Lo mejor de nosotras

Relatos de identidad

La creación de las muñecas fue la excusa para hilar las fibras de la memoria colectiva. María Esperanza, Juana Paz, Carmen Progreso y Juan No Me Olvides fueron creados por las Cantadoras de Pogue durante el taller “Lo mejor de nosotras” Relatos de identidad. Los resultados se tomaron como insumos de diseño que fueron traducidos en cuatro productos: la identidad gráfica del grupo, el diseño textil y de vestuario para el documental y el desarrollo del concepto gráfico de este CD.

Maria Paola Herrera Valencia / Diseñadora

Este texto relata un proceso de creación colectiva con las Cantadoras de Pogue, Bojayá, Chocó. Se puso en práctica una metodología de diseño que partió de la realización del taller. El proceso buscó generar espacios de reflexión colectiva, que permitieran visibilizar capsulas de sentido que constituyen la identidad de este grupo de mujeres. Las invitamos a crear un personaje, a darle un nombre, vestirle e imaginar su historia

Estos seres de trapo son la representación de un grupo de mujeres y hombres que transformó una tradición ancestral en una forma de resistencia a la violencia sociopolítica a la que han estado expuestos. El canto de alabaos tradicionales que solía acompañar la despedida de este mundo material de la comadre, el hijo, la vecina, el amigo; hoy configura un discurso claro y vehemente: “Señores grupos armados, no vengan más por acá” entona uno de los alabaos compuestos por las Cantadoras, después del 2 de mayo de 2002, día en el que tuvo lugar una de las injusticias más grandes que ha dejado el conflicto colombiano: la masacre de Bojayá.

“Las mayores, las mamás de uno, le hacían sus muñequitas a uno para uno jugar, así de tela, con sus vestiditos, todo, qué preciositas. Ahora con el taller, se va retomando, porque entonces los niños van conociendo algunas cosas que uno, anterior, utilizaba. Uhhh que si me gustó? me vine para la casa, conseguí un nietecito y otra sobrina y en estico, así no más, no lo dejamos pa´l otro día, ese mismo día las hicimos.”

Elogia Asprilla de Palacios (Alabaora tradicional)

La violencia deja rescoldos en el alma de quien la vive, mujeres y hombres han luchado estos años por reconstruir la memoria y la identidad, por encontrar el camino para unir los restos de esperanza, por recordar quiénes eran antes de este absurdo hecho. Su historia, que para los periódicos parece empezar ese día, comienza largo tiempo atrás, entre el olvido y la resistencia.

Para llegar a Pogue (Bojayá), desde Cali, tomamos un avión pequeño que nos llevó a Quibdó. Desde el puerto fluvial nos embarcamos en una panga, que podría describirse como una lancha rápida, en esta cabían aproximadamente 15 personas. El recorrido de tres horas por el Río Atrato hacia el norte, fue un momento denso en mi cabeza, el asombro por la exuberancia del paisaje, tanto verde, tanto cielo, tanta agua, tanta ansiedad, nervios, felicidad, nostalgia, dudas relacionadas con la historia preconcebida de ese territorio. Entendí por qué algunas personas se refieren al Chocó como un paraíso; y vuelve la duda, en el paraíso solo pasan cosas buenas ¿no?. El primer tramo en la panga finalizó en Bellavista Nuevo, desde ahí, rio arriba, nos desviamos hacia el Rió Bojayá y nos encontramos con Pogue, a la orilla izquierda, luego de más o menos una hora y media de recorrido.

Al llegar, fue difícil decidir el gesto que quería poner en mi rostro. Las emociones eran muchas y lo último que quería revelar, eran los nervios y la ansiedad que sentí al llegar. Me cautivaron las personas y la materialidad, las casas de madera en cuyos detalles se podía leer el cuidado con el que fueron construidas, y al otro lado del río, la textura intensa y el verde profundo de los árboles. Niñas y niños nos miraban fijamente. Para ellos decidí poner en mi cara una sonrisa, una que dejara ver que mi corazón les pedía permiso para pisar su territorio, y que hiciera evidente la humildad y el respeto que siento por ellos.

El lugar de encuentro al que nos invitaron es el hogar de Doña Cira, del espacio recuerdo la textura de la madera pintada de azul claro, ya desgastada, en un rincón sobre una tabla estaba ubicado el altar, en el centro el niño Jesús rodeado por varias imágenes de Cristo, algunas vírgenes y varios santos, velas blancas y flores de colores. Una a una fueron llegando las mujeres con una silla rimax blanca o roja, cargada al hombro. Me llamó la atención que cortaban las patas de las sillas, de esta forma eran mucho más cómodas y el cuerpo, más cercano al piso e inclinado hacia atrás, parecía más relajado. En mi cara seguía la sonrisa nerviosa. Entre tantos miedos me preguntaba cómo saldría el plan que tenía preparado para el desarrollo del taller. El momento era silencioso; esperaba, quizá por mis nervios, que fueran ellas con sus palabras quienes habitaran el espacio. Ninguna de las actividades que tenía planeadas para entrar en confianza parecía una buena opción en ese momento. Una mujer, Mayito, una de las líderes de Bellavista y comadre de las Cantadoras de Pogue propuso empezar con una oración, yo solo agradecí que ella estuviera ahí, porque además las hizo parar de sus asientos y cantar una canción, bailaron, por primera vez las vi reír.

Image

Se dio inicio al taller “Lo mejor de nosotras” Relatos de Identidad…

Tenía en mis manos una muñeca hecha con fieltro agujado, la traje de Chile y representaba una mujer mapuche, vestida con la ropa tradicional y sosteniendo un Cultrún[1], otra muñeca peruana de la cultura preinca, en su vientre tenía un niño y estaba hecha de telas antiguas, tenía también una ecuatoriana traída de Otavalo. Quise tomarlas como ejemplo para dar inicio a la actividad, mi intención era mostrar cómo las mujeres de cada cultura ponían en sus muñecas lo mejor de ellas, tal como las mujeres negras esclavizadas de Brasil, rasgaban sus faldas para hacer amuletos de protección para sus hijas e hijos, quienes tenían en sus muñecas lo mejor de sus madres. Esta historia la conté mientras les mostraba una Boneca Abayomi, una muñeca brasilera negra hecha con retazos de tela, cuya historia da nombre a este taller.

Sobre una mesa ubicada en el centro, había una canasta llena de retazos de tela de todos los colores y texturas, había tijeras, agujas e hilos. Aproximadamente 20 mujeres y dos hombres, se organizaron en grupos, y comenzaron la construcción de sus muñecas. Sus manos le dieron vida a Maria Esperanza, que pone sus ojos en el futuro que la comunidad desea, en la esperanza de una vida digna; a Juana Paz, que trae consigo el reclamo de la tan anhelada paz territorial; a Carmen Progreso, que exige oportunidades de desarrollo y crecimiento coherentes con su contexto y por último; a Juan No me Olvides, que demanda la importancia de la memoria y exige al Estado que vuelque su mirada hacia el territorio. Cada personaje se vistió con lo mejor de las Cantadoras de Pogue, se convirtió en amuleto, ofrenda y relato. Cada personaje trajo consigo un equipaje hecho de papel, en el que las mismas mujeres plasmaron con lápices de colores sus amores, sus ríos, sus árboles y frutos, sus animales queridos.

Las técnicas fueron diversas, pero todas sabían lo que hacían, o recordaban cómo hacerlo. Juana Paz y Carmen Progreso tenían sus cuerpecitos hechos con tela de rayas azules, se hizo el molde que luego fue rellenado con otras telas, quedaron popochas y suaves. En cambio, Juan No Me Olvides y Juana Paz fueron hechos con tela enrollada que le fue dando forma a un cuerpo esbelto. Las mujeres coincidían en tener faldas coloridas, blusas y cinturones, la combinación de texturas las hacía pintorescas y hermosas. Juan, en cambio, se vistió con poncho y mochila.

El trabajo manual activó la memoria y la creatividad, sus manos recordaron la infancia en la que ellas mismas o sus madres cocían sus muñecas, cuando no había forma de comprarlas. Fue un espacio para compartir en libertad, para comadrear, reír e imaginar. La construcción de las muñecas pareció ser algo innato, nadie dijo qué hacer ni cómo hacerlo, la creatividad colectiva, el diálogo, el intercambio de experiencias y la memoria, permitieron la construcción de un objeto cargado de significado, un objeto-relato que cuenta las historias del pasado y es la proyección de un futuro deseado.

Las salidas de campo a Bojayá no son fáciles, la dificultad en el transporte y el alto presupuesto entorpecían la posibilidad de pasar más tiempo con ellas, por lo que la metodología de diseño tuvo que ser adaptada a estas circunstancias. El relato da cuenta del carácter etnográfico que tuvo la fase inicial del proceso creativo, que en términos de diseño fue a lo que más se le apostó, pues permitiría la construcción colectiva de los insumos, que tienen relación con la forma, pero sobre todo con las sensibilidades del contexto. fue a lo que más se le apostó, pues permitiría la construcción colectiva de los insumos, que tienen relación con la forma, pero sobre todo con las sensibilidades del contexto.

[1] Instrumento de percusión usado por el Pueblo Mapuche.

Image
Carátula CD Diseño: María Paola Herrera

El taller dio paso a una siguiente fase en el proceso de diseño, en la que estos insumos se tradujeron en varios productos: Identidad gráfica del grupo, diseño textil para la confección del vestuario, concepto gráfico del CD. El diseño, como disciplina se enfrentó con un reto ético-estético. ¿Cómo lograr que estos productos permitieran al grupo sentirse emocionalmente conectado e identificado? ¿Cómo comunicar al público externo tantas historias por medio de un producto? ¿Cómo intervenir estos insumos sin generar una ruptura en el sentido que le da el haber sido hecho por ellas mismas? Fueron las principales dudas que saltaron sobre el lienzo en blanco.

Una vez de vuelta a la ciudad llegó el momento de enfrentar el reto, ¿cómo traducir y capitalizar esta experiencia en un buen producto de diseño?. La confianza flaquea, las referencias abruman y el tiempo presiona. Las expectativas están puestas en el amor con el que se está encarando el proceso. Mis manos son solo herramientas dispuestas a canalizar la fuerza y la sabiduría de estas mujeres.

La estrategia fue partir de los insumos creados por ellas. Identificar cuáles eran esos elementos con una mayor carga semántica, es decir los símbolos más fuertes. Por otro lado, me di cuenta que el trabajo preliminar de las mujeres en el taller era en sí mismo una propuesta estética, al responder a la pregunta ¿qué las identifica? las mujeres lograron representarse a sí mismas, a partir de narraciones y dibujos, lo que no solo da pistas a nivel simbólico, si no que también deja ver cómo quieren ser percibidas por los demás. Al parecer, tenía todos los elementos necesarios para que el proceso creativo fluyera de manera exitosa; sin embargo, esto no siempre es garantía de un buen resultado.

Me lancé a crear la identidad gráfica del grupo, pensando que era un buen comienzo para dar paso a las otras necesidades. Entre el equipaje de papel encontré varios símbolos importantes, si estaban ahí era porque hacían parte de la cotidianidad de las mujeres, identifiqué uno que me conmovió por su belleza y significado. Era un pájaro coloreado con verdes y azules, se percibía fuerte y robusto. Lo sentí cercano a las cantadoras y más apropiado que otros elementos como peces, frutas y árboles. En el proceso de digitalizarlo, intente ser respetuosa con sus formas y colores. Lo mismo pasó con el diseño tipográfico, que nació de los textos que acompañaban algunos dibujos. Logré componer el nombre “Cantadoras de Pogue” replicando las letras manuscritas. Luego este pájaro se volvió protagonista, se convirtió en un patrón textil y le dio vida al vestuario de las cantadoras.

Image

En la segunda salida de campo compartí con las mujeres mi trabajo (identidad gráfica y diseño de vestuario), exaltada y nerviosa saqué las impresiones en las que estaba consignado el proceso, haciendo énfasis en el origen de cada uno de los elementos que componían la imagen, les conté que la apuesta para el vestuario estaba en la aplicación gráfica de las telas y que la forma estaba muy ceñida a los vestidos que tradicionalmente usaban las alabadoras. Les recordé que mi trabajo fue solo darle forma a lo que ellas habían hecho con sus manos y que eso, justamente, era lo que lo hacía valioso. El momento fue apasionante y le dio significado a todos los esfuerzos, transmutó el miedo en confianza y nos conectó a todas. En otras palabras, les gustó, lo aceptaron, sugirieron los cambios pertinentes, que se corrigieron en ese mismo momento. Fue trascendental para el proceso este espacio de diálogo, abrirme a escuchar atenta sus opiniones e identificar en sus sonrisas la alegría y el amor con los que acogieron las propuestas.

Seguí trabajando en el diseño del CD, fue también un gran reto, la decisión: Las protagonistas de la portada son Maria Esperanza, Juana Paz, Carmen Progreso y Juan No Me Olvides, estas cuatro creaciones de trapo ilustradas, encarnan los deseos y las expectativas de las Cantadoras, son el símbolo de la fuerza y la dignidad con la que ellas y toda la población han afrontado los hechos violentos y la ausencia del estado, la corrupción y la falta de oportunidades que esto ha traído como consecuencia. Sus peticiones no han sido del todo escuchadas, siguen siendo vulnerables ante grupos armados que tienen intereses cruzados y la presencia del estado aún no se hace evidente.

Image

Search