Boletín de Prensa #018

MARGARITA amarilla

Prólogo

Margarita Cuéllar Barona

Soy profesora en la Universidad Icesi desde hace más de 10 años y tengo a mi cargo la jefatura del Departamento de Artes y Humanidades y la dirección de la revista papel de colgadura. Tengo un pregrado en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes y una maestría en Estudios de Cine de la Universidad de Nueva York (NYU). He tenido a mi cargo cursos sobre sonido, varios cursos sobre cine y lenguaje audiovisual y participé en el diseño de la malla de la Licenciatura en Artes.

Actualmente investigo y dicto un curso sobre las relaciones que las mujeres tenemos con los oficios textiles. Dirijo el seminario textil El Costurero, un seminario de investigación-creación que trabaja en colaboración con el Museo La Tertulia y soy socia fundadora del se- minario de pedagogías feministas en el que, desde hace un año, nos reunimos a leer y pensar sobre las responsabilidades y placeres de reconocernos como profesoras y ser feministas.

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Crecí al cuidado de mi tía Susana quien, por ser casi veinte años mayor que mi mamá, hacía las veces de abuela. Susana veía telenovelas y tejía. También veía películas de Cantinflas y horneaba tortas, pero lo del tejido le salía mejor. Recuerdo que me encantaba sentarme a su lado a verla tejer y fue precisamente viéndola que aprendí, porque a pesar de su cariño y paciencia, enseñar le resultaba tan difícil como nos resulta a casi todas las personas que bordamos y tejemos. Los oficios textiles no se aprenden estudiando o leyendo, se aprenden haciendo. Tejer es una acción que ejecutan las manos y los brazos sin un lenguaje verbal que acompañe los movimientos; no es sólo la cabeza la que aprende o la que retiene la memoria del quehacer, es el cuerpo entero el que se invierte en la labor y tal vez por eso resulta imposible enseñar sin mostrar cómo se hace.

De niña disfrutaba tanto tejer y rodearme de tejedoras que a los 11 años, durante las vacaciones escolares de verano, mi mamá me llevó a una mercería en el Centro Comercial del Norte llamada Tejer y coser. En la mitad de la tienda había una especie de sala donde las clientas se sentaban a tejer, tomar café y a pedirle consejos a la profe Nelly, una paisa de manos largas, venosas y delgadas, que tomaba tinto y fumada sin soltar el tejido. Mi mamá me dejaba por la mañana, me recogía a la hora del almuerzo y me llevaba de nuevo por la tarde. Tejí todo el verano ante la mirada atónita de las mujeres que pasaban a comprar materiales por la tienda y de las que buscaban asesoría de la profe Nelly. Con la tía Susana aprendí a hacer cadenetas y carpetas en crochet, con Nelly hice mi primer saco a dos agujas. Tejí durante mi adolescencia y tejí durante mis años de universidad. Tejía en casa porque aprendí que ahí es donde hemos tejido las mujeres; en las casas o en las tiendas de hilos y lanas.

La tía Susana, como muchas de las hijas mayores de su generación, no terminó los estudios de secundaria porque le asignaron labores de cuidado de la casa y de sus hermanos y hermanas menores. Luego siguió con nosotros, sus sobrinos y sobrinas. La “junta” con la tía Susana me hizo pensar, seguramente por primera vez, en las limitaciones que históricamente hemos tenido las mujeres, en lo que se nos exige y en los espacios que nos han designado. Es probable que los momentos que compartimos hayan influenciado las decisiones que he tomado sobre mi vida. Es probable que con ella haya hecho consciencia del lugar que quería forjar para mí; de modo que soy tejedora y feminista desde los once años, aunque haya tardado casi treinta años más en entender lo que eso significaba.

Ese “entender ” ha sido un proceso orgánico que ha pasado por examinar las motivaciones detrás de mis búsquedas académicas y personales, así como los movimientos que la maternidad y crianza (de dos niñas) han suscitado en mí. Ese “entender ” ha pasado también por problematizar decisiones de vida que yo asumía como “naturales” en las que he analizado, entre otras cosas, la clara desconexión que existía entre mi “ser académico” y mi vida íntima. Tomé entonces la decisión de estudiar los oficios textiles y la relación que históricamente hemos tenido y continuamos teniendo las mujeres con estos oficios. Hice un esfuerzo por despojarme de prejuicios y me embarqué (con algo de temor) en la tarea de repensar lo que la costura, el tejido y el bordado significan para mí y para las muchas mujeres con quienes comparto este interés.

En los trece años que llevo trabajando como docente nunca había considerado que podía dictar una clase e investigar sobre estos temas. Sin embargo, cuando entendí que las razones por las que sentía que mi relación con el quehacer textil no era de interés para el trabajo académico estaban entretejidas con las mismas razones por las que el trabajo de cuidado ha sido (y continúa siendo) invisibilizado, sentí urgencia de sacar el tejido de la sala de mi casa. Empecé buscando libros y artículos que abordaran las historias relacionadas con estos oficios e invité a un par de colegas a juntarnos a discutir estos textos; es decir, me lancé a investigar y trabajar con hilos, lanas y telas.

Mi “salida del closet”, que es como he llamado a la decisión de sacar el interés por estos oficios fuera del espacio doméstico, culminó con el diseño de un curso (La aguja subversiva: reflexiones sobre la costura, el activismo y la construcción de la feminidad 2) en el que me propongo analizar críticamente cómo las destrezas asociadas a los oficios textiles, más que una habilidad en sí mismas, significan el ideal de mujer. El curso pretende anudar el tejido y las labores textiles con el pensamiento feminista, por tanto me interesa generar estrategias para que los y las estudiantes se tomen en serio la reflexión en torno a la opresión sexista. Mi meta es que incorporen su aprendizaje, no me basta con que lean sobre estos temas y que reconozcan las apuestas del feminismo sino que las vivan en sus propios cuerpos; que sientan en primera persona cómo el feminismo es un movimiento que nos compromete y nos libera a todos y todas.

Lo que el cuerpo aprende no se olvida

Hace relativamente poco, hará unos diez años, comprendí lo que expresa la palabra incorporar. Podría decirse que incorporé su significado. Fue un momento luminoso en que sentí que muchas de las cosas que hacía por intuición cobraban nuevo sentido, como si se develaran ante mí. Desde entonces he hecho un esfuerzo consciente en mi práctica docente por lograr que los y las estudiantes que se matriculan en mis cursos exploren los temas que tratamos en clase desde su propia individualidad, que permitan que atraviesen sus cuerpos. Introduje el ejercicio de una bitácora o “Diario” (que es como me refiero a éste en clase) como una herramienta que me permite ahondar en la intención de conectar las lecturas y las discusiones que tenemos en el aula con su propia experiencia. A veces los ejercicios aluden a las discusiones sostenidas en clase (con base en las lecturas) de forma directa, otras no, pero el fin es siempre el mismo: que relacionen los temas trabajados con las diferentes formas en que estos se manifiestan en su cotidianidad.

El ejercicio del Diario, en este curso en particular, me sirve también como una manera de mitigar la carga negativa que pueda tener para los y las estudiantes la palabra feminismo. Inicio el semestre con ejercicios sencillos en los que les pido que armen el árbol genealógico de las mujeres de su familia y que incluyan los nombres de otras mujeres que les sean significativas aunque no compartan lazos de consanguinidad. Parte del ejercicio incluye indagar sobre la vida de tres de ellas, sus historias, su relación con los oficios textiles, si tuvieron acceso a educación, etc. Al mismo tiempo los y las estudiantes emprenden la lectura de textos feministas sencillos (Adichie, hooks, Ahmed), despojados de la jerga excluyente con la que suelen estar cargados algunos de los textos académicos que abordan temas de género. Mi intención, en esta primera fase del curso, no es que conozcan las diferentes historias del movimiento feminista, ni explorar algunos de los conceptos teóricos que propone el feminismo, sino construir una base sobre la cual revisar las historias de las mujeres que les rodean. Propongo estos ejercicios simples porque me parece que nos resulta más fácil identificar cómo la opresión sexista ha impactado la vida de esas mujeres antes de entrar a identificar la manera en que nuestros (sus) comportamientos reproducen esquemas de dominación patriarcal. Propicio entonces la reflexión sobre la vida que les ha sido posible llevar a estas mujeres como una estrategia que nos permite vislumbrar la libertad y los caminos que el feminismo ha posibilitado frente a los tiempos de nuestras mamás y nuestras abuelas.

Una vez tienen el panorama de la vida que les ha sido posible a sus ma- dres, niñeras, abuelas, tías y hermanas, empezamos a revisar sus propias experiencias. En la semana seis, por ejemplo, luego de leer el libro de bell hooks, El feminismo es para todo el mundo, les pido la siguiente reflexión:

     “Según fue evolucionando el feminismo contemporáneo y según se fueron dando cuenta las mujeres de que los hombres no eran el único grupo de nuestra sociedad que perpetuaba el pensamiento         y la práctica sexista –las mujeres también podían ser sexistas– el sentimiento antihombre dejó de moldear la conciencia del movimiento; los esfuerzos pasaron a centrarse en la creación de                     justicia de género”. (pg. 23)

       Para el diario quiero que piensen y, por supuesto, escriban las maneras como han notado que ustedes mismas (mismos) reproducen ese pensamiento sexista.

Para entonces ya los y las estudiantes, si han asumido con seriedad el compromiso frente a la escritura del Diario, se han despojado del miedo a ser juzgados y juzgadas y sus respuestas suelen ser honestas. Una estudiante responde, por ejemplo, que es consciente de que reproduce el pensamiento sexista “cuando veo que en un hogar el hombre se encarga de las tareas domésticas y la mujer no y automáticamente pienso que hay un abandono del cuidado del hogar por parte de ella. Que está descuidando su lugar en la casa”. Otra estudiante responde que se percata de cómo toma provecho de su “condición de inferioridad” cuando “dejo de hacer algo porque creo que un hombre debería hacerlo pero sé que yo también tengo las capacidades para hacerlo”. Otra estudiante responde que “aunque nunca creí que la mujer debía quedarse en casa mientras el hombre trabajaba, si llegué a pensar en el matrimonio y la familia como lo más importante en la vida de una mujer”. Otra dice que creció “pensando que las mujeres debían vestirse recatadas, sin escote, cuidándose de no mostrar mucho, porque si mostrábamos mucho significaba que no éramos unas mujeres honrosas”.

Frente a las lecturas y discusiones sobre el trabajo de cuidado (que es el trabajo de cuidado de la vida, que culturalmente ha sido asignado a las mujeres) una de las estudiantes (citadas anteriormente) dice que:

      El tema del trabajo de cuidado fue sumamente importante para mí porque cambió la imagen que tenía de mi mamá. Aunque siempre he reconocido sus esfuerzos por sacarnos a mi hermana y a mí        adelante, por momentos me molestaba que su lugar fuera “en la casa”. Hacía vueltas, realizaba pagos, se aseguraba de que todo anduviera bien con las propiedades de las que recibimos renta,              pero la mayor parte del tiempo estaba en casa cuidando de nosotras y de nuestro hogar. Cuando me preguntaban qué hacía mi mamá, me costaba trabajo describir lo que hacía porque en el fondo          no reconocía su labor en el hogar como un trabajo. Ahora me doy cuenta que desde que nacimos, mi mamá no ha dejado de trabajar.

Los universos que se recogen en estos trabajos son íntimos, personales y reflexivos. Hay quienes escogen hacer su diario en digital (en Word o PowerPoint), así como quienes usan algún cuaderno que tenga páginas en blanco o quienes se arriesgan a construirlos. He tenido estudiantes que tejen forros para sus Diarios, otras que bordan unas carpetas donde introducir hojas sueltas, otros que han elaborado sus propios cuadernos con papeles de colores e incluso, uno que se atrevió a construir uno de madera porque, según él, la carpintería es el equivalente a la costura para los hombres.

La idea de construir su propio Diario se debe a que durante el semestre los y las estudiantes se enfrentan al reto de aprender a bordar, tejer y coser. Empezamos con el bordado y luego con el crochet, aunque hay quienes optan por el tejido a dos agujas por influencia de sus abuelas. Youtube y yo les enseñamos puntadas básicas (las mamás y las abuelas tienden a involucrarse también en este reto) y luego pueden escoger por cuál se inclinan para trabajar durante el semestre y construir la entrega final. Me interesa introducir el hacer en el aula como una manera de descentrar la práctica pedagógica, no sólo porque se inserta el cuerpo (manos, brazos y cerebro) en ese proceso de aprendizaje sino porque este tipo de prácticas son frecuentemente subvaloradas ya que están asociadas a otros momentos de la vida; la etapa de preescolar y, con suerte, la primaria, así como a otros espacios de educación (aquellos que ofrecen carreras técnicas o tecnológicas, comúnmente considerados inferiores a la educación universitaria).

La reflexión sobre el hacer es igualmente importante para mí de modo que, a partir de la séptima semana, hago preguntas para desarrollar en el Diario que indagan sobre las experiencias a las que se enfrentan durante ese aprendizaje. Un estudiante (hincha del América) que al principio del semestre opinó sobre lo costosas que le resultaban las mochilas, tejió un gorro rojo para ir al Estadio. Cuando le pregunté por el precio que le pondría a ese gorro me dijo que no lo vendería nunca y que ahora reconsideraba su opinión sobre el costo del trabajo artesanal. Terminó tejiéndole gorros rojos para sus primos y un gorro verde a su tío hincha del Cali, como una manera de expresar su cariño (a pesar de ser hincha del equipo contrario). Entendió que su madre también expresaba su cariño a través de los remiendos que le hacía a su ropa y cambió su posición frente al valor que le asignaba a los trabajos hechos a mano. Otra estudiante tejió un tapete para poner como pie de cama y durante la entrega final nos contó que hacía un buen rato quería comprar un tapete para su alcoba y que cuando les propuse que quería que desarrollaran un proyecto textil como ejercicio final pensó en hacer el tapete. “No creí que pudiera terminarlo, pero lo hice. Quedé contenta y lo que más me gusta es que lo hice yo misma. Ahora, cuando me levante todas las mañanas no pondré los pies sobre un piso frío, ahora me levanto sobre tapete caliente que me recuerda que soy una mujer libre, feminista”.

Los trabajos que he recibido por parte de los y las estudiantes me motivan a seguir pensando el papel que juega el cuerpo en el aprender. A través de la exploración corporal-relacional que implica el aplicarse al bordado y el tejido, y a través de ejercicios en los que les pido que conecten las experiencias vividas en el curso son su vida íntima (Diario), busco introducir sus propios cuerpos en este proceso de enseñanza-aprendizaje. Las lanas, los hilos y las agujas son herramientas a las que acudo para ayudarles a hacer consciencia de sus manos y sus vidas y para irrumpir las dinámicas de la clase donde la pedagogía considera la experiencia vivida como una estrategia para que el conocimiento trascienda el salón de clase.

Ese interés por trazar procesos de enseñanza que generen compromisos sostenidos en el tiempo y que trasciendan el aula de clase me han llevado a la lectura de mujeres como Patricia Hill Collins, Leila Villa-verde, Stephanie Springgay, bell hooks y Tania Pérez-Bustos, quienes, desde la pedagogía feminista, me han ayudado a trazar mi camino como educadora y a reconocer el aula de clases como el lugar de las posibilidades más radical de la academia. (hooks) La pedagogía femi- nista nos recuerda que el trabajo del docente es el de entusiasmar y comprometer a otros y otras con el aprendizaje sin dejar de reconocer que la responsabilidad es compartida y que los y las estudiantes deben empoderarse de su propio proceso. Es una pedagogía que amplía lo que significa educar más allá del aula y de la transmisión de informa- ción al promover que los y las estudiantes hagan conexiones entre lo estudiado y sus vivencias personales fomentando así el pensamiento propio/crítico/liberador. Sin embargo, tal vez la enseñanza más hermosa que me llevo de las lecturas de estas mujeres es que el aula de clases es un espacio donde el placer debe ser posible.

2. El curso hace parte de la oferta de electivas en Humanidades que programa el Depar- tamento de Artes y Humanidades y que, según el PEI de la Universidad, debe apuntar a fortalecer la competencia de Pensamiento crítico con materias que difieran de su formación disciplinar. “Las electivas en ciencias sociales, artes y humanidades tienen la intención principal de formar egresados conscientes de su lugar en el mundo, capaces de adoptar, reconocer, comprender y enriquecerse de la diversidad desde la tolerancia y el respeto. Egresados que comprenden los legados de nuestra cultura, las formas en que estos forman nuestras identidades, influyen en nuestro presente y mejoran o limitan nuestras posibilidades de futuro. Las artes, la literatura, la filosof ía, la historia, y las ciencias sociales nos permiten vivir, sentir, cuestionar, reconocernos en el otro, conocer nuestro entorno e imaginarnos otros mundos y realidades posibles” (Proyecto Educativo Institucional (PEI), Univiersidad Icesi. Aporte de la línea de formación en ciencias, artes y humanidades al proyecto educativo institucional de la Universidad Icesi. 2017, pg. 20). Por último es importante mencionar que el título del curso está inspirado en el libro de Rozsika Parker The Subversive Stitch: Embroidery and the Making of the Feminine (2010), un libro de gran importancia en este tema.

Libro completo:  Las Profes. Ellas enseñan, ellas relatan

Más informes: Margarita Cuéllar Barona, jefa Departamento de Artes y Humanidades, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.