ALCANZAR LA LIBERTAD EN LA COTIDIANIDAD

LAURA DANIELA DÍAZ

LAURA DANIELA DÍAZ

Este foto ensayo habla de mi búsqueda personal de independencia. Para mí, la independencia es aligerar el peso de responsabilidad que lleva mamá. Ella decidió dejar a un lado sus hobbies y sueños para centrarse en los míos, debido a que el mundo no está condicionado a las necesidades de una persona como yo, una mujer adulta en el cuerpo de una niña de cuatro años, donde todo me queda muy alto y me hace sentir incompetente.
Este foto ensayo habla de mi búsqueda personal de independencia. Para mí, la independencia es aligerar el peso de responsabilidad que lleva mamá. Ella decidió dejar a un lado sus hobbies y sueños para centrarse en los míos, debido a que el mundo no está condicionado a las necesidades de una persona como yo, una mujer adulta en el cuerpo de una niña de cuatro años, donde todo me queda muy alto y me hace sentir incompetente.
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Mi mamá llena de sueños y emociones, con todo el tiempo del mundo por delante.
Al repasar mi vida, creo que mi independencia empezó cuando yo estaba en el jardín. Tenía que hacer tareas, pero pasaba la tarde viendo televisión. Cuando llegaba la hora de dormir, apenas empezaba a realizarlas. Lo tengo grabado en mi memoria como si hubiera sido ayer. Mi mamá me decía: "esas tareas son tu responsabilidad, no te voy ayudar porque es muy tarde, estoy cansada, te repetí muchas veces que hicieras las tareas temprano, y ahora no puedes irte a dormir sin terminarlas". Ella se iba a dormir y yo quedaba sola, rodeada de la oscuridad de mi casa; tal vez en esas noches lloré mucho, pero sentía que lo merecía. Ese momento se convirtió en una gran lección para mí, y desde entonces aprendí a hacerme cargo de mis tareas y proyectos. Y si necesitaba ayuda, tenía que decirlo con anticipación.
Hasta ahora ese apoyo extra que he necesitado me lo ha dado mi familia, especialmente mamá. Ella es esa mujer que estudió para ser profesora; pero que no ejerció, se volvió mamá de mi hermano mayor y decidió dedicarse a él y al hogar; aprendió a cocinar, hace los mejores platillos del mundo, es una amante de las manualidades, es como si hubiese nacido con el don de crear arte. Ella es una de las razones por las que hoy soy lo que soy. Ella me ha enseñado todo lo que sé, incluso más de lo que soy consciente.
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Mamá con siete meses de embarazo y mi hermano planeando su siguiente travesura.
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Aquí estoy con cuatro horas de nacida. Es mi primera foto, y mis papás emocionados porque ya no estaba en la barriga.
Al repasar mi vida, creo que mi independencia empezó cuando yo estaba en el jardín. Tenía que hacer tareas, pero pasaba la tarde viendo televisión. Cuando llegaba la hora de dormir, apenas empezaba a realizarlas. Lo tengo grabado en mi memoria como si hubiera sido ayer. Mi mamá me decía: "esas tareas son tu responsabilidad, no te voy ayudar porque es muy tarde, estoy cansada, te repetí muchas veces que hicieras las tareas temprano, y ahora no puedes irte a dormir sin terminarlas".
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Mis papás felices con sus hijos, separados porque alguien tenía que tomar la foto.
Ella se iba a dormir y yo quedaba sola, rodeada de la oscuridad de mi casa; tal vez en esas noches lloré mucho, pero sentía que lo merecía. Ese momento se convirtió en una gran lección para mí, y desde entonces aprendí a hacerme cargo de mis tareas y proyectos. Y si necesitaba ayuda, tenía que decirlo con anticipación.
El sentimiento de responsabilidad me llevó a ser consciente de su importancia para mí. De manera instintiva lo fui poniendo en práctica. Por ejemplo, mantener mi cuarto arreglado, guardar mi propia ropa, arreglar mi maleta para el colegio; pequeños detalles que parecían imperceptibles pero que, con el tiempo, harían la diferencia.
Recuerdo que en cuarto grado comprendí que agotaba el tiempo de mi mamá en actividades básicas como vestirme, bañarme, peinarme, alcanzarme las cosas, y pude ver cómo, las actividades que hacía sola, las había logrado con práctica, de equivocarme una y otra vez, y volverlo a intentar. Comprendí que si me esforzaba un poco más, podría realizar todas esas actividades por mi cuenta.
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Mi habitación, espacio que está construido a mis gustos y necesidades. Aquí todo está a mi alcance. Aquí soy libre de ser, actuar y hacer todo lo que yo quiera.
Por ello decidí llamar a mamá cuando realmente la necesitara. Me inventaba la forma de hacer las cosas sola, después la llamaba para mostrarle mi hazaña, o para pedirle ayuda porque no había logrado mi meta de ese día. Pero eso nunca significó que dejaría de intentarlo. Quería ser igual a mis compañeras, no quería ser un peso más para nadie; deseaba que mamá tuviera más tiempo para hacer lo que ella quisiera, desde pintar hasta descansar. No quería ser una carga. Anhelaba ser igual a las demás.
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Dormir rodeada de objetos como peluches o cobijas protegen mi cuerpo de no tomar una mala posición que me impida respirar, o me provoque dolor de cuello y espalda.
Buscar alternativas era algo que necesitaba hacer sola, debido a mi terquedad y obsesión de lograr mis metas. Hubo momentos en los que me puse en peligro físicamente, llevándome a la siguiente conclusión: definitivamente, en algunas ocasiones, —pese a invadirme el miedo y la incertidumbre porque lo sentía como un fracaso—, tendría que acudir a mis padres.
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La canasta de la salud, ubicada en el armario y alejada del sol. Hogar de las cremas para el dolor, de los inhaladores con su inhalo-cámara. Es el primer lugar al que me dirijo al despertar, para que mis pulmones puedan trabajar.
Con el tiempo, ellos me hicieron entender que no había nada de malo en pedir ayuda; me acompañaron a organizar mis ideas y acordamos que podía hacer las cosas sola; pero no quería decir que no contaba con ellos cuando lo necesitara. Mis padres me enseñaron que el apoyo era igual a fortaleza.
Con el tiempo, ellos me hicieron entender que no había nada de malo en pedir ayuda; me acompañaron a organizar mis ideas y acordamos que podía hacer las cosas sola; pero no quería decir que no contaba con ellos cuando lo necesitara. Mis padres me enseñaron que el apoyo era igual a fortaleza.
Ahora tengo 23 años. Tal vez, siempre enfrentaré una situación que me sea complicada enfrentar sola, pero tengo la certeza de que lo intentaré.
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El mundo se olvida que existe gente pequeña. De ahí el motivo por el cual necesito tantos banquitos. En el baño necesito dos: un banco lo utilizo para igualar mi altura a la de la taza; y la silla verde la necesito porque mi cuerpo no soporta estar de pie tanto tiempo y, además, para evitar deslizarme. En la ducha, las puertas corredizas tienen manijas que están a mi altura para no quedar encerrada. Son pequeños detalles que me ayudan en mi día a día.
El mundo se olvida que existe gente pequeña. De ahí el motivo por el cual necesito tantos banquitos. En el baño necesito dos: un banco lo utilizo para igualar mi altura a la de la taza; y la silla verde la necesito porque mi cuerpo no soporta estar de pie tanto tiempo y, además, para evitar deslizarme. En la ducha, las puertas corredizas tienen manijas que están a mi altura para no quedar encerrada. Son pequeños detalles que me ayudan en mi día a día.
En la búsqueda de ropa me di cuenta que mi mejor aliado serían los pantalones sin botón. Cada vez que iba al baño, una de mis mayores dificultades eran los botones: no podía, ni puedo aún manipularlos. Me cuesta mucho. Por eso siempre llamaba a mamá. Así que, si no hay botones, no hay razones para llamarla ¿verdad?
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En la búsqueda de ropa me di cuenta que mi mejor aliado serían los pantalones sin botón. Cada vez que iba al baño, una de mis mayores dificultades eran los botones: no podía, ni puedo aún manipularlos. Me cuesta mucho. Por eso siempre llamaba a mamá. Así que, si no hay botones, no hay razones para llamarla ¿verdad?
Sé que no puedo vivir sola, me da miedo hacerlo. No sé qué me depare el futuro. No sé si podré estudiar lo que quiero. No sé si mi fuerza de voluntad e ingenio sean suficientes para enfrentar a este mundo, a veces tan cruel.
Sé que no puedo vivir sola, me da miedo hacerlo. No sé qué me depare el futuro. No sé si podré estudiar lo que quiero. No sé si mi fuerza de voluntad e ingenio sean suficientes para enfrentar a este mundo, a veces tan cruel.
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De las actividades en las que sigo pidiendo ayuda, porque mis brazos son cortos y no alcanzo a recogerme el cabello.
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De las pocas veces que preparo mi desayuno. Necesito dos sillas, una para subirme y la otra de apoyo para poner la comida sin hacer desastres.
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Donde más tiempo paso: mi escritorio. Tengo una silla ergonómica, con el borde rodeado de espuma para facilitar el descanso de mi cuello y la respiración de mi cuerpo.
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Cuando vas a una cita de control, y te dicen que pierdes fuerza en tus brazos y piernas, que puedes quedar inmóvil porque tu médula ósea corre peligro. Entonces, al día siguiente, ingresas al quirófano.
Tampoco sé si pueda encontrar un trabajo que pueda realizar y me haga sentir que llevo una vida de mujer, adulta e independiente. La única certeza que tengo ahora es que daré lo mejor de mí, haré todo hasta donde mis fuerzas lo permitan. No habrá motivos para rendirme sin importar cuánto miedo tenga.
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Desde que tengo memoria las gafas se han vuelto más que un accesorio, son mis fieles compañeras. Me permiten hacer toda clase de actividades, son un apoyo esencial en mi vida.
Desde que tengo memoria las gafas se han vuelto más que un accesorio, son mis fieles compañeras. Me permiten hacer toda clase de actividades, son un apoyo esencial en mi vida.
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Desde que aprendí a manejar el control del televisor, se volvió muy notorio que le aumentaba el volumen para poder escuchar. Esto se convirtió en un tormento para los oídos de mamá. Fue muy obvio que mi audición no era normal.
Desde que aprendí a manejar el control del televisor, se volvió muy notorio que le aumentaba el volumen para poder escuchar. Esto se convirtió en un tormento para los oídos de mamá. Fue muy obvio que mi audición no era normal.
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Los banquitos compensan lo que me falta de altura. Son de mucha ayuda a la hora de salir, hacen la labor de escalera y al mismo tiempo de silla. Es plegable y liviano para su desplazamiento.
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Desde los cinco años vivo en un apartamento, en el tercer piso. No hay ascensor. Imagínense subir y bajar tres pisos todos los días. Se darán cuenta que es una terapia física, de la cual estoy agradecida, porque fortalece mis músculos y no pierdo movilidad.
Desde los cinco años vivo en un apartamento, en el tercer piso. No hay ascensor. Imagínense subir y bajar tres pisos todos los días. Se darán cuenta que es una terapia física, de la cual estoy agradecida, porque fortalece mis músculos y no pierdo movilidad.
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Algunos niños tienen carriolas. Yo utilizo el carrito de mercado, con mi banquito. Así, le salvó la espalda a mis seres queridos, y me facilita el ir de compras.
Algunos niños tienen carriolas. Yo utilizo el carrito de mercado, con mi banquito. Así, le salvó la espalda a mis seres queridos, y me facilita el ir de compras.
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Mi Familia, mis padres, mi hermano. Ellos son mi apoyo. Son mi Fortaleza.
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La vida apenas comienza, se que me falta mucho por aprender, conocer, fallar e intentar de nuevo. Lo que se avecine estaré agradecida de vivirlo.

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