La literatura griega en la Época Alejandrina

Época Alejandrina

Recibe el nombre de alejandrina o helenística la literatura griega escrita a partir de las conquistas de Alejandro Magno y durante el gobierno de los diadocos y sus sucesores. Su ámbito es mucho más amplio que el de la época clásica y el centro cultural se traslada de Atenas a Alejandría (Egipto), ciudad famosa por su rica biblioteca y academias.

Entre la multitud de literatos, eruditos, gramáticos, historiadores, filósofos y geógrafos que ilustran la época, se citará en primer lugar a varios poetas. Apolonio de Rodas (¿297-230? a. de J.C.), bibliotecario, gramático y gran erudito, es autor de un poema muy elaborado, Argonautika (Los argonautas), sobre el viaje de Jasón y sus compañeros en busca del vellocino de oro. A Teócrito de Siracusa (¿310-250? antes de Jesucristo) se deben pequeños poemas de circunstancias, casi siempre de tema bucólico, denominados «idilios», graciosamente compuestos. Su contemporáneo Calimaco (¿310-235? a. de J.C.) compone himnos, epigramas y leyendas mitológicas, de gran emoción personal.

En el terreno de la prosa hay que mencionar en primer lugar a Teofrasto (¿372-287? a. de J.C.), que aborda infinidad de temas y se señala en las obras morales, especialmente con los ethikoi (Caracteres, 319?). El historiador más notable se llama Polibio (¿200-125? a. de J.C.), que vive algunos años en Roma como rehén.

Época Alejandrina

En el largo período de dominación romana del mundo griego, debe citarse en primer lugar a Plutarco (;50-125<>) Su fama estriba primordialmente en las Bioiparaleloi (Vidas paralelas), conjunto de cincuenta biografías de hombres célebres, en las que, por regla general, traza un paralelismo entre un griego y un romano. Su intención es en esencia moralizadora, y en ocasiones engrandece pequeñas figuras históricas. Las Vidas paralelas han sido fuente para autores posteriores, especialmente medievales y renacentistas. Bajo el título de Ethika (Obras morales) se agrupan varios de sus tratados filosóficos, históricos y morales, sin conexión entre sí, escritos en estilo ágil y fluido.

Por su espíritu crítico y mordaz se destaca Luciano de Sarnosata (125-192), principalmente con los Nekrikoi dialogoi (Diálogos de los muertos) y Dialogoi theon (Diálogos de los dioses). Es, por otro lado, uno de los más acerbos detractores del cristianismo.

Época Alejandrina

A partir del siglo I d. de J.C. se desarrolla en el mundo griego un género no cultivado hasta entonces: la novela. Ha de entenderse por ella, en general, un conglomerado más o menos feliz de viajes, situaciones imprevistas, pérdidas y encuentros de dos amantes. Los más sobresalientes ejemplos del género son Ta epí Kairean kai Kalirroen (Las aventuras de Querea y Calirroe), de Caritón de Afrodisia (siglo I); Efesiaká (Las efesíacas), de Jenofonte de Éfeso (siglo II); Aithiopiká (Las etiópicas), difundida también con el título de Teágenes y Cariclea, obra de Heliodoro (siglo III) y una de las más típicas del género; Ta katá Leukipen kai Kleitofonte (Las aventuras de Leucipe y Clitofonte), de Aquiles Tacio (siglo III), y Ta katá Dafnin kai Kloen (Dafnis y Cloe), de Longo (siglo III), que se aparta algo del género por centrarse en un ambiente bucólico y tranquilo. La novela griega o bizantina ejerce gran influencia en la novelística occidental de los siglos XVI y XVII.

Mención aparte exigen los escritos cristianos en griego. Todo el Nuevo Testamento emplea en su redacción este idioma (Koiné), incluso el Evangelio de Mateo, escrito originalmente en arameo. Los padres de la Iglesia griega, con sus tratados, homilías y cartas, alimentan una literatura religiosa de gran interés. Los principales son los santos Basilio Magno (329-379) Gregorio Nacianceno (¿330-390?), Gregorio Niseno (¿335-395?) y Juan Crisóstomo (344?-407), célebre por sus predicaciones, de ahí su apodo («boca de oro»).

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