvia de fuego[18].

Cuando se siente miedo a sufrir una acci贸n violenta:

聽鈥淧ens茅 que si me mov铆a, el hombre podr铆a matarme. Le bastar铆a con levantar el arma y apuntar. Algo muy sencillo, muy f谩cil. 驴No es cierto? Mejor quedarme quieto鈥 鈥淧uede matarnos, matarnos a todos鈥, pensaba yo. Y rectificaba: 鈥渘o, a todos no, porque le faltar铆an en el rev贸lver cinco c谩psulas鈥. 鈥溌縎on cinco o seis las que lleva el tambor?鈥. Y luego volv铆a el miedo, como en oleadas, a golpear en mi pecho[19]. La聽 identidad radica en la diferencia y no en la uniformidad; en el di谩logo y no en el mon贸logo. Ante la exclusi贸n, T茅llez muestra la otra posibilidad: la inclusi贸n a partir del di谩logo. Son varios los cuentos donde el conflicto alcanza su resoluci贸n a trav茅s del reconocimiento del 鈥淥tro鈥 y de s铆 mismo, lo que cierra el paso a las manifestaciones violentas. Los cuentos Espuma y nada m谩s, Un coraz贸n fiel, Arcilla mortal, visita al juez supremo, Rosario dijo que s铆, son ejemplos claros donde la palabra encuentra su verdadero valor. Para el autor, la palabra modela la vida, la crea, la hace evidente, factible, le da sentido hist贸rico. Adem谩s, un exceso de palabras, en la pol铆tica, crea el caos y desencadena las guerras, suscita los odios, destruye el fr谩gil equilibrio de los Estados; un exceso de palabras desfigura el esquema esencial del amor; un exceso de palabras nos traiciona en el momento decisivo de la vida personal; un abuso del lenguaje puede romper para siempre el lazo que ata dos vidas鈥[20]

Dice Marta Traba: El primer valor que los cuentos revisten, para m铆, es la concisi贸n de su estilo. T茅llez era un escritor que cultivaba el estilo y que lo consideraba como una expresi贸n particular, regida por una gram谩tica y una sintaxis que deb铆an ser y eran cuidadas hasta el 煤ltimo extremo. Y Pach贸n Padilla: Su sensibilidad creadora suele detenerse en el examen minucioso de circunstancias consideradas como intrascendentes. Sus ensayos representan la perenne b煤squeda de lo interno y lo externo, mediante los sentidos y las emociones en un universo integrado por los estados an铆micos, m谩s antag贸nicos. Pero quiz谩 su capacidad interpretativa se manifieste en mayores proporciones, cuando retiene, por medio de la ficci贸n, los sucesos heterog茅neos que se originan alrededor del elemento humano. [21]

Hernando T茅llez fue聽 ac茅rrimo cr铆tico de la 鈥渧ulgarizaci贸n de la cultura鈥 y detractor del amiguismo, esa casta de elogios mutuos, del aburguesamiento y de la literatura ama帽ada; intolerante con el pasqu铆n y la repetici贸n literaria que, siguiendo una vertiente de mediano 茅xito, no aportaba nada y se empe帽aba en mantener los viejos esquemas. Ante la cr铆tica del momento concluy贸: Todo empe帽o discreto y cauteloso por suscitar un m铆nimo de rigor, de austeridad, de responsabilidad y de equidad cr铆tica, desaparece en esa atm贸sfera de supremas complacencias y de lib茅rrimas facilidades. Las sociedades que se nutren intelectualmente con esa clase de alimentos falsamente cr铆ticos, carecen de buena digesti贸n literaria[22].

Hernando T茅llez sintetiza su tesis sobre el arte as铆: El arte consiste en nadar contra la corriente. La met谩fora fluvial recela dos principios decisivos en la faena art铆stica: la desesperaci贸n y la contrariedad. En rigor, las dos son expresiones de una sola actitud espiritual: sobreaguar y, si es posible, tocar orilla y pisar tierra firme pero invent谩ndose una ruta diferente de arribo, un camino a contrapelo del curso l铆quido de las ideas, de las formas, de los sentimientos, de los conceptos, de los estilos. El verdadero artista, por consiguiente, ser铆a, o es, ese empecinado nadador, ese n谩ufrago potencial que resuelve dar p谩bulo a su desesperaci贸n y contrariar a sus semejantes, ofreciendo una realidad ins贸lita, chocante, que no corrobora sino que somete a duda la realidad art铆stica anterior y establecida, la que estaba ah铆, s贸lida y respetable como una matrona de provincia, recibiendo el sordo y ciego homenaje de la costumbre, el gran plebiscito an贸nimo de la conformidad. Con su gesto de pura insolencia, de p煤blica clandestinidad, de conspirador al aire libre, el artista introduce una primera sospecha en el estatuto colectivo de la cultura鈥[23].

Pero nadar contra la corriente en Colombia era asunto de pocos. Escapar de la tradici贸n del canon implicaba ser de la otra orilla. Orilla que obtuvo reconocimiento s贸lo cuatro d茅cadas despu茅s, con el Premio Nobel de Garc铆a M谩rquez.

Cenizas para el viento rompi贸, en 1950, el silencio sobre la realidad colombiana m谩s inmediata. Silencio que se hizo elocuente cuando T茅llez le dio la palabra a sus personajes para que representaran su propio mundo, para que salieran del olvido, de esa muerte en vida que a煤n, hoy julio de 2007, muchos compatriotas padecen. Es necesario, como lo dice Cristina Rojas, una interpretaci贸n de la historia en t茅rminos de reg铆menes de representaci贸n que suponen un proceso dial贸gico que facilita encuentros, solapamientos e intercambio de puntos de vista donde es posible solucionar la violencia. Mientras se continu茅 pensando que el problema del desplazamiento, de las masacres, de las delaciones, de los ajusticiamientos, boleteos, masacres, venganzas y secuestros en Colombia, son consecuencias s贸lo del enfrentamiento armado,聽 todo lo que se haga seguir谩 siendo, al decir de T茅llez: Cenizas para el viento.


[1] P茅caut Daniel. Violencia y pol铆tica en Colombia. Elementos de reflexi贸n. Hombre nuevo editores y Universidad del valle. Medell铆n,聽 2003.[2] Rojas Cristina. Civilizaci贸n y violencia. La b煤squeda de la identidad en la Colombia del siglo XIX. Editorial聽 Norma. Bogot谩. 2001.

[3] Ibidem.

[4] G贸mez Arbel谩ez Martha Cecilia. Las representaciones mentales. Revista No. 29 de ciencias humanas. 2002.

[5] Serrano Orejuela Eduardo. La narraci贸n Literaria. Colecci贸n de Autores Vallecaucanos. Premios Jorge Isaacs. 1996

[6] Cobo Borda Juan Gustavo. Hernando T茅llez: Est茅tica y violencia. Pr贸logo a Cenizas para el viento. Editorial Norma. Bogot谩, 2000.

[7] T茅llez Hernando. El costumbrismo. En nadar contra la corriente. Editorial Ariel. Bogot谩, 1995.

[8] Cepeda Samudio 脕lvaro. En el margen de la ruta. Biblioteca de literatura colombiana. Editorial la Oveja Negra. Bogot谩, 1985.

[9] Traba Marta. Hernando T茅llez. Pr贸logo a Cenizas para el viento. Editorial Norma. Bogot谩, 2000.

[10] T茅llez. Literatura y testimonio. En nadar contra la corriente.

[11] T茅llez. La novela en latinoam茅rica. En nadar contra la corriente.

[12] La novela en Latinoam茅rica.

[13] Rojas Cristina. Civilizaci贸n y violencia. La b煤squeda de la identidad en la Colombia del siglo XIX. Editorial聽 Norma. Bogot谩. 2001.

[14] En Nadar contra la corriente.

[15] Rojas Cristina. Civilizaci贸n y violencia. La b煤squeda de la identidad en la Colombia del siglo XIX. Editorial聽 Norma. Bogot谩. 2001.

[16] T茅llez Hernando. Genoveva siempre me espera.

[17] T茅llez Hernando. La canci贸n de mam谩.

[18] T茅llez Hernando. Victoria al atardecer.

[19] T茅llez Hernando. Lecci贸n de domingo.

[20] Luces en el bosque.

[21] Eduardo Pach贸n Padilla. El cuento colombiano, tomo I. Editorial Plaza y Janes. Bogot谩. 1980.

[22] T茅llez Hernando. Vanidades. En nadar contra la corriente.

[23] Nadar contra la corriente.

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