Boletín de Prensa # 068

MARIA ISABEL verde

Prólogo

María Isabel Velasco Arango

Estudié Psicología en la Universidad Javeriana de Bogotá, luego hice el MBA en la Universidad Icesi y desde hace 10 años me formé como coach para acompañar procesos de trasformación personal.

Estas miradas y mi enamoramiento permanente por el desarrollo humano, por el misterio del mundo interior que nos habita, me inspiraron para crear y dirigir lo que hoy es el Centro de Desarrollo Profesional-CEDEP de la Universidad, desde donde facilitamos la transición de los estudiantes al mundo real del trabajo.

Durante los 30 años que llevo vinculada a Icesi he tenido el privilegio de vivir el crecimiento de la Universidad, acompañar la proyección profesional de tantos egresados, y ver cómo yo misma he evolucionado desde ser profesora de liderazgo, investigadora en temas relacionados con empleabilidad y últimamente profundizar en el desarrollo de habilidades socioemocionales y conversacionales, estados de ánimo y liderazgo consciente. Me declaro optimista, alegre y conciliadora, me encanta caminar, escuchar música y conversar, conversar por el gusto de hacerlo, para diseñar nuevos futuros, para coordinar acciones y lograr resultados diferenciadores y que ojalá dejen huella.

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Llegué a Icesi hace 30 años. Empecé a manejar la Oficina de Relaciones Empresa Universidad, REU, por petición del doctor Maiguaschca, quien era el vicerrector de la universidad. En ese entonces, trabajaba en la Asociación Bancaria y me pareció extraño considerar salir de un gigante del sector financiero –me parecía interesantísimo, me encantaba, porque movíamos todo el tema de selección para todos los cargos de los bancos, desde cajeros hasta gerentes– para irme a Icesi, que era chiquita y que apenas estaba empezando.

Al doctor Maiguaschca lo conocí porque fue profesor de la Especialización en Recursos Humanos, que se ofrecía en Icesi en convenio con Eafit. Me destaqué con una mención como la mejor estudiante de la especialización y cuando la terminé, él me hizo el ofrecimiento. Mi tarea sería la misma que en la Asobancaria, pero tan sólo por medio tiempo, lo que me permitiría dedicarme a ser mamá sin contratiempos. Eso hizo muy atractiva a Icesi y acepté.

Reconocí muy en el fondo de mi ser que desde que yo era niña me en- cantó jugar a ser profesora. Tenía tablero, tiza –en ese tiempo era tiza, no marcador, como ahora– y borrador. Vivía en el Ingenio Riopaila y allá nos dejaban enseñarles a leer a los niños que no sabían. Fui muy feliz en ese cuento, pero ese chip lo guardé y era sólo juego. Sin embargo, en la Universidad Javeriana, en Bogotá, donde estudié mi carrera, fui monitora de Psicología educativa y me encantó ese campo. A mis profesores de Psicología Educativa los amé. Pero nunca imaginé trabajar en ámbitos educativos, porque estaba alineada a trabajar en una empresa: ¡en vacaciones, venía a Cali a trabajar en Carvajal! Regresaba feliz porque yo quería ser psicóloga organizacional.

En mi nuevo rol como profesora, me estrené con un grupo de 17 estudiantes de Administración de Empresas. Ellos conocían a muchos de los gerentes o dueños de las empresas, pero debían participar en procesos de selección y competir con los practicantes de otras universidades del país, especialmente de Eafit, que era la universidad que más practicantes ofrecía para las organizaciones en Cali. Los muchachos me preguntaban: “Bueno, María Isabel, ¿vamos a ir a las empresas y qué decimos en una entrevista de selección?”. Aquí identifiqué la necesidad de orientarlos en la dinámica de los procesos de selección, enseñarles cómo funcionaban estos procesos y cómo se debían preparar para asumirlos.

Comencé con actividades muy aisladas, como, por ejemplo, diseño de la hoja de vida o estructura de la entrevista de selección. Luego, articulé esas actividades como un programa académico, formativo. Más tarde empecé a entender que yo tenía que conocer el programa de Administración de Empresas más a fondo para poder contar a las empresas cuál era el perfil del profesional que Icesi ofrecía. Mirándolo en retrospectiva tomo consciencia de que en ese momento para mí no era tan clara la diferencia en lo que decían desde otras disciplinas diferentes a la mía (Psicología): ¡ahora caigo en cuenta de que ellos me hablaban de “hechos y datos” y lo que para ellos era una cosa, para mí era otra, lo que a mí me interesaba a ellos no tanto y viceversa!

Después se abrió la carrera de Ingeniería de Sistemas y encontré un mundo completamente desconocido para mí, comenzando porque ni siquiera sabía usar un computador y no se me ocurría pensar que estos se volverían tan indispensables para la humanidad. Gracias a la paciencia y a las orientaciones de Henry Arango, quien era el director de la carrera de Ingeniería de Sistemas, no solo acepté, entendí y comencé a usar el computador, sino que también me vinculé como profesora de selección de personal y liderazgo. Así fue que abrí las puertas de un apasionante mundo de las ingenierías, presentando ante las empresas a los primeros practicantes de esta carrera, quienes se convirtieron de paso, en ¡mis profesores de tecnología! Comencé también a saborear desde otra mirada el encanto del mundo universitario y académico.

Recuerdo que estos practicantes de ingeniería de sistemas dependían de las áreas financieras de las empresas y cuando los primeros practicantes llegaron a las organizaciones fue el caos: las empresas no entendían la propuesta de los ingenieros, y los ingenieros no entendían la resistencia de las organizaciones.

Cuando conversaba esta situación con el decano, Henry Arango, él me decía: “la universidad debe ir delante de las organizaciones, ¡nosotros somos quienes instalamos la tendencia y los modernizamos!”. Con este comentario me sentía respaldada, pero el conflicto no se terminaba. Poco a poco, y con la resistencia de algunos, fueron entendiendo cuál era el valor agregado que estos profesionales ofrecían a las organizaciones, aceptaron el liderazgo de la universidad en cuestiones de conocimiento, hasta que los ingenieros lograron “su independencia administrativa” y alcanzaron tener identidad dentro de las organizaciones.

Fue muy bonito ir entendiendo cómo los primeros ingenieros de sistemas tuvieron que contar en las impresas qué era lo que ellos hacían y cuáles serían las nuevas oportunidades que se abrirían en las organizaciones con ellos como actores principales. En pocos años la situación fue superada y desde entonces los ingenieros han liderado proceso de trasformación en las compañías a donde llegan.

Podría afirmar que esta ha sido la dinámica de todos los programas académicos que ofrece la universidad: primero, el desconocimiento de los nuevos perfiles profesionales por parte de los reclutadores de talento humano; segundo, el desconcierto de los recién egresados que sienten que la universidad no hace nada por su inserción laboral; tercero, el reconocimiento del valor agregado que los nuevos profesionales ofrecen a las organizaciones, y cuarto, la convicción de los egresados de la calidad de su formación y la confianza del mercado laboral en estos nuevos profesionales.

Mi compromiso, desde siempre, ha sido facilitar la transición de muchos estudiantes de la universidad hacia el mundo real del trabajo, lo que se constituye en un tesoro maravilloso que me ha permitido conocer nuevos campos del conocimiento a medida que se abren nuevos programas, nuevos profesionales que buscan espacios de actuación para sus prácticas y posterior ejercicio profesional, y nuevas posibilidades para resolver diferentes problemas tanto en la sociedad como en las organizaciones.

Esta dinámica, junto con las investigaciones del profesor Schein, del Massachusetts Institute of Technology (MIT), acerca de la dinámica de las carreras, y las permanentes conversaciones con Hipólito González, un pilar para Icesi, fueron los motivadores para crear hacia finales de los noventa el Programa de Desarrollo Profesional, orientado en fortalecer en los practicantes competencias que los preparaban para su inserción al mundo laboral. Luego, en el 2006, evolucionamos y nos convertimos en el Centro de Desarrollo Profesional (CEDEP), que hoy se constituye en uno de los diferenciadores de la Universidad porque acompaña a los practicantes en su primera experiencia real de trabajo, y fortalece también la relación de la universidad con el mundo organizacional a través de los primeros jefes de estos estudiantes. La empleabilidad de nuestros egresados, al año de graduados, está en el 93 % en promedio, lo que a nivel local y nacional es muy buen indicador y habla muy bien de otra de nuestras iniciativas, el Programa de Talentos A1, dirigido específicamente a facilita la empleabilidad de los recién egresados que desean vincularse laboralmente.

El que el semestre de práctica sea por definición “una experiencia educativa excepcional” nos permite desde el CEDEP lograr un acercamiento a los practicantes desde octavo semestre, un acercamiento a las organizaciones a través de sus áreas de Gestión Humana y de los jefes de los practicantes, que son nombrados profesores ad-honorem de los estudiantes.

Nuestra tarea es, entonces, una especie de “celestinaje”, como lo llama Francisco Piedrahita, rector de la Universidad, entre las necesidades de las organizaciones que solicitan practicantes y las expectativas que los practicantes tienen por responder a esas necesidades. Una anécdota que recuerdo con especial cariño fue la de un estudiante que era monitor en mi oficina, estudiaba simultáneamente Ingeniería de Sistemas e Ingeniería Telemática y sus promedios eran altísimos. Antes de comenzar su proceso de ubicación como practicante, me citó a una reunión a puerta cerrada en mi oficina, quería decirme que él no quería hacer su práctica en ninguna de las ingenierías… y ¡era un estudiante brillante, se graduaría con honores en ambas carreras! Luego de evaluar su caso y entender su solicitud, encontramos un lugar muy especial, en la vicepresidencia de estrategia de una compañía muy importante, y de verdad que fue un acierto. Hoy, el ingeniero de mi historia sigue vinculado a la misma organización, y su desarrollo personal profesional ha sido muy exitoso.

Lo bonito de esta historia es reconocer el espíritu de colaboración y acompañamiento que caracteriza a CEDEP: somos un aliado de los estudiantes para el logro de sus sueños, un socio de las organizaciones para ofrecer el talento humano que mejor se ajusta a sus necesidades, y un punto de referencia que le permite a la universidad conocer semestralmente cómo los estudiantes son percibidos durante su desempeño como practicantes.

Desde mi perspectiva, el semestre de práctica siempre ha tenido un modelo de acompañamiento personalizado y busca ser un referente de la integralidad de su propuesta educativa: facilitamos, de la mano del equipo de coordinadoras de Formación y Ubicación, la ubicación de los practicantes identificando en ellos sus fortalezas, sus áreas de mejora, sus intereses y sus necesidades. Estas coordinadoras sienten las preocupaciones, ilusiones, miedos, expectativas de los practicantes y le apuestan a que, en la medida de lo posible, las organizaciones a las que los presentan respondan a las metas de aprendizaje que ellos tienen.

Reconozco en el equipo que hace este primer acompañamiento, una vocación de servicio sin límite, una calidad humana extraordinaria y una pasión por el desarrollo del ser humano que le permite confiar en cada uno de los estudiantes.

Las asesoras de carrera, quienes reciben la posta en este ejercicio formativo, también son seres humanos maravillosos por la experiencia profesional que han adquirido, por su sensibilidad hacia el desarrollo humano y por la humildad y coherencia con que asumen primero su propio trabajo de crecimiento personal, para luego asumirse como acompañantes de los practicantes en este momento de transición tan especial para ellos. El acompañamiento semestral a los practicantes me ha ido mostrando que el mejor perfil de asesor de carrera que yo puedo ofrecer a los estudiantes es aquel asesor consciente de que su desarrollo integral personal, es decir, un desarrollo profesional, personal e interpersonal, y que es desde su experiencia y sus niveles de conciencia que puede acompañar a los demás. Si aparecen hombres con este perfil y vocación por la educación, ¡serán bienvenidos al equipo!

Trabajar con un equipo humano con altos estándares profesionales y comprometido con la formación de los futuros profesionales es también una de las apuestas que la universidad ha hecho posible. Estar en Icesi, como Directora del CEDEP, me ha permitido descubrir y confirmar mi gusto por el desarrollo humano, mi gusto por las transiciones y por lo que cada una de ellas significa a lo largo de la vida, empezando por mis propias transiciones.

Confirmo entonces lo que nos significa ser seres sociales, que necesitamos de otros para apoyarnos, para impulsarnos, incluso para escucharnos a nosotros mismos, y es tal vez por esta razón que hago tanto énfasis en el acompañamiento a los practicantes, a los asesores de carrera, a los jefes de los practicantes… siempre estoy hablando de acompañamiento, es mi herramienta preferida cuando de transiciones se trata y, cuando las transiciones están relacionadas con el desarrollo personal y profesional, con procesos de empleabilidad, con toma de consciencia, de búsqueda de sentido en la vida, me siento en mi salsa.

Estar en Icesi, desde donde yo me muevo, es mirar desde una ventana cómo se mueve también el mundo organizacional, político, social de la región, del país, del mundo, los cambios son permanentes. Esto me obliga a mantenerme actualizada, a no perder la capacidad de aprender, de descubrir, de asombrarte con los cambios constantes del entorno, de la sociedad, de los mismos estudiantes.

Durante los últimos 30 años de Icesi hemos acompañado a muchos estudiantes en su transición hacia el mundo real del trabajo, antes unos grupos más homogéneos, y ahora una Universidad más diversa en campos del conocimiento y en grupos poblacionales; lo interesante del modelo educativo de Icesi es que, pese a la heterogeneidad, la calidad académica, el sentido de responsabilidad, compromiso, proactividad y relaciones interpersonales se mantiene, y las organizaciones los siguen buscando.

He tenido el privilegio de ver crecer a Icesi, si bien llegué a la institución antes de que ella tuviera diez años de creada, yo también llegaba sin mucha experiencia profesional, en realidad, reconozco que he crecido personal y profesionalmente con Icesi. La María Isabel que llegó a Icesi hace 30 años no es la María Isabel de hoy.

Pienso que Icesi y yo nos parecemos en la convicción de que se puede soñar, y que los sueños se pueden alcanzar. Nos parecemos en la convicción de que la educación es una estrategia que transforma la sociedad si se hace de calidad y pertinencia con lo que el mundo necesita, nos parecemos en la posibilidad de diseñar los futuros en los que podemos y queremos vivir, nos parecemos en la posibilidad de apostarle a las utopías porque creemos en nuestro poder personal para alcanzarlas, o al menos ir tras la ruta para tenerlas como brújula orientadora.

Llegué a Icesi cuando solo ofrecíamos un programa, Administración de Empresas, y hoy tenemos 28. Empiezo a ser profesora de selección de personal para los ingenieros de sistemas y después soy profesora de Liderazgo, entonces empiezo a entender el mundo de los profesores en la universidad.

Éramos un grupo reducido de profesores y administrativos que cuando Alfonso Ocampo Londoño, rector de la universidad nos convocaba, todos cabíamos en lo que hoy es un salón de clase; hacíamos reuniones de profesores, tal vez intuyendo lo que ahora son los talleres de reflexión docente que hacen algunos profesores; en nuestra época todos los pro- fesores no reuníamos una vez al semestre con el rector y con Hipólito.

Hoy mi rol de profesora ha cambiado. Ya no doy clases, pero sigo siendo “alfabetizadora” de las diferentes carreras que ofrece la universidad, al tiempo que monitoreo las tendencias del mercado laboral a nivel nacional y global para mantener conectados a los egresados con estas tendencias, y junto con las asesoras de carrera somos alfabetizadoras de una competencia que parece imposible y extraña de medir como lo es la inteligencia emocional.

Desde 1997, en CEDEP comenzamos a hablar de inteligencia emocional, pero hablar de eso en Icesi de ese momento era loco, ni siquiera éramos capaces de nombrarlo aun sabiendo que Daniel Goleman, profesor de Harvard, hablaba del tema, continuando con las inteligencias múltiples que H. Gardner sugería. Con estos conceptos teóricos diseñamos la evaluación de desempeño que seguimos utilizando hoy. En ese momento decidimos no hablar de inteligencia emocional, pues sabíamos de la resistencia que el tema tendría entre la mayoría de profesores de la universidad, ingenieros y administradores.

Hoy acepto que esta fue una creencia limitante, que no supe defender con argumentos, ¡cuánto tiempo hubiéramos ganando! Lo que sí sé es que este tema nos ha llevado a proceso de crecimiento personal que vamos descubriendo como esencial para un acompañamiento efectivo que genera proceso de concientización y madurez en los estudiantes, y últimamente los jefes de los practicantes también lo van demandando. Siento que nuestra labor es llenar de humanidad los espacios que podemos ocupar, sin ruido, sutilmente, pero con determinación para lograrlo, creemos en el valor del trabajo con significado, de las relaciones con sentido y del desarrollo personal y profesional como proyección y diseño de futuro esperanzador. La formación seria y responsable en coaching con altos estándares de ejecución ha sido un aporte muy importante para nuestra propuesta desde CEDEP.

Para mí, trabajar en la persona, con la persona y para la persona ha sido mi foco; si bien el currículo de Icesi es muy fuerte en contenidos, en habilidades para dar resultados, para trabajar efectivamente con uno mismo y con otros, el tema de las emociones y los estados de ánimo, de las conversaciones para lograr resultados son temas que apenas aparecen ahora y lo gestionamos desde los talleres que ofrecemos a los estudiantes en práctica. Lo que buscamos es que los practicantes y egresados que acuden al Centro aprendan a ser más reflexivos sobre su proceder, aprendan sobre ellos mismos y tomen las mejores decisiones para su proyección profesional y desarrollo integral que va de la mano de la inteligencia emocional y la ética profesional.

Para nosotras, el componente que en el Proyecto Educativo Institucional de Icesi no emergía de manera explícita era el de las emociones, sin embargo, ellas siempre han estado cubiertas en todo nuestro proceder, acompañar el mundo interno y relacional de nuestros practicantes y egresados le da sentido a toda nuestra propuesta formadora.

Hoy reconozco que, si bien yo sabía hablar de inteligencia emocional desde finales de los 90, fue mucho tiempo después, cuando me comencé a formarme como coach cuando comencé a “pasar las emociones por el cuerpo”, es decir, comencé a reconocer mis propias emociones, lo que ellas significaban, cómo las nombraba, cómo nacían y cómo evolucionaban, cómo intento gestionarlas, cuándo lo logro y cuándo no, cuándo y ¡cómo las puedo reconocer en los demás, las observo y respeto en ellos también! Esto sigue siendo un reto diario, el que reconozcas la teoría no quiere decir que hayas desarrollado la maestría en inteligencia emocional. Esto es un camino de permanente trabajo personal donde descubres que en unas circunstancias avanzas y en otras te devuelves, aquí sí que me encuentro con mi vulnerabilidad al reconocer que, a pesar de mis años, de mi formación, de mi experiencia, sigo siendo aprendiz emocional. Somos seres sociales, emocionales y racionales.

Cuando comenzamos el trabajo personal interior con el equipo del CEDEP empezamos a darnos cuenta de que eso de hablar de las emociones podía ser bonito, interesante, cautivante, pero, mirar para dentro y reconocer lo que se está sintiendo en un momento determinado, descubrir el origen de la emoción y para dónde te lleva y de que te haces responsable y cómo lo vas a gestionar es un reto grande. Aprender a gestionar el miedo, la rabia, la tristeza y la felicidad no es tan fácil, a veces hay emociones que lo engatillan a uno y no lo dejan avanzar. Ha sido muy significativo trabajar primero hacia adentro en nosotras, porque sólo así podemos acompañar a los demás.

La oportunidad de contribuir a aumentar la consciencia de lo que nos significa desarrollar humanamente a las personas es uno de los aspectos que más valoro en el ambiente universitario, y es entonces desde la universidad como lo hacemos posible también en las organizaciones. Es quizá esta una de las razones por las que llegué a Icesi, y hasta el día de hoy no he tenido interés en buscar nuevas rutas, ¡aquí la oportunidad de crear y de aportar es permanente! hay casos que a todo el equipo nos cuestiona, nos invita a revisar permanentemente nuestros paradigmas, sin que la flexibilidad signifique que no haya unos criterios que debamos mantener, son todas estas negociaciones que me apasionan.

Hoy, el número de practicantes ha crecido de manera importante y uno de los cambios más significativos está relacionado con su aspiraciones laborales comenzando por la práctica pues así como unos quieren asumir retos, trabajar duro, escalar rápido, ganar bastante, y no permanecer por mucho tiempo en el mismo sitio, otros buscan privilegiar un balance entre trabajo y vida personal, les interesa un ambiente más seguro y conservador, mayor estabilidad, el salario no es lo más importante para ellos. Puedo decir entonces que, en mis nuevas poblaciones, si bien por edad entrarían en la categoría llamada millennial o centennial, sus percepciones sobre permanencia en un sitio de trabajo no se pueden generalizar.

Por el lado de las empresas, hay unas que también son más conservadoras y pocas amigas de los cambios, tal vez descendientes de la Primera Revolución Industrial, mientras que hay otras que quieren seguir siendo las líderes del mercado, las más innovadoras, las más desafiadas por la incertidumbre, seguramente seguidoras de la Revolución Industrial 4.0.

Para mis próximos 30 años en la universidad (jajajajaja) seguiré trabajando en el desarrollo de competencias socioemocionales, estados de ánimo y diseño de estados de ánimos que permitan el aprendizaje no sólo en el aula sino del aprendizaje a lo largo de la vida, esto es a lo que le apuesto ahora para el CEDEP, fortalecimiento en habilidades conversacionales, en inteligencia emocional como pilares para lograr autonomía y mejor posicionamiento en este mundo incierto y cambiante.

Desde esta perspectiva entonces hay la posibilidad de diseñar nuevos futuros que permitan más humanidad. El desafío que nos propone la inteligencia artificial, con digitalización, es muy bonito si lo sabemos aprovechar, nos exigirá ser mucho más humanos y desarrollar aún más nuestras habilidades introspectivas y relacionales.

Para cerrar comencé diciendo que al comienzo de mi carrera yo quería ser psicóloga organizacional y hoy más que nunca me siento súper conectada con los procesos educativos, vibro con esto, me emociona y el CEDEP es una unidad de mezcla de aprendizaje, pero aprendizaje para la vida y eso creo que es lo que más feliz me hace. Creer que le estoy apostando a que estos muchachos están siendo más conscientes de qué pasa en su mundo interior, cuáles son los aspectos que inciden en un desempeño exitoso, cómo se relacionan con los demás, para mí todo esto ¡tiene sentido y por eso mí apuesta!

Los retos que el mundo nos plantea son cómo resolver desde la educa- ción problemas complejos a nivel local , nacional, global, que quizá nos obliguen a descubrir nuevas formas de colaboración entre las organizaciones de sector público y privado, la sociedad y el medio ambiente, a navegar la incertidumbre y creer en el diseño de futuros posibles y deseados, a construir esperanza y tener fe en que podremos apostarle a un mundo más humano, con oportunidades diferentes, pero oportunidades al fin y al cabo.

 

Libro completo:  Las Profes. Ellas enseñan, ellas relatan

Más infomes: María Isabel Velasco Arango, directora del Centro de Desarrollo Profesional, Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesita activar JavaScript para visualizarla.