RESEÑA CRITICA DE HOMO DEUS

Homo Deus, del autor Yuval Noah Harari, se plantea como una breve historia del mañana, donde como dice el autor, pronosticar el futuro nunca es fácil, y las tecnologías revolucionarias hacen que sea aún más arduo. En este libro se plantea como posible, en el futuro acabar con los tres problemas que ha padecido la humanidad: la hambruna, la peste y la guerra, que han matado a millones de seres humanos en todos los tiempos. Superado esto, muchos estudiosos intentan predecir qué aspecto tendrá el mundo en 2100 o en 2200. Esto es una pérdida de tiempo. Cualquier predicción que valga la pena debe tener en cuenta la capacidad de remodelar la mente humana y esto es imposible. De lo que sí podemos estar seguros es acerca de la dirección que seguirá la historia. En el siglo XXI, remplazarán al hambre, la peste y la guerra, tres proyectos: un proyecto central será proteger a la humanidad y al planeta de los peligros inherentes a nuestro propio poder, es decir proteger el equilibrio ecológico. El segundo gran proyecto de la agenda humana será encontrar la clave de la felicidad; y el tercer gran proyecto será adquirir poderes divinos de creación y destrucción; promover Homo sapiens a Homo Deus: conseguir la divinidad.

Quiero revisar un poco, el último capítulo: La religión de los datos. El dataísmo sostiene que el universo consiste en flujo de datos, y que el valor de cualquier fenómeno o entidad está determinado por su contribución al procesamiento de datos. Los dataístas creen que los humanos ya no pueden hacer frente a los inmensos flujos de datos por tanto, el procesar los datos debe encomendarse a algoritmos electrónicos para de ahí obtener información, conocimiento y sabiduría. El valor supremo de esta religión es el flujo de información, y como toda religión tiene sus mandamientos prácticos, el primero y principal es maximizar el flujo de datos conectándose cada vez a más medios, y produciendo y consumiendo cada vez más información. Su segundo mandamiento es conectar todo al sistema: el internet de las cosas. El valor supremo del dataísmo es la libertad de información.

Aunque las personas no hayan oído hablar del dataísmo, quieren formar parte del flujo de datos, incluso si esto significa perder su privacidad, su autonomía y su individualidad. El individuo se convierte en un minúsculo chip dentro de un sistema gigantesco que nadie acaba de entender. A medida que el sistema global de procesamiento de datos se vuelve omnisciente y omnipotente, conectarse con el sistema se convierte en el origen de todo sentido. (Léase, conectarse a las redes sociales). Los dataístas creen que las experiencias no tienen valor si no son compartidas. Únicamente necesitamos registrar y conectar nuestra experiencia al gran flujo de datos, y los algoritmos descubrirán su sentido y nos dirán que hacer. La nueva consigna es: si experimentas algo, regístralo. Si registras algo, súbelo. Si subes algo, compártelo. En el futuro es posible que el flujo de datos termine escogiendo nuestro trabajo, nuestra pareja y hasta los presidentes.

El futuro no existe. El futuro se construye en el presente, y ya lo estamos construyendo.

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