EDUCACIÓN: CUESTIÓN DE MEDIOS Y POSIBILIDADES

EDUCACIÓN: CUESTIÓN DE MEDIOS Y POSIBILIDADES
Ricardo Iglesias Dávila

El concepto de educación ha sido trabajado y revaluado desde siempre. Cada generación siente el llamado a renovarlo, a transformarlo para su propia fortuna y el de las “futuras generaciones”. No obstante, el asunto no está en el concepto mismo, está en las prácticas educativas, en los roles que se asumen y en el propósito mismo.
La escuela debe dejar de ser ese espacio al que asisten los alumnos para que les enseñen, para que les den un conocimiento. La escuela debe transformarse en el espacio vital al que acuden los estudiantes para curiosear, experimentar, discutir sus ideas y sueños; para adquirir herramientas que les ayuden a desarrollarse a sí mismos y contar con la ayuda de quien tiene más experiencia y un poco más de saber; para seguir siendo ellos proyectándose a futuro. Los estudiantes no van para que les señalen a ultranza lo que deben pensar y lo que deben hacer. Ellos no se despojan de lo que son para entrar a la escuela en procura del vestido de lo que serán.
De este modo, la educación ha de ponerse en contacto directo con el entorno y el ser de los estudiantes: centrarlos como protagonistas de sus intereses, búsquedas y afectos inmediatos; ayudarlos a desplegar las habilidades de observación, interpretación, pensamiento crítico y resolución de problemas; orientarlos al desarrollo de competencias que les posibiliten desempeñarse en sociedad y motivarlos para que transformen las ideas en acciones. Por lo tanto, corresponde a la educación situar al individuo en relación plena con su espacio vital a través de los diferentes lenguajes, de las diferentes perspectivas críticas del pensamiento y de las diferentes acciones que se puedan poner en práctica. Así, la Escuela superará sus propios límites físicos porque el estudiante -quien estudia y aprende- sabrá observar, discernir, decidir y, además, podrá actuar según la conveniencia o no para sí mismo y para los demás.
La educación ha de ser cada vez más liberal y democrática. Debe reconocer a cada quien su personalidad y reafirmar la equidad, no la igualdad, como la posibilidad de dar las oportunidades y el reconocimiento a las diferentes capacidades,  competencias, trabajos y méritos de cada individuo. Sólo la igualdad, no de los individuos, de las oportunidades y la tolerancia podrá hacer del cliché escolar “cada ser es único e irrepetible” un derecho inalienable. Para ello, está obligada a  pensar lo liberal como la capacidad de cada individuo para desarrollar, a plenitud, su libre albedrío; y a entender como democrática la urgencia de ofrecerle los medios y las oportunidades para alcanzar su proyecto de vida, porque a pesar de ser la educación un derecho fundamental, existen circunstancias económicas, geográficas, políticas… o de vida que la hacen inalcanzable o prohibida.

Cali, 28 de agosto de 2010

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