Escribir y leer

Del leer y el escribir

 

Ricardo Iglesias Dávila

 

 

De jardín a undécimo el estudiante supera más de doce años de escolaridad. En ellos estudia entre tres y cinco horas semanales de lengua materna, sin contar las horas de las demás asignaturas colegiales. Lo que viene sumando 160 horas-clase por año para un total de 1920 horas de “aprendizaje”, tiempo suficiente para que la mayoría de los estudiantes, al finalizar este ciclo, puedan realizar y proponer diferentes actividades de lectura y escritura. Sin embargo, la experiencia en la universidad demuestra que las dificultades son vastas y complejas. Entonces, ¿cuáles son las razones de este descalabro educativo?

 

La lengua es un objeto de aprendizaje permeado por las diferentes experiencias cotidianas a las que se expone el ser humano y, por ello, se afirma que es un proceso bio-psico-social por medio del cual el hombre convierte su experiencia en sentido, pues responde a estímulos en los planos biológico, psicológico y social. Tres dimensiones vitales que lo hacen único e irrepetible.

 

En los estándares del MEN decir lengua castellana es decir comunicación y de ella se derivan las cuatro habilidades básicas: hablar, escuchar, leer y escribir. Cuatro referentes que ocupan la tarea escolar y que recogen los estándares de calidad del MEN que rigen los programas educativos para el área de lenguaje. Con todo, el problema de fondo no es el qué enseñar sino el cómo hacerlo. Cuáles deben ser las estrategias y los propósitos para que los resultados sean excelsos y los estudiantes puedan acceder a la educación superior sin dificultades para aproximarse a la lectura y escritura de diferentes tipos de textos.

 

Al finalizar la escolaridad básica media, el Ministerio de Educación Nacional obliga a la presentación de la prueba ICFES  para evaluar y calificar el nivel educativo de los colegios. Prueba diseñada de manera objetiva para que los evaluados respondan preguntas cerradas tipo a, b, c, d…,  dirigidas más a la memoria que al análisis y a la argumentación. A tal punto, que con el tiempo algunas instituciones  articulan prácticas para enfrentar la evaluación estatal: muchos colegios se dedican a “entrenan” a sus estudiantes para responder la prueba; otros, además, les posibilitan presentar la prueba desde Noveno; algunos promueven que sus profesores, año tras año, presenten la prueba; unos pocos, más “ambiciosos”, impiden que sus  estudiantes menos aventajados presenten la prueba a nombre de la institución, lo que tergiversa totalmente la intención del MEN.

 

Entonces, el ICFES se convirtió en la prueba “a superar” por parte de los estudiantes. Su resultado cuantitativo ha subordinado al cualitativo y al final sólo prima un número que señala el más alto puntaje sin tener en cuenta variables de número de estudiantes por colegio, estrategias pedagógicas, estrato social…

 

En la mayoría de los colegios, la estructura pedagógica enfatiza sus actividades en las habilidades comunicativas de hablar y escuchar: copia del tablero, resolución de talleres, preguntas y respuestas, repetición de poemas, retahílas, adivinanzas, guiones para presentación de obras… profusión de actividades que procuran mantener ocupado al estudiante reproduciendo textos sin explorar su capacidad creativa. El resultado: estudiantes que recitan, cuentan, hablan y repiten desde las reglas hasta las excepciones, pero que terminan desconociendo la manera de escribir un párrafo para expresar aquello de su interés o enfado.

 

Los resultados del ICFES  serán más interesantes en la medida en que los colegios conciban un análisis profundo de los resultados y procuren cambios sustanciales en sus modelos pedagógicos y en sus estrategias didácticas. Igualmente, deberían formalizar un seguimiento al desempeño de sus egresados durante los primeros semestres de educación superior, pues es en la aplicación de los conocimientos donde podrán evidenciar los frutos de su trabajo. En otras palabras, el desempeño de sus egresados dentro de una comunidad académica superior debe ser el principal indicativo de evaluación de los colegios.

 

Según los estándares de calidad del MEN, al finalizar la secundaria, los estudiantes han de tener los elementos mínimos para leer, comprender, asimilar, tomar distancia crítica de los textos y plantear ideas propias y ajenas en cualquier tipo de escrito. Sin embargo, No es tan sencillo encontrar estos componentes en la mayoría de los estudiantes, pues tienen un lenguaje pobre, bajos niveles de comprensión; fragmentan las lecturas, mínimamente relacionan los temas y autores y no consiguen identificar las ideas centrales del texto. Además, existen graves  problemas de ortografía, errores básicos de puntuación y poca disposición para la escritura, dominada por el lenguaje oral. La lectura la asume como molesta, complicada e inservible. Esta mayoría alarmante vive decidida a imponer su punto de vista y sus emociones más que a investigar, por eso es más repetitiva que propositiva y más propensa a las opiniones que a la argumentación.

 

Sin embargo, al problema de los estudiantes se suma una buena cantidad de docentes que lee poco o nada. Por tanto, la Universidad ha de replantearse su papel en el desarrollo y consolidación de un tema tan complicado y nebuloso. Asimismo, intentar dar respuesta a un conjunto de preguntas con el ánimo de procurar y establecer métodos y didácticas pedagógicas que ayuden a superar la anomia respecto a estos dos procesos fundamentales en la adquisición, proyección y producción de conocimiento. Preguntas como: ¿Por qué los estudiantes no entienden las lecturas que realizan?, ¿por qué tienen dificultades para plantear y expresar sus ideas por escrito?, ¿qué relación constitutiva, organizativa y propositiva existe entre  lectura y  escritura?, ¿qué rol deben cumplir las diferentes áreas de estudio?, ¿qué estrategias pedagógicas desarrollan los colegios en la enseñanza de la lectura y la escritura?, y ¿de qué manera está incidiendo la Internet en los universitarios, que al decir de Ben MacIntyre, en el Times Online, es  una surtida mesa de snacks, de donde uno picotea azarosa y escasamente en una nueva forma de “cultura anoréxica” mientras que la lectura de un libro es un nutritivo banquete?, pueden ser puntas de lanza para encaminar esfuerzos generales que propendan por afianzar estas destrezas en los estudiantes.

Leer y Escribir para…

 

Leer y escribir son procesos intelectivos científicos, reflexivos, de ficción…que buscan dar razones sobre ideas propias o ajenas. Se lee para: obtener información, conocer puntos de vista, interpretaciones del mundo, confrontar ideas, acercarse a otras áreas de conocimiento… La lectura funciona, entonces, como fundamento cognoscitivo, de aproximación al entorno; de curiosidad que interroga, busca respuestas y entra en crisis. Leer para dejar atrás la pasividad, los programas de televisión que siempre muestran lo mismo, dicen lo mismo y ocultan lo mismo. Leer para descubrir que muchas lecturas, sobre todo las académicas, nos alejan del placer, de la inocencia infantil y nos llevan a comprender que “el mundo es ancho y ajeno” y en ocasiones se hace necesaria la guía de un profesor o invocar a otros libros. Leer enmarca un hacer, un escoger, un decidir, un conjunto de dudas, la perplejidad de exclamar: “¡sólo sé que nada sé! como si fuera todo un descubrimiento. Leer nos abre una ventana, nos avienta al mundo de lo desconocido, de lo ajeno, a los mundos posibles representados por las palabras que inician en la lengua, en la cultura de un país, de una región, de un rincón.

 

La lectura ha de continuarse en la escritura, en la expresión de la propia interpretación del mundo (se continúa el ciclo). La lectura es una aventura al interior de nosotros mismos y de ella no salimos inmaculados… la lectura ha de hacernos analíticos, críticos y, principalmente, propositivos a través de la escritura, fin último de toda lectura.

Se escribe para comunicar lo que se cree, se sabe, se piensa, se cuestiona. Para  dialogar, ganar poder, definir identidad y realidad. Para  divertirse, atacar, odiar, amar, enamorar, transmitir dolor, emociones, situaciones de vida, ficciones. Para mantener la tradición, el conocimiento, la riqueza cultural. para desnudar el ser. Por un propósito en ocasiones sólo descubierto tras el punto final. Se escribe para mirarse en el espejo profundo del lenguaje, descargar angustias, sanarse y sentirse más liviano. Para no hablar y repetir lo mismo, para conmover, matar el tiempo, crear y recrear, informar, entretener, convencer, transformar. Para ganarse la vida, para trascender, para sentirse vivo, para establecer un puente entre un Yo y un Tú que se fundan mutuamente.

La estrategia pedagógica “Entre más se lea más se escribe” hizo carrera en el ámbito educativo. Sin embargo, constatar que era poco el material escrito por los estudiantes y la mayoría de los profesores, obligó a reconsiderar dicha postura y concluir que son  dos procesos intelectuales superiores distintos, pero que tienen un propósito central: la generación de sentido.

 

La universidad, como comunidad académica, mantiene, construye y circula conocimiento a partir de la lectura y la escritura. Sin embargo, la alteración del orden leer para escribir por escribir para leer ha permitido un gran avance en las estrategias pedagógicas que buscan potenciar la producción intelectual de los estudiantes. Es lo que ha marcado el paso gigantesco al aprender haciendo, no porque desaparezca la influencia de los modelos sino porque se comprendió que la tarea de la Escuela es la de hacer que el estudiante se apersone de su tarea, se erija como protagonista, como el aprendiz que toma con sus propias manos las herramientas para acceder al conocimiento.

 

Escribir para leer (y leer para aprender y hacer, como recalca el profesor Tito Nelson) marcó otro derrotero en la dimensión pedagógica. Obligó a revisar las estrategias formativas en todos los niveles educativos y plantear nuevos retos a los investigadores y a las instituciones universitarias. Se dio a la tarea de transformar el indagar para repetir, por el  aprender a buscar para proponer alternativas. Escribir y leer se articularon como dos actividades complementarias que tienen sus propios mecanismos de producción y en este orden son dos procesos de un mismo fin: la expresión sólida de una interpretación de mundo.

 

Escribir y leer tienen como propósito producir, generar sentido, establecer un puente comunicativo entre un yo y un tú en una relación dialéctica de dos puntos de vista que se encuentran en torno a un tema común. Porque es allí donde debe resaltarse el encuentro, en el interés que mueve al uno y al otro a desplegar sus saberes, sus interpretaciones, sus búsquedas, sus diferencias, sus acuerdos…

 

13 de enero de 2010

 

 

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