Semana de Receso Estudiantil

La semana de receso estudiantil nace del Decreto 1373 de 2007 que ordena, a todas las instituciones educativas, oficiales y privadas, “incorporar en su calendario académico cinco días de receso estudiantil, en la semana anterior al festivo que conmemora el Descubrimiento de América; es decir, el 12 de octubre”. Este tiempo de receso estudiantil debe ser aprovechado por los profesores para la planeación de las distintas actividades académicas a desarrollar durante las 40 semanas del calendario escolar. Sí señores, se estudia 40 semanas y se está en “receso” o en vacaciones 12 semanas.
También reza el Decreto que las actividades de los profesores “podrán realizarse en modalidad no presencial, siempre y cuando sean supervisadas por el Consejo Directivo de la Institución y cuenten con el visto bueno del Director Local de Educación”. Sin embargo, para la gran mayoría de colegios privados ésta no es una opción.
El espíritu del Decreto es, a todas luces, encomiable para los distintos sectores del país: el sector turístico agota lo cupos de rutas históricas y de excursiones organizadas para las familias de los estudiantes “en receso”; la economía informal dispone de toda una semana para aumentar sus ingresos; las salas de cine se colman de estudiantes ávidos de crispetas y perros calientes; las rutas de buses y de Sistemas Masivos se atiborran de “estudiantes paseantes”; los centros comerciales hacen su agosto; los padres de familia agradecen esa semana en familia; el país es una fiesta y en las calles cantan y bailan infantes, adolescentes y jóvenes.
Qué más podemos pedir. Pero la realidad es bien diferente. No hay transformación de “estudiantes en receso” a estudiantes paseantes”; los padres temen la llegada de “Cristóbal Colón”, pues descubrirá que las empresas continúan su ritmo inexorable y no hay más remedio que dejar a los hijos en casa o buscar quien les haga el milagrito de cuidárselos y transformar las aulas de clase por días de tedio en casa; los transportadores escolares ven como se reducen su ingresos; las empresas de buses y Sistemas Masivos reducen sus rutas; los centros comerciales se atestan de jóvenes paseantes que ven y se antojan, pero que no compran; las calles de las ciudades se llenan de algarabía y de partiditos de fútbol y de muchachitos que no tienen nada distinto que sentarse a tramar que harán con el día. Mientras tanto, los profesores planean cómo volver a centrar a los estudiantes cuando lleguen “vacacionados”, con ganas de seguir haciendo nada y pensando en esas otras 11 semanas “maravillosas por disfrutar”.

La semana de receso estudiantil será a todas luces encomiable cuando el aparato estatal disponga las herramientas y recursos necesarios que la conviertan en una realidad para la gran mayoría y no para la minoría que sigue decidiendo, paseando y gastando.

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