El Nihilismo: Nietzsche

Nietzsche

SU VIDA:

Nace en 1844 cerca de Leipzig, en el seno una familia de pastores protestantes. Estudia filología clásica en Bonn y Leipzíg. A los 24 años es profesor en Basilea. Es un profundo admirador de Schopenhauer y amigo intimo de Wagner, al que admira. Enfermo desde 1871 se retira de la profesión, y su vida transcurre en continuos viajes por Europa buscando la salud y el reposo. En 1899 sufre un ataque de locura del que no se recuperará, y muere en 1900. Sus obras principales son: Así habló Zaratustra, Más allá del bien y del mal, La voluntad de poder, Genealogía de la Moral, Ecce Homo, El Anticristo.

SUS IDEAS

El dato básico del que parte la reflexión de Nietzsche es la experiencia profunda de la vida: la insatisfacción que experimentamos frente a la realidad, experiencias que nos resultan insoportables como el sufrimiento, el dolor o la enfermedad. La propia vivencia de la experiencia de la vida nos desconcierta. nos inquieta, nos amenaza, porque no la podemos controlar ni dominar: estamos a merced del devenir.

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Esta experiencia de desvalimiento nos desasosiega y produce miedo. Necesitamos «orientar» y «ordenar» el mundo de la experiencia de nuestra vida. Necesitamos apoyarnos en algo o en alguien porque en nuestra debilidad no somos capaces de soportar solos la vida. Aparece así un resentimiento hacia lo real que hace surgir todo un mundo supramundano, el mundo de la moral, de Dios, de la metafísica, a base de falsos razonamientos: si este mundo es aparente, debe haber un mundo verdadero; si este mundo es condicionado, debe haber un mundo incondicionado …

Este proceso que acabamos de describir se ha manifestado a lo largo de la historia en la oposición entre Dionisos y Apolo. El primero (lo dionisíaco) re­ presenta la vida, el instinto, la fuerza, la voluntad de poder, el placer; y el segundo (lo apolíneo) significa la racionalidad, el orden, los ideales. Pues bien desde Sócrates se ha impuesto como ideal humano lo apolíneo, en contra de lo dionisíaco: la razón frente a la negación de la vida.

La moral cristiana, con su exaltación de valores como la humildad, la abnegación, el arrepentimiento, la pobreza, etc., ha sido un factor para la consolidación de esa concepción «débil» de la existencia. Jesús fue utilizado por un grupo de judíos para construir una religión de débiles y de resentidos. Fueron incapaces de soportar la muerte de Jesús y buscaron una explicación, un sentido: buscaron un culpable. Al no poder enfrentarse con tos sacerdotes se inventaron una interpretación en la que el débil (Jesús) triunfa sobre el fuerte (sacerdotes). Así los débiles son los preferidos de Dios. De este modo, el cristianismo sanciona definitivamente la «moral de esclavos»

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Pero Nietzsche observa que la cultura de su época vaciaba de contenido la religión. Intuye una inminente crisis de la humanidad al desaparecer Dios en su horizonte. Con la crisis de fe entrará en crisis el mundo entero. Es un acontecimiento inevitable. Hay que provocarlo y asumir la nueva situación. Por eso Nietzsche proclama la muerte de Dios: «Dios ha muerto, y la fe en el Dios cristiano ha sido aniquilada». Muerto Dios queda el hombre, su vida, su existencia. Sin moral y sin Dios queda el nihilismo.

Esta nueva humanidad que debe surgir «más allá del bien y del mal», una vez superada la moral de esclavos, está representada por el superhombre. Este será el vencedor de Dios y de la moral diciendo sí a la vida misma, emancipándose de cualquier moral y de cualquier «supramundo» que pretenda mitigar el sufrimiento de la existencia. Su existencia será meramente intraterrena, sin ninguna trascendencia, y así sustituirá a Dios en el dominio del mundo.

La fórmula que encuentra Nietzsche para expresar la afirmación el eterno retorno. Consiste en el movimiento circular indefinido, sin ningún término final y que carece de todo sentido y finalidad. El sí supremo consiste en la afirmación de la eterna repetición de lo mismo.

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