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“Para entender nuestra realidad como pueblo afrodescendiente, siento que me representa más el concepto de justicia que el de equidad, porque hablar de justicia permite respetar las historias y las búsquedas propias, la equidad no”

– Vicenta Moreno

Vicenta Moreno Hurtado es la directora de la Casa Cultural El Chontaduro, una organización de base comunitaria que se encuentra ubicada en el del Distrito de Aguablanca en Cali. En esta conversación, Vicenta Moreno se refiere a la deshumanización de los cuerpos negros, al Distrito como una geografía de la muerte, así como al trabajo del Chontaduro en la reconstrucción de la memoria y su gestión durante la crisis por el COVID-19.

El Centro de Estudios Afrodiaspóricos – CEAF de la Universidad Icesi, tuvo la oportunidad de generar una conversación con Vicenta Moreno para visibilizar su historia de vida y liderazgo: 

CEAF: ¿Qué nos puede contar de su historia de vida y que la llevó a ejercer su liderazgo? 

Vicenta Moreno:  Soy una mujer negra que ha vivido muchas de las rutas de la segregación. Soy chocoana, pero vine a Cali cuando era una niña con mi papá y mi mamá en busca de mejores alternativas de vida, porque allá estábamos en un espacio abandonado por el Estado, enfrentando la guerra y la violencia. Entonces acá llegamos primero a “El Hueco”, donde inició para mí una vida más fuerte de la que tenía en el Chocó; recuerdo, en el Chocó, conversaciones con el río y con la gente, quienes siempre estaban cuidándose mutuamente. En cambio, en el asentamiento siempre estuvimos encerrados, y, a pesar del encierro, vi cómo asesinaban a un montón de jóvenes negros. 

Del asentamiento nos sacaron por la fuerza y fuimos a San Marino, un barrio con la misma ruta de la segregación para la población afrodescendiente. De ahí arribamos al Distrito de Aguablanca, donde vivo ahora y donde continúo enfrentando la muerte; la muerte del cuerpo asesinado que cae al suelo y la muerte de la falta de posibilidades para vivir dignamente. En Cali, a muchos hombres y mujeres negras nos ha tocado hacer la ruta de la segregación. Del dolor y la rabia que he acumulado ahí, busqué mi camino hacia la libertad y en eso llegué a la Casa Cultural El Chontaduro. 

CEAF: ¿Cómo llega al Chontaduro? 

Vicenta Moreno: Desde antes yo ya participaba en otros espacios de construcción social donde aprendí mucho. En estos se luchaba por los derechos humanos de todos y todas, pero no me sentía recogida porque no había quién entendiera mi historia, quién entendiera la ruta de la segregación que vivía una mujer negra, quién escuchara la historia de una mujer negra que trabajaba en casas de familia –de donde salí corriendo para terminar el bachillerato-, o quién entendiera el arrinconamiento que siempre vivía porque me decían ¡Ve, María Jesú! ¡Ve, pelo curruscuscus! ¡Ve, fea! Nadie entendía eso.  En los 80 sólo se luchaba por la clase trabajadora. 

Cuando me encontré con El chontaduro, la organización se convirtió en una puerta abierta en la cual hallé otras historias parecidas a la mía. Ahí escucharon mi historia y yo escuché también las historias de los otros(as) y a partir de esto empezamos a construir. Empecé en El Chontaduro ese trasegar comunitario por la lucha de una comunidad que no es reconocida ni visible en sus situaciones de dolor y deshumanización; la lucha por esos caminos de libertad de una comunidad siempre perseguida por la muerte. 

CEAF: ¿Por qué los cuerpos negros que están ubicados dentro de esas geografías, como el Distrito, San Marino u otros territorios racializados, experimentan la muerte física, la muerte social y la ruta de la segregación?  

Vicenta Moreno: Considero que, aunque nos declaramos como un Estado social de derecho y aunque hemos avanzado en términos de igualdad y reconocimiento, las personas negras vamos a destiempo, porque se construye el camino de igualdad y el reconocimiento para otras comunidades, mientras que nosotros(as) siempre estamos desde el antiguo ángulo colonial: los esclavistas y los esclavizados. Entonces hablar de igualdad es una burla para nosotros(as), que siempre estamos luchando por nuestra existencia. 

También vamos a destiempo en las formas como sobrevivimos, que casi siempre están en contra de las estructuras de la ley. Como otras personas afrodescendientes, durante mucho tiempo fui vendedora ambulante, un trabajo perseguido. En general, quienes venden en el Centro de Cali se ven como personas fuera de la legalidad, de lo estructurado. Entonces una se da cuenta que la ilegalidad es la única forma para sobrevivir y que, aunque vivimos en una democracia, no se contempla nuestras realidades. O si hay una contemplación de esta población se hace desde la mirada del saqueo, la explotación y el vaciamiento.  Por ejemplo, la mayoría de los negociantes del Petronio, que es un evento que busca reconocernos como ciudadanos(as) que construimos en términos culturales, no tienen que ver con nuestra gente. O sea, seguimos trabajando para enriquecer a otras comunidades. Nos siguen explotando.  

Nuestro Estado social de derecho no contempla realmente esa realidad que ha sido construida desde tiempos coloniales hasta la actualidad y con la misma base. Repito, se avanza en muchos elementos del derecho y, sin embargo, esta población en el Distrito de Aguablanca y en los asentamientos de la ciudad siguen en el punto blanco de la muerte.  

CEAF: ¿Qué hace El Chontaduro para ubicar unos caminos de libertad? 

Vicenta Moreno: El Chontaduro ha sido un espacio de puertas abiertas para encontrarnos, reconocernos, reconstruirnos y reinventarnos. En ese sentido, nosotros(as) planteamos que nuestra lucha está orientada a la construcción de justicia étnico-racial, así como de justicia de género, pues reconocemos el patriarcado como un elemento que también produce las muertes en nuestros territorios. Así que parte del trabajo que hacemos tiene que ver con la reconstrucción de la memoria. Reconstruir la memoria es un elemento que ayuda a esa construcción de libertad, porque siempre nos narran desde otros ángulos, pero en El Chontaduro nosotros(as) mismos(as) narramos y reconstruimos ese ser.  

Trabajamos con los pequeños a través de la danza, el teatro, las artes plásticas, la música y la Biblioteca Popular Comunitaria. Con la juventud propiciamos escuelas sociopolíticas y les preparamos para sus pruebas Saber 11° mediante el Pre-Icfes Comunitario y Popular Paulo Freire, porque creemos que los y las jóvenes tienen mucho para aportar y reconstituirse frente a la estigmatización, y porque creemos que uno de los pasos para esa reconstrucción es que ellos y ellas tengan la posibilidad de ir a la universidad. También trabajamos sobre género en una escuela sociopolítica para mujeres, investigamos, junto a otras organizaciones internacionales, sobre las realidades del pueblo afrodescendiente, y estamos tras la pista de mejores formas organizativas para continuar con la construcción de la libertad. 

CEAF: ¿Qué significado tiene para usted liderar estos procesos? 

Vicenta Moreno: Soy porque somos. Liderar estos procesos me ha dado la posibilidad de reconstruirme con otros y otras. Estar aquí en este contexto que me toca, que me duele, que me significa, es una posibilidad de sentirme libre y de desafiar la muerte estipulada y estructurada para nuestros cuerpos negros, y mucho más para nuestros cuerpos de mujeres negras, en esta sociedad que nos vacía. También, la posibilidad de aportar a la construcción de nuestros territorios me permite resignificar esas narrativas sobre nuestros cuerpos. 

También tiene un significado e impacto para quienes participan de esos procesos. Como comenté, la Casa Cultural El Chontaduro ha sido un espacio de reconstrucción de esa población afrodescendiente que no es tenida en cuenta dentro de las políticas de gobernanza. Aquí las juventudes y las mujeres pueden sacar su voz y saber quiénes son, es decir, pueden reconstruir su existencia. Nosotras construimos conocimientos desde otras posturas, más enraizadas en nuestra cultura y más cercanas a nosotras, para comprender esta ciudad e incluso para la academia, que constantemente está mirando desde esos parámetros eurocéntricos, blancos y occidentales. Nuestra producción de conocimiento es una manera de resistir en una ciudad que nos niega y de visibilizarnos en espacios como la academia.

Ese es un impacto de la Casa Cultural El Chontaduro, que también ha logrado desafiar los parámetros de la individualidad y de la competencia que nos plantea esta sociedad, así como proponer unos parámetros orientados al trabajo e identidad colectivas, la construcción de redes y al amor, en medio de desafíos que han sido tenaces: la poca credibilidad en los procesos que lideran las personas negras, la persecución, la politiquería, discriminación y las posturas patriarcales incluso de nuestra misma gente. En general, enfrentarse en términos políticos a una ciudad que racializa y deshumaniza a la población afrodescendiente es un enorme desafío. El pueblo negro, la juventud y las lideresas negras seguimos siendo vistas como las personas que ponen en peligro a quienes sí son reconocidos como humanos. Creo que nos ha tocado enfrentar todas las políticas de la muerte de la ciudad. 

CEAF: Sobre esta última idea, ¿qué se necesitaría entonces para poder transitar de un régimen racializado a un régimen garante de derechos en el que la participación política del pueblo afrodescendiente no sea vista como un peligro para los demás?

Vicenta Moreno: Necesitamos reconstruirnos desde lo propio. Justamente en la Casa Cultural El Chontaduro le apostamos a empezar a reconstruirnos más autónomamente en nuestras comunidades, porque creemos que esto nos abre una posibilidad para ser y estar en esta sociedad. No obstante, nuestros análisis e interpretaciones de sociedad, producto de esa reconstrucción autónoma, debe ser reconocida por nuestros gobernantes como análisis e interpretaciones que buscan justicia racial, porque esa reconstrucción siempre se ha dado en total lucha y desacuerdo con todas las instituciones estatales. 

CEAF: Frente a lo que usted viene diciendo ¿Cómo concibe la equidad? 

Vicenta Moreno: Para entender nuestra realidad como pueblo afrodescendiente, siento que me representa más el concepto de justicia que el de equidad, porque hablar de justicia permite respetar las historias y las búsquedas propias, la equidad no. Por ejemplo, a mí no me representaría estar en la clase media o en la clase alta de esta sociedad de consumo capitalista, sino que le apuesto a una construcción propia de la dignidad y el buen vivir. Si el Distrito de Aguablanca, estuviera en un marco de justicia, lo imagino preparado para pensar y hacer su propia educación y su propia economía en reconocimiento de sus raíces. Imagino un territorio visible que no separa su forma de vivir con el cuidado del medio ambiente y que está orgullosamente cercano a su historia como pueblo afro. 

CEAF: Ante esta “geografía de muerte” que experimenta el Distrito de Aguablanca. ¿Qué ha significado esta pandemia para usted y para quienes habitan el territorio?  

Vicenta Moreno: En esta pandemia El Chontaduro ha profundizado más en las realidades que vive la gente. Nos reencontramos con una población que permanentemente se enfrenta a la muerte y comprendimos que, aunque en la pandemia esto se ha exacerbado, cuando termine, esa es una realidad que la gente seguirá enfrentando, pues a pesar de que en El Chontaduro conocíamos la condición de empobrecimiento que vive aquí el pueblo negro, nuestro trabajo en tiempos de COVI-19 nos hizo entender que la realidad es más compleja de lo que creíamos. En el Distrito las personas no han muerto tanto por el virus, sino debido al hambre, la desnutrición, las enfermedades crónicas que ya padecían, el dengue, por no saber cómo sostener a su familia. 

Durante la pandemia asesinaron a muchos(as), aunque tuvimos la prevención de no salir de casa, lo cual fue un problema para quienes no tenían posibilidad siquiera para su rebusque. Sin embargo, incluso quienes salieron a rebuscarse pasaron hambre porque el trabajo no fue lo mismo. Aquí las personas han experimentado el estrés de lo virtual, porque muchos(as) con 3 o 4 hijos(as) no tienen ni siquiera un computador o un aparato que les permita conectarse en casa. Las madres angustiadas por el cómo hago para que mi hijo(a) siga adelante con lo del estudio han presentado parálisis. Mientras que se agudizó la ya preexistente depresión de los jóvenes. Nuestro trabajo durante pandemia nos permitió visualizar los alcances de la condición de empobrecimiento de nuestra gente, esas situaciones de muerte. Por eso nos organizamos para ofrecer acompañamiento psicosocial a nuestros jóvenes, para apoyar con alimentación y para propiciar espacios de comunicación que confrontaran el encierro y la soledad. 

CEAF: Profundicemos en el trabajo que realizó El Chontaduro en Pandemia.  

Vicenta Moreno: Organizamos la Minga Solidaria como una posibilidad para que los y las habitantes de nuestra comunidad y de otros sectores pudieran apoyar a quienes tenían una situación mucho más aguda. En la Minga, las personas aportaron lo que tenían: desde alimentos y recursos económicos, hasta palabras alentadoras y sus artes. También gestionamos, como mencioné, el acompañamiento psicosocial a la juventud del Distrito, que fue posible gracias a psicólogas, trabajadoras sociales, amigas, y amigos que dijeron yo me sumo. Al mismo tiempo nuestros jóvenes han estado activos durante la pandemia creando videos, podcast, escritos, historias y cuentos. 

Desde la Escuela Sociopolítica de Mujeres se iniciaron proyectos de economía solidaria, de siembra de azoteas, y de comunicación preocupada y atenta entre sus miembros. En El Chontaduro también acomodamos a la nueva realidad proyectos de cooperación internacional que ya estaban caminando antes de pandemia, y fortalecimos nuestras redes para organizar conversatorios y apoyarnos entre organizaciones pequeñas que hacen parte de la Red de Mujeres de Oriente.

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