Un intercambio estudiantil es algo que se debería vivir por lo menos una vez en la vida; es una oportunidad única para aprender a desprenderse de muchas cosas materiales y a vivir la vida de una manera diferente.

El proceso de intercambio fue algo muy estresante para mí porque las cosas no se estaban dando de la manera como yo quería, lo cual aumentó mi ansiedad. Después de mucho pensar en que tal vez era algo que no debería hacer llegó la carta de aceptación a una universidad en una ciudad donde ni siquiera estaba dentro de mis planes, la Universidad de Nebrija en Madrid. Cuando comencé con todo el proceso tenía claro que quería irme a Europa a un país en donde se hablara español o inglés ya que no quería sufrir con un idioma que no domine, así que escogí como mi primera y casi única opción Barcelona. En el camino tuve que reconsiderar mis opciones y como última opción tuve en cuenta Madrid, pero era algo de lo que no estaba muy segura de querer.

Al llegar a la universidad me di cuenta de que era muy diferente en todos los sentidos a Icesi. En términos de su campus es muy pequeña, por lo cual todos los estudiantes se conocen entre ellos y ya están en sus grupos de amigos y clases. Esto hace que la integración con los españoles no sea tan fácil, además porque son algo cerrados en cuanto a la convivencia. Por otro lado, el método de enseñanza es completamente diferente al que estaba acostumbrada en Icesi. En Nebrija las clases son magistrales, es decir, el profesor da toda la explicación del tema durante la 1:20 que dura una clase así que no hay que preparar previamente la clase. Además de esto solo tengo clase tres días a la semana por lo cual me queda bastante tiempo libre para conocer lo mucho que tiene por ofrecer la ciudad.

Vivir en Madrid estos casi dos meses ha sido una experiencia única, es una ciudad que tiene mucho para ofrecer, siempre hay un plan para hacer ya sea cultural, gastronómico o de rumba. Es una ciudad en la cual he aprendido que caminar es de las mejores cosas que se puede hacer, ya sea para ir al supermercado, a la universidad o simplemente salir a caminar para ver a donde llego y que puedo conocer en el camino.

Lo más difícil en mi proceso de adaptación ha sido el clima porque estoy acostumbrada al calor y las temperaturas de Cali. Llegué en enero cuando la temperatura máxima estaba cerca de los 8°C y justo cuando pensé que el clima ya estaba mejorando comenzó febrero con sus días grises y extremadamente fríos. Con esos climas así lo único que quería era estar en un lugar con calefacción por lo que deje de salir bastante.

Llegar a vivir a una residencia estudiantil fue mucho mejor de lo que esperaba, ahí he conocido personas de muchos países y he aprendido muchas cosas a cerca de esas diferentes culturas. También ha sido una oportunidad importante para aprender a desarrollar habilidades que no pongo muy en práctica cuando estoy viviendo en mi casa, como por ejemplo cocinar y lavar mi ropa.


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