Mi llegada a Finlandia estuvo marcada por incertidumbre, expectativas y la sensación de estar en un mundo totalmente distinto. Pasaron semanas antes de empezar a acostumbrarme a la oscuridad y el frío. Las horas de sol eran muy pocas, la temperatura siempre estaba bajo cero, muchas veces llegando a -15 grados. No se veía más que nieve en las calles, y la poca gente que te encontrabas en la ciudad o en el bus apenas hacía ruido. En los edificios de los estudiantes de intercambio la cosa era distinta, desde la primera semana comenzaron las fiestas, las salidas, y las caminatas nocturnas al lago en busca de las auroras boreales.

Las actividades de invierno fueron en definitiva mis favoritas, patinaje sobre hielo en pistas naturales, esquí de fondo en el bosque, y la experiencia de la sauna. Esto último es parte esencial de la cultura finlandesa, los edificios y casas suelen tener saunas (incluyendo el mío) a temperaturas entre 80 a 100 grados, pero lo extremo no termina ahí, después de pasar cinco minutos luchando contra el instinto de salir de ahí decides hacer lo que los finlandeses hacen, tirarte en la nieve, o mejor aún, sumergirte en un lago congelado para luego volver corriendo a la sauna.

Otro aspecto que me dejó muy sorprendida es la vida estudiantil, los estudiantes visten overoles para las fiestas que ocurren toda la semana, sea martes o viernes encontrarás cientos de estudiantes en overoles en las calles listos para beber y rumbear hasta el otro día, el único problema son los precios, Finlandia no es para nada barata. 

En la primera semana las mismas preguntas rondaban cada encuentro ¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? ¿Por qué Finlandia? La última pregunta parecía siempre responderse cuando decía que estudio educación, la fama de Finlandia en este campo es sabida por cada una de las personas que conocí durante este intercambio. Desde el momento que apliqué a la beca ISEP tuve en mente este destino y no tengo de que arrepentirme, la oportunidad de este semestre de intercambio ha sido transformador para mi formación como docente.

He experimentado cómo el proceso del estudiante es profundamente valorado al igual que el bienestar emocional, además, en las clases de pedagogía me he sentido perfectamente capaz de aportar a pesar de que son cursos de la maestría, lo que me ha demostrado el excelente nivel de Icesi en formación docente. La educación finlandesa está lejos de ser perfecta, pero mi tiempo aquí me deja muchas lecciones y reflexiones que espero compartir y aplicar en el aula al regresar a Colombia.  

Finalmente puedo decir que gracias a Icesi y a la beca ISEP pude cumplir dos sueños: estudiar educación en Finlandia, y ver las auroras boreales.   

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