Tres visiones literarias sobre la Cali de los años 60 y 70: Bonilla, Caicedo y Valverde

Tres visiones literarias sobre la Cali de los años 60 y 70

Bonilla, Caicedo y Valverde

 

Si la ciudad contribuye a la definición de la mentalidad urbana,

la literatura expone sus imaginarios[1]. 

 

  1. 1.      MARCO TEÓRICO

Las décadas del 50 y del 60 transformaron la ciudad de Cali en todas sus dimensiones. La modernización del país encontró  el terreno abonado: grandes migraciones nacionales y algunas extranjeras incrementaron los intercambios culturales, sociales, políticos y económicos que marcaron su rumbo. Se crearon nuevas industrias, apareció El grupo de los martes, se fundaron universidades y se posicionó a la ciudad como polo de desarrollo nacional. No obstante, la violencia también apareció con todas sus consecuencias.

La sociedad caleña sufrió cambios insondables de los que sólo se puede dar razón a partir del estudio minucioso de las actuaciones de sus habitantes y de las maneras como las vivieron, las asumieron, las recrearon y las simbolizaron hasta convertirlas en sus imaginarios. Imaginarios populares que el establishment reprobó en la mayoría de ocasiones. La sociedad caleña también es el producto de las tensiones surgidas en el proceso de interacción de sus actores y de las influencias de la historia, las instituciones y el lenguaje que legitiman las visiones de mundo desde las formas hegemónicas y discursivas del poder.

Los actores sociales al ser dinámicos permanecen en continuo cambio, por lo que las sociedades también lo están. Sociedad y actores se transforman mutuamente, son permeables, singulares…

El espacio, y la apropiación que de él hacen los actores, se constituye en aspecto fundamental en las dinámicas sociales. El uso de los diferentes espacios de la ciudad por parte de los grupos sociales marca linderos precisos y rigurosos de territorialidad. (La calle mocha, el nortecito de los suicidas, el grupo de la orilla, los traquetos, los clubes sociales, las unidades residenciales…). Así, el espacio de actuación es delimitado, simbolizado y significado por los actores cuando lo ordenan, interpretan y jerarquizan en función de sus necesidades y creencias. El territorio es pues el espacio físico e histórico donde se relacionan los miembros de una comunidad y por lo tanto se construye y  transforma material y simbólicamente en un proceso cultural[2].

Si la noción de espacio indica la fría denominación de una franja geográfica con características perdurables, la noción de territorio implica una compleja red de interacción multidireccional porque las actividades socioculturales, productivas y políticas de cada grupo se circunscriben a las condiciones territoriales, a la vez que las interacciones impactan el  espacio y la cultura de dicho territorio.  Territorio y población se hacen uno y de él emergen los imaginarios, las representaciones de la realidad. Por tanto, las territorializaciones se convierten en híbridos espaciales y culturales, pues los actores sociales conjugan los diversos recursos del medio con sus propósitos particulares para sacar ventaja según su axiología y sus costumbres. En conclusión, de la historia, de la práctica territorial y de los propósitos de cada sujeto depende la interacción social y las tensiones resultantes.

Decir ciudad es representar un territorio global, pero fragmentado, pues contiene secuencias de espacios y subdivisiones diferenciadas por el conjunto de grupos que lo habitan; por los sistemas productivos que la circunscriben; por la interacción económica del contexto y por el conjunto de valores, normas y prácticas que le dan cierta identidad.

La organización de los individuos, el uso del territorio y los imaginarios que sustentan las dinámicas sociales, están direccionados por la interpretación de mundo de los sujetos, lo que hace que la sociedad sea un proceso inacabado e inacabable que revela las interacciones, tensiones y conflictos suscitados por y entre los individuos y entre ellos y el territorio. Las visiones de mundo corresponderán a situaciones circunstanciales de tiempo y de uso del territorio y estarán focalizadas según valores, prácticas culturales e ideológicas que conforman el imaginario colectivo en ese momento preciso de la sociedad.

  1. 1.                        Objetivo general

El propósito de la presente investigación es dar cuenta de la representación literaria de “la  Cali de los años 60 y 70” en tres obras literarias: Bomba camará, ¡Qué viva la música! y Jaulas, a partir de tres textos teóricos sobre el espacio en la literatura: El espacio en la novela realista, de María Teresa Zubiaurre; Ciudades escritas, de Luz Mary Giraldo  y Civilización y violencia. La búsqueda de la identidad en la Colombia del siglo XIX, de Cristina Rojas.

La creación literaria es un híbrido que entrevera realidad y ficción. Por tanto, los textos  sólo son la representación escrita de la interpretación de mundo del autor, así los lectores puedan señalar como reales cualesquiera de las situaciones narradas.

  1. 2.                        Objetivos específicos 
    1. Ilustrar la representación de “la Cali literaria” en cada una de las obras mencionadas.
    2. Reconocer el entorno sociocultural y las visiones de mundo que se permean en los textos.
    3. Puntualizar la correspondencia entre espacio y cosmovisión: el espacio como configuración de la cosmovisión de los personajes y la cosmovisión de los personajes como configuración del espacio.

 

La representación de “la Cali literaria” derivará del análisis y de las relaciones existentes en y entre las tres obras que tienen en común, entre otros muchos aspectos, la historia de adolescentes y jóvenes en procura de apropiarse de la ciudad, de identificarse con ella y de ganar reconocimiento en sus dinámicas sociales.

Los actores de “la Cali literaria” son el producto de las dinámicas originadas entre ellos y los espacios que ocupan: sus casas, las calles, los parques, los lugares que van dibujando en la medida que recorren la ciudad y la hacen suya. Los personajes de Valverde van saliendo de la casa y se van apropiando de la calle y del barrio como nuevos horizontes alejados de la mirada escrutadora y limitante de los adultos. Los protagonistas de Caicedo van abandonando casa, autoridad, tradición, obediencia y lenguaje, que los ha convertido en espejos de una forma de vida que cada vez pierde poderío y se desencaja con las ideas y movimientos estudiantiles, musicales, ideológicos y políticos que llegan de otros aires. Los de María Elvira, se mueven entre la sumisión y la doble moral; entre la huída de la sociedad para ocultar fracasos o vergüenzas y, en el caso de Krystal, el enfrentamiento crudo  entre una cultura formada en el extranjero y una cultura local contradictoria, pacata, adormilada, feudal y machista.

Para alcanzar los objetivos propuestos es necesario resolver interrogantes iniciales como:

  • ¿Cuál es el estado del arte en Cali en los años 60 y 70, respecto a obras literarias que retoman el tema de lo urbano?
  • ¿Cómo las novelas de Valverde, Caicedo y Bonilla abordan la Cali real y la representan en la Cali literaria?
  • ¿Qué dinámicas sociales están representadas en las obras propuestas y cuáles son las perspectivas desde las que se estudian?
  • ¿Qué influencias ejercieron en Colombia los movimientos de los años 60 y 70 en estados Unidos y Europa?

 

Bibliografía inicial:

Bajtín, Mijail. Espacio y narración

Barbero Martín. Comunicación y sociedad

Bonilla, María Elvira. Jaulas

Caicedo Andrés. Angelitos empantanados.

_____________ Que viva la música

Contursi, María Eugenia y Ferro, Fabiola. La narración. Usos y teorías. Enciclopedia latinoamericana de sociocultura y comunicación. Editorial Norma. Bogotá. 2000.

Dylan, Bob. The times they are a changin. En http://www.musica.com/imprimir.asp?letra=1404987

Echavarría, Rogelio. El Transeúnte 1948-1998. Editorial Norma. Colección de poesía. Santafé de Bogotá. 1999.

Giraldo, Luz Mary. Ciudades escritas: literatura y ciudad en la narrativa colombiana. Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2001.  Pág. XXI.

Grimson, Alejandro. Interculturalidad y comunicación

Hoyos José Fernando. Un legado hecho historia. Revista Semana. Edición No. 1278.

Isaacs, Jorge. María. Bogota, Oveja Negra, 1986.

Kreimer, Juan Carlos, Vega Frank. Contracultura para principiantes. Buenos aires, Era naciente, 2006. pág. 7

López Gutiérrez Pilar.  Los espacio femeninos

Luther King, Martin. I have a dream. Discurso pronunciado en Washington el 28 de  agosto de 1963. traducción de Tomás Albaladejo. En http://www.um.es/tonosdigital/znum7/relecturas/ihaveadream.htm

Mercado Romero Jairo. Contra carátula del libro Noche de pájaros.

Navia Velasco, Carmiña. Escritura e identidad en mujeres y escritoras colombianas. Portal virtual de la Universidad del Valle.

Palacios, Eustaquio. El Alférez Real. Bogota, Panamericana, 2005.Pereira, Manuel. Los años jóvenes, en prologo de la novela “La mujer rota” de Simone de Beauvoir. Barcelona, 2001.

Rivera, Carmen C., Naranjo Luis G., Duque Ana María. Imaginarios de naturaleza en la transformación del paisaje vallecaucano entre 1950 y 1970.

Rojas Cristina. Civilización y violencia

Salmona, Rogelio. Sin memoria no hay paisaje.

Serrano Orejuela, Eduardo, . La narración literaria. Colección de autores vallecaucanos. Premio Jorge Isaacs 1996.

Taringa. Mi pequeño homenaje a un grande, John Lennon. En http://www.taringa.net/posts/musica/2339236/Mi-peque%C3%B1o-Homenaje-a-un-grande,John-Lennon.html

The Beatles. All you need is love. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850987

__________ Imagine. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=856770

__________ Strawberry Fields Forever. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850989

__________ Ticket to ride. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850765

Ulloa Alejandro. Globalización, ciudad y representaciones sociales.

Valverde, Umberto. Bomba camará

Vásquez, Edgar. Historia de Cali en el siglo XX.

Zubiaurre, María Teresa. El espacio en la novela realista. Paisajes, miniaturas,  perspectivas. Fondo de cultura económica. México. 2000.

Cortometrajes:

  • Aquel 19
  • Agarrando pueblo
  • Unos pocos buenos amigos

 

Películas:

  • Across the universo

 

  1. Introducción

“Cuando el lector entra en las ciudades literarias, puede vivir en ellas el placer del transeúnte que las recorre conociéndolas o reconociéndolas en sus condiciones vitales y culturales, o puede también vivir el gozo del voyerista que fisgonea en sus lugares secretos”[3].

La creación literaria abarca acontecimientos de la realidad y los representa a través del lenguaje y del punto de vista de la interpretación cargada de “autor”. Los objetivos primarios de esta investigación son los de estudiar:

  1. La representación del espacio literario.
  2. La descripción de los entornos socioculturales que sustentan las obras.
  3. El espacio como configuración de la cosmovisión de los personajes.

 

Es preciso decir que la representación de ciudad que se va a describir obedece a la Cali literaria, al conjunto de trabajos que tienen como espacio común la ciudad y algunos de sus momentos cruciales. Por tanto, cualquier semejanza con la realidad responderá a las situaciones relatadas en las obras. Los referentes principales son Bomba camará, de Umberto Valverde; Que viva la música, de Andrés Caicedo y Jaulas, de María Elvira Bonilla.

Los personajes son el producto de las dinámicas que surgen entre los actores y los espacios que ocupan. Ellos se encuentran inmersos en las casas, en las esquinas, los andenes, las calles, los parques y en todo intersticio de los distintos lugares que se van dibujando a medida que recorren la ciudad, la conocen y la hacen suya, para bien o para mal. Los protagonistas de Valverde van saliendo de las casas para apropiarse de la calle y del barrio como nuevos espacios de interacción alejados de las miradas restrictivas de los adultos; son jóvenes escudriñando nuevos horizontes y perspectivas. Los personajes de Caicedo van abandonando casa, autoridad, tradición y obediencia que los hace ser sombras de sus padres y espejos de una forma de vida que pierde fuerza y se transforma con las ideas y movimientos estudiantiles, musicales, ideológicos y políticos originados en otros aires. Los de María Elvira se mueven entre la sumisión y la doble moral; entre el aislamiento social para esconder fracasos o vergüenzas y, en el caso de Krystal, el enfrentamiento despiadado  entre una cultura formada en el extranjero y una cultura local adormilada, pacata y feudal.

Los personajes de la triada se moldean en la medida en que sus miradas, afectos y búsquedas descubren, confrontan y transfiguran los paisajes y la urbe deja de ser una representación ideal para convertirse en una representación real[4]. Espacio y personajes se avienen en historias particulares, colectivas y extraordinarias donde la música como texto paralelo propone el acercamiento a las diferentes melodías que anidaban en la ciudad y reverberaban en el corazón de la muchachada que crecía y se levantaba en las calles como los muros de la ciudad.

Las transformaciones sociales implican movimientos morales y éticos, entre otros. Cali no es la excepción y en su representación literaria la moral y la ética se van acomodando a los diferentes momentos históricos. La lectura juiciosa de algunas obras topa con referencias directas o matizadas en las que se reconocen errores y se da o se devuelve dignidad y brillo a ciertos personajes.

La historia de Nay y Sinar, intercalada con maestría en la novela María y, contada en el lecho de muerte de Feliciana, es clave no sólo para retomar el tema escabroso de la esclavitud y toda su violencia sino también para mostrar la grandeza del patriarca, quien en un acto de magnanimidad suprema compra a Nay (Feliciana) y a su hijo para arrancarlos de las manos de la esclavitud.  La novela muestra un aspecto esencial para la cultura de la época: los seres recién llegados que están por fuera del canon social deben ser renombrados: Nay, la negra esclava que lo acompañará a un hermoso paraíso, es ahora Feliciana, la aya; Ester,  la hija judía de Salomón, es bautizada en el catolicismo con el nombre de María[5].

En El Alférez Real, las relaciones entre patriarcas y plebeyas salen a la luz pública gracias al relato de amor de Inés y Daniel. Ella, ahijada de Don Manuel y él, su secretario privado. Detrás de su amor callado e imposible hay una historia de pasión, diferencia de clases y, por tanto, de inmenso dolor:

Había entonces en Cali, en el barrio del Gran Padre San Agustín, una muchacha plebeya de peregrina hermosura, llamada Dolores Otero, a quien los pocos que la conocían le habían dado el sobrenombre de |la Flor del Vallano. Ella competía con las doncellas de la nobleza en dignidad y en recato; pero, francamente, ninguna muchacha noble había que pudiera competir con ella en la seductora gracia de su rostro y de su talle.

Mi primo conoció a Dolores Otero una tarde, al salir de la salve que se canta en la iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes todos los sábados.

La pasión que concibió por ella fue la más violenta que haya dominado jamás el corazón de un mortal.

… Ella no tenía madre, y su padre, que frisaba en los sesenta y cinco años, estaba enfermo de reumatismo y no se movía de su aposento. Una criada vieja les servía, y no había otra persona alguna en la casa.

(…) Esa familia era pobre y vivía únicamente del trabajo de Dolores, que era la mejor costurera del barrio y la más solicitada.

(…) Una noche, cuando él pensaba haberla convencido con su elocuencia, ella le dijo; usted es un caballero noble, primo del orgulloso señor Alférez Real, rico y bien educado; yo soy una muchacha de humilde nacimiento, pobre y sin más instrucción que la del Catecismo, pero esta me basta. Siendo tan humilde como soy, no tengo más adorno ni más riqueza, ni más dote que mi honra; si ésta la pierdo, todo lo he perdido; si la conservo todo lo he ganado, ya ninguna señora le envidio nada, porque me considero rica y noble y me siento orgullosa. No olvide, pues, usted su calidad ni la mía, y déjeme tranquila.

(…) Al fin convino en casarse. Pero él le hizo ver que todavía era hijo de familia, que su madre no daría su consentimiento para ese matrimonio, y que era preciso celebrarlo con el mayor secreto, sin que nadie llegara a sospecharlo siquiera; pero que él tenía ya veinticuatro años, y que al cumplir los veinticinco publicaría su enlace y la presentaría al mundo como su esposa legítima.

Sucedió, pues, que una noche, a eso de las diez, estando yo en mi cuarto, se me presentó Don Enrique acompañado del caballero quiteño con quien debía hacer su viaje, y que era ciertamente un sujeto decente e ilustrado. Don Enrique me dijo:

-Primo, vengo a exigir de usted un gran servicio, el más grande que pudiera concederme jamás.

-Que me sirva usted de padrino en unión de mi amigo Don Juan que está presente.

Al oír tal petición, salté de mi asiento como lanzado por un resorte. ¡Por la virgen Santísima! Exclamé; ahora sí no me queda duda de que has perdido el juicio. ¿Yo padrino de ese matrimonio tan desigual? ¿Autorizar yo con mi presencia semejante despropósito? ¡Jamás¡

(…)-Haz lo que quieras; yo no me meto en tus calaveradas.

(…) Y se dirigió con su compañero a la puerta.

Al verlo salir y al comprender cuánto iba sufriendo esa alma nobilísima por mi ruda franqueza, tuve un momento de debilidad, muy rara en mí, pero que prueba cuánto amaba yo a ese mozo.

-Espérame, Don Enrique, le dije (y tomé mi sombrero, mi capa y mi espadín); no se dirá que te niego el único favor que hasta hoy me has exigido. Muy costoso es, pero te lo concedo, suceda lo que sucediere.

Llegamos a casa de Dolores. Eran más de las once de la noche. Su anciano padre dormía ya en su aposento y la criada en la sala; Dolores nos esperaba en su cuarto.

(…) Por mi parte confieso que al ver tan soberana belleza, disculpé el frenético amor de mi primo. La examiné de pies a cabeza y sentí cierta especie de ternura al verla asustada y pálida, y al observar que la pobre muchacha se había puesto, para solemnizar ese acto tan serio para ella, su vestido del día domingo que era muy modesto y sencillo, y de tela de poco valor, propio de una doncella tan pobre. La saludé con cariño, pues me seducía su recato, y en seguida se celebró la ceremonia. Dentro de diez minutos estaban ya casados.

Antes de retirarnos, Don Enrique le dijo a la que ya era su esposa, las siguientes palabras delante de nosotros:

-Este matrimonio no se sabrá por boca del Padre que es persona de toda confianza, ni por los padrinos que son caballeros y han prometido guardar el secreto, ni por mí, que no lo publicaré sino en tiempo oportuno. El único peligro está en ti misma: ¿me juras por la salvación de tu alma no revelarlo a nadie, en ningún caso, hasta que yo lo publique? Ella contestó mansa y dulcemente; sí 1o juro. Ahora, dijo mi primo, quedo tranquilo. Quince días después partió mi primo para Quito.

Yo no volví a la casa de Dolores para no dar sospechas.

Un poco más de ocho meses haría que mi primo había partido, cuando un día, estando en la mesa, me dijeron:

-Hoy ha muerto una de las doncellas más hermosas de Cali.

-¿Cuál ha sido ésa?

-Una a quien llamaban |la Flor del Vallano. Indecible fue el terror que me causó semejante noticia, pensando en mi pobre primo.

-¿De qué moriría? pregunté.

-Dicen que de reumatismo.

Mi terror creció cuando un mes después se me presentó mi primo, que no había podido tolerar una ausencia que le parecía tan larga.

Inútil es decirle ahora todos los excesos del dolor del infeliz Don Enrique; bástele saber que por mucho tiempo estuvo en peligro de volverse loco. No volvió a enamorarse de mujer alguna, y hasta que murió vivió siempre melancólico.

Esto, añadió el Padre Escovar, me refirió el Padre Andrade; pero yo sé por conducto fidedigno, que Dolores no murió de reumatismo sino a consecuencia de alumbramiento: ella dio a luz un niño.

-¿Un niño? repitió Don Manuel, alzándose violentamente del asiento; ¿un niño? ¿y en dónde está ese niño?

-Ese niño, contestó tranquilamente el Padre Escovar, murió con su madre.

-¡Desgracial ¡Desgracia¡ Murmuró Don Manuel, dejándose caer desalentado en la silla.

-Más vale, compadre; ese niño no tenía padre legítimo, puesto que el matrimonio de sus padres fue nulo.

-Se equivoca vuesa Paternidad, replicó Don Manuel con exaltación; ese niño era hijo legítimo de Don Enrique de Caicedo. Si a ese matrimonio le faltaba una licencia, cuyo requisito mi primo ignoraba, él lo habría revalidado si Dolores no hubiera muerto. Sí, compadre: esto puedo jurarlo, porque mi primo contrajo ese enlace de buena fe, y nunca pensó en engañar a esa pobre muchacha. Sí, a mí me consta, yo fui testigo de su honrado y sincero amor y de su matrimonio, así como lo fui también de que por poco no enloquece al saber la muerte de su legítima esposa. Ojala viviera ese niño, y vería vuesa Paternidad si Don Manuel de Caicedo es hombre de bien y sabe reconocer su sangre.

Diciendo así se golpeaba el pecho con la mano.

-Me alegro mucho, dijo el Padre Escovar, de que vuesa  merced abrigue tan generosos sentimientos; siendo eso así, ya puedo hablar con seguridad y franqueza. Compadre, ese niño vive.

-¿Vive? ¿En dónde está?

-Está aquí, en su casa; ese niño es Daniel.

-¿Daniel? repitió Don Manuel asombrado.

Y dirigiéndose a la puerta gritó:

-¡Daniel, Daniel¡

(…) Dirigiéndose en seguida a Daniel le dijo:

-Daniel, acabo de saber, por mi compadre Escovar, quiénes fueron tus padres; eres hijo legítimo de un grande amigo mío, de mi misma familia, y llevas un apellido ilustre unido a una considerable fortuna. Ahora puedes escoger la esposa que quieras; no será ciertamente tan hermosa ni tan arrogante como Doña Inés; eso no, yo soy justo; pero buscaremos una que se le asemeje entre lo más selecto de la nobleza de Cali; ninguna señorita, quienquiera que sea, te negará su mano; yo mismo seré quien la pida. No te aflijas, pues, porque Doña Inés no quiera casarse contigo.

-Sí, sí quiero, dijo Doña Inés en voz baja, enjugándose las lágrimas.

-Ah, picaruela, dijo Don Manuel viéndola y sonriéndose con ella; ¡sí, sí quiero! Ya sabía yo que sí querías, y que por no poder hacerlo te entrabas de monja. Esa resolución te hace grande honor, y ahora te quiero mucho más que antes. Ven acá Daniel; Inés, dame tu mano.

Poniendo esa blanca y pequeñita mano de Doña Inés en la mano de Daniel, dijo:

-Daniel, yo te otorgo la mano de mi ahijada Doña Inés de Lara y Portocarrero. Inés, hija mía, jamás pensé que llegaría a darte esposo tan de mi gusto; es noble y es rico; la voluntad de mi compadre Don Sebastián queda cumplida. Te casarás en el mes entrante, el mismo día en que debías partir para el convento.

Daniel se inclinó y besó la mano de Doña Inés primero y después la de Don Manuel.

En ese momento, esos dos jóvenes, que habían entrado allí pálidos y abatidos, aparecían encendidos y radiantes de felicidad[6].

El ascenso de los protagonistas también es posible a partir de las obras de caridad, del reconocimiento de los errores, de su reivindicación y de cualquier argumento loable al sistema.

El poder de la sociedad radica en mantener bajo su control, poder y hegemonía todo lo que llegue o suceda en su espacio de acción y de dominio, lo que asegura su continuidad. Cuando el control tambalea, por circunstancia alguna, todas las alarmas se encienden y de inmediato la ley y el orden buscan la manera de enfrentar la situación o a los causantes para regresarlos a la obediencia debida, pues “el que obedece nunca se equivoca”.  Pertenecer a la ciudad exige hacerlo bajo normas y preceptos exigibles, no hacerlo constituye al individuo como un ser asocial señalado, arrinconado y excluido. La sociedad funciona como una congregación. No hacerlo te ubica en la otra orilla, la del desconocimiento. La sociedad precisa de la homogenización como elección para borrar las diferencias, evitar los conflictos y ejercer su hegemonía. Mas la rutina conlleva inconformidad y nuevas acciones para terminar con el nuevo orden establecido y, así, el ciclo vuelve a iniciar, porque tanto en la vida cotidiana como en la historia de la civilización y de la literatura, la ciudad se construye a diario, “se hace y se deshace todos los días”[7].

Las ciudades literarias de Jaulas, Bomba camará y Que viva la música,  referencian los acontecimientos socioculturales que ocurren o que ocurrieron en los Estados Unidos durante la época denominada “Los años jóvenes”[8]. Por tal razón es imprescindible abrir un pequeño panorama de lo que allá sucedió, pues los espacios de la casa, la calle y la ciudad ya nunca fueron lo mismo ni los mismos.

Los años jóvenes

Terminada la segunda guerra mundial Estados Unidos vivió dos momentos únicos: la mayor explosión demográfica conocida como “el Baby boom” y la ratificación del predominio del sistema económico capitalista a partir de tres de sus baluartes: la modernización tecnológica, la libertad de empresa y las libertades individuales como columna vertebral de su más grande creación: la sociedad de consumo, en la que el sistema erigió el dinero y el derroche como ejes de su devenir sociopolítico.

La ciudad inició su metamorfosis y, con ella, sus habitantes, sobre quienes cayeron los tentáculos del consumismo: el deseo de querer tener más para ser más en una cultura que empieza a distinguir la posesión como identidad y la pobreza como su más encarnada diferencia.

La segunda guerra mundial incubó la generación Baby boom, la moderna ave fénix, el renacer de la vida  sobre las cenizas humeantes de la guerra. Más nacimientos que muertos se alzaron sobre la faz de América del Norte, y de algunas regiones de Europa, para proclamar, voz en cuello que nacer sobre la muerte y entre vientos de nuevas guerras lo único que asegura es la muerte o la vejez prematura. Transformar el mundo, darle cuerda a sus ideas, a sus sentimientos y a sus conductas juveniles son los objetivos de los baby bommers, pues las generaciones precedentes prohibieron, cohibieron, mataron, sembraron desconfianza en el establecimiento y dejaron como herencia una gran debacle.

Vivir fue su esencia; prohibido prohibir, su lema; el cielo es el límite, su utopía; acción y más acción, su estrategia. Los jóvenes fueron explosión y revelación. Nada debía  “quedarse en el interior”, todo debía expresarse, pues la novedad está en el interior de cada cual. La individualidad, convertida por el establecimiento en estrategia de arrinconamiento, de división  y de incomunicación, posibilitó la exploración de nuevos caminos en la poesía, la novela, la música, el teatro, el cine, el periodismo, los comics y los cómics y entre el sexo, la droga, el alcohol, la velocidad y la anarquía como escape a las presiones y cohibiciones. Exploración que implicó división o conjunción entre el arte como expresión intelectual y las sustancias sicoactivas como escape a las necesidades físicas.

El silencio ancestral como sinónimo de conformidad fue enterrado y transformado en manifestación explicita de libertad durante las marchas organizadas por Martin Luther King:

Suene la libertad. Y cuando esto ocurra y cuando permitamos que la libertad suene, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de juntar las manos y cantar con las palabras del viejo espiritual negro: “¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios Todopoderoso, somos al fin libres![9]

Ante el silencio de establishment, el inconformismo se hizo grito y los jóvenes crearon medios underground para informar, incitar y actuar. La música recogió la nueva manera de pensar y de sentir de la juventud: rebeldía, ganas de vivir al extremo y de tenerlo todo al mismo tiempo, como lo había dicho James Dean: Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáverEl rock fue el tono de esta muchachada y con él vibraron los  instrumentos, se sincronizaron los corazones y los pensamientos juveniles de la generación más excitante del siglo XX.

Los jóvenes se alzaron contra la cultura establecida e instauraron la contracultura como  manifiesto juvenil de ideas y propuestas impredecibles, impetuosas y accionar novedoso que mueva hasta los cimientos de lo que se quiere revolcar. Rompen paradigmas y subvierten el orden en procura de horizontes más abiertos y democráticos. Si el mundo les pertenecía, pues tenían derecho a asumirlo, a transformarlo y a  interpretarlo desde ellos mismos y desde la libertad que ello implicaba. Por tanto, van en contravía de la homogenización cultural y de la hegemonía de una clase intelectual, política y social que ha pretendido uniformar el lenguaje en todas sus manifestaciones y según su tradicional visión de clases sociales.

Por ello, el Art Nouveau hace trizas el lenguaje, innova en la música y apela a lo más entrañable del ser. La juventud, como exponente fundamental, existe sólo en y desde la diferencia; no desea, para nada, una vida predeterminada por el deseo y los ideales de los padres. Para la juventud vivir no es obedecer ni seguir las marcas, es proponer aventuras extremas, ir tras los ideales personales sin importar donde se encuentren. La vida se convierte en actividad incesante donde los únicos que importan son los enloquecidos, los que están locos por vivir, locos por conversar, locos por salvarse, deseándolo todo al mismo tiempo, los que jamás bostezan o enuncian un lugar común, pero que arden, arden y arden como fabulosas y amarillas bengalas romanas que estallan como arañas a través de las estrellas, mientras en su centro ves un burbujeo azul en el que todo el mundo se sumerge[10].

Ante la posición del estado norteamericano de erigirse como modelo de democracia y defensor del orden mundial, Los jóvenes, como defensores de la libertad y la justicia, se alzan en contra, pues no pueden aceptar la doble moral que se vive en el interior del país.  Para ellos la vida pública y privada ha de ser una sola y ellos viven en carne propia la discriminación racial y sexual, las limitaciones a la expresión, la represión juvenil, entre otras formas legales de mantener y fortalecer los límites de la familia, la sociedad y el régimen.

Más que los acontecimientos cotidianos, lo que asusta al sistema es el nuevo carácter de la juventud decidida a no permitir los conflictos armados, los desafueros de la autoridad y la existencia monótona. Por tanto, buscan distintas opciones de cambio: el enfrentamiento directo, nuevas formas de expresión: el rock, la literatura, la religión, la naturaleza, el hippismo, el escapismo, la droga, la anarquía, las comunas, el suicidio… Los jóvenes viven con la certeza inquebrantable de que es hora de cambiar y de romper con los paradigmas, pues los tiempos están cambiando y ellos son la fuerza que mueve el mundo:

Venid padres y madres
alrededor de la tierra
y no critiquéis
lo que no podéis entender,
vuestros hijos e hijas
están fuera de vuestro control
vuestro viejo camino
está carcomido,
por favor, dejad paso al nuevo
si no podéis echar una mano
porque los tiempos están cambiando.

La línea está trazada
y marcado el destino
los lentos ahora,
serán rápidos más tarde
como lo ahora presente
más tarde será pasado
el orden
se desvanece rápidamente
y el ahora primero
más tarde será el último…[11]


El espíritu de los años sesenta, en EEUU y en algunas regiones europeas, es el espíritu de la juventud; de la superación; de la expansión de la conciencia rebelde e  irreverente. Las ideas y las acciones juveniles se hacen viscerales cuando no saben qué hacer con su vida, con sus sueños, con su futuro… ante un futuro que se avizora lleno de frustraciones, la pretensión es vivir al extremo, sin miedo a nada y como modo de catarsis: “morir antes de ser viejos”. Ante la nada y una vida larga llena de frustraciones es preferible sacrificar lo que más se ama: la vida. Al principio, los jóvenes enfrentaron la violencia con violencia, luego asumieron la “revolución pacífica”: pace and love, flores en los fusiles, después utilizaron los medios de comunicación extranjeros para exportar la problemática y volver los ojos del mundo sobre un país paradójico que lucha por la democracia alrededor del mundo, pero que en su interior combate la diferencia de ideas, de color y de ideología con marcada y desenfrenada violencia.

Allen ginsberg, quien despunta entre los escritores y poetas de su tiempo, bebe de la poesía más humana de Walt Whitman:

Canto a mí mismo

Me celebro y me canto.

Me entrego al ocio y agasajo a mi alma,

me tiendo a mis anchas a observar

un tallo de hierba veraniega.

Clara y pura es mi alma,

y claro y puro es todo aquello que no es mi alma.

Estoy satisfecho: veo, bailo, me río, canto.

Poseo lo bueno de la tierra y del cielo,

el aire que respiro ha sido destinado a mí

desde la eternidad.

Estoy enamorado de mí mismo,

hay tantas cosas en mí tan deliciosas.

Todos los instantes, todos los sucesos

me penetran de alegría.

Sé que todos los hombres son  mis hermanos,

que el amor es el sostén de la creación…

Quien degrada a otro me degrada a mí,

y todo lo que se dice o se hace vuelve al fin a mí.

Encarno a todos los marginados

y a todos los que sufren,

Soy el esclavo perseguido, el niño silencioso

de rostro envejecido, el enfermo

que exhala su último suspiro.

Hombre y mujer, quisiera decirte

cuanto te amo pero no puedo,

y quisiera decirte los que hay en mí

y lo que hay en ti,

pero no puedo, y quisiera decirte

cómo late mi corazón día y noche,

y cuanto sufro, pero no puedo.

Y al igual que Whitman ve todo el universo como si fuera un poema lleno de luz, inteligencia, comunicación, señales de todo tipo… y mi cerebro conectado a todo. Ginsberg va tras la oralidad perdida y la representación de la expresión verbal, busca romper las reglas y escribir tal y cual se habla sin temor a las temáticas que surjan porque cree que es la voz de los que no tienen voz:

América

América te lo he dado todo y ahora no soy nada.
América dos dólares y veintisiete centavos 17 de enero de 1956.
No soporto mi propia mente.
¿América cuándo acabaremos con la guerra humana?
Métete por el culo tu bomba atómica.
No me siento bien no me molestes.
No escribiré mi poema hasta que esté lúcido.

Me dirijo a ti.

¿Dejarás que tu vida emocional sea guiada por la Revista Time?
Estoy obsesionado con la Revista Time.
La leo todas las semanas.
Su portada se me queda mirando cada vez que me escabullo por la confitería de la esquina.
La leo en el sótano de la Biblioteca Pública de Berkeley.
Está siempre hablándome sobre la responsabilidad. Los hombres de negocios son serios. Los productores de películas son serios. Todo el mundo es serio menos yo.
Se me ocurre que yo soy América.
Estoy hablando solo de nuevo.

La juventud explora todos los caminos y el poema de Ginsberg termina convirtiéndose en una especie de himno generacional. Nada queda sin cuestionar.   Canciones como: Ticket to ride, de los Beatles, difunden la idea de revisar los paradigmas sobre las relaciones entre el hombre y la mujer. El concepto amor se revisa y “la media naranja” ya no es aquella igual a la otra mitad, es aquella que defiende su identidad, visión y estilo de vida. El amor se transforma, no es el hendido por una flecha, es el corazón libre y abierto que vive sus propios sueños y construye su propio futuro sin dejar de amar: Creo que me voy a entristecer, creo que hoy, sí, la chica que me vuelve loco, se va. Tiene un billete de bus y no le preocupa. Dijo que vivir conmigo estaba comenzando a deprimirla, si porque ya no podía sentirse libre cuando estaba con ella[12].

Los años sesenta son los años convulsionados a causa de las guerras, las luchas por los derechos civiles, por la equidad de género, por las protestas contra la pobreza y la libre determinación de los jóvenes. Durante los agitados sesenta los jóvenes vivieron y crearon muchos nuevos acontecimientos y “cuando se siente tanto, las depresiones son espantosas”. Los sesenta le abrieron los ojos al mundo y ya nunca más la existencia fue cómoda, porque como dice la canción Strawberry Fields Forever, escrita por John  Lennon: Vivir con los ojos cerrados es fácil, entendiendo mal todo lo que se ve. Se está poniendo difícil ser alguien, pero todo se resuelve, no me importa mucho. La vida sólo es tan fácil con los ojos cerrados[13]. Sin comprender lo que se ve, difícil es ser alguien. Para los Beatles la imaginación: imagina que no hay países, no es difícil de hacer, nadie por quien matar o morir, (…) puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único, espero que algún día te unas a nosotros y el mundo vivirá como uno[14]. Y el amor: No hay nada que puedas hacer que no pueda hacerse, nada que puedas cantar que no pueda cantarse. Nada que puedas decir pero puedes aprender el juego. Es fácil. Nada que puedas hacer que no pueda hacerse. Nadie a quien puedas salvar que no pueda salvarse. Nada que puedas hacer pero puedes aprender a ser con el tiempo. Es fácil. Todo lo que necesitas es amor[15]. Eran el camino para transformar el mundo.

John Lennon definió el papel de los intelectuales y de los artistas, de diferente género, en la sociedad: Mi rol en la sociedad, o la de cualquier artista o poeta, es intentar expresar lo que sentimos todos. No decir a la gente cómo sentirse. No como un predicador, no como un líder, sino como un reflejo de todos nosotros[16].

 

La década de los años jóvenes revolcó todos los cimientos de la sociedad norteamericana y aunque muchas situaciones no cambiaron, la mentalidad de la juventud se abrió a otras perspectivas y dimensiones más humanas.

Los años sesenta y setenta en Colombia

Aquí es interesante establecer una comparación entre lo que estaba sucediendo en “el mundo” y lo que sucedía en Latinoamérica grosso modo y en Colombia, con mayor detenimiento.

Un ejemplo podría ser la revolución cubana donde un grupo de jóvenes cansados de ser tratados como el patio trasero de los EEUU decidieron liberarse y diseñaron una verdadera revolución. Lo que pasó después requiere de un estudio pormenorizado,  interdisciplinario y libre de emociones. Los jóvenes revolucionarios se ganaron el apoyo del pueblo y fueron retomando el país, su pequeña isla, de las manos extranjeras. Entre tanto, Colombia se desangraba en un enfrentamiento fratricida por colores políticos. El asesinato de Jorge Eliécer Gaitán fue el nuevo “Florero de Llorente”, pero no hubo grito de independencia, ni revolución, pues  entre discursos veintejuleros y señalamientos se originó una revuelta contra el régimen acusado del magnicidio. Digo que fue el nuevo “Florero de Llorente” porque desde la misma proclamación de independencia el país quedó envuelto en conflictos de intereses cuando en el año de 1849 se crearon los partidos políticos colombianos: el liberal y el conservador.

El siglo XIX fue para las clases dirigentes tiempo de contradicciones y de un centenar de guerras civiles. “La guerra de Los mil días” cerró el siglo  con la consigna de tierra arrasada, invocada por los héroes libertarios, que hizo de  ella la más cruel y despiadada. Con la guerra terminó el XIX y  empezó el XX. Tras la beligerancia partidista se perdió Panamá y se marcó en el corazón de los colombianos la más profunda herida de odio y desconfianza que recorrió el siglo XX y marcó una serie de acontecimientos que no ha permitido ni la conjunción ni el desarrollo pleno de una cultura que pueda denominarse colombiana, así como tampoco una confianza verdadera y duradera en la lucha democrática por el poder, pues los grupos y los partidos políticos no hacen esfuerzo alguno para disimular sus pretensiones de apropiárselo o de repartírselo, y de servirse de él como de un instrumento[17].

Los conflictos en Colombia pasan por las diferencias de pensamiento y de acceso al poder. Los gobiernos hegemónicos liberales y conservadoras sentaron las diferencias de clases sociales, políticas y culturales. No hubo punto de quiebre respecto a un equilibrio y a una armonía que respetase las diferencias, creció la idea de que cada partido era lo más grande y que si perdía el poder en las elecciones era porque el contendor había hecho trampa. De este modo siempre se dudaba del otro y se le percibía como el enemigo, sin importar que los caudillos de los dos partidos compartieran clubes sociales, colegios, familia e intereses. Los partidos políticos representaban ideas “opuestas” y el pueblo la feligresía obediente a uno u otro púlpito. Por tal razón, tras el asesinado de Gaitán, el pueblo salió a proclamar justicia, a señalar culpables y a arrasar con el otro bando. Las acciones de hecho, posteriores al magnicidio, se conocen como de la “Violencia”, no sé por qué razones, y en ella se esbozó la convicción de que la nación estaba constituida por dos subculturas con ideas contrarias acerca del orden social y su fundamento ideológico se tradujo en el encasillamiento amigo-enemigo.  Esta dualidad hizo carrera y se afianzó de tal forma que hasta la institución familiar sufrió los embates de tan absurda concepción: “El que no está conmigo está contra mí”.

Es preciso señalar que en los años 30 y 40 Gaitán se erigió como la figura y la voz representativa del pueblo. La voz de los que no tenían voz ni derecho; la voz de una masa informe de pensamientos, de sueños y de profesiones artesanales que sobrevivía a la economía nacional; la voz de los analfabetas que lentamente se fue haciendo estruendo y que fue adhiriendo diferentes estamentos políticos, sociales e intelectuales del país. La voz del pueblo versus la voz del Estado. La voz de los deseos versus la voz de la maquinaria política que aceitaba sus procedimientos en la conjunción de las dos subculturas políticas que subyacían a una sola cultura oligárquica del país. Dos subculturas, de base, distanciadas por los colores y unidas, en la arista piramidal, por la ambición de poder y de dinero. Los partidos políticos y la iglesia católica fueron, durante mucho tiempo, garantes de la definición cultural de los colombianos de ruana.

En Colombia, la conformación de grupos humanos tiene una historia compleja y particular. El país es un

Territorio en el extremo noroeste de la América meridional que va desde el Océano Pacífico hasta el río Orinoco, y desde el río amazonas hasta el mar de las Antillas. Allí la cordillera de los Andes, agotada después de siete mil kilómetros de recorrido desde la Tierra del Fuego se abre como una mano hasta que las puntas de sus dedos se sumergen  en el Atlántico con una última rebeldía de casi seis metros de altura: la Sierra Nevada. Por entre los dedos de la estrella de cinco picos de esta mano corren seis ríos importantes: el Caquetá y el Putumayo, que van a dar en el amazonas y fluyen hacia el Brasil; el Patía, que con cauce torrencial y encañonado busca el Océano Pacífico; el Atrato, que recoge las lluvias incesantes de las lluvias del Chocó para derramarlas en el golfo del Darién; y dos ríos paralelos y mellizos, el Yuma y el Bredunco, que marchan hacia el norte hasta juntar sus aguas y desembocar en Bocas de Ceniza, fangoso desagüe sobre el mar Caribe, después de mil cuatrocientos kilómetros de travesía.[18]

Territorio dividido por obstáculos naturales y dominado por los “jefes naturales” de cada región que han pretendido tener, tejer y manejar el poder. Lo demuestran las distintas contiendas bélicas por el poder central; la presunción de mejor linaje, el poder económico de la tierra y sus productos… características que posibilitaron que en un mismo país se crearan distintos ejércitos conformados por los trabajadores y esclavos de las colosales haciendas dirigidas por grandes latifundistas llamados “Supremos” que tenían la tarea de hacer respetar territorio, familia y poder. Esclavos y obreros hicieron parte de la división política y de los ejércitos por la simple razón de “pertenecer” a un terrateniente.

La difusión de la violencia ocasiona que los actores se organicen y creen distintas estrategias y redes de poder para perpetuarse. Afirmación sólo plausible, en Colombia, para las castas, pues el pueblo que recorrió el país, tras la muerte de Gaitán, nunca tuvo organización, ideas o movimiento propio. La masa se encomendó a Gaitán y al sistema mientras que el sistema no confiaba en un indio con ínfulas, venido de abajo, que criticaba al régimen y movía al pueblo en contra de los intereses de clase y tradición. Decía Gaitán, «en Colombia hay dos países: el país político que piensa en sus empleos, en su mecánica y en su poder, y el país nacional que piensa en su trabajo, en su salud, en su cultura, desatendidos por el país político. El país político tiene metas diferentes a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!»[19].

La elite, la clase decente, no podía permitir  que la chusma y su líder, “el negro”, le despojaran de su más preciado bien: el poder. Por tal razón, las redes de poder tejidas en Colombia durante esa sombría estación violenta permitieron la politización del país en rojos y azules, mas no en los planos ideológico, económico y social porque estos le permitían mantener su representación de clase dominante, jerárquica y dirigente.

Si frente a la política y el poder las clases dirigentes marcaron el derrotero desde el inicio de la Republica de Colombia, respecto al arte han señalado un canon denominado “oficial” y que procura mantener dentro de unos límites conceptuales la creación artística nacional. Además, a partir de la designación de algunos gramáticos como presidentes y figuras de la política el país se “montó” en el cuento de que ha sido y es un país de intelectuales y se autodenominó la “Atenas suramericana”. Sin embargo, desde otra perspectiva se puede afirmar que la élite ha dominado todos los aspectos de la vida nacional y que el arte no le ha sido ajeno, a tal punto que marcó “la academia” como punto de referencia en un país donde la educación es asunto de pocos. De tal manera que toda expresión que no proviniera de ella misma estaba determinada al fracaso o a la exclusión. Hoy día la percepción sigue siendo la misma. En el Segundo foro de artistas colombianos, celebrado en las instalaciones de la Universidad Santo Tomás en la ciudad de Bogotá, el 4 de diciembre de 2007, el Colectivo de artistas colombianos afirmó:

“… infortunadamente, en Colombia la condición de artista, se encuentra aún sin definir. No obstante, sus derechos económicos, morales y sociales son reconocidos internacionalmente. En el país sigue siendo notoria la ausencia de un estatuto legal que desde una perspectiva laboral, regule y proteja el ejercicio de esta actividad profesional”[20].

Continuará…


[1] Giraldo Luz Mary. Ciudades escritas, Literatura y ciudad en la narrativa colombiana. Convenio Andrés Bello. Bogotá, D.C. 2004. Pág. XIII

[2] Rivera, Carmen C., Naranjo Luis G., Duque Ana María. Imaginarios de naturaleza en la transformación del paisaje vallecaucano entre 1950 y 1970

[3] Giraldo, Luz Mary. Ciudades escritas: literatura y ciudad en la narrativa colombiana. Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2001.  Pág. XXI.

[4] Giraldo, Luz Mary. Ciudades escritas: literatura y ciudad en la narrativa colombiana. Bogotá, Convenio Andrés Bello, 2001.  Pág. XVII.

[5] Isaacs, Jorge. María. Bogota, Oveja Negra, 1986.

[6] Palacios, Eustaquio. El Alférez Real. Bogota, Panamericana, 2005.

[7] Salmona, Rogelio. Sin memoria no hay paisaje.

[8] Pereira, Manuel. Los años jóvenes, en prologo de la novela “La mujer rota” de Simone de Beauvoir. Barcelona, 2001.

[9]  Luther King, Martin. I have a dream. Discurso pronunciado en Washington el 28 de agosto de 1963. traducción de Tomás Albaladejo. En http://www.um.es/tonosdigital/znum7/relecturas/ihaveadream.htm

[10] Kreimer, Juan Carlos, Vega Frank. Contracultura para principiantes. Buenos aires, Era naciente, 2006. pág. 7

[11] Dylan, Bob. The times they are a changin. En http://www.musica.com/imprimir.asp?letra=1404987

[12] The Beatles. Ticket to ride. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850765

[13] The Beatles. Strawberry Fields Forever. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850989

[14] The Beatles. Imagine. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=856770

[15] The Beatles. All you need is love. En http://www.musica.com/letras.asp?letra=850987

[16] Taringa. Mi pequeño homenaje a un grande, John Lennon. En http://www.taringa.net/posts/musica/2339236/Mi-peque%C3%B1o-Homenaje-a-un-grande,John-Lennon.html

[17] Pécaut, Daniel. Orden y violencia. Evolución socio-política de Colombia entre 1930 y 1953. Bogotá, Norma. 2001. Pág. 24.

[18] Abad Faciolince, Héctor. Angosta. Bogotá, Planeta. 2007. Pág. 12.

[19] MARÍN TABORDA, Iván. Jorge Eliécer Gaitán. Biblioteca Virtual del Banco de la República. En http://www.lablaa.org/blaavirtual/biografias/gaitjorg.htm

[20] Segundo Foro General. Colectivo de artistas colombianos. 4 de diciembre de 2007. En  http://www.musicalafrolatino.com/pagina_nueva_13ae.htm

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