Discurso ceremonia de grado agosto 2 de 1997

Cali, 2 de agosto de 1997

Dr. Francisco Piedrahita Plata

Siento cierta desazón, queridos graduandos, porque voy a traer a cuento hoy unas preocupaciones que me agobian. Hoy, que debe ser un día de celebración por la culminación de sus estudios... De celebración va a ser, porque la tienen muy merecida. Pero antes de empezar esa celebración considero mi deber en esta última lección examinar con ustedes nuestra penosa realidad.

Inician ustedes esta nueva etapa de sus vidas en una de las épocas más difíciles para nuestra región. La más difícil entre las que yo recuerdo haber vivido. Nos abruman simultáneamente una Crisis Económica, una Crisis Social y una Crisis Política, todas ellas profundas, todas ellas urgidas de nuestro compromiso y de nuestra acción.

La crisis Económica, descrita por caídas en índices de producción en los distintos sectores de la economía y por un índice de desempleo elevadísimo, es producto de varios factores; algunos coyunturales, otros estructurales.

Nos afectan problemas macroeconómicos comunes a todo el país, entre los que, con seguridad, el más nefasto es el de una excesiva revaluación de nuestra moneda que está perjudicando a todos los productores de los llamados bienes transables, aquellos que se comercian intensamente entre los países. La revaluación ha hecho duplicar los costos de nuestros exportadores, sacándolos de muchos mercados, y, sumada a la gran reducción arancelaria de la apertura, ha reducido dramáticamente la capacidad de competir de nuestros productos en el mercado nacional.

Nos afecta también, y con qué fuerza en Cali, estar atravesando la parte baja del ciclo de la industria de construcción de vivienda, esa gran generadora de empleo.

Y nos afecta económicamente lo que han llamado el ajuste moral. Aunque nos golpea en el corto plazo la desaparición parcial de los dineros del narcotráfico y la demanda de bienes y servicios que generaban, ese es un saneamiento necesario. Era una burbuja que teníamos que reventar.

Entre los elementos estructurales de la crisis económica hay que destacar, frente a la globalización avasalladora, nuestro atraso tecnológico, la pobreza de nuestras vías, puertos y telecomunicaciones y sobre todo el bajísimo nivel educativo de nuestra sociedad.

Nos afectan además otros varios factores económicos. Pero tenemos que reconocer especialmente que nuestra economía está hoy apaleada por la desconfianza, y a veces desesperanza, que generan esas otras dos crisis coincidentes que he mencionado, la social y la política. La empresa privada, grande o pequeña, es el gran motor de la economía. Y el empresario requiere confianza y optimismo para invertir y tomar riesgos.

Manuel Carvajal Sinisterra, Presidente de Carvajal por la época cuando esa familia donó el 35% de sus acciones en la compañía para constituir la Fundación Carvajal, decía hace más de 30 años: “No puede haber empresa sana en una sociedad enferma”. Esa frase tiene una fuerza demoledora, aquí y ahora.

La crisis social que viven nuestra ciudad y nuestra región, también está enmarcada dentro de la crisis social que vive la nación entera. Aunque los últimos datos sobre el número de asesinatos en Cali muestran una mejoría, sabemos que Colombia tiene el segundo puesto a nivel mundial en el índice de muertes violentas (después de El Salvador, ese pequeño país que recientemente salió de una guerra civil). Sabemos que una de cada mil personas es asesinada anualmente. Y que Cali es, después de Medellín, la capital colombiana con peores indicadores. También nos agobian los otros delitos: atracos, robos de carros, los secuestros (en los que también somos líderes mundiales) y ahora los secuestros rápidos. Vivimos llenos de temor, y con razón. Es peligroso salir de noche ... o de día. Es peligroso viajar por tierra a Buenaventura o a Popayán.

La solidaridad y la compasión se consideraban en el pasado como sentimientos naturales del ser humano. Investigaciones con simios, nuestros parientes biológicos más cercanos, parecen demostrar que ellos las poseen naturalmente. Nosotros parecemos una aberración. No parecemos tener siquiera conciencia de nuestro vínculo con la sociedad. Toda la sociedad. No parece importarnos la búsqueda colectiva del bienestar. La vida y el trabajo honrado han perdido mucho valor entre nosotros.

La tercera crisis que vivimos hoy simultaneámente es la Política. En este caso también la crisis regional hace parte de la crisis polìtica nacional. Desde hace tres años se cuestiona la legitimidad del Poder Central, y éste, dedicado a defenderse, ha perdido gran parte de su autonomía y de su capacidad operativa.

Y nuestra política regional ha sido protagonista destacada de esta crisis. Al fin y al cabo el origen de la crisis estuvo en la funesta participación de los dineros de los narcotraficantes asentados aquí, en las campañas políticas de hace cuatro años.

Al mismo tiempo el país es denunciado y presionado desde el mundo desarrollado ya no sólo por el tráfico de drogas, sino también por las violaciones oficiales de los derechos humanos. Y la Organización Transparencia Internacional, con base en estudios de terceros y en encuestas propias nos clasifica como los terceros más corrompidos entre los 52 países más grandes del mundo.

Algunos comentaristas de la prensa local se han quejado recientemente por el celo que han demostrado los investigadores de la Fiscalía General con personajes de la región. Consideran que no es justo con el Valle lo que está sucediendo. Que no pasó lo mismo con Antioquia cuando cayó la cúpula del Cartel de Medellín.

Yo lamento no estar de acuerdo. Dejemos que la Justicia actúe. Confiemos en algo. Por años nos hemos quejado de la ausencia de justicia. O de que la justicia era para los de ruana. Ahora que llega, no la podemos rechazar porque nos afecta a nosotros. Confiemos en que a los inocentes no se les comprobará delito alguno y en que los culpables serán castigados.

El hecho de que el narcotráfico aparezca como una de las causas principales en las tres crisis simultáneas que hoy sufrimos parece corroborar su similitud con el SIDA, según aguda observación del exalcalde Rodrigo Guerrero: estaba acabando con nuestras defensas.

Y la manifestación más clara de reducción de nuestras defensas es la indiferencia de nuestra sociedad ante la generalidad de los males que nos agobian.

Elie Wiesel, reconocido escritor, ganador del Premio Nobel de Paz y sobreviviente del Holocausto Judío, decía en un discurso en el que, mientras agradecía una condecoración del gobierno de los Estados Unidos, expresaba su dolor y su frustración de muchos años: “He aprendido el peligro de la indiferencia, el crimen de la indiferencia. Pues lo opuesto a amor, he aprendido, no es odio sino indiferencia.”

Aquellos entre los graduandos que tuvieron oportunidad de leer en algún curso de Administración “La Quinta Disciplina” de Peter Senge pueden recordar la que él llama “Parábola de la Rana”, dice así: “Si usted coloca una rana en una olla de agua hirviendo, inmediatamente saltará para salir. Pero si usted coloca la rana en agua a temperatura ambiente y no la asusta, se quedará quieta. Ahora, si la olla permanece sobre una fuente de calor y si usted sube gradualmente la temperatura, pasará algo muy interesante. El aumento inicial de temperatura parecerá divertirle. Y a medida que la temperatura siga aumentando la rana comenzará a notarse atontada, cada vez más atontada, hasta que es incapaz de salir de la olla. Aunque no haya nada que la restrinja, la rana se quedará allí y se cocinará. ¿ Por qué? Porque el aparato interno de la rana para percibir amenazas graves está dispuesto para cambios repentinos en su ambiente, no para cambios lentos, graduales.”

Aunque Senge compara esta situación con sistemas empresariales, el símil es perfectamente válido en nuestro caso. Nuestras crisis se han desarrollado lenta, gradualmente. Y nuestra capacidad de reacción ha ido desapareciendo, reemplazada trágicamente por la indiferencia.

La parábola de la rana me permite el uso de la expresión coloquial: estamos en la olla... y nos estamos dejando cocinar.

Tenemos que acabar con la indiferencia. Tenemos que comprometernos y actuar. Debemos volver a sentir compasión y solidaridad. Tiene que dolernos el mal del vecino. Y el del no tan vecino. ¿Cuándo volverá a ser noticia entre nosotros la muerte de un Policía? ¿o la de una persona corriente? Tenemos que rechazar el delito en todas sus formas. El dinero del que corrompe. Y el del que vende su conciencia. El trabajo honrado e intenso debe recuperar su valor. Nos debe preocupar la pobreza de tantos. Y la falta de oportunidades para salir de esa pobreza. Tenemos que participar activamente en nuestra democracia apoyando y eligiendo a los que queremos que nos representen y nos gobiernen. En palabras del estadísta francés Pierre Mendés France: “El día en que el pueblo elija las bases futuras de su existencia, las impondrá a esas minorías turbulentas, sólo terribles en medio de la apatía, del silencio y del desaliento de las masas.”

No podemos seguir ocupando el primer puesto mundial en narcotráfico, el segundo en asesinatos, el primero en secuestros, el tercero en corrupción. No podemos seguir siendo los primeros en el mundo en la clasificicación general de la infamia.

No protestemos por un supuesto excesivo moralismo de la Fiscalía o de la Procuraduría al vigilar a gobernantes, jueces y congresistas. Los que se dedican a la Política y los que nos dedicamos a la Educación tenemos la mayor responsabilidad por los estándares morales de la Sociedad. Estándares que en Colombia debemos subir antes que seguir relajándolos.

Cuentan que durante la Convención que redactó la Constitución de los Estados Unidos en Filadelfia, en un momento cuando las negociaciones estaban a punto de fracasar, George Washington, después de un rato de meditación dijo: “ Si para satisfacer a algunos ofrecemos lo que nosotros mismos desaprobamos, cómo podremos defender después nuestro trabajo? Establezcamos un estándar al que el hombre sabio y honesto pueda referirse.”

La responsabilidad por el estado de la región y del país que encuentran ustedes, ahora que empiezan a asumir sus roles en esta perpetua carrera de relevos generacionales, obviamente no es suya, queridos graduandos. Es de nosotros, sus mayores, y de los que nos antecedieron. Nosotros y ellos somos los responsables de todo lo bueno que ustedes encuentran y, a pesar de las mejores intenciones de casi todos, también somos responsables de las plagas de nuestra sociedad.

La responsabilidad que sí tienen que asumir ustedes y los de su generación es la de la reconstrucción de nuestra región y del país. Ustedes tienen la capacidad: hacen parte de esa pequeña proporción de colombianos que pueden concluir sus estudios universitarios. Y más de la mitad entre ustedes integran esa ínfima minoría que puede acceder a estudios de postgrado. Y lo han hecho en el ICESI. Una institución que no se conforma con entrenar una fuerza laboral, que se preocupa por formar buenos ciudadanos, líderes en potencia, mujeres y hombres con poder sobre sus propias facultades y sus recursos mentales para cuestionar y dicernir.

Roland Christensen, un legendario profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard, dice que: “Enseñar es como depositar ideas en el buzón de correos del subconciente humano. Se sabe cuándo se envían unas cartas, pero nunca se sabe cuándo y en qué forma serán recibídas.”

Yo espero que a lo largo de sus vidas lleguen las muchas cartas que durante estos años depositaron en sus buzones los profesores del ICESI. Y que esas cartas les ayuden en su tarea de derrotar la indiferencia y de subir los estándares morales e intelectuales de nuestra sociedad.

Volver
Ir Arriba