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Mateo

Si existiera la prueba de los 100 metros planos para perros, Mateo seguro se quedaría con alguna medalla. Tiene dos años y es un beagle un poco más bajito de lo normal para su raza, por eso es tan escurridizo y rápido.  Tiene las orejas largas, y cuando termina de correr saca la lengua y parece como si estuviera sonriendo.

Salimos muy temprano, cuando las nubes mañaneras opacan un poco la salida del sol, y él me arrastra con sus ganas de salir a recorrer las calles de centenario y de Granada. Yo tengo sueño, no puedo ir tan rápido como él. Me agobia. Estoy pensando en que no dormí bien, en que en unas horas arranco el teletrabajo y que seguramente va a ser un día pesado, donde debo subir varias notas sobre el coronavirus. Aún no me decido a ponerme el tapabocas, y en la calle todavía veo circular bastantes carros, sobre todo frente al CAM, aunque la mayoría de los comercios están cerrados.

Camino con Mateo por la plazoleta Jairo Varela. Le suelto la cuerda, y él se sienta y me mira con ojitos extrañados, como esperando algo. Empiezo a caminar y me sigue despacio moviendo su colita. Me distraigo y él se aparta un poco para oler las plantas que hay para luego alzar su patica y orinar. Me sigue como con cara de “Ya terminé, vamos a otro lado”, y yo le pongo la cuerda y seguimos andando por el sector. Pasamos por Café Tostao, por Domino’s Pizza, y de frente nos topamos con un centro comercial.

Sigo pensando en el trabajo, en lo duro que será la cuarentena. Me pregunto si quizá corro el riesgo de quedarme sin trabajo. Mateo corre de nuevo, subimos una calle para llegar a Granada. Estoy sudando mucho, pero él no se detiene. Corre con energía, y cuando lo hago detenerse mueve más fuerte la cola, quiere seguir. Yo quiero claudicar.

Salimos por la tarde y hay menos carros. Mateo corre por Granada, le gusta bastante la esquina donde queda ubicado el Mister Wings. El huele los troncos de los árboles y yo pienso en en los buenos recuerdos que tengo en ese restaurante, pero me da nostalgia recordar que hace mucho no pruebo los nachos supremos con Coca Cola. Podría pedirlos a domicilio, pero no sería lo mismo, pienso.

Hace menos calor. Mateo corre, pero no tan rápido como en la mañana. Eso me deja más tiempo para pensar en la vida, en sus caprichos, en esos momentos que nunca volverán con C. ¿Qué estaría haciendo ella ahora? Por lo menos espero que no me esté odiando, aunque tampoco creo que tenga muchos motivos. Después de todo ella fue la que dijo adiós. Pienso en lo bien que me ha hecho eso, y me sabe mal llegar a esa conclusión. No le he escrito. No me ha escrito. Solo deseo que todo en su vida marche de la mejor manera.

Seguimos caminando por Granada, pero por la parte alta. Vemos casas y edificios hermosos en silencio. Mateo juega con otros perritos que también están paseando. Yo hago el ademán de que le sonrío a sus dueños con la expresión de mi ojos, porque ya empecé a salir con tapabocas. Ahora no corre, pero camina con prontitud. Sigo pensando en mi vida, en sus partes. Ya pasé por C, pero ahora medito sobre el viaje que tenía planeado para octubre. ¿Lo podré hacer? Concluyo que lo mejor es esperar a mitad de año para llamar a la agencia y posponerlo para el 2021. No hay manera de que se pueda dar un viaje en estas condiciones mundiales.

Salimos ahora en la tarde noche, y la oscuridad me da nostalgia. Pasamos por el Hotel Now y lo único que ilumina la cuadra son unas lampritas rojas y amarillas que alumbran a unos metros de la recepción. Ahora tengo tapabocas y guantes, y antes de ir a la calle me aseguré de echarme una buena cantidad de alcohol médico. Por las calles solitarias caminan unos cuantos locos, uno se me acerca y Mateo se pone atento. “Pa, regáleme para algo de comer”, me dice. Si hubiera tenido, sin duda lo hubiera ayudado, pero cuando salgo con Teo, como le digo a veces, solo cargo en mis bolsillos con unas bolsas negritas para recoger sus necesidades.

Le dije que no tenía, y de seguro su expresión fue de desazón, pero no pude verla, porque también tenía un tapabocas. Sentí una punzada en el corazón.

Bajamos calles y llegamos a la cuadra del Starbucks. Caminamos y quedamos en frente del restaurante Storia de Amor. El silencio se había apoderado de todo y estaba oscuro.

De repente me dieron ganas de correr. Arranqué, pero algo me frenó. Era Mateo. Ahora él parece no querer nada de adrenalina, y camina despacio, oliendo todo con calma, y cuestionándome con sus ojitos melancólicos cuando le digo que por qué no corremos. Decido hacerle caso y empezamos a ir cada vez más despacio. Ahora ya no veo a ningún loco, y tampoco diviso algún carro. Solo queda ante nuestra vista el camino a casa, ese que empezamos a transitar de manera lenta, esperando que mañana sea un mejor día.

Publicado enCentro de los sentimientos

6 Comentarios

  1. Andres Pena Romero

    Que bonito tu paseo con Mateo. Que buena narración. Me gustó ese final donde se intercambian los papeles. Casi que veo a Mateo sacandote de paseo ja!

    • Daniel Enrique Molina Durango

      Viejo Andrés, muchas gracias por leer, panita. El Mateo es un personaje, y a estas alturas de la cuarentena, literal, es él quien me saca de paseo jajaja. Un abrazo grande, amigo!!!

  2. Doris Tobon Sanchez

    Tu Mateo me puso a pensar en mi Pelos, mi perrito, que ya es un adulto mayor, por eso no lo saco en cuarentena…
    Mentiras 🙂 Peluca, como le decimos con amor, sí es un adulto mayor, pero no lo saco en cuarentena por miedosa. Mi confinamiento es total. Pelos ya se acostumbró. Hace sus necesidades en el patio, y ahí se da sus paseítos.
    Hermosa la foto de Mateo.

    • Daniel Enrique Molina Durango

      Pelos es un nombre muuy bonito, y seguro ya habrá tiempo para que puedas volver a pasear con él :). ¡Abrazo muy grande!

  3. Melquicedec Lozano

    Parece que la compañía de Mateo te hace rememorar vivencias pasadas. Salir con él con frecuencia, con o sin tapabocas, es un buen aliciente para ti. Me pregunto si C es una especie de “Matea” que hizo vibrar tu espíritu de escritor, que hizo estremecer tu corazón con su dulzura. Las correrías de Mateo me llaman la atención, pero qué bueno conocer más de C.

    • Daniel Enrique Molina Durango

      Melquiiiii, sí, total, ha sido muy chévere compartir más tiempo con el Mateo en esta cuarentena. Muchas gracias por leer y un abrazo muy grande!!!!!

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