MI ABUELA EN CASA
(HISTORIA CORTA DE UNA BELLA MUJER)

SOFÍA GARZÓN

SOFÍA GARZÓN

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Decidí hacer este foto ensayo sobre mi abuelita para compartir el amor que siento por ella. La quiero demasiado. Me gusta estar junto a ella y disfrutar su mirada tierna, el color de sus ojos grises, muy vivos y alegres. Me gusta escuchar su risa al despertar. Me gusta cuidarla y, juntas, contemplar el cielo.
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Hoy, ella tiene 90 años. Aún lleva su pelo negro. Admiro sus manos, son el reflejo del trabajo y el esmero que tuvo para sacar adelante a sus hijos. Me siento orgullosa de ser su nieta. Sé que tengo la mejor abuela.
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Mi abuela vivió 40 años en la Vereda la Linda, de Manizales. Tuvo una casa grande donde íbamos los fines de semana a visitarla. Siempre que nos encontrábamos, me regalaba una hoja llamada anturio que la cortaba de su jardín; no tengo fotos de esa época porque yo era muy niña, pero recuerdo ver a mi mamá en medio del jardín.
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Con la abuela celebramos durante muchos años las fiestas de navidad. En la finca, recibíamos a mi hermano y a mi primo cuando volvían del ejército. Mi tío decoraba la casa y organizaba las luces para celebrar su llegada. Pero todo cambió cuando mi primo murió siendo soldado profesional.
Con la abuela celebramos durante muchos años las fiestas de navidad. En la finca, recibíamos a mi hermano y a mi primo cuando volvían del ejército. Mi tío decoraba la casa y organizaba las luces para celebrar su llegada. Pero todo cambió cuando mi primo murió siendo soldado profesional.
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Mi abuela decidió vender la casa de la Linda y se vino a vivir al barrio El Caribe, donde también vivo yo. Como trabajó por muchos años en Profamilia, en el área de servicios generales, ella pudo pagar el arriendo con la plata de su pensión. Además, tenerla cerca le permitió a mamá cuidar de ella y de su hermana —que ahora Diós la llamó a descansar—. Esto removió nuestra vida y significó que la abuela se fuera a vivir junto a nosotras. Ahora estoy con ella todos los días y yo misma ayudo a cuidarla.
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Este es Lukas, nuestro perro. Visita a la abuela cuando ella se encuentra en mi cuarto. A veces ella olvida el nombre del perro; pero, por fortuna, allí estoy yo para recordárselo. Esto me hace sentir importante y valiosa.
Este es Lukas, nuestro perro. Visita a la abuela cuando ella se encuentra en mi cuarto. A veces ella olvida el nombre del perro; pero, por fortuna, allí estoy yo para recordárselo. Esto me hace sentir importante y valiosa.
Aquí nos encontramos las personas que permanecemos juntas: Mi madre, mi abuela y yo.
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Me gusta compartir con mi abuela. Me gusta tomarnos fotos haciendo caras graciosas. Como mamá pasa la mayor parte del día ocupada en las tareas de la casa, soy yo quién acompaña a la abuela. Cuando ella se siente asfixiada y necesita oxígeno para respirar, le pido ayuda a mamá para ponerselo. No sé hacerlo muy bien; sin embargo, estoy decidida a aprender.
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Cuando no estoy junto a la abuela, ella siempre pregunta por mí —mi madre me cuenta que lo hace muchísimas veces—. Eso me demuestra que soy importante en su vida. Sé que soy una persona de baja estatura, pero tengo un corazón muy grande.
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Cuando voy a la clínica para tomar mis medicamentos, la abuela pregunta por mí toda la mañana. Al volver a casa siempre quiere saber cómo me fue.
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Al comienzo de este foto ensayo sobre mi abuela, pensé inspirarme en las cosas que encontraba por mi camino cuando iba a visitarla a su antigua casa; pensé en retratar a las personas que me veía; incluso llegué a pedirles permiso para fotografía a sus mascotas. Supongo que ahora me extrañarán y se preguntarán por mi ausencia.
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No sé qué ocurrirá cuando la abuela ya no esté más a mi lado. A veces, ella llora y dice que la vida es muy dura. Hoy, está postrada en la cama; casi no puede moverse. Por momentos la escucho decir: “Dios mío, por qué tengo que vivir tantos años”. En ese momento mis ojos se inundan de lágrimas. No sé qué decirle.

Yo le pido a Dios mucha fuerza, porque el día que mi abuela ya no esté más en este mundo, me hará muchísima falta. Nosotras compartimos muchas cosas: nos gusta que nos acicalen, que nos acaricien la espalda, nos gusta hacer gestos graciosos. Hasta mamá se ríe y nos dice que somos idénticas.
Yo le pido a Dios mucha fuerza, porque el día que mi abuela ya no esté más en este mundo, me hará muchísima falta. Nosotras compartimos muchas cosas: nos gusta que nos acicalen, que nos acaricien la espalda, nos gusta hacer gestos graciosos. Hasta mamá se ríe y nos dice que somos idénticas.
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Recuerdo que la abuela se rascaba la espalda con el borde de una pared y yo la imitaba. Siempre he sido su pequeña sombra… ja, ja, ja.
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Mi gran orgullo es llevar el nombre de mis dos abuelas: Ángela Sofía Garzón González.

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