Boletín de prensa #190
Una visión desde la Neurociencia Social
Por: Eduar Herrera, director de la Maestría en Neurociencia Social
Independientemente de la aparición de la vacuna o de un tratamiento eficaz contra el covid-19, la vida social quedará lesionada, al menos por un largo tiempo. El miedo y la preocupación por no volver a vivir una pandemia se quedarán arraigados en nuestras vidas, lo que conlleva a que nuestro sistema social se modifique.
Los seres humanos somos una especie esencialmente social. Nuestro bienestar depende de la capacidad de construir relaciones sociales con otros. Desde el punto de vista evolutivo, la necesidad de socialización ha estado estrechamente ligada a la supervivencia, lo que indica que, entre otras, tiene una base biológica. La evidencia neurocientifica ha señalado que existe una amplia red neuronal que muestra que nos genera placer las conexiones sociales y nos incomoda la falta de conexión, que el rechazo y distancia social duele en el cuerpo porque activa los mismos mecanismos cerebrales del dolor. De esta forma, el establecer y reforzar las conexiones sociales, cumple no solo un rol de bienestar social, psicológico, sino, que esta encarnado en nuestros orígenes como especia para mantener la auto conservación y supervivencia.
¿Cómo la distancia social y auto aislamiento producto del rompimiento de la confianza y la paranoia generada por la cercanía hacia los demás, afectara la salud mental?
Es necesario señalar que existirá un cambio en la cognición social. Esa capacidad para inferir emociones pensamientos e intenciones del contexto social que nos rodea. Por ejemplo, hoy lo estamos viviendo,las interacciones sociales están siendo limitadas por la falta de contacto cara a cara, lo que no permite reconocer expresiones emocionales en el rostro de nuestro interlocutor, un elemento básico para la cognición social.
Es que nuestro cerebro es una máquina que está en permanente expectativa para tener contacto social y la ausencia de ellas las tomará como una amenaza que provocarán un desequilibrio en las relaciones sociales. Esto traerá un rompimiento en la homeostasis social, lo que puede exacerbar la aparición de trastornos mentales.
Lo anterior, tiene respaldo en estudios que señalan que la cantidad, calidad y frecuencia de las relaciones sociales con familiares, amigos, y el entorno más cercano favorece la salud mental. Es decir, tener más y mejores relaciones es un factor de protección y, por el contrario, tener menos y más pobres relaciones aumentan el riego de alteraciones en la salud.Incluso, las investigaciones muestranque la vida social, es un factor que protege contra el desarrollo de enfermedades como Esquizofrenia, Trastornos del Afecto y algunos tipos de Demencia como el Alzheimer.
Entonces en una sociedad como la colombiana, donde según el más reciente Encuesta Nacional de Salud Mental Colombia 2015-, señala que dentro los trastornos con mayor prevalencia están los asociados a trastornos del afecto, el panorama no es el más promisorio. Lo mismo acontece con las Demencias, se espera que para 2050 el número de personas con Demencias aumente cuatro veces, pronostico que no es esperanzador para los países Latinoamericanos como Colombia, donde la población tiene altos índices de envejecimiento.
En este sentido, los problemas de salud que se aproximan van a estar vinculados a la salud mental de la población. La distancia social y la limitación de las conexiones sociales generadas por una pandemia, multiplicaran las alteraciones de la salud mental. Una larga tradición de estudios revela que la conexión social tiene un efecto protector sobre la salud.La buena noticia, es que los ser humanos poseemos un cerebro que por naturaleza valora el cambio, lo que permitirá que nuestras estructuras, sociales, personales y culturales terminen adaptándose, y a largo plazo, se configure otros tipos de conexiones sociales que permitirán la continuidad y preservación de la salud. Mientras tal proceso ocurre, la homeostasis social se habrá modifica y generado grandes problemas de salud.