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“Los niños y las niñas afrodescendientes deben ser prioridad para Colombia”

– María Isabel Hurtado

La profesora María Isabel Hurtado es lideresa comunitaria de Buenaventura y directora del Club de Lectura Mariposas de Amor, un entorno protector conformado por 300 niños y niñas, que le apuestan al poder transformador de la lectura.

El Centro de Estudios Afrodiaspóricos – CEAF de la Universidad Icesi, tuvo la oportunidad de generar una conversación con María Isabel Hurtado para visibilizar su historia de vida y liderazgo: 

CEAF: ¿Qué nos puede contar de su historia de vida y que la llevó a ejercer su liderazgo?

María Isabel Hurtado: Mis abuelos Darío Hurtado y Felisa Arboleda llegaron al barrio Juan XXIII de Buenaventura y junto a otros vecinos construyeron lo que es hoy la calle Buenos Aires 2, donde actualmente vivo y donde está el Club Mariposas de Amor. Nací y crecí ahí. Estudié en el Liceo Femenino del Pacífico, en donde conocí a Flor Elena Núñez de Cortés, quien fue mi profesora de español. Aún vive. Fue ella quien me inculcó el amor por la lectura.

Luego, experimentando las realidades del sector, como el enfrentamiento entre grupos ilegales, el microtráfico de drogas, el reclutamiento forzado, el abuso sexual y toda clase de precariedades y vulneraciones de derechos, me fui a estudiar derecho a Cali con el propósito de ayudar un poco a los niños y las niñas del país. Devuelta en Buenaventura, empecé a trabajar con adultos mayores en la Fundación Por Un País Mejor y después, junto a Patricia Arias, fundamos Unidos Dejando Huellas, una organización cuyo foco fue evitar el consumo de sustancias psicoactivas en jóvenes del barrio Cristal y Nueva Colombia. Hasta el momento yo no estaba cumpliendo con mi propósito ni estaba trabajando por mi sector, en donde yo infortunadamente era la única profesional.

Ahí fue cuando se me ocurrió abrir el Club de Lectura Mariposas de Amor, que comenzó en el primer piso de mi casa, en la sala que mi papá y mi mamá cedieron, con unos estantes que mi hermano fabricó, unas muñecas que hizo mi cuñada, un pendón y unos libros que compramos con venta de postres.

CEAF: ¡E inició el Club!

María Isabel Hurtado: Sí, pero antes de trabajar con los niños y las niñas, hicimos un curso de habilidad de crianza con las madres que habitan aquí. Todas son madres cabeza de hogar, víctimas de violencia basada en género. En el curso se graduaron 50 mujeres, algunas que nunca habían ido al colegio. Así que fue muy especial para ellas obtener ese primer título que podían guardar y mostrar en su casa. Luego tuvimos también un trabajo de reconocimiento, unos círculos de mujeres con una coach profesional para celebrar el Día de las Madres.

Así que, poco a poco, antes de conquistar a los niños y niñas, empezamos a conquistar la comunidad, y el Club se volvió la casa de la comunidad, en donde las personas podían venir a charlar o hacer alguna reunión. Los vecinos hicieron una pavimentación muy artesanal de alguna parte de la calle porque quería que hubiese una vía de acceso digna para los niños y las niñas, pero también para el sistema de salud y el carro de la basura.

Después de esa conquista comunitaria sí iniciamos a trabajar con los niños y las niñas. Inicialmente, trabajamos con niños de 5 años, la mayoría niños, que no estaban escolarizados y se dedican a trabajar en el arte de la rifa, a llevar el balde de pescado a la mamá o el chontaduro, para tener un medio económico en la casa. A través del Club logramos conquistar a estas mamás y mostrarles que vale la pena invertir en la educación y que esos niños sí pueden ir a la universidad, lo cual es un miedo muy fuerte en la comunidad.

La comunidad piensa que no es posible llegar a la universidad porque ellos no lo hicieron, porque la universidad es para los ricos y la gente pobre siempre será pobre, porque siempre les va a tocar vender pescado, porque no hay garantías de acceso a la educación para las niñas y niños negros del Pacífico. Además, porque la calidad educativa es muy baja: algunos colegios no cuentan con sillas, con baños adecuados, con agua potable, ni siquiera con tiza o marcadores. A muchos profes les toca llevar esos instrumentos para poder dictar la clase en un salón con 50 estudiantes.  Por todo eso, el Club es un aliado que fomenta el amor por la lectura, crea lazos familiares y resignifica las prácticas ancestrales: que la minga, que la olla comunitaria, que los mitos y leyendas, que los bailes… En todo eso se convirtió Mariposas de Amor.

CEAF: Usted acaba de hacer una descripción sobre las condiciones educativas que afrontan los niños y niñas del Pacífico. ¿Qué significa ser un niño o niña en Buenaventura, particularmente, en Juan XXIII?

María Isabel Hurtado:El niño o niña de Buenaventura, del Pacífico en general, es resiliente y luchador. Es un niño o niña con esperanza, pero que también sufre día tras día el flagelo de la violencia. Es un niño o niña que ha normalizado la violencia porque debe permanecer bajo una cama para no recibir un disparo, porque no puede jugar tranquilo afuera, porque ve gente con armas y balas en la calle todos los días, porque puede ser agredido por hablar de esto o aquello. A inicios de este año, unos niños de Juan XXIII encontraron una granada mientras jugaban; la granada se accionó y dejó 6 heridos. Esto es sólo un ejemplo de sus condiciones de vida. Entonces, un niño o niña en Juan XXIII, exactamente en “El Caguan”, como le dicen a la calle Buenos Aires 2, debe perder la ingenuidad, hacerse fuerte, hacerse mayor desde muy temprano y andar callado. No puede ser niño. Eso es ser niño aquí. 

Además de toda esa violencia, está la falta de acceso a una educación de calidad. Los niños y niñas de aquí no tienen para copias ni computadoras ni internet. Si cuentan con un celular (son muy pocos los casos), la mamá prefiere comprar una libra de arroz o un huevo que recargarlo. Los niños y niñas sufren la falta de oportunidades de sus madres y padres. Es muy complicado, especialmente porque los niños y niñas afro en Colombia no son prioridad.

CEAF: ¿Qué emociones emergen frente a las realidades que enfrentan los niños y niñas del Pacífico Colombiano? 

María Isabel Hurtado: En estos días de violencia exacerbada en Buenaventura estábamos realizando una maratón de lectura cuando iniciaron unos disparos. Entonces las niñas empezaron a llorar: una porque la mamá murió de cáncer hace poco, otra porque asesinaron a su hermano también hace poco, otra porque la mamá tenía problemas de corazón y las balaceras constantes la estaban matando, otra lloró al ver a las demás, y yo también lloré. En la vulnerabilidad la gente puede identificarse. Sobre esto escribí una reflexión que decía que no era suficiente lo que la institucionalidad hace para que los niños y niñas del Pacífico se sientan seguros y en paz.

Los niños y niñas del Pacífico no tienen el privilegio de tener un padre o una madre con empleos dignos, donde trabajen en horarios laborales normales que les permita pasar un domingo en un parque o comerse un helado con sus hijos(as) o ayudarles a hacer tareas. Entonces no es culpa solo de las familias, porque si el Estado garantizara un empleo digno, seguridad, salud y educación de calidad, esos niños y niñas de ahora serían los profesionales del mañana. Pero no es así.

CEAF: ¿De qué manera el Club permite afrontar esos dolores y malestares que provoca también ese racismo estructural sobre la región? 

María Isabel Hurtado: Además de apoyar respecto a esa precaria educación, ayudamos a que las madres y los(as) niños(as) se acerquen a través de actividades en casa. Por ejemplo, en nuestro concurso de lectura en casa todas las madres crean un rincón para la lectura. El compromiso es que mínimo media hora leen o cuentan historias a sus niños o niñas en casa. O en Todos estamos hechos de amor, las madres, a través de un video o una carta, expresaban lo que sentía por sus hijos(as). Fue tan valioso porque hubo madres que, como no tenían celular, vinieron hasta acá para que las grabáramos. O, por ejemplo, en octubre, con Mitos y leyendas de Pacífico, ellas venían con su traje hecho de material reciclado a contar historias que les ocurrieron cuando eran niñas o que le enseñaron sus familias.

Así que, entre poco y nada, el Club trata de acercar esos lazos familiares y continuar con esas prácticas ancestrales a través de la lectura para que esos niños y niñas, que son excelentes matemáticos, cantantes, escritores y bailarines, puedan pensarse un proyecto de vida.

CEAF: ¿Cuál es la importancia de continuar con los procesos que usted lidera en el Club? 

María Isabel Hurtado: La importancia es altísima porque Mariposas de Amor, más que un Club de lectura, es un entorno protector. Aquí los niños y niñas se sienten seguros(as) porque cualquier actor respeta el espacio, que ya lo sienten comunitario. También es una incubadora de sueños donde los niños pueden imaginarse y verse de formas distintas, a través de libros como los de Mary Grueso, que relata muy bien nuestro Pacífico. Entonces este espacio es importante porque intenta mitigar las realidades adversas que padecen los niños del Pacífico: la falta de educación de calidad, el miedo constante y la falta de oportunidades.

El Club de Lectura Mariposas de Amor es un lugar donde se permite que los niños y niñas sean vistos, porque en Colombia ellos(as) no son vistos como personas merecedoras de una inversión significativa para ayudar a sus vidas.

CEAF: ¿Qué es la equidad para usted? 

María Isabel Hurtado: Para mí la equidad es darle a cada quien lo que le corresponde. No se puede pretender que los niños y las niñas afro de Buenaventura o de Juan XXIII, quienes no tienen las mismas condiciones que los niños y niñas de un colegio privado o público de Bogotá, tengan un resultado en el Icfes que les permita ingresar a la universidad. Ahí no hay equidad. Los niños y niñas afro necesitan más atención.

Un estudio encontró que los niños y niñas que han experimentado violencia tienen más dificultad para comprender textos. Entonces con ellos debe hacerse un trabajo más profundo. En otras palabras, si los niños y niñas afro están bajo esa circunstancia, ¿cómo logramos que la educación para ellos sea de calidad y sea adecuada para su contexto y su realidad? ¿Cómo logramos que sus padres y madres tengan un trabajo digno? ¿Cómo logramos que los sectores donde ellos y ellas viven tengan paz? Considero que se logra cuando se le da a cada quien lo que corresponde.

No se puede centralizar los recursos económicos del Estado en unos sectores. Por ejemplo, en Medellín, y no en Buenaventura, especialmente en Juan XXIII, sabiendo que aquí se necesita mayor inversión y educación de calidad. Es debido a la discriminación estructural que se nos considera como personas de segunda mano, como los negritos, esos de allá, esa gente problemática, esa gente que sólo pelea y que no le gusta trabajar. Basta de esa discriminación. Deben vernos como ciudadanos y ciudadanas que han aportado y aún aportan, al igual que todos los colombianos y colombianas, al país.

CEAF: Según esto, ¿cómo los procesos que usted realiza contribuyen a construir una sociedad más equitativa? 

María Isabel Hurtado: En el Club damos una atención diferenciada de acuerdo a las necesidades, al contexto y a la realidad que vive cada niño y niña. Esto es importante porque a través de ese proceso podemos incluir a todos y a todas, de manera personalizada y gratuita, en una incubadora de sueños y un refugio en el que, además, se involucra toda la comunidad. Al Club vienen niños y niñas afro, indígenas y mestizos y también niños y niñas con capacidades diferentes. Por ejemplo, viene una niña con autismo, quien recibe apoyo psicológico en sus clases.Así, Mariposas de Amor brinda esa equidad.

CEAF: ¿Cuáles son los retos y los desafíos que ha enfrentado el Club? 

María Isabel Hurtado: Uno de los primeros retos fue conseguir que la comunidad confiara en el proceso, pues muchas organizaciones de base vienen al sector para hacer su actividad, se toman la foto y adiós. Hay otras que no hacen nada, aunque dicen que están haciendo. O hay otras que vienen, hacen promesas y no regresan. Entonces, conseguir que la comunidad confiara en que el Club no era una actividad, sino un proceso con un objetivo claro, fue complicado. No obstante, luego de los cursos sobre crianza, los talleres para madres, la olla comunitaria y la minga para pavimentar la calle, la comunidad creyó en el Club y hoy es ella la que lo cuida porque ya lo considera valioso para todos y todas.

Otro de los retos fue enfrentar la violencia, la cual logramos sortear un poco porque, como lo mencioné, la misma comunidad nos cuida. Ahora, por ejemplo, la calle está abierta para que otras personas que no son del sector puedan entrar y venir al Club. Antes no se podía hacer esto. Además, en estos días del pico de violencia, hemos logrado tener salidas pedagógicas con los niños y niñas al parque para ayudarles a continuar con su proceso educativo.

El otro reto sobrevino con la pandemia del COVID-19, que sorprendió a todas las organizaciones privadas o no privadas y que, en nuestro caso, gracias a la profesora Aurora Vergara, a la profesora Lizeth Sinisterra, al CEAF y a las hermanas Usman, pudimos afrontar a través de Tejiendo Aprendizajes, un proyecto donde se hacían llamadas telefónicas para brindar atención psicosocial y acompañamiento en algunas áreas del conocimiento, como matemáticas y español, a los niños y niñas. Con esto logramos que quienes habían desertado de la educación, que era más o menos el 70% de los niñas y niñas, continuaran con su formación, y que otros volvieran a involucrarse a través de las cartillas-guía que las escuelas dan a quienes no tienen internet. Otro de nuestros retos fue construir una sede más grande para pasar de tener 150 niñas y niños a 300 este 2021. ¡Lo conseguimos!

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