MI VIDA EN CUARENTENA
ANGIE DANIELA QUINTERO
ANGIE DANIELA QUINTERO

Soy Angie Daniela Quintero Álzate y quiero compartirles cómo cambió mi vida en esta cuarentena:



No pude volver a salir a la calle, pero he convivido más tiempo con mi familia. En mi caso, estuve más tiempo con mi madre. Se volvió costumbre levantarme a las 7:00 a.m., para tomar un tinto con ella mientras se arreglaba para ir al trabajo a las 7:45 a.m., al barrio Linares de Manizales —ella trabaja en una casa de familia y, cuando regresa en la tarde, llega cansada—; así que aproveché esta etapa para estar más a su lado. Me gustó que la cuarentena nos unió mucho más como familia y también me unió a mi amiga Lina.



Ese fue uno de los grandes cambios de este tiempo: Lina se vino a pasar un tiempo a mi casa. Yo la invité porque quería estar junto a ella. Y ocurrió, por esos días, que entre las dos montamos una microempresa de manillas.
Antes de la pandemia, hacía manillas como ocio, muchas de las cuales se perdían. Un día, mi vecina me vio haciéndolas y me pidió una para su hija. Me dijo que ella me la pagaría. Por supuesto, no se la cobré; pero ahí nació la idea de crear un negocio y se lo conté a Lina. Si le gustaba el plan a ella, tanto como a mí, la microempresa de manillas se haría realidad. Y así fue.
Antes de la pandemia, hacía manillas como ocio, muchas de las cuales se perdían. Un día, mi vecina me vio haciéndolas y me pidió una para su hija. Me dijo que ella me la pagaría. Por supuesto, no se la cobré; pero ahí nació la idea de crear un negocio y se lo conté a Lina. Si le gustaba el plan a ella, tanto como a mí, la microempresa de manillas se haría realidad. Y así fue.



Lina y yo llevamos 15 años de amistad. Todo comenzó cuando nuestras madres se conocieron, pues doña Liliana —la mamá de Lina—, era cliente de Nelly, —es decir, mi madre—. Se dieron cuenta que tenían hijas con el mismo síndrome —Morquio—, así que nos presentaron. Desde entonces Lina y yo nos hicimos amigas y empezamos a compartir aventuras como nuestra primera comunión y la celebración de mis quince años.

Antes de la cuarentena iba mucho a la biblioteca para leer. Con la llegada del coronavirus ya no fue posible. Descubrí que el tiempo que usaba en leer un libro lo podía aprovechar para hacer manillas. De modo que lo disfruté tanto como antes.



A este tiempo de pandemia le he sacado provecho para estar unida a mi familia. Los he conocido mejor a cada uno de ellos, he reconocido —y aceptado—, sus defectos y también sus virtudes.
A este tiempo de pandemia le he sacado provecho para estar unida a mi familia. Los he conocido mejor a cada uno de ellos, he reconocido —y aceptado—, sus defectos y también sus virtudes.

Otro cambio importante en este tiempo ocurrió con las celebraciones que teníamos planeadas en familia. No las cancelamos, pero debimos que organizarlas otra vez. Empezamos por la celebración de los quince años de mi hermana menor. Antes, teníamos como invitados a 100 personas, pero debimos reducirlas a 25 y poner algunas reglas para entrar a la fiesta:
- Solo asisten 25 personas.
- Cada persona lleva su tapabocas.
- En la puerta, alguien los estará desinfectando.
- ¡Disfrutar de la fiesta sin temor!
- Solo asisten 25 personas.
- Cada persona lleva su tapabocas.
- En la puerta, alguien los estará desinfectando.
- ¡Disfrutar de la fiesta sin temor!



Otro cambio radical fue descubrir que debía cuidar mucho más mi salud. Pues un año antes de que empezará la pandemia comencé a sufrir de una rodilla; tenía planeadas unas cirugías pero la llegada del virus me obligó a aplazarlo todo. Por todo esto, debo admitir que tuve miedo a salir de casa. No salí —y no salgo—, a menos que fuera estrictamente necesario.
Todo esto me llevó a aprender que la vida es solo una y no debemos dejarnos derrumbar por los obstáculos que se nos presenten.
Todo esto me llevó a aprender que la vida es solo una y no debemos dejarnos derrumbar por los obstáculos que se nos presenten.

Cuando acabó la cuarentena obligatoria y entramos en cuarentena voluntaria, en casa decidimos seguir con los cuidados que teníamos. Y también decimos que el 31 de diciembre iríamos a una finca donde no había virus. Allí viven siete integrantes de nuestra familia, de modo que haríamos un reencuentro con ellos y la pasaríamos muy bien.



Mi amiga Lina tuvo que volver a donde su familia. Así que decidimos seguir en contacto y continuar con el proyecto de la microempresa, ya que no podemos acabarlo. Ella sigue haciendo manillas y las vende por su cuenta. Lo mismo hago yo por mi lado.

¡Ah! Un detalle que se me olvidó contar: diariamente debo bajar unas escaleras muy, muy largas; en cuarentena pude descansar de ellas. Y cuando todo terminó lamenté no haber salido antes pues me sentí más cansada y asfixiada al tener que subirlas de nuevo. ¡Resultó muy duro! Ja, ja, ja...
Quise hablar de cómo viví y experimenté la pandemia porque en un futuro quiero que mi familia, si me llegan a preguntar cómo fue todo, cuenten con una pequeña historia que puedan leer y compartir.
Geometrías Íntimas
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