Boletín de prensa # 099

 

 

fernando carrillo web

 

Viéndolos a ustedes hoy cuando la vida me lleva a comenzar a peinarme las canas, es regresar 30 años atrás cuando me invitó esta querida Universidad a dictar un modulo de derecho económico dentro de una de las especializaciones que con excelencia han destacado este centro educativo. Fue sin duda un acto de irresponsabilidad de sus directivas traer un imberbe profesor de solo 25 años cuyos estudiantes todos me superaban en edad y experiencia.

Nunca olvido lo que aprendí gracias a esa prematura cátedra de típico profesor joven, que trataba de enseñar mucho más de lo que sabía, en jornadas maratónicas de 20 horas de clase en un fin de semana, no propiamente dedicado al aprendizaje de la salsa en esta capital cultural global de nuestro Pacifico. Sobra decir, que en aquella época probablemente ninguno de ustedes había nacido.

Mis reflexiones de hoy van para ustedes queridos jóvenes con la resignación que ratifica aquello de que no es que los estudiantes se gradúen cada vez más jóvenes sino que los mayores estamos cada vez más viejos. Con un poco más de kilometraje.

Las fotos de esta ceremonia son un trofeo que cada familia mostrará con orgullo porque es el cierre de un ciclo, muchas veces lleno de sacrificios y esfuerzos personales y familiares. 

Un título académico debe cambiar la historia personal, de la familia, la comunidad y el país. Muchos de ustedes serán los primeros graduandos de sus familias y con sus credenciales académicas y el corazón lleno de sueños le imprimirán un nuevo rumbo a sus familias y al país.

Otros de ustedes aquí presentes recibirán su título de posgrado y habrán subido un nuevo peldaño en la escala profesional, ratificando su convicción de que la educación es la mejor inversión individual y colectiva.

LA EDUCACIÓN ES UNA REVOLUCION

Colombia reclama una revolución de la educación, con más universidades de calidad como ICESI para que nuestros jóvenes asuman el liderazgo del cambio de paradigmas.

Sin educación estamos condenados a la pobreza, el atraso y la violencia. Los países que así lo han entendido han cambiado su historia. Solo basta mirar a los estados emergentes, a las potencias regionales, a China, India, Corea, por citar unos ejemplos que han volcado su PIB a la educación, no a la guerra.

La educación es el acelerador que marca la diferencia entre la desesperanza y el progreso. Es la autopista de la equidad. La columna vertebral de la paz. La antítesis de la guerra que es el sello de la barbarie.

¿Pero educar para qué?

Hay que educar esencialmente para formar mejores seres humanos. El país reclama una educación que privilegie la solidaridad, repudie la cultura del dinero fácil, nos blinde contra los nuevos dioses que nos impone la moda; que forme nuevas generaciones de jóvenes comprometidos con el medio ambiente, la defensa de la vida y la dignidad humana y el respeto a la diferencia. Ustedes deben ser una generación de jóvenes incluyentes, tolerantes, emprendedores, y constructores de esperanza. Jóvenes felices por naturaleza, blindados contra la violencia.

El sistema educativo debe ser para defender la dignidad humana, para servir al otro, para engrandecer la nación con el conocimiento y no las armas;  para robustecer la democracia y respetar la ley; para hacer posible que la Constitución no sea un libro muerto sino letra viva que transforme la sociedad y permita la convivencia pacífica, el desarrollo sostenible, la justicia social y la participación ciudadana plena.

Educar para que la ética sea el sello de las nuevas generaciones. Para revertir esa bancarrota de valores que nos tiene nadando en el pozo séptico de la corrupción.

Educar para que la transparencia marque el destino del Estado y el servicio público sea honrado por quienes tienen el privilegio de ser servidores públicos.

Educar para cumplir los deberes y obrar siempre en justicia.

Educar para tener sueños que rompan estereotipos y transformen pacíficamente la sociedad, trazando nuevos caminos y removiendo obstáculos al desarrollo.

EL CAMBIO ES POSIBLE

Quiero confesarles que cuando me gradué como abogado y socioeconomista de la Universidad Javeriana, tenía la misma incertidumbre frente al futuro que muchos de ustedes hoy, pero de pronto surgió un gran inconformismo por la tragedia del país que nos llevó a intentar a cambiar las cosas. Por eso lideré, junto con estudiantes de toda Colombia, el proceso que permitió derrumbar el muro constitucional que impedía que Colombia transitará un nuevo camino hacia la Paz y la modernidad. Gracias a la Constitución de 1991 que fue promovida por los jóvenes.

Me gradué, igual que ustedes, en un país convulsionado, carente de certezas, marcado por el pesimismo de la guerra que sumaba muertos, desplazados, desaparecidos.

Y, al igual que ahora, el narcotráfico y el paramilitarismo amenazaban la democracia y un mito del mal, se erigía en las comunas de Medellín y su poder criminal hacia volar en mil pedazos la confianza en el mañana.

En la década del 80 vivimos la peor época del narcoterrorismo. Nos llevó a hacer política en los cementerios. Enterrábamos candidatos presidenciales, periodistas, congresistas, gobernadores, policías y jueces. Nos dolía el país y era imposible el inmovilismo. Entonces los jóvenes decidimos actuar.

Actuar para vencer el miedo que impuso el poder del dinero maldito del narcotráfico, que trocó los valores y amenazó con hundir el país en el torbellino del pesimismo. El narcotráfico buscó arrodillar el Estado. Llevarse por delante a sangre y fuego la institucionalidad e imponer su ley.

Los jóvenes de entonces vivimos en carne propia esa terrible época, que Ustedes han visto recreada en Netflix. Los jóvenes de entonces vimos arder el Palacio de Justicia y quedar sepultado Armero en una misma semana.

Los jóvenes de entonces y miles de estudiantes y profesores universitarios, nos rebelamos a la condena impuesta por el narcotráfico a la sociedad. Al terror de los grupos armados ilegales. A la insensatez de las guerrillas y al terror de los paramilitares. Nos rebelamos en las aulas con la palabra y las nuevas ideas y decidimos cambiar la historia de Colombia.

Así nació la séptima papeleta que generó la Constituyente que dio vida a la Constitución que hoy nos rige. Una Constitución que es referente ético para un país que clamaba renunciar al centralismo, la bogotanización, la exclusión y la discriminación.

Educarse, entonces, es tener argumentos para rebelarse con las ideas y para derrotar el miedo.

LOS GRANDES DESAFÍOS DE LA NUEVA GENERACION

Hoy ustedes enfrentan grandes desafíos para consolidar el liderazgo generacional encabezado por una ética pública que ha estado deteriorándose.

El primer gran desafío tiene que ver con su relación con lo público y con la forma como la política está más que nunca enferma por los extremismos y los populismos.

Ustedes no son la generación que puede vivir alejada de las cuestiones públicas. Es cierto que el signo de hoy es la incertidumbre, la perplejidad, la falta de confianza en las instituciones. La decepción, el desencanto, el desdén hacia la política y los políticos.

La gran crisis que afecta a las democracias occidentales quiere insistir en que las soluciones vienen por cuenta de los Césares en la tradición romana, o de los caudillos y dictadores en la tradición latinoamericana. Una sociedad ávida de caudillos es una sociedad políticamente subdesarrollada. Lo relevante no es tener solo a las mejores personas, sino diseñar las mejores instituciones. Como ha dicho Daniel Innerarity, una sociedad está bien gobernada cuando resiste el paso de malos gobernantes. Por ello, hay que fortalecer las instituciones y no los sultanes de turno.

Porque hoy reaparecen ideologías que creíamos superadas; populismos de un extremo al otro que ofrecen soluciones fáciles para cuestiones cada vez más complejas. Que invitan a volver al pasado del fanatismo, la demagogia y el autoritarismo.

Siempre hay que recordar que los grandes acuerdos que requiere la sociedad para avanzar, no se logran desde los extremos. La ocupación del centro político por los extremistas genera mas radicalidad. Los discursos populistas serán siempre más simplistas, primarios y superficiales.

En Colombia hoy hay grandes dificultades para llegar a los grandes acuerdos porque hay menos convivencia, poco diálogo e inclusión, que lleva a consensos y pactos de papel, fragilizados por los extremos. En un momento en que la moderación no está de moda, desde la Procuraduría General de la Nación hemos estado siempre defendiendo los intereses de la sociedad como fiel de la balanza en el justo medio, sin inclinarla hacia ninguno de los extremos. Si nos atacan con la misma virulencia desde la extrema derecha y la extrema izquierda es porque estamos haciendo las cosas bien. Esa es nuestra obsesión diaria. No atizar más la polarización sino servir de puente para solidificar los acuerdos que exige el futuro de Colombia.

En Colombia por ejemplo la paz no le pertenece a ningún partido, ni a la derecha ni a la izquierda. Ni a los que descalifican desde un extremo a los otros por fachos ni a los que estigmatizan al contrario por mamertos. Y unos y otros se destruyen con los mismos argumentos en una fractura del país que  solo nos aleja de la posibilidad de ponernos de acuerdo.

La guerra y el conflicto armado han sido el peor freno para que Colombia le apueste a la modernidad. Durante cinco décadas han impedido los grandes debates, aplazados mientras los problemas se agudizaban. Como lo hemos repetido, el humo de la guerra no nos dejó ver la corrupcion. Ni tantos otros males obnubilados por el conflicto.

El segundo gran desafío tiene que ver con la revolución digital. Un reto que ha llevado a cosas impensables en la economía tradicional, como que el mayor medio de comunicación del mundo -Facebook- NO crea contenidos; que la Moneda más valiosa -Bitcoin- NO exista físicamente; que la mayor empresa hotelera -AirBNB- NO tenga hoteles; que la mayor compañía de taxis -UBER- NO tenga vehículos; y que la mayor tienda del mundo -Alibaba- NO tenga locales.

La vulnerabilidad de los espacios digitales se ha convertido en una amenaza contra la libertad, la tecnología disruptiva ha llevado a la dictadura de los datos y de los algoritmos. Es lo que el Profesor español Angel Bonet ha descrito como el tsunami tecnológico que esta arrasando con todo. Las generaciones se mueven entre la euforia digital de ustedes los jóvenes y la pesadilla de los tecnófobos de mi generación.

Hoy se impone la fijación por medir todo en una sociedad que valora más los rankings, los ratings, los seguidores, los likes de las redes, que los valores tradicionales de legitimación social. Los macrodatos, las noticias falsas que debilitan los hechos, la posverdad, la información que desorienta, se enmarcan en una vision dualista que responde a una sociedad maniquea y binaria que aniquila la moderación y la sensatez de quien le tiene alergia a los radicalismos.

De otro lado, la robótica, el Internet de las cosas, la Inteligencia artificial, la nube, el vehículo autónomo, la nanotecnología, la impresión 3D y el block chain están ya cambiando hábitos y comportamientos.

Surgirán las nuevas profesiones relacionadas con el uso y las aplicaciones de la tecnología. Profesiones como controlador aéreo de drones, ingenieros de smart factories, etc… En pocos años, 4 de cada 5 de los profesionales ejercerán esas profesiones nuevas. Y sobreviviran quienes mejor y más rápidamente se adapten al nuevo entorno. Desde Darwin la clave es adaptarse al cambio.

¿Serán capaces el hambre y la pobreza de ser acabadas por la tecnología? Dependerá de ustedes

¿Serán capaces de controlar el deterioro ambiental y el cambio climático? Dependerá de ustedes.

En sus manos está que la tecnología fomente la igualdad o la desigualdad, la mejora de la democracia o el aumento del populismo.

El tercer gran desafío le corresponde a la empresa y al sector privado. Sobrevivirán aquellas empresas orientadas a sus trabajadores, a los clientes y principalmente a la sociedad. Eso se sabe de sobra en esta universidad creada por líderes empresariales del Valle del Cauca con sentido claro de su compromiso social.

La empresa privada debe hoy generar rendimiento social. Porque el rendimiento social ya se refleja en los balances financieros de las empresas más allá de la simple responsabilidad social corporativa. El verdadero empresario no es quien gana dinero a costa de otros; sino aquel que genera rendimientos y mejoras sociales asociadas a sus cuentas de resultados.

No olviden nunca que la empresa del siglo XXI debe estar gobernada por la ética y el logro de resultados sociales. Los ejecutivos del siglo XX se dedicaban a administrar; los del siglo XXI a innovar socialmente. Los lideres del siglo XX aceptaban el statu quo y buscaban hacer las cosas bien. Los nuevos lideres retan el statu quo y van a hacer lo correcto.

Finalmente el cuarto desafío atraviesa los tres anteriores. La corrupción y la desigualdad son dos realidades inaceptables. Las pongo juntas porque la corrupciòn es motor de desigualdad, como lo demuestran los ataques de los corruptos a la alimentación de nuestros niños y a la salud de los colombianos. Para luchar contra estos males no se requieren héroes ni mártires, sino instituciones fuertes, ciudadanos activos y una prensa libre e independiente.

Hay un déficit de ética en Colombia, pero sobre todo hay una enorme demanda de igualdad para garantizar el futuro de los más débiles y vulnerables. En un país donde, como alguien decía, la gente humilde ni siquiera tiene derecho al fracaso, es urgente aprender a concertar para solucionar las demandas sociales. Debemos levantar la voz para exigir que no sigan asesinando a los líderes sociales.

Soy padre de dos niñas que se merecen un país diferente. Que deuda tan grande la que tenemos con la mujer colombiana!!  Poner a la mujer en el centro de la sociedad es un imperativo para su generación . Seguimos siendo un país que tolera tener la medalla de oro en abuso y maltrato de nuestros niños, niñas y adolescentes. Una cultura machista que no requiere ser feminista sino primero ser desmasculinizada. Recordemos con vergüenza que solo apenas hace 60 años le fue otorgado el voto a la mujer y que su condición de segunda categoría frente al hombre sigue contaminando nuestros comportamientos y nuestra legislación.

Hoy los invito a no renunciar a sus sueños. Tengan sueños grandes pero no menosprecien los sueños pequeños. Que los grandes sueños no sean eclipsados por los pasos pequeños que son el punto de partida. Los invito a seguir luchando por sus ideas. A no dejarse derrotar por las malas noticias, a construir su propia historia, en este país tan polarizado que pareciera querer devolver el reloj y no enfrentar unidos el futuro.

Colombia necesita su acción, poniendo en práctica todo cuánto aprendieron en las aulas, pero sobre todo, lo que les han enseñado en la vida para ser buenos seres humanos.

En sus manos, queridos jóvenes, hay demasiadas responsabilidades pero buenas capacidades. Ningún héroe vendrá a salvarlos. Ninguna guerra es buena, ninguna muerte debe ser celebrada. Todo cuanto han aprendido en esta gran Universidad durante estos años de esfuerzo debe expresarse en el ejercicio diario del respeto a la vida humana. Hay afuera un país que los necesita activos. Hay un país agitado y un mundo convulsionado.

Hoy ustedes se gradúan en este inolvidable día, mientras ayer cientos de miles le cantaban a la paz a lado y lado de la frontera con Venezuela y hoy intentar echar abajo las atrocidades de una dictadura salvaje. Ojalá  la música y la solidaridad espanten la indiferencia y las balas.

Cuando decidan los próximos pasos de su camino encuéntrenle primero propósito a su vida. Nunca duden de su capacidad para cambiar las cosas y hacer la diferencia en la sociedad.

Hay que atreverse siempre a pensar distinto. Pregúntense siempre qué deben hacer y no simplemente qué pueden hacer.

Decía el Primer Ministro Trudeau de Canadá qué hay que llegarle a la gente que es diferente a uno. Ustedes pertenecen a una región de Colombia cuyo principal activo es la diversidad y donde la inclusión es una gran asignatura pendiente. El diálogo y la convivencia con los pares, con los iguales no tiene mayor mérito. Lléguenle a gente con creencias e historias diferentes a las suyas. Escuchen a los demás y traten de entenderlos.

  1. K. Rowling -la autora de Harry Potter- afirma que no necesitamos magia para cambiar el mundo. Los que ya saben qué hacer con su vida, los felicitamos. Los que no, disfruten esa búsqueda. CONFIEN en su instinto, encuentren el propósito de su vida y para adelante.

El camino más fácil será siempre el menos riesgoso. El más difícil será el más desafiante y el que les forjará el carácter.

Son demasiados los retos que ustedes tienen. Al dejar las aulas los espera el mundo real de los problemas que exigen compromiso y valores éticos para enfrentarlos. Decisiones que marcarán sus vidas por siempre. Estoy seguro, porque lo vivo a diario, que ustedes, queridos jóvenes serán capaces de darnos lecciones a los mayores, engrandeciendo a Colombia con su firmeza de espíritu, esculpiendo en la cotidianidad la convivencia, haciendo cierta una mejor Colombia. 

Estuve sentado en esa silla donde ustedes están hoy hace varias décadas. No permitan que nadie les diga que no se pueden hacer las cosas. Salgan y transformen el mundo. Otros lo han hecho. Por qué no ustedes? Por qué dejar que otros lo hagan por ustedes?

Colombia reclama su acción en la transformación de la realidad. Bien decía Einstein que “aquellos que tienen el privilegio de saber tienen la obligación de actuar”.

Ustedes son la generación que tiene que demostrar que es mejor sumar que restar, multiplicar que dividir, unir que separar, convocar que disgregar, y cohesionar que fracturar.

Felicitaciones y salgan a conquistar el mundo pues nadie lo va a hacer por ustedes.

Muchas gracias.