Boletín de Prensa #045

JACKELINE azul

Prólogo

Jackeline Gómez Romero

Soy Licenciada en Arte Teatral, especialista en Dramaturgia y Magister en Teatro con énfasis en Dirección Escénica. Me desempeño como docente universitaria en el área de Bienestar Universitario de la Universidad Icesi desde el 2010 y desde el 2002 como docente y recientemente como Jefe del Campo de Artes Escénicas programa Licenciatura en Artes Escénicas de Bellas Artes Cali.

El teatro es mi vida, me apasiona trabajar en lo que me he formado desde muy pequeña y pensar el hecho escénico desde múltiples flancos: la creación, la investigación y la docencia. Mis búsquedas actuales están centradas en los diálogos entre el campo disciplinar de las artes escénicas y la pedagogía a través de las distintas cátedras que he asumido en estos últimos años en ambas universida- des, la dirección escénica como ejercicio de lectura de contextos y la reflexión sobre el ejercicio docente.

He realizado algunas publicaciones y curaduría fotográfica en la revista Papel Escena de la Facultad de Artes Escénicas de Bellas Artes y con la Escuela Nacional del Deporte en la compilación sobre diálogos corporales. La música como disciplina me ha rondado en mi ejercicio escénico, me gusta meditar y tratar de comprender el mundo desde el postulado “YO SOY”.

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El documento está escrito en formato de escena teatral.

Una tarde-noche de viernes santo, fresca, oscura y lluviosa, después de pasar casi un día entero ordenando su estudio repleto de vestuario de obras, piezas eléctricas, maletas, libros, adornos navideños… la profe Jacky trata de darle orden a unas imágenes sueltas que tiene sobre su idea de ser docente.

La Profe Jacky: Tengo un lío, escribir en primera persona, cuando la vida académica te ha pedido usar por tanto tiempo la tercera persona para despersonalizar el discurso y así darle atisbos de objetividad. Estoy tan acostumbrada a estas formas que sólo escribiendo teatralmente es como encuentro que mi “yo” se convierte en un personaje que habla de forma desparpajada... es un lío, porque casi siempre lo que he buscado desde la escritura es objetivar aquello que se analiza como objeto de investigación desde el arte, casi que acercándolo a un terreno científico, cuantificable y verificable. ¡Malhaya sea mi suerte! ¡Escribiré un mongólogo! ¡En viernes santo! Tal vez escuchando a Tears For Fears, The Cure, Alan Parson Proyect o cualquier cosa en inglés que no pueda entender para que me despeje la mente, pueda hablar desde mí, de mi experiencia como docente en estos18 años. Reflexionar sobre el encuentro diario de un aula no convencional que usa el cuerpo físico-mental-espiritual del estudiante y del docente como material de investigación dramatúrgica para la creación.

La profe Jacky realiza un flashback y aquí comienza el “mongólogo” y no monólogo como forma dramatúrgica para rememorar el pasado.

Confrontar adolescentes con necesidades artísticas específicas dadas las condiciones de un plan de estudios, sobre todo con necesidades personales, se te vuelve una búsqueda constante entre la técnica tea- tral, la didáctica del teatro y la pedagogía. Aun siendo una estudiante de licenciatura en artes escénicas, en el Instituto Departamental de Bellas Artes, por allá en el cambio de siglo, me lanzaron con estudiantes del pro- grama Bachillerato Artístico en Teatro en la misma institución, del mismo programa del que soy egresada. Lo primero que me costó fue ganarme la credibilidad de estudiantes de bachillerato que eran más grandes que yo, cualquiera que mida más de 1.50 metros es más grande que yo… e irradiar una energía de “profe” para que la coordinadora no me confundiera con una estudiante más al entrar al salón de clase. Estudiaba una licenciatura, reconocía algunos de los teóricos y pedagogos, como Vigotsky, Pestalozzi, Piaget, Freire, Boal... la pedagogía me estaba entrando en reversa. Sobre todo, cuando llevas una clase preparada que se te desbarata al instante mismo de encontrarte con la realidad de un grupo de adolescentes que viene con la cabeza estallada de preguntas; con cuerpos vulnerados; con hambre y ganas de mandar todo al carajo. Y cuando la pedagogía no funciona, está el teatro en su forma más pura: el juego y era allí donde aparecía la teatralidad de los muchachos y la necesidad de contar con el cuerpo, no sólo lo que la escena requiere sino lo que los muchachos revientan por decirle al mundo, un mundo que muy poco los escucha.

La misma situación repetitiva de preparar una clase y sentir que se te desbarata al instante de cruzar la puerta del teatro, se convierte algunas veces en una puesta en escena con un bucle temporal en cinco actos al estilo de una tragedia griega; mezclada con El Día de la Marmota, en donde a mí, como los mensajeros, me toca hablar del evento trágico de mis vísceras expuestas en cada encuentro y aun así seguir con vida al otro día, como Prometeo. ¡Jummm! El ejercicio docente se me convertía a veces en una suerte de padecimiento desagradecido-desgraciado-desagradable que me hacía pensar si realmente debía dedicarme a esto, sólo por el simple hecho de saber con mucha certeza que vivir del teatro profesional en Colombia, en Cali, era como vivir La Odisea de Homero, en versión tropical sin mar. La cosa es que el teatro siempre termina salvando el día, sacar a relucir la ventaja de los años en la escena para darle la confianza suficiente a los estudiantes de emprender un camino juntos y que los límites de la edad y la experticia se desvanezcan para llegar a lo que realmente debe aflorar en un proceso académico de este tipo: la teatralidad. No pasó mucho tiempo para darme cuenta de que tanto en la pedagogía como en la teatralidad es la puesta en escena, con una estructura que juega entre la rigidez de un texto dramático y la actuación al improviso (que no es lo mismo que improvisar), la que te permite dialogar con el otro desde vos y ser verosímil, al mejor estilo stanislavskiano, para que el discurso conecte con el receptor y provoque el efecto deseado ¡Me gusta esto de enseñar teatro!

Interrupción: suena en la lista de reproducción Cold as Ice, de Foreigner. Pausa dramática, psicológica y emocional para disfrutar de la canción…

¡Es potente! ¡Es puro 80! Sale del engome.

La Profe Jacky: ¡Esta maldita resistencia a escribir! Juntar un puñado de palabras para generar un discurso que fuera más largo que una cuartilla ha sido la muerte por mucho tiempo. Está siendo menos muerte ahora. Quería arrancarme los ojos cual Edipo para no ver el desastre de mi incapacidad de escribir. He sido extremadamente concreta en mis presu- puestos de escritura, todo en la vida lo había resuelto desde el cuerpo: el decir, el hacer, el escribir, el escuchar… ¡Nuevamente el teatro salvando el día! Desde otro lugar que nunca imaginé, aparece la dramaturgia por mera obligación (un embarazo, luego un accidente)… para revelarme lo que luego se convierte en uno de los pilares de mi trabajo como docente y es entonces cuando hace su entrada a la escena por el lateral derecho actor Escena Cero-Colectivo de la Universidad Icesi. El grupo de teatro representativo de la U, a través de la cátedra de Teatro Experimental, es el que posibilita indagar desde la escritura una metodología de trabajo para la construcción escénica. Esta cátedra, a diferencia de la experiencia en Bellas Artes, tiene de particular que los estudiantes que acuden son de distintas carreras y no tienen como propósito formarse como actores profesionales. Sin embargo, encuentran en el teatro otra forma de hablar, de expresarse, de comunicarse con otros y con el contexto.

Dicho esto y el encuentro dramatúrgico...

Jacky acaba de fugarse al “Disco Eterno” de Soda Stereo, que se filtró en su

lista de canciones en inglés. Jacky espera a que termine su disco eterno.

El encuentro con la dramaturgia posibilitó un espacio creativo para los estudiantes y para las docentes (ahora somos dos, a veces más) en el que se pudo poner en juego el permanente diálogo con el contexto y comenzó a ser divertidísimo cómo desde las distintas áreas de conocimiento se nutrían los procesos y las voces de los estudiantes, la escucha de las voces en otras dimensiones afloraba en los ejercicios, en las escenas, en las obras. El ejercicio docente se veía impactado por nuevos elementos y también en otras áreas de influencia como Bellas Artes era notorio. Creo que había encontrado una posible ruta al entender el hecho dramatúrgico no sólo como escritura de texto en sí misma, sino como un elemento aglutinador que luego saldría al encuentro del siguiente hallazgo: la dramaturgia del espectáculo y las preguntas al espectador. La cátedra se dividía en dos líneas temáticas: teatro musical y teatro experimental. Lo musical permeó constantemente las propuestas escénicas dadas las fortalezas que tenían en esta disciplina la mayoría de los estudiantes convocados y la influencia anglo de espectáculos de este formato. No obstante, por cuestiones del azar y del destino, la línea de teatro experimental terminó por absorber la línea de teatro musical. Desde mi visión personal, lo musical está im- plícito en la teatralidad como un lenguaje dramatúrgico que complejiza el hecho escénico y lo potencia, al igual que los demás lenguajes, como el visual, el audiovisual y otras formas que se van haciendo presentes en la contemporaneidad; por lo tanto, la fusión al estilo era apenas perfecta para los nuevos hallazgos y las nuevas preguntas.

El teatro musical como género fue el impulso para lo que hoy es la producción escénica en la universidad. El ejercicio interdisciplinario que se deriva de la realización de puestas en escena de este tipo ha sido parte del soporte metodológico y pedagógico para el diálogo psicofísico en el aula de clase: lo dancístico brinda herramientas técnicas de movimiento y composición corporal; lo musical reflexiona sobre las sonoridades de la escena y los sonidos realizados por el propio cuerpo, y la teatralidad, como disciplina, aglutina a las otras disciplinas en un espacio casi total, propiciando el auto-reconocimiento del estudiante como un ser expresivo y comunicativo en y para la escena, pero también propiciando espacios de reflexión que implican pensarse como un ser en contexto que tiene cosas para decir, para contar, para confrontar, para criticar, un espacio para ser escuchado. La cátedra sin créditos de Teatro Experimental la defino, desde mi perspectiva docente, como un espacio de formación de pensamiento crítico que tiene como excusa el teatro como disciplina. En todo este engranaje, la dramaturgia es el pegamento que cohesiona y le da sentido al hecho escénico. ¡Todo es dramaturgia!

A lo largo de estos años, hacernos preguntas de distinta índole que nos asaltan a docentes y estudiantes del área es lo que nos impulsa a emprender procesos de creación. La inquietud sobre otros aprendizajes o temas desconocidos (al menos para el equipo) son los que nos han permitido el acto creativo, desde lo conceptual hasta lo tangible. Reconocer que el conocimiento que transita en doble vía, educador-educando, es lo que posibilita el diálogo escénico. El hallazgo sobre la dramaturgia del espec- táculo y las preguntas al espectador han movilizado la investigación al interior de la clase, preguntarnos ¿qué queremos que el espectador recoja como experiencia estética en el encuentro entre puesta en escena y pú- blico?, ¿qué tipo de sensaciones queremos generar?, ¿cuáles son nuestros públicos potenciales? es lo que permite ese diálogo permanente con los contextos particulares de estudiantes, docentes y el universitario mismo.

La primera puesta en escena con estas características se dio en el 2013. El Vuelo comenzó con una premisa de trabajo desde una doble escritura: el movimiento corporal como detonante para la construcción del texto dramático. Los chicos y chicas a partir de una tríada temática: soledad-desprendimiento-muerte, desglosan una serie de verbos de acción tangibles y realizables en escena, para construir un rompecabezas que en el ejercicio de lectura-escritura el equipo creativo arma-desarma-rearma hasta obtener un primer material escénico. Este material tiene de particular que los cuerpos de los chicos y chicas narran desde su propia comprensión del mundo y algunos desde sus propias historias. Luego de tener la secuencia escénica completa, me sumerjo en este material para tornarlo en dramaturgia y lo que aparece como narración es:

            Un grupo de siete personas convergen en la sala de espera de un aeropuerto para definir su situación de tránsito, el aeropuerto es una metáfora de los momentos agónicos de estos personajes entre la vida y la muerte.

Este material resultó siendo mi trabajo de grado para la Especialización en Dramaturgia, en la Universidad de Antioquia, que se tituló Las secuencias de movimiento como detonantes para la construcción de un texto dramá- tico, que derivó, posteriormente, en la construcción de una metodología que se ha venido afinando con el paso del tiempo y en distintas etapas.

La segunda puesta en escena que resulta de los interrogantes iniciales aparece en el 2014. La escritura y el montaje de Sabores de Familia surge a partir del espacio. La casa SAE, edificio G o lo que comúnmente se conoció como “Narnia”, que había sido entregada a la universidad un par de años atrás, contenía un espacio tan potente como gélido: la cocina del gran caserón que alguna vez albergó numerosas fiestas y reuniones de una familia cuyo patriarca fue extraditado por narcotráfico. Esa cocina dio las primeras luces sobre lo que se denominó site specific o teatro en sitio específico. La concepción de la puesta en escena a partir de la poética espacial deriva la narrativa o construcción del texto dramático, permeada por la percepción sobre el lugar por parte de estudiantes y docentes participantes del proceso creativo. Tanto la puesta en escena como el texto resultante surgió de la pregunta ¿cuál es el tipo de experiencia estética por la cual queremos, como equipo creativo, transite el espectador durante el tiempo que dure la misma? El resultado a esta pregunta fue un texto escrito en dos partes (lado A - lado B) para ser ejecutado en dos espacios distintos de forma simultánea: un comedor - una cocina. Ambas con un resultado distinto en la recepción final que varía si se comienza a ver la puesta en escena del comedor a la cocina o si empieza a verla de la cocina al comedor, ya que la narrativa partida en dos te oculta información. Elementos como la música en vivo, los personajes en ropa interior como metáfora de la intimidad de la familia, la cocción de alimentos frente al público, con un menú pensado especialmente para estimular los sentidos del gusto y el olfato, y la invitación a alguno de los asistentes a compartir la mesa con la familia en determinado momento de la puesta en escena, fueron los vasos comunicantes de la experiencia estética que queríamos vivenciaran. Una anécdota sucedida en la ciudad de Pasto, en un festival de teatro universitario de ASCUN, a propósito de la percepción del espectador, fue la de un chico perteneciente a uno de los grupos icónicos del movimiento teatral universitario en esta ciudad, que comenzó viendo la obra en el comedor y participó de la cena familiar comiendo el menú preparado. Una vez pasa a la cocina y completa la información, no puede evitar sentir náuseas durante los primeros cincos minutos del fragmento de la cocina, y luego nos cuenta en el foro de retroalimentación: “¡Yo sé que esto es teatro!, que me están contando una historia, una ficción, pero es inevitable sentir ganas de vomitar al darte cuenta de que lo que te comiste fue a uno de los protagonistas y que por eso nunca aparece en el comedor. Es una jugada que uno no se espera”.

Aquí fue cuando nos dimos cuenta de que los presupuestos iniciales de la pregunta sobre lo que queríamos ofrecerle al público como experiencia estaban dando frutos interesantes.

La tercera puesta en escena y última que mencionaré en este escrito fue en el 2015. Expediente Hamlet surgió de la sumatoria de la casualidad, la causalidad y las preguntas que siempre nos rondan como equipo. Mi tesis de maestría en Dirección Escénica, de la UNIR, me obligaba a realizar un proyecto de producción escénica que tuviera necesariamente que trabajar con un texto dramático canónico ¡y qué más canónico que el Hamlet, de Shakespeare! No tenía la obligación de montar, sólo de sustentar el proyecto, pero teniendo el equipo de estudiantes para hacer el laboratorio y el aval de Bienestar Universitario, el montaje se presentaba como una oportunidad y una necesidad. Varias preguntas asediaron al equipo, entre esas ¿qué nos identifica como caleños?, ¿cómo un clásico de la literatura dramática puede ser traído a nuestro contexto?, ¿de qué manera los jóvenes en la actualidad se conectan con estas temáticas clásicas? Para resolver estos cuestionamientos fue determinante la migración de conceptos que los propios chicos comen- zaron a realizar desde la ciencia política, la sociología, la antropología, el derecho, la biología, la contaduría… sus propias carreras y el resultado de este proyecto, que se convirtió en interdisciplinario, fue indagar en la profundidad del mito de Amleth, que dio origen al Hamlet que cono- cemos, para darnos cuenta de que nuestra realidad estaba mucho más cercana de lo que creíamos y se encontraron los paralelos necesarios para la construcción de la intervención dramatúrgica del texto fuente y la dramaturgia del espectáculo: el investigador Horacio Caicedo ata los cabos de las sucesivas muertes de su amigo Hamlet Reyes y su familia, una de las más poderosas del Valle del Cauca y de tradición cañera; Marcelo Mosquera, el forense, hace el levantamiento de los cuerpos y dictamina las causas de muerte; mientras los sepultureros, despojados de sus tierras por la familia de Hamlet, abren las fosas donde yacerán los cuerpos que traerá Medicina Legal para concluir con el perito. La estela de los inicios del paramilitarismo y el auge del narcotráfico en Colombia y el Valle a finales de los años 80 se dejan ver entre las conversaciones de los sepultureros y las pistas que los personajes van dejando sobre su accionar. Estos materiales surgen de las propias indagaciones de los estudiantes y se dejan plasmar en el texto y en la escena.

Si tuviera que resumir en lo que actualmente se basa mi trabajo como docente de artes escénicas, en este caso en la Icesi, diría que abarca el trabajo del reconocimiento de inquietudes, el cuerpo como productor de sentido y la dramaturgia como ejercicio de escritura desde múltiples flancos que permite sistematizar una experiencia tanto en el cuerpo (físico-mental-espiritual) como en el papel. Una experiencia que es efímera porque el teatro como la pedagogía, aparecen y desaparecen como acto de magia, siendo posibles solo en el encuentro con el otro. Me quedan más historias por contar acerca de los procesos creativos que hemos llevado a cabo en la cátedra de Teatro Experimental en la Universidad Icesi, como por ejemplo cómo retornamos al teatro musical con Los Siete Pecados Capitales y el nacimiento de la Big Band Icesi, o cómo una lectura teatra- lizada de la obra BAM, de Kike Lozano, se convierte en nuestra carta en un Nacional de Teatro Universitario o cómo nace la locura de experiencia de teatro acuático en la piscina de la universidad con Medea Líquida… son casi nueve años creando y escribiendo en conjunto, pero creo que ameritaría más bien escribir un libro, porque la riqueza de estas experiencias, sobre todo de lo vivido por los estudiantes, es una cosa que vale la pena dejar registrada en las memorias de la universidad. Aquí concluye esta pelea por entender un proceso y recopilarlo de forma sucinta, que me revela una única cosa, el profundo amor que ha surgido en este proceso y que aparece cada vez que te encontrás a un exalumno del grupo de teatro que te saluda como si nunca se hubiera ido.

Suena el teléfono, la profe Jacky se da cuenta de que nuevamente su estudio se ha llenado de cosas otra vez, se pregunta ¿cuánto tiempo ha pasado?

...Oscuro.

Libro completo:  Las Profes. Ellas enseñan, ellas relatan

Más informes:  Jackeline Gómez Romero, pofesora del Departamento de Actividades Culturales, Bienestar Universitario,