A cuatrocientos años de Don Quixote

A Cuatrocientos Años Del Nacimiento De Don Quixote

Cada cierto tiempo, la humanidad florece intelectual, científica y religiosamente. El mundo es un circuito en el que cada elemento tiene su sitio y su momento. En él, la literatura no se escapa de los movimientos telúricos ni de los cismas espirituales.

La palabra es el pan de cada día que se hace comunión en la interacción humana. Está hecha para expresar, transformar y reivindicar al ser humano. A través de ella somos lo que somos y nos aventuramos a nombrar cada objeto, cada ilusión, cada sentimiento. Es el soplo creador, el murmullo del universo hecho sonido, grafía, significado y sentido. Todos poseemos la chispa divina para usarla: escrita o hablada, hecha signo, símbolo, imagen o simple gesto. La palabra, en cada uno de nosotros, es el mundo mismo.

Hace cuatrocientos años, en 1605, apareció un misterioso personaje que miró el universo con los ojos de la utopía y ambicionó transformarlo, proponiéndose la empresa de recorrer el mundo defendiendo la justicia, la libertad y la vida. Se hizo acompañar de un Escudero, de gran corazón, nobles sentimientos, ilusiones inmensas y esperanzas portentosas; se enamoró del amor humilde y dulce; se hizo Caballero y nació al mundo con las armas prodigiosas del deseo y la perseverancia.

Señalado como loco y descabellado, no hizo caso de las habladurías, ni del mal tiempo, tampoco de los obstáculos naturales y humanos, se había propuesto una meta y todo su actuar iba tras su alcance.

Aquel Quixote, nacido de la necesidad de darle vuelta al universo de la literatura, desafió al mundo mismo con la convicción del aventurero portentoso henchido de Genio y de hidalguía.

Don Quijote no es el hombre extravagante, sino más bien el peregrino meticuloso que se detiene en todas los sellos de la condición humana. Es un largo grafismo flaco como una letra y todo su camino será una búsqueda.

Este caro loco debe entenderse como una desviación cultural indispensable sólo comparable con el poeta y la poesía. Es el ser excelso que hace de la realidad una magia y de la magia una realidad portentosa, por lo que es dable vivirla y dar la vida por ella, si es necesario, en el intento. Ese loco emprendedor es arquetipo de muchos otros personajes y después, mucho después, de muchos hombres.

A ese personaje-hombre, nacido en un día de 1605, le dedicamos el Día del Idioma. No sólo para recordar a un autor y su obra, o la fecha del 23 de abril, designado día del idioma en homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra (y de William Shakespeare), sino para recordar como Ramón Menéndez Pidal:

“La fuerza ideal de don Quijote que se sobrepuso a la falta de razón y a todos los defectos de la realidad, y que siendo pobre, nos admira con su liberalidad; siendo flaco y enfermo es héroe de esfuerzo nunca doblegado ante la mala ventura; siendo viejo nos conmueve con un primer amor desatinado y ridículo; siendo loco, sus palabras y acciones remueven siempre alguna fibra entrañal en el corazón entusiasta”.

Ahora, Cuatrocientos años después, recordamos al Quijote y al Escudero y a Cervantes en los sueños y en las ilusiones que crecen gracias al deseo y que se cumplen gracias a la voluntad del trabajo y a la Providencia, que todo lo puede.

Hoy, glorificamos las virtudes de la humildad, la perseverancia y la vergüenza del escudero Sancho Panza, comisionado para ayudar a su Señor y a sobreponerse para avivar la aventura y recrearse en la reflexión pausada y positiva ante la derrota.

Hoy, reivindicamos la lucha honorable y la palabra franca que instiga a batallar contra la inequidad de la ignorancia; a libertar la expresión cautiva en los cuadernos y en los libros; a movilizar la vida en el hacer diario; a reconquistar el espíritu de conocimiento en un momento cumbre de la historia universal. A respetar el don de la palabra para comprender que la literatura es ensoñación lúdica y afirmación de lo vivido; imaginación artesanal que nos hace saber que el lenguaje se puede sentir y moldear, escribir y borrar, corregir y regalar hecho sueño.

Ricardo Iglesias Dávila
Santiago de Cali, abril 18 de 2005

VN:F [1.9.22_1171]
Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
VN:F [1.9.22_1171]
Rating: 0 (from 0 votes)

ESCUELA Y ESTUDIANTES: HOMOGENIZACIÓN VS IDENTIDAD

ESCUELA Y ESTUDIANTES:
HOMOGENIZACIÓN VS IDENTIDAD

Cuando nos preguntamos por qué los estudiantes tienen actuaciones o comportamientos tan distintos a la educación recibida en casa y escuela, nos asaltan muchas respuestas que, al no lograr comprenderlas, nos llevan a emitir juicios disímiles, para luego quedarnos con el dulce sabor amargo de la equivocación y con la evidencia de volver a tener dificultades y enfrentamientos con ellos.

Cada muchacho vive sus experiencias particulares y colectivas. Está inserto en grupos distintos rodeados de normatividades, presionados por las modas, los medios masivos de comunicación, las familias, la escuela y el ímpetu social cada vez más avasallante, del éxito por encima de todo.

Nos preguntamos entonces, ¿qué tanta incidencia tiene el entorno inmediato en sus actuaciones?, ¿en su forma de pensar?, ¿en la manera como asume las relaciones con padres, compañeros y profesores?, ¿cómo asume a sus amigos no escolares?

Entender al estudiante actual implica repensar el proceso ser profesor. ¿Cómo asumió sus estudios escolares cómo fueron sus relaciones con las áreas de conocimiento y con los profesores? Habrá alguno que pueda hoy decir todo fue risas y alegrías. Dirá que hubo momentos buenos, agradables y magníficos, otros malos, dolorosos y tortuosos, por decir lo menos. Pero ¿qué los impelía a continuar?

Saltan a la palestra incontables motivos: la férrea voluntad de los padres de familia, la imperiosa necesidad de estudiar para progresar y asegurar un empleo que le brindara, por lo menos, estabilidad, desarrollo y cierta seguridad social.

Sin importar cuales fueron las razones, salieron avantes, no sin ciertas molestias, malos entendidos y odios bien guardados. Los recuerdos se confunden y los bueno momentos perduran porque…

El tiempo se ha convertido más allá de escultor y testigo, en la Penélope que con flujo incontenible teje el velo que va escondiendo minuciosamente sufrimientos y vejámenes, no permitiendo volver sobre ellos para considerarlos y vencerlos. El tiempo urde raudo el velo del olvido sobre los días hórridos y empieza a destejer con vehemencia el velo de la ilusión. Así, un momento prolijo de alegría o paz bastará para desvanecerlos de la memoria, pues el hombre en su férrea voluntad de vivir recuerda con mayor facilidad los éxitos y los progresos y, sólo como en claroscuro, las amarguras y derrotas.

En aquella época se sentían incomprendidos y con la espada de Damocles pendiendo sobre sus cabezas, pues aunque la guillotina ya no existía, continuaba el descabece escolar y el consiguiente señalamiento social.

Ir contra la norma en busca de la verdad o por el simple placer de llevar la contraria, representaba lo mismo: identificación del rebelde sin causa, subversivo, contestatario y sufrir las sanciones de los adultos y la Escuela.

La Escuela ad portas del siglo XIX se convirtió en el sitio social adecuado para proyectar la vida. Su propósito era permitirle al joven aprender a ser mejor ciudadano y desarrollar sus capacidades intelectuales, así la educación fue origen de desarrollo. Para alcanzar los objetivos, se le encomendó a los enseñantes la tarea de transmitir el legado cultural acumulado a lo largo de los siglos y en especial, los contenidos conservados desde la Enciclopedia. Se educaba bajo un modelo de sociedad y se mostraba el camino a seguir en la edad adulta. Lo imprescindible era enseñar el conocimiento que perpetuara el orden social establecido. Un ejemplo claro de ésto son las reflexiones del doctor  Manuel Ancízar, Rector de la Universidad Nacional de Colombia, en los dos tomos de su libro  La peregrinación del Alpha por las provincias del norte de la Nueva Granada en 1850-1851(1850-1851, que refieren una enseñanza insulsa y alejada de la ciencia misma de enseñar:

(…) Y aún hay que añadir muchos de los que han concurrido a las escuelas, por cuanto salen muy mal enseñados, y en breve olvidan la    indigesta instrucción que recibieron sin método y sin hacerles conocer cómo habrán de aplicarla a los negocios. (…) La tal enseñanza se reduce a fatigar la memoria de los niños con preguntas y respuestas que sobre religión, gramática y aritmética aprenden al pie de la letra, y a la lectura y escritura, en cuyo aprendizaje gastan tres o cuatro años… prueba de que la instrucción propiamente dicha, que consiste en el ejercicio del entendimiento, no existe reduciéndose a un estéril recargo de la memoria con palabras que para el alumno carecen de significación bien entendida… La ciencia de enseñar no ha penetrado todavía en nuestro país, y al paso que vamos no penetrará en mucho tiempo”.

La Escuela se cerró en sus fronteras físicas y en lo social no iba más allá de proveerle a los alumnos las pautas de comportamiento para desempeñar distintos roles en su cotidianidad. Permaneció modelando el ser de los niños y normalizando al joven para que siguiera los pasos adultos. Esquema a toda vista reproductor de conductas, conceptos y actuaciones. Prevaleció el método de enseñarles a los alumnos lo necesario para hacerse hombres y mujeres de bien, ciudadanos al servicio de la sociedad.

La Escuela se hizo custodia de la estructura social. Reproduce la sociedad y disciplina a los alumnos, pues los padres le trasladaron la educación moral de los hijos, con lo cual asumió funciones propias de la Familia hasta el punto de que ella sólo hacia presencia cuando era requerida o se entregaban notas.

La Escuela respondió a inquietudes cómo quién cuida, educa y disciplina a los niños. Se le dio la tarea de suplir los vacíos, infundir valores que controlen a los jóvenes y que los prepare para ser adultos de bien” (Cajiao, F. 1995: 30).

La escuela no permitió lo diferente, únicamente lo uniformado, la homogenización de las formas de pensar, sentir y hacer. Adquirió dominio no sólo sobre el saber, también sobre el actuar. Los padres corean que la Escuela es el segundo hogar, lo cual induce a representar la comunicación alumno-profesor como una relación vertical, en la que el profesor remplaza al padre en jerarquía y autoridad y la Escuela asume el papel de Hogar, multiplicador de valores y virtudes.

Pero, ¿qué hacen los profesores con descomunal designación?

En la escuela los maestros se convierten en los grandes sacerdotes de la ciencia de los que hablaba Comte, pero estos, al contrario de lo que suponía el autor, no son necesariamente sabios, sino que más bien se presentan como si lo fueran para evitar ser cuestionados, para justificar la arrogancia y el distanciamiento del joven, para ponerse por encima de sus estudiantes de manera arbitraria, porque ni ética, ni moral, ni pedagógicamente esta posición predominante del maestro en el mundo escolar es aceptable. (Bonilla, Elssy: 92 ss).

En esta perspectiva el profesor-educador asume y mantiene su papel de protagonista, enseña y le transmite al alumno un estado de dependencia frente al saber, al comportamiento y al hacer. Ante el modelo social a seguir, los alumnos reproducen lenguajes, ademanes, conductas y dicen, al interior del aula, lo que sus profesores quieren escuchar y ver. Se impone la sensación existencial de que el niño o joven no es nada sin el educador. Él sabe, el resto no.

Pero, ¿será que lo impartido por la Escuela llena las expectativas y la realidad de los jóvenes?, ¿será que atiende sus intereses?, ¿será que tiene en cuenta los nuevos elementos tecnológicos y pedagógicos? O ¿no nos atrevemos a romper esquemas?

Cabe también preguntarse por la cualificación de los profesores, por su desarrollo personal y profesional, por el acercamiento crítico a las nuevas teorías educativas, no sólo para refutarlas o asimilarlas sino para analizarlas y adaptarlas a los tiempos de los estudiantes. Decir profesor, educador, docente, es decir tradición. Es preciso dar el paso adelante, o al costado quien no lo desee, y recomponer el quehacer en la Escuela para despojarnos del papel de protagonistas y cederlo a los estudiantes. Porque para ellos…

No hay grito más desgarrador que el de la soledad. El de estar en medio de todo y de tanto y sentirse abismalmente solo. Hablar y no ser escuchado; actuar y no ser observado… pero si juzgado.

Ser o no ser, actuar o parecer, callar o hablar, he aquí, cuatrocientos años después, la persistencia del dilema. Cómo pretender que sean ellos mismos cuando todo a su alrededor le señala qué debe ser. Cómo ser ellos mismos si su entorno inmediato es espejo sin luna; es un monólogo interminable, es tierra estéril donde sus pensamientos caen en el vacío. Cuando todas las flechas y caminos conducen a Roma y Roma no es su destino elegido.
¿Qué ocurre?, ¿qué le ocurre? Es el rebelde que dice “el camino más corto es una línea curva”; pi no es número, es un monosílabo y con es una preposición de obligación.

Ocurre que todos los caminos le conducen a la interminable noche, pero que el día, el viaje, es lo que desea andar, disfrutar con sus ojos y gozarlo con sus manos. Ocurre que le aburre el tiempo interminable y gusta de lo fugaz, de aquello que no le ocupa todo su ser y vida.

Ocurre que su mente es volátil y no se aferra a una sola cosa, pensamiento o hacer; quiere agarrar todo y cambiar todo y ser él y que cada quien sea. Ocurre que escoge su camino y se mete en líos; que va pensando en sus sueños y se topa con el adulto que regresa; que va masticando su futuro y tropieza con flechas y caminos a Roma… y él no quiere ir, se niega ir a Roma.

Cómo ser él mismo cuando no sabe qué es la vida y no sabe dónde está, si en los otros o en él; en los libros o en la cotidiana experiencia; si en sus padres que la llevan recorrida o en él que apenas la balbucea. Cómo aprender a hablar si cada cual le indica cómo hacerlo, para qué quiere caminar si sus pasos son gobernados por las líneas férreas y perennes socialmente construidas.

Mejor opta por postrarse en la cama y esperar a que todo le llegue, por estirar los brazos con las manos abiertas y asumir la vida cual semáforo donde espera le den poco o mucho y no hacer nada y ser nadie en la encrucijada de caminos donde los adultos señalan las rutas, marcan los itinerarios y él no tiene libertad alguna para decidir.

El tiempo se lo cobran a precio de oro porque debe aprovecharlo, ahorrarlo y hacerle dar frutos ajenos. Tiempo, ¿para qué tiempo?, ¿para reproducir?, ¿para aceptar modelos tomados?, ¿para continuar el devenir de una tradición adulta dueña del saber, de la experiencia, de la afectividad y de su destino?

Para aprender debe seguir a sus profesores, almas benditas, orientadoras del saber y la autoridad; a su padres únicos conocedores de la vida: “yo sé por qué se lo digo”; al Estado que se perpetró en estado y no en proceso; a las leyes cada vez más lejanas, ciegas y acomodadas para repicar un modelo, a toda vista, fracasado.

Extraña su cuerpo visto desde su sensibilidad. Extraña caminar dando tumbos, reconociendo el entorno, agarrando cada cosa y lograr manipularla, saborearla, escucharla y después dejarla a un lado para agarrar otra y otra. Extraña la curiosidad que se llevaron sus padres y la escuela, extraña todo lo que tenía a tan poca edad y que le hacia dueño de los mayores tesoros. Ahora no tiene nada, todo es prestado, dirigido o regido. El juego desapareció, eres grande, le repiten. No obstante, en el niño habitan el poeta, el loco, el científico, el soñador, el… Ya grande, todos le han abandonado y sus tesoros se los llevaron, se los quitaron y se quedó solo y vacío. Sin ellos ¿quién es?, eran cada parte de él y todos juntos eran su YO.

Y si no soy yo ¿qué puede ser?, ¿qué pretenden que sea? Puede Usted Profesor decirme ¿Quién soy? ¡Respóndame!, por favor, o por lo menos ayúdeme a saberlo, desde mí mismo, no me imponga ni ayude a otros a imponerme una identidad, pues no seré yo, sólo una máscara multicolor y multipropósito que podré quitarme cuando pueda o quiera, aun simplemente ¡cuando a mí se me dé la gana!

Por favor, ¡tomen en serio lo que yo hago, pienso y siento! Ya no quiero ser el fruto resultado de las flores ajenas. YO quiero ser la flor y dar mis propios frutos, o por lo menos ser fruto de mí mismo.

RICARDO IGLESIAS DÁVILA
Cali, 6 de junio de 2005

VN:F [1.9.22_1171]
Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
VN:F [1.9.22_1171]
Rating: 0 (from 0 votes)

Escritura y lectura en la Escuela

Escritura y lectura en la educación

Julia Patricia Martínez Tapias

Ricardo Iglesias Dávila

Universidad del Valle

Santiago de Cali, 1999
INTRODUCCIÓN

Los individuos están cada vez más alejados de la vida, del mundo; los cambios generados por las grandes revoluciones universales han ocasionado un desapego por el entorno; situación no evidente para el hombre pues se oculta en un bagaje inconmensurable de modas, estilos, tendencias y aceptaciones.

La escuela cree manipular recursos didácticos y pedagógicos para combatir este fenómeno, pero termina cediendo a la fuerza de este caudal que fortuitamente se ha denominado “superficialidad”.

El aula ofrece una sociedad en pequeña escala. El maestro en su rol de orientador se detiene para priorizar problemáticas y necesidades, pero aún no vislumbra una gran dificultad enfrentada por los alumnos: la insensibilidad, la resequedad, la no capacidad de sorprenderse.

Muchos especialistas en pedagogía han llegado a limitar estos eventos a la simple idea del abismo generacional. Las razones no están cifradas sólo en esto. Es necesario escudriñar para encontrar los motivos por los cuales los niños han perdido su espíritu de niños; la lectura ya no tiene sentido, o tiene un sólo sentido: reproducción de esquemas y porque los hombres emplean incipientemente sus sensaciones.

La humanidad no puede perder su esencia a razón de la tecnocracia y el afán por seudovivir. La escuela y el maestro deben reiniciar la búsqueda de estrategias que insten a cada sujeto a la autoformación y el autoconocimiento para que pueda proyectarse como “ser sensible”.

Con este trabajo intentamos mostrar a través de experiencias la posibilidad de sensibilizar a los estudiantes, permitirles acercarse al mundo y rescatar sus deseos de transformarlo desde el conocimiento.

OBJETIVOS

1. Plantear la lectura como posibilidad totalizante en la adquisición del conocimiento.

2. Promover el uso cotidiano de las sensaciones como el motor para el desarrollo de la estética y la fantasía en el proceso de la lectura y de la escritura.

3. Mostrar elementos constituidos en agentes de desmotivación para la lectura en el aula.

4. Sensibilizar al individuo para que realice una lectura ilimitada del mundo.

“La educación: un ideal universal que aún no define su intención”

Uno de los innumerables propósitos de la educación es el de permitirle al sujeto construir los conocimientos necesarios para participar en el mundo y transformarlo. Esta propuesta da pie a varios interrogantes:

¿Cuáles son los conocimientos necesarios?
¿Qué es el conocimiento?
¿Cuáles son las condiciones para que se produzca conocimiento?

A estos y a otros muchos interrogantes se suman los de aquellos “defensores” de la “libertad del hombre”: ¿Desea el hombre adquirir dichos conocimientos?, ¿No se coarta la libertad con la educación?
A partir de las revoluciones educativas el hombre toma dimensiones diferentes y especiales, deja de ser el individuo pasivo y recolector de cantidades de información para erigirse como sujeto activo, cognoscitivo y considerar su entorno como el objeto de conocimiento al que debe dirigirse a través del contacto y permitiendo, además, el rediseño educativo que cobija al docente, quien a partir de ese momento participa como orientador y posibilitador de experiencias entre el sujeto y el objeto de conocimiento.

Tenemos, entonces, que la estructura convencional educativa, donde la jerarquía empezaba y terminaba con el profesor poseedor del conocimiento, y quien transmitía al estudiante encargado de memorizar y repetir en unas evaluaciones cuantitativas, se transformó en el proceso donde el profesor es un orientador que reúne cualidades de científico en su área, epistemólogo de su ciencia y metodólogo en su trabajo de abordar el objeto de conocimiento, alguien permeable en su labor. Un pedagogo diseñador y evaluador permanente de modelos didácticos que propendan por el desarrollo del aprendizaje de sus educandos dentro del criterio “se aprende haciendo”.

Por tanto, el profesor debe propiciar situaciones de aprendizaje que conlleven al desarrollo de los diferentes niveles constituyentes de la integralidad del “ser” (fundamentadas en las dimensiones antropológicas, axiológicas, etc.)

¿Qué tipo de hombre se quiere formar? El perfil lo consolida un individuo original en su manera de ver el mundo, investigativo, creativo, autónomo, eficaz en su relación con el mundo, su familia y los demás; trascendente, donde su actitud repercuta en sí mismo, en el hombre, en el mundo conformado por la historia, la sociedad y la cultura.

Se educa mientras se instruye. Algunos educadores han cometido el error de creer que la educación y la instrucción son la misma cosa o que las dos tienen momentos diferentes; es preciso trabajar los diversos valores asumidos por el hombre dentro de la sociedad y traducirlo en actitudes. El ideal del hombre es la felicidad, y para lograrla, busca la unidad entre el pensar y el hacer.

El proceso del conocimiento del objeto se inicia en las operaciones mentales que son capaces de ordenar y sistematizar los datos de los sentidos. Las estructuras mentales no son dadas, las desarrollamos en el proceso de interacción con el entorno.

El conocimiento jamás es adquirido pasivamente. La relación objeto y sujeto debe permitir una experiencia significativa que proporcione ideas nuevas o que reafirme las ya sistematizadas. El conocimiento es dinámico y su avance se encuentra regulado por la dialéctica establecida con otras disciplinas.

Se conoce y aprende sólo aquello que tiene significado para el ser. El conocimiento desligado de las preguntas esenciales del ser no sólo es inutil, sino que carece de sentido. Por ejemplo: el único modo de leer bien es leer desde una pregunta específica, desde una inquietud, desde y con el deseo; de no ser así, el proceso no pasará de ser el ejercicio mecánico de pasar los ojos sobre unos signos que nada le dirán al sujeto, pues éste nada le ha preguntado.

El problema en la escuela (en todos sus niveles) es que muy pocas veces genera posibilidades para que los estudiantes puedan leer desde sus preguntas, desde sus deseos; a cambio de ello, les “impone” textos y, lo más lamentable, “métodos” que, por muy sofisticados o “modernos” que puedan ser, en general tienden a castrar el gusto por la lectura, la escritura y la discusión.

El individuo utiliza su propia construcción del mundo para darle sentido a su realidad vivencial y experimental. No se pueden prestar las verdades a otros ni proporcionar recetas. La adquisición de conocimiento está en proporción directa con el acercamiento individual al mismo; acercamiento que posibilita la capacidad de aprender a ser, de asimilar, traducir y expresar el mundo.

Paralelo a lo cognitivo se estructuran habilidades y destrezas tales como: observación, descripción, comparación y clasificación; mecanismos que desarrolla el hombre para realizar tareas prácticas. A las destrezas anteriores hemos de agregar la justificación y la verificación, con las cuales estaría completa la tarea. Un ejemplo clásico sería el darle a los niños varios aros de diferentes colores para que los organicen en grupos de colores iguales, aun cuando ellos no saben los nombres de los colores ni sus características los sentidos les proporcionarán la ayuda necesaria para distribuirlos en los grupos de colores iguales.

El individuo se genera expectativas a través del interés, la motivación y la relación dialéctica con el objeto de conocimiento. La construcción de saberes se hace a través del aprendizaje significativo y éste es posible cuando el hombre es tocado por aquello que le rodea y lo estimula a la búsqueda de la verdad.

El individuo es sólo en su relación con los demás, tiene rasgos y características cognoscitivas, sociobiológicas y socioafectivas particulares y por tanto su relación consigo mismo y con el mundo se plantea de forma diferente. De acuerdo con ésto, reafirmamos el énfasis de considerar cada estudiante como un sujeto de conocimiento singular y extraordinario que está en capacidad de crear sus propias relaciones a través de la experiencia, creando sus imágenes y generando ideas y conceptos para establecer sus propios juicios críticos y estructurar un discurso propio que le permita aportar teorías firmes respecto de los fenómenos, procesos o acontecimientos en los cuales se involucre. La educación debe, pues, fomentar el espíritu de aprendizaje, motivar la búsqueda de la verdad, guiar a la investigación; ese sería su pequeño monumental paso: Engrandecer y darle el verdadero valor al verbo “investiguemos”, jugar a ser científico, a ser aventureros del conocimiento y a dejar de ser estatuas de escaparate.

Recalcando el “aprender haciendo” y, poniendo en práctica dicha teoría se espantaría al letargo, ese voluminoso monstruo que nos ancla a una tabla. Por esto es necesario que las instituciones educativas y las no escolarizadas creen estímulos para que los estudiantes, y, aún más, los profesores, investiguen y especialicen en las diferentes áreas del saber.

La educación y la cultura giran alrededor del hombre, pero si al hombre se le dan los elementos culturales y él no devuelve nada, entonces el desarrollo de ambas partes estará seriamente comprometido.

Es cierto y necesario, además, la existencia de conocimientos particulares o específicos, pero también es cierto que él está inmerso en una sociedad que se encarga de relacionar todo conocimiento, que cuenta con instituciones que trabajan el conocimiento, lo generan y construyen y, con otras en las cuales lo imparte, para que los individuos conozcan y participen del mundo. No en pocas ocasiones se ha discutido sobre la educación, se plantean varios puntos de vista, a lo cual se suma la pregunta sobre su continuidad o abolición por ser limitadora del individuo.

El termino educación es para algunos sinónimo de enajenación, anteponiéndose a la palabra libertad, es coacción y enajenación del individuo a fines y propósitos determinados por la sociedad.

Educación es orden, libertad es hacer lo que nos da la gana. Afirmaciones falsas. Pensemos, mejor, que nuestra mentalidad es limitada y abstracta pues está dirigida también a intereses particulares.

Hablar de educación y libertad es hablar del individuo y de él como sujeto inserto en la sociedad, de donde toma las herramientas para acercarse al universo, manipularlo y en el mejor de los casos (infortunadamente muy pocos) devolver propuestas para el conocimiento más profundo de aquello que lo rodea y llama su atención. La educación tiene dos tareas genéricas: la individualización y la socialización.

Individualización porque permite al individuo el desarrollo de sus habilidades inherentes y la posibilidad de potenciar al máximo sus aptitudes y competencias para encontrarse y realizarse en lo anhelado.

Socialización, porque el individuo debe integrarse a la sociedad, no para difuminarse en la masa, sino que, permaneciendo fiel a sus principios, recordando que no son “sus” principios (desde sí mismo), sino, principios venidos del conglomerado socio-cultural, del Otro, colabora desde su disciplina a encontrar soluciones a los problemas de la comunidad, así éstos no sean de su interés.

El individuo será sociable en la medida que respete las ideas ajenas y pueda hacer respetar las suyas. El individuo no puede perderse entre la multitud social, es parte de ella pero diferente a ella, conserva su individualidad en la interacción continua pero, tiene sentido de cooperación.

La educación atraviesa al hombre en toda su complejidad (psicológica, afectiva, axiológica, cognoscitiva, metacognitiva, etc.), puede ser portadora del bien o del mal; depende de su laboriosidad o desparpajo en el uso de esta facultad. La educación emerge, entonces, como posibilidad de continuar con una cultura anterior y como fuente de conocimiento para desarrollar el presente en pos del futuro.

Por tanto, se puede afirmar que: LA EDUCACIÓN NO ES DADORA, ES POSIBILITADORA DE…

El proceso educativo debería realzar las aptitudes y competencias del individuo y posibilitarle actuar en la realidad de forma consciente, eficiente y responsable.

La vida presenta situaciones dispares, problemáticas y quien pretenda actuar con recetas está destinado al fracaso. Por esta razón, el individuo debe estar preparado para enfrentarlas y encontrar las soluciones más adecuadas.
El individuo debe estar preparado para:

1. Actuar frente a los hechos de forma responsable y proponiendo soluciones (participación activa.)

2. Conservar la memoria social: El pasado no debe morir y la educación es acumulativa y el pasado estructura el presente y este al futuro.

3. Integrar: El individuo está abocado a la sociedad y por tanto debe:
– Sentir (ser sensible)
– Asumir responsabilidades
– Convivir con los problemas

– Participar de la comunidad
– Exigirle a la sociedad

4. Progresar: Aquí se concentra el dinamismo de la educación, a partir del actuar, conservar e integrar se desarrollan las nuevas alternativas en todas las áreas depurando elementos y enriqueciendo otros. Esto es el proceso de evolución.

La educación debe ajustarse a las particularidades del individuo para que participe de acuerdo a sus habilidades. Debe reconocer y respetar las individualidades llevándolo a ser lo que es en el máximo de sus logros y sin perder de vista su aprovechamiento social. La educación no debe formar a un individuo divorciado ni en función de ella, sino en armonía con ella. (Cf. Zuleta E. “Elogio de la dificultad”)

Será entonces, una actividad de autosuperación donde el individuo se enfrenta a los demás sino a sí mismo para que conozca y aproveche sus capacidades biopsicológicas. Por tanto debe ser observado y estimulado.

El proceso de autosuperación o individualización es débil por los paradigmas pedagógicos que continúan viendo la educación como la masificación de los conocimientos. Implica ésto una carencia intelectual que no se deriva tan solo de la enmarcación en un método, un objeto y un sujeto de estudio ni por incompetencia enciclopédica, pues los conocimientos existen en el entorno o en los muchos libros que reposan en las bibliotecas a la espera de un sujeto inquieto que desee apropiárselos.

Mientras no exista el deseo por las cosas, el conocimiento estará estancado, condenado a perderse en el tiempo, a perecer en la memoria o a no existir. El deseo es el mecanismo que mueve al hombre, que lo obliga a satisfacerlo aún a costa de su propia vida. De allí la insondable problemática que contiene “la falta de deseo” o afanisis. (Cf. Barthes R.” El Grano de la Voz” 1982).

¿Cómo motivar a acrecentar ese deseo? ¿Cómo despertarlo para que él mismo lleve al hombre hasta las cosas?

El hombre está condenado a depender de otros. Sólo existe por intermedio de otros. Es por medio de otros que se alimenta, habla, escribe y conoce; se mueve y sociabiliza. Sin embargo, y por esas mismas razones, es posible motivar de mil modos distintos a ese hombre desde niño.

EXPERIENCIAS Y EJEMPLOS

Las siguientes experiencias han sido realizadas en varios colegios de la ciudad de Cali, se transcriben los más interesantes y relevantes para el presente trabajo.

La verdad entre nubes (1997)

En mi primera experiencia docente trabajé con un grupo de colegialas adolescentes, de clase media, en una comunidad religiosa tradicional. Era de carácter obligatorio sujetarse a los programas del MEN. Me desempeñaría en el área de español y literatura, mi especialidad, pues siempre he sentido inclinación por esta disciplina. Inicié con el deseo de enseñar a partir de una filosofía y pedagogía diferentes.

Empecé a fomentar las clases vivenciales, de tal modo que las niñas desarrollaran individualmente las respuestas a las incógnitas que les presentaba y a la vez cubrieran los temas del programa, sin dejar de lado lo esencial: despertar el deseo de conocer.

Concebimos durante el año lectivo infinidad de actividades. Para los directivos del colegio, algunas de ellas tuvieron un calificativo de incoherentes, ridículas y hasta subversivas.

Recuerdo que trabajando el tema signo y símbolo bajamos con las niñas al patio, donde nos acostamos a observar las nubes en busca de significados e imágenes y después intentar escribir algo poético. Emocionados, algunas niñas comenzaron a decir, en voz alta, frases cargadas de poesía y comprendí que ese preciso momento era de sensibilidad suprema y no se podía interrumpir, pero fue lamentable, las hermanas habían invitado a misa y todo el colegio debía asistir.

La hermana coordinadora al observar las niñas acostadas en el piso las gritó y las trató de perezosas, inconscientes e ignorantes, y las pobres niñas ante aquella cantidad de barbaridades bajaron sus cabezas y se dirigieron a la iglesia. La profesora no fue tildada de ignorante pero, fue ignorada.

Dos días más tarde aparecieron letreros en los baños, donde se manifestaba con frases metafóricas lo que simbolizaban los hábitos de las religiosas.

Al final del año fui calificada de incitadora y hasta de revolucionaria. Aún así hoy en día, no me arrepiento de ninguno de mis actos, pues aunque no tenía experiencia sé que aquello marcó el anuncio de mi búsqueda: Una metodología que conduzca al querer aprender, a llegar al conocimiento desde el deseo.

Comprendo ahora por qué muchos maestros se niegan a esta idea. No se pueden arriesgar a que los estudiantes descubran la verdad y luego la cuestionen.

¿Qué hacer? ¿Seguir eduengañando?

Sensibilidad vs. Apatía (1998)

Llegué al distrito de Aguablanca con el propósito de dar clases en un colegio particular. Inicie en preescolar. A medida que pasaba el tiempo y me involucraba en el medio, sentí la necesidad de hacer algo para salir de la cotidianidad y facilismo con en el que se asumían las clases, en especial la de lenguaje.

Era terrible ver cómo los niños se negaban a la idea de aprender a leer porque la enseñanza se impartía de manera obligándolos a repetir sílabas y después palabras sin tener en cuenta el contexto ni el interés del niño.

Como no podía inmiscuirme en estas clases, opté por buscar estrategias que incentivaron a los niños a desear aprender. Forme un grupo de trabajo, con los niños, los días sábados con el nombre de “talleres de literatura infantil” no para intensificar lo académico sino para proporcionar espacios diferentes.

Lo propuesto fue mover a la sensibilidad a través de historias, cuentos clásicos, pinturas, títeres y paseos. Hablamos de cosas interesantes para ellos y luego escribíamos. Tuve niños de todas las edades y todos superaron, en mucho, su apatía al aprendizaje porque sencillamente comenzaban a disfrutar y sentir cada acto de sus vidas.

INFINITO
Yo sólo sé contar
Hasta quinientos,
Pero cuando
Pienso en ti
Pienso infinito.
Juan Sebastián Vélez

Ahora duele recordar, tal vez este proceso se detuvo gracias a los maestros que llegan con su visión tradicional de la educación y espiritualmente más pobres que los estudiantes, gastados por la acidez memorística.

El autoconocimiento: un camino para combatir la resequedad. (1999)

Trabajo con adultos de todas las esferas sociales y con el mismo fin: culminar la educación secundaria a como dé lugar.

Sorprende el bajo nivel de lectura y escritura.

Emprendo el proyecto de sensibilización a partir de dinámicas de autoconocimiento, diálogo interior, integración grupal. En cada clase se analiza una frase, por lo general de corte práctico, además de interpretarla, cada estudiante expresa lo que siente al leerla. La idea es manifestar cada sensación percibida.

Ahora están más interesados en la lectura, comprenden que pueden vivenciarla y hacerla suya por medio de los sentidos y despertar la imaginación hacia horizontes desconocidos. Las metas propuestas a corto y mediano plazo se fundamentan en elementos muy sensibles porque a través de estos se accede con mayor facilidad a los valores humanos.

Sé que al finalizar sus estudios no estarán partiendo con la misma resequedad con la cual emprendieron la aventura de aprender. Se van sintiendo cada acto, cada cambio en sus vidas, sin la necesidad superflua de repetir lo que es una idea principal, se irán asumiendo el saber desde todas sus posibilidades cognitivas y sensitivas.

Las anteriores experiencias muestran otros modos de posibilitar el conocimiento. ¿Se Crean esos modos? ¿Hay disposición y deseos por aplicarlos? O es conveniente ser de aquellos personajes que se contentan con el saber de una disciplina y cierran su saber, entender y deseo a otros sujetos y a otras disciplinas.

¿Como educadores precisamos estar en condiciones y deseos de acceder a la interdisciplinariedad, a contrastar nuestras teorías con las de otras ciencias, o nos casamos con un discurso sin dar posibilidad a otros? La falta de un oído generalizado y sensible conlleva a la limitación de nuestra evolución como educadores, a la limitación de la concepción del mundo y por ende, de nuestro discurso, con lo cual perjudicamos a los educandos.

El producto de los procesos instruccionales repetitivos, que enseñan lo que no se entiende y que hacen repetir lo que no se conceptualiza y, mucho menos se justifica y verifica para consolidar la información suministrada y tener niveles de certeza y evidencia frente al objeto de conocimiento y a los procesos metodológicos utilizados al abordarlos, son nuestros estudiantes en todos los niveles, caracterizados por su falta de interés, su escasa motivación, su atención dispersa, sus mínimos deseos de aprender, su nulo pensamiento formal, su poca lógica, su falta de creatividad. Aprendieron, lo poco, desde la referencia y no desde la acción.

La formulación de conceptos permite reducir la complejidad de la realidad. Ejemplo concreto es la categorización del concepto árbol, donde se conjugan todos los elementos existentes con las características esenciales que le identifican: raíz, tronco, hojas, flores, frutos, pero también sus variantes de tamaño, uso y color, etc.

Así, sólo el uso de las cualidades simbolizadoras y conceptuales del lenguaje dota al aprendizaje de significado, pues, la simple verbalización mecánica no garantiza el saber las cosas. La adecuada categoría del pensamiento contribuye al significado de la palabra.

Antes de existir el lenguaje existían las cosas. El hombre ejerció sobre ellas control y manipulación directa. El desarrollo del lenguaje implicó abstraer las cualidades y crear conceptos que permitieran identificar, clasificar y categorizar la realidad. Fue el factor decisivo en la formación del pensamiento y no sólo transmite información sino también matices emotivos supeditados a la relación del individuo con el mundo, consigo mismo y con los demás. He aquí la razón a la diversidad de puntos de vista sobre idénticas situaciones.

La representación permitió crear un puente entre lo abstracto y lo real, puente hecho palabra; que crece, se reproduce y lucha por no morir. Emancipó al hombre espacial y temporalmente, lo estimuló no sólo desde el aquí y el ahora, sino también desde el pasado y el futuro, ensanchando su mundo hasta límites inimaginables.

Los sistemas de códigos permiten acceder al conocimiento. La lectura de los sistemas de códigos posibilita la adquisición del conocimiento, de allí su vital importancia.

La lectura es la actividad interdisciplinaria, intelectual y reflexiva que cobija todos los estratos del ser humano. No es ni depende de un área específica, por tanto, debe estar al alcance de todos los niveles del conocimiento. Es alimentación y retroalimentación que requiere de movimiento, constatación y deconstrucción.

La lectura es actividad cognitiva, mágica e impredecible que fomenta la creatividad, la exploración y la expresión del sujeto epistémico o lector. Y decir que ella pertenece a todos los niveles del conocimiento es afirmar que involucra todo lo existente. Abarca cualquier signo, lingüístico o no, una imagen, un olor, un sonido, un gesto, etc. Sólo puede verse limitada por aquello que no esté a su alcance, sin embargo, se cuenta con la imaginación y la fantasía para desbordar esos límites.

La lectura es actividad semiológica porque reconoce en cada cosa y en cada situación un elemento suelto o encadenado de conocimiento, permitiendo establecer juicios y criterios respecto a saberes anteriores y posibilitando reafirmar o transformar lo adquirido, de está forma la lectura adquiere vitalidad continua y bipartita.

La lectura debe permitir el acceso de los estudiantes a todas las formas del conocimiento y aprehensión del mundo y el profesor bajo ningún pretexto puede descuidarla o ignorarla porque ella permite hacer acopio de la cultura, transformar la naturaleza del pensamiento y resaltar el instrumento que modela la facultad típicamente humana: PENSAR. Por tanto, la lectura cargada de significado es el sello del aprendizaje humano. A su vez el lenguaje es indispensable en la formación de conceptos e implica el aprendizaje sintáctico y sistemático para conocer la lógica gramatical con la cual se elaboran relaciones más estrechas y complejas entre las cosas, las acciones y los atributos. De otra forma sería imposible.

El lector, a partir de su competencia lingüística debe sistematizar su trabajo. Este ejercicio involucra una dialéctica que permite a los elementos modificarse mutuamente hasta convertirse en sujetos y objetos de conocimiento. La lectura es construcción y deconstrucción del conocimiento, permite ampliar nuestro mundo significante, abre las fronteras del espacio y del tiempo, es el motor que impulsa nuestro afán de volar y conquistar mundos desconocidos.

La escuela como espacio primordial para el acceso y desarrollo de la lectura, se quedó en la instancia de la representación, del repetir gramatical, del eco incesante de las palabras y de la traducción efímera de las grafías, dejando de lado el mundo mismo. El desencanto y los esquemas dieron al traste con los deseos de aprender, de conocer lo intrínseco los objetos. La repetición hizo escuela y se adhirió a las entrañas de la educación. Se lee sin prestar atención a lo que se dice, se pierde el mensaje para reivindicar el juego de la voz con las pausas y los sobresaltos de la entonación.

La reflexión, el pensar, el trabajo sobre el sentido y el significado está desapareciendo con el beneplácito de unos y con la imposibilidad de otros que no tienen los recursos necesarios o carecen de iniciativas para evitar la mayor debacle que pueda registrar sociedad alguna: la falta de lectores espontáneos, incisivos, inquiridores de la esencia de las cosas.

En la actualidad, la educación superior establece programas para el desarrollo de competencias y aptitudes lingüísticas; espacios de discusión, investigación y producción textual.

La pluralidad investigativa administra instrumentos específicos, lenguajes propios, espacio y tiempo exclusivos, propone soluciones a múltiples problemas. Su mayor inconveniente es la carencia de una comprensión intertextual que no permite la integración de las diferentes disciplinas para promover soluciones rápidas e integrales a problemas de la vida misma. La universidad, como espacio de investigación y desarrollo, tiene la responsabilidad de crear cátedras integracionistas con el propósito de formar individuos que analicen los problemas desde la base de las relaciones interdisciplinarias.

La investigación es el máximo instrumento para desarrollar conocimientos. La educación, en muchos sectores, no conoce esta afirmación y sólo se dedica a formar individuos que obedezcan y estén dispuestos a realizar cualquier tarea con el fin de sobrevivir, relegando sus deseos y aspiraciones.

El investigador debe estar preparado para construir su saber y su método, para reconstruir el objeto desde relaciones significantes. Con su competencia debe saber hacer el camino y con su método llegar hasta el fin propuesto. Sólo si llega a esta instancia y puede expresar su trabajo podrá hablar de resultados.

A partir de la revolución educativa promulgada por algunos profesores y estamentos educativos se abrieron paso alternativas conducentes a formar individuos capaces de estudiar y profundizar en los problemas que le rodean, posibilitando propuestas y soluciones prácticas.

El realizar el seguimiento minucioso del camino y permanecer fiel a sus principios y metodología componen el aspecto deóntico de toda investigación. El modo de investigar caracteriza la esencia científica, la búsqueda de la verdad por encima de todo, sin detenerse en subjetividades y sin temor a descubrir equivocaciones en la forma de pensar y de vivir. Es allí donde radica la verdadera intelectualidad, en mantener la mente abierta a otras ideas, a la diferencia de criterios.

El pensar debe llevar a investigar sobre nuestras inquietudes y éstas a su vez deben inscribirse y precisar en un estilo apropiado a las características personales y a los deseos que impulsan el estudio y la dedicación de todo esfuerzo.

La lectura nos descubre el mundo mientras la escritura mantiene y desarrolla la cultura.

Los procesos de lectura y escritura sólo trascienden mientras se fundamenten en posiciones estéticas y sensibles. Todo ser humano cuenta con la facultad de experimentar sensaciones. El acto de aplicar dicha cualidad, de advertir gracias a los sentidos externos o internos se denomina percepción; Es un fenómeno que no está distorsionado, pero si influenciado por otras formas del conocimiento.

Cuando el hombre nace llega a un universo de cosas por conocer y son los sentidos los que posibilitan acercarse a ellas, asimilarlas, gracias a los órganos sensoriales, las ve, las toca, percibe sus olores, las degusta, las escucha, las siente. Los sentidos advierten las características de los objetos, los accidentes y cambios que sufren. El recién nacido es estimulado en su sensibilidad pura o primaria, porque no puede asumir las sensaciones de manera subjetiva, capta la realidad con lo denominado sensaciones externas, estimuladas por un objeto externo a través de órganos externos, mejor conocidos como sentidos. El conocimiento adquirido en esta etapa es la base cognoscitiva de todos los individuos.

Cuando el bebé comienza, por ejemplo, a distinguir la voz de su mamá, a relacionar la oscuridad de su cuarto con la soledad y llora para que acudan a él, está comenzando a transformar sus sensaciones, ya no son meras estimulaciones ocasionadas por un objeto externo, han entrado en el sentido de la memoria y las evoca a raíz de sus experiencias. Sus sensaciones dejan de ser externas y ahora aprovecha la facultad de los sentidos internos: la memoria, los instintos, la fantasía, la imaginación, etc. No obstante, las sensaciones internas estarán sustentadas en las sensaciones externas, las que conllevan a la subjetividad, otorgando a la percepción, como acto simple por el cual se capta la realidad, el plano de la apariencia y el aspecto afectivo.

Actuar sólo a partir de las sensaciones externas tendría como resultado percibir los objetos de la misma forma. La posibilidad de relacionar, organizar, fantasear, recordar, soñar, otorga a cada hombre su manera particular de sentir. Las ideas como producto de todo lo que se siente constituyen el fundamento de todo conocimiento. Son su base y son, por fortuna, diversas gracias a la subjetividad sensorial.

Los seres humanos dependen de la estimulación de sus sentidos para ser en mayor o menor proporción sensibles. Todos tenemos la misma estructura para percibir una sensación y estamos en contacto con objetos de cualidades sensibles.

Encontramos personas más sensibles que otras porque han tenido mayores estímulos y sus sensaciones son mucho más intensas. Nuestros estudiantes, por ejemplo, han caído en proceso de “ des-sensibilidad “ que científicamente podría denominarse “ hipoestética “ (disminución de la sensibilidad) y no valoran ni aprovechan su capacidad de sentir. Los programas académicos no tienen estrategias para trabajar este aspecto importante. Casi estamos llegando a basar nuestros pensamientos, nuestro supuesto saber, en la sensibilidad primaria, el conocimiento adquirido es el resultado de aplicar una conclusión objetiva a sensaciones externas y a las poco estimuladas sensaciones internas.

Se define como sensación la impresión o afectación psíquica causada por la estimulación por órgano sensorial a partir de un objeto externo. Las sensaciones primarias o puras manifiestan en los individuos recién nacidos sensaciones percibidas directamente por los sentidos externos, y encontramos las sensaciones percibidas por los órganos externos, pero controladas o influenciadas por los sentidos internos.

Toda sensación, interna o externa, siempre estará fundamentada en la estimulación de un sentido externo, de allí que la sensación se asuma como la forma de conocimiento más inmediata y evidente. Para la realización de una sensación siempre se contará con elementos básicos:

– Un objeto estimulador, que siempre, para cualquier clase de sensación, será un objeto externo al individuo.

– Un órgano sensorial externo.

– La aprehensión de una calidad sensible de ésta es ocasionada por los sentidos externos. Por tal motivo las cualidades sensibles se desprenden de los parámetros generales de color, forma, tamaño, etc.

– Acceso de la impresión cualitativa a la psiquis, pues al quedarse la aprehensión en la lógica cerebral, el objeto se asumirá sólo de manera física y la sensación rescata la aprehensión inmaterial.

– La realidad siempre nos ofrece dos vertientes de aproximación al objeto para conocerlo:

La física o somática
La síquica o sensorial

La producción de una sensación tiene los siguientes pasos psicológicos:

1. Estimulación de los sentidos externos que cumplen la función receptora.

2. Los órganos receptores convierten la estimulación en impulsos nerviosos.

3. La información viaja por las vías nerviosas hasta el centro integrador donde se produce la repuesta.

4. Reacción de todos los órganos efectores (generalmente son los músculos).

La sensación: una cualidad aparentemente elemental, pero indispensable para llegar al conocimiento.

“…y el hombre era oído,
y escuchó.
Fue ojos y vio,
Tuvo nariz y olfateó.
Se hizo piel
Y sintió.
Ayudado por su lengua
degustó…
Sólo pudo saber que era
cuando pensó
y pudo pensar en esto
y aquello,
cuando percibió,
se hizo verbo
y creció.”

En dinámica hecha entre niños de nueve y doce años se proponía hacerles mencionar cualidades y defectos teniendo en cuenta elementos de la naturaleza como una flor, un río, un pájaro, una nube, etc. Todos se compararon con un árbol y lo establecieron partiendo sólo de sus características físicas. El resultado fue algo así:

Soy alto
Tengo cabeza mediana
Mis brazos son cortos
Mi cabello es largo
Soy de color trigueño
Tengo la nariz grande
Mis piernas son flacas.

Lógicamente no todos contestaron de igual forma. La variación estuvo en el aspecto del tamaño y la dimensión.

Los niños aplicaron en mayor proporción sus sensaciones externas. Percibieron sólo mediante los órganos de los sentidos, sus sensaciones subjetivas se limitaron al concepto objetivo de la forma. Su memoria los indujo a recordar que su cuerpo era parecido en la “forma” al esquema árbol. No aprovechaban sus sensaciones internas. Me preguntaba por qué si vivían en un espacio repleto de naturaleza, su percepción era tan limitada, tan poco subjetiva.

Al contarles mi comparación con el río, se sorprendieron porque hablé de que era suave, alegre, tranquilo, inestable y fresco. No entendieron, pues para ellos estas características no eran sensaciones sino conceptos y por más que el contexto fuera especial ellos sólo lograron acercarse a él con las pobres herramientas de una seudo educación, supuestamente racional, que no se preocupaba por estimular quizás lo más importante en los niños: su manera de sentir el mundo.

La idea es desarrollar nuestra sensibilidad partiendo de estímulos físicos que provoquen sensaciones externas y luego emplear estímulos para desarrollar nuestra sensibilidad subjetiva, nuestros sentidos internos: sólo así lograremos asumir las sensaciones como fuente rica en información del mundo circundante y de nuestro mundo interior, de ésta manera tendremos un verdadero cimiento para acceder al conocimiento. Lectura propia del mundo en busca del conocimiento.

Todo lo que nos rodea tiene cualidades sensibles. El hombre percibe estas cualidades y mediante ellas conoce los objetos, se enriquece en cuanto a ellos y ésto depende de su sensibilidad.

Se hizo la propuesta de llevar los niños a pasear al rió con la intención de observar y disfrutar del río y su paisaje, con anterioridad se habían desarrollado varios talleres de sensibilización.

Lo primero fue mirar el color del río, que nos impactó, pues era casi café por lo turbio, probamos el agua y no presentaba sabor especial, al tocarla percibimos su frescura, fue difícil determinar el olor del río porque el contexto presentaba diversos olores que nos confundían, luego hicimos un trabajo más delicado con el oído, tratando de distinguir sin escuchar los ruidos del medio, el sonido del río; fue maravilloso, con los ojos cerrados y en completo silencio escuchamos el río. Desde aquel día el río fue algo muy importante para todos, cuando en los talleres queríamos hacer silencio o relajarnos recurríamos a una dinámica que llamamos “escuchemos el río”, a partir de la sensación de la escucha cada niño de manera especial tenía presente el río. Mediante las sensaciones internas subjetivizaron la experiencia y llegaron a diversos conocimientos como la frescura, la transparencia, la suavidad, incluso dieron con el fenómeno de la polisemia y concluyeron que esas cualidades sensibles del río eran en algunas personas características, valores. Se cumplió así con el proceso de sensibilización.

Empleo de los sentidos externos: todos, en especial el oído.

Objeto estimulador: el río.

Intervención del pensamiento y de los sentidos internos: evocación del río, imaginar o recordar situaciones parecidas.

Conclusiones: el río tiene cualidades hermosas, especiales, que algunas personas tienen; eso es bueno.

Muy motivados escribieron cuentos hermosos sobre los ríos. La percepción se dio con todos los sentidos y en especial con el oído, porque de todas las características sensibles del objeto río, la más estimulante fue la del sonido; a estos niños les encantaba dibujar pero no quisieron hacer un dibujo sobre el río porque sentían quedarse cortos al querer mostrar cómo era el río que habían sentido, que habían conocido.

Es muy importante replantear, en este momento, la forma como el estudiante debe llegar al conocimiento. La educación no debe innovar pedagógicamente copiando metodologías foráneas, su función debe ser la de identificar los defectos que llevan a un conocimiento superficial, memorístico y apático.

Todo conocimiento humano procede desde lo sensible (lo subjetivo) hasta lo inteligible (materia de conocimiento).

EXPERIENCIAS DE ESCRITURA

Las siguientes experiencias se realizaron con estudiantes de Segundo grado de primaria.

En trabajo de aula, y confabulado con los estudiantes, se decidió integrar la clase de geometría y la de español con el propósito realizar la descripción de una caja y hacer de ella el personaje central de un cuento. Las descripciones se hicieron individualmente y los cuentos se escribieron por parejas.

El resultado fue el siguiente:

Descripciones:

Mi caja tiene seis lados, mide 22.5 cms de largo y de ancho mide 16 centímetros con 6 milímetros. Es de un secador y tiene el precio con la marquilla del Éxito que dice que costó $33.650. En la caja dice WINDMERE 1250, un mundo de cosas en inglés. Es verde con blanco, tiene la ilustración de una señora que se está secando el cabello y cuando la desbaraté aparecieron por dentro unos avisos que decían que si el secador se mete al agua… explota.

Valentina Casasbuenas

Mi caja tiene 6 caras, tiene la forma de un rectángulo y está hecha de cartón. En el lado número 4 tiene un letrero y una figura igual que en la cara número 3 y en el número 5, las letras y las figuras son negras. En la cara número 1 tiene una cinta color amarillo quemado, el color de mi caja es café claro y tiene 8 esquinas.

Mi caja sirve para guardar zapatos, guardar productos pequeños como frascos y juguetes.

Mateo Echeverry

Cuentos:

LA AMIGOLENCIA

Una vez dos amigos, iban caminando, un pelado le tiró una piedra a uno de ellos. Mateo Jotalento le dijo a su amigo Juan camilo Rapidento por qué me golpeas y le pegó. Pelearon hasta el anochecer, cuando sus madres fueron a buscarlos. Ellos les contaron a sus mamás y no los dejaron volver a verse. Un día se encontraron en la calle y se perdonaron, pero quisieron hacer algo para que sus madres los dejaran volver a verse, lo intentaron casi todo hasta que ellas aceptaron. Otro día mientras conversaban les tiraron otra piedra, pero no les pegó y al volverse vieron al culpable, le preguntaron ¿Por qué nos tiras piedras? El niño no dijo nada, un rato después les contó que no le gustaba ver a dos amigos, pues no le gustaba la amistad. Ellos le contaron lo increíble que era ser amigo. Jugaban con él y lo invitaban a sus casas hasta que él comprendió que la amistad es lo más grande que puede haber.

Juan Camilo Jiménez
Mateo Echeverri

LA CAJA CHINA

Había una vez, en la NASA, unos astronautas que acababan de recibir una caja con los trajes espaciales, mandada desde China. Casimiro, uno de los astronautas, fue el primero en ir a sacar su traje, pero cuando entró al cuarto donde estaban vio que la caja se movía y le observó: cachos, ojos grandes, boca grande con colmillos afilados, cuatro brazos, siete piernas y pelo de color amarillo, azul y rojo. Pegó un brinco y le fue a contar a sus amigos, ellos no le creyeron.

Casimiro les dijo –vengan a ver- fueron y la caja se había comido todos los demás trajes. La agarraron y la mandaron a Plutón.

Después de cinco meses llegó y se encontró con un perro, enviado antes. La caja desesperada por el hambre se devoró al canino, pero, el perro estaba envenenado, así que la caja se murió.

Después de 50 años resucitó, fue a la tierra y se comió a todos los astronautas, destruyó la ciudad y murió de una gran indigestión.

Ana Sofía Arango
Silvio Gutiérrez

BETO LA ECOCAJA

Juan Camilo es un niño al que le gusta la ecología. Un día mientras caminaba se encontró una caja pequeña ¡perfecta para reciclar! Pensó, la cogió y la guardó. De pronto escuchó un ruido, era la caja la que le hablaba y le decía: “Quiero ser como uno de ustedes para enseñarles algo. Para comenzar ponme brazos, piernas, ojos nariz y boca. Ah, y un bonito nombre”. Juan camilo lo logró con un poquito de imaginación y plastilina. Le puso Beto y lo llevó al colegio en su maleta. Beto estornudo muy fuerte, sin culpa, y Ricardo le preguntó: ¿Qué fue lo que sonó? Al rato todos en el colegio murmuraban que Juan camilo escondía algo.

Ricardo, que era un niño bastante indisciplinado y cansón, le abrió la maleta y al ver a Beto exclamo ¿Qué hace esa caja ahí? Juan Camilo respondió: la traigo para mostrarla, pero Ricardo la cogió y salió corriendo. Juan camilo sólo pensaba en como haría para recuperar su caja. Ricardo quería destruirla por completo y mientras llevaba a cabo su plan, la caja gritó: ¡No me destruyas! Si me destruyes estarás destruyendo el lugar donde vives, el ecosistema, te estarás destruyendo a ti mismo. Pero a Ricardo no le importó, ni siquiera le prestó atención, en ese momento pensó: me la voy a robar.

Sin embargo, Juan Camilo se dijo – Beto se va a sentir feliz si cumplo con mi deber, si hago lo que me dijo- no importa, sólo haré lo que tengo que hacer. Explicó que sin la naturaleza no podemos vivir y todos estuvieron de acuerdo.

A los tres días Ricardo había reflexionado sobre lo que había hecho, devolvió la caja muy arrepentido y le pidió disculpas a todos por su actitud. Y todos muy contentos la bautizaron Beto la ecocaja, y desde ese día los niños protegen la naturaleza plantando árboles, reciclando y no contaminando.

Valentina Casasbuenas
Carlos Esteban Giraldo

El profesor como parte integrante del grupo de estudio también debe hacer su aporte de escritura sobre la caja. El escrito realizado en el aula y como primera escritura fue:

CAJEDREZ
Esta caja más que fichas contiene las caracterizaciones de hombres y mujeres de una época, su cultura y la búsqueda de sabiduría. Partir de ellos para acercarse a otros, luchar contra su inmediatez para dedicarse paciente y perseverantemente a estudiarse, para, en un acto de gentileza, desnudar las debilidades humanas.

Esta caja contiene el tiempo y el espacio, abrirla es entrelazar el maravilloso mundo de la ficción y la realidad. Es lograr ubicarse en el campo donde debieran dirimirse todas las diferencias humanas: el de la sabiduría, donde se conjugan valor, respeto y lealtad.

Esta caja contiene el análisis, la anticipación y la participación. ¿Cómo es posible contener tantas batallas, tanto tiempo y tanto espacio? Entra en ella y pronto disfrutarás de todo su contenido y de todo aquello que tú le puedas aportar.

De pronto tienes una en casa y no te ha movido a descubrirla, es una “simple caja” de ajedrez que contiene todas esas maravillas que esperan por ti.

Desde aquí los convoco a tenerme entre sus manos y a dejar discurrir sus ideas…

Son sesenta y cuatro cuadrados dibujados en mi superficie y donde millones de ideas encuentran sitio. Sesenta y cuatro sitios espaciados por color diferente donde los hombres enfrentan posiciones diversas.

Hace cientos de años acompaño al género humano entre el claroscuro de su desarrollo. Hace cientos de años fui inventada y, entre el misterio y el silencio, crecí hasta hacerme universal y elocuente. Los laberintos que se tejen a mis pies marcan la diferencia entre lo fantástico y lo real. La imaginación hace con-jugar contiendas leales y vertiginosas, maniobra estrategias para alcanzar el triunfo de las ideas y abrirle paso a la tolerancia y a la puesta en común de los artificios. Lo que hagan de mí hoy les será devuelto en otro encuentro. Las partidas son el inicio de las tramas urdidas para alcanzar la victoria. Victorias llenas de satisfacción y deseos de superación. En mi nacen lecciones de vida y desde mí se lanzan al mundo teorías y disertaciones que enriquecen el pensamiento humano.

Desde mi simple configuración se puede llegar a majestuosas formas geométricas y desde mi topografía se puede alcanzar el plano cartesiano, soy un sinfín de experiencias lúdicas, académicas y culturales.

Esta caja contiene millones de enfrentamientos, misteriosos artificios que envuelven al hombre y lo enfrentan a sí mismo y a otros que tienen, más que la osadía, la fortaleza para aceptar mirarse y mirar al contrario en una lucha igual y colaboracionista.

Ricardo iglesias Dávila

El trabajo simultáneo entre lectura y escritura permitió a los estudiantes y al profesor comprender la importancia del aprendizaje significativo y de la puesta en práctica de lo aprendido. Como reflexión sobre lo que significan estos dos aspectos del proceso de aprendizaje, queda el siguiente texto:

Partir de una lectura y llegar a la escritura…

Las cien mil palabras de un libro pueden ser leídas una a una sin que surja el sentido de la obra: el sentido no es la suma de las palabras, sino la totalidad orgánica de las mismas…”.
J. P. Sartre
Me sumerjo en el maravilloso bosque de palabras, sima de significaciones, para hacer brillar ese oscuro sentido del texto enmarañado y perdido en las hojas inertes de ese árbol llamado libro. Éste sufre transformaciones, se escurre de mis manos y se yergue frente a mí, dejó de ser el objeto del cual podía entrar y salir cuando así lo deseaba, ahora es un sujeto que me habla no sólo a través de las líneas demarcadas con tinta litográfica, sino también en el eco que retumba en las incesantes e interminables paredes de su laberinto. Sujeto que me reta a seguirlo, a buscarlo al cruzar una página, se pierde tras una palabra apareciendo en otras más distantes, es un juego donde le persigo, conjeturo y penetro en el sendero señalado por los blancos tipográficos. Me abruma, me doblega y debo buscar cómplices, tan pronto dentro de él, lo mismo que salir, correr a pedir consejo a otro sujeto que me hable del sujeto anterior.

De nuevo camino lento, casi imperceptible a mí mismo, escudriño con la mirada y los siete sentidos prestos, sigilosos a escuchar o percibir alguna huella o símbolo dejado por aquel para continuar el juego. Cada verbo me dice: Existe, hay acción; traslada su ser, está en transición, así como tú lo estás y como lo estuvo el anterior, quien trató de sentar a este sujeto en el diván y hacerlo hablar para conocer sus secretos. El anterior a mí no comprendió, el silencio es la mejor voz del sujeto y al escuchar sus silenciosas notas es posible descubrir su misterio, su esencia. Mientras tanto, continuó buscando en silencio, horadando los gritos de mis saberes, desenterrando los recuerdos, devorando los espacios entre letra y letra, reposando sobre las palabras. No me basta una brújula, varias me acompañan, lo cual no impide que pierda el norte de vez en cuando. No duermo, tengo miedo de saberlo perdido para siempre, a veces cierro los ojos y escucho sus pasos cerca de mí, al lado, atrás y, cuando los abro no descubro nada, mas de pronto algo brinca dentro, una pequeña luz baña mi ser, desbordó de felicidad al descubrir una huella, una señal inequívoca y empiezo de nuevo, esta vez más emocionado y todos los sentidos puestos en él y en mí, pues, de tanto andar tras él, nos hemos hecho amigos, compañeros de incertidumbres, viajes y aventuras, sufrimos con el dolor del otro, nos ayudamos en la búsqueda, él hace parte de las mías y yo de la suya. Descubrimos que no somos nada el uno sin el otro.

CONCLUSIONES

La lectura ha de ser instrumento de conocimiento y no de castigo. El libro debe convertirse en un amigo que brinde alegría, actitudes positivas, conocimiento, retos, desciframiento del sentido del mundo y perfeccionamiento del espíritu a través del desciframiento de los signos, espacio y tiempo para soñar e imaginar. El predominio contemporáneo de la lectura funcional despoja a la relación del sujeto con los signos de su dimensión reflexiva y meditativa, para dejarla instaurada más bien en el terreno puramente operativo y funcional.

El verbo leer está limitado por el poco conocimiento que se tiene sobre la lectura. La mayoría de estudiantes creen que sólo se puede leer lo escrito, las grafías. No tienen claro que la lectura abarca toda clase de signos y símbolos, que se proyecta más allá de las simples imágenes y penetra en cada cosa que existe a nuestro alrededor, además no quieren complicarse la vida con lecturas “serias” que problematicen el sentido de la existencia, del mundo y de nuestra relación con los demás.

Para una buena lectura, se necesita un buen lector. Borges decía que cada libro está a la espera de su lector, aquel capaz de descifrar sus más recónditos secretos, de traer a la luz toda la inmensa posibilidad de significaciones. Leer consiste, de este modo, en poder integrar los datos del texto en el universo de conocimientos del lector. Este debe interactuar con el texto, dominar y dejarse dominar por él, entrar en franca lid con ese objeto, dejar abiertas las ventanas del entendimiento y de las dudas para permitir que respire y, tomar de ese hálito parte de su esencia, escanciar cada palabra, frase, oración, párrafo y capítulo, hasta la última gota para luego sentir la fruicción de ese trago dulce que es la asimilación del texto que debe llevarnos, si es una verdadera lectura, a la escritura, último paso de la lectura.

El libro sólo puede tomar esa denominación cuando es leído y trabajado, de lo contrario sólo será un amasijo de hojas manchadas con alguna tinta de algún color sin importancia.

VN:F [1.9.22_1171]
Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
VN:F [1.9.22_1171]
Rating: 0 (from 0 votes)