Discurso ceremonia de grado febrero 5 de 2000

Cali, 5 de febrero de 2000

Dr. Francisco Piedrahita Plata

Se enfrentarán ahora ustedes, queridos graduandos, a un mundo transformado dramáticamente durante las últimas décadas por la ciencia y la tecnología. Es un mundo que ofrece oportunidades de bienestar maravillosas.

Y sin embargo en ese mismo mundo, en este terruño que nos tocó en suerte, no logramos salir de la más agobiante crisis de nuestra historia. Es la conjunción de una crisis económica, una crisis política y una crisis social.

Deseo en esta ocasión tan especial para ustedes, compartir mi visión de la crisis y de una serie de eventos que se están dando en los ámbitos local y regional, que no sólo renuevan el optimismo sino que invitan al compromiso y a la acción.

La situación de una mayoría de las empresas vallecaucanas, sean ellas agrícolas, industriales, comerciales, de construcción, financieras, de servicios, grandes o pequeñas, sería suficiente para definir la crisis. Muchas de esas empresas fueron golpeadas por una apertura y una revaluación del peso demasiado fuertes para una economía basada en bienes transables. Y la política de altos intereses que se implantó en 1998 para defender el valor del peso constituyó lo que los taurinos llaman el puntillazo. Pero, además de la crisis del sector privado, las entidades del sector público regional y municipal viven una situación similar o peor. En parte por falta de recursos provenientes de ese sector privado emproblemado; pero, sobretodo, por imprevisión, irresponsabilidad o corrupción, el Departamento, el Municipio, las Empresas Municipales, la Universidad del Valle, el Sistema de Salud, y muchas entidades más, viven tiempos de angustia y estrechez y, en algunos casos, corren el riesgo de liquidación o desaparición.

Esa crisis económica, que ha inducido un empobrecimiento generalizado y ha llevado el índice de desempleo a niveles nunca vistos, limita gravemente la capacidad de acción de nuestros gobernantes. Para completar el cuadro trágico de la crisis política que eso genera, encontramos a un gran grupo de jefes políticos departamentales y locales presos en las cárceles colombianas.

La tercera crisis es la social. Aparte del desempleo y de la pobreza ya mencionados, vivimos niveles de inseguridad y violencia francamente insoportables. El avance guerrillero y el de la delincuencia común; el atraco, el secuestro y el asesinato nos llenan de desconfianza, de miedo y de pesimismo; inhiben nuestra movilidad y nuestra capacidad de crear. Además, los fenómenos migratorios que experimenta Cali son del tipo de los que los economistas llaman perversos: por un lado nos llegan avalanchas de población pobre y con poquísima educación, desplazados por la violencia y la desesperanza; por otro lado emigran hacia Bogotá o hacia el exterior, llenos de miedo o en busca de las oportunidades que no encuentran aquí, muchos de los mejores, de los más capaces, de los más preparados.

Estas tres crisis, económica, política y social, se enmarcan en una más profunda: una crisis de valores. Los líderes del cartel de Cali están presos o muertos; el narcotráfico en la región ha disminuido. Pero, como lo he dicho en otra ocasión, nos quedó su legado: nos dejaron su ética y su estética; la ética del dinero fácil, de la corrupción y de la violencia; la estética de la bocelería dorada y de la música de carrilera.

Es urgente reconstruir nuestra sociedad. Es urgente reconstruir a Cali, y al Valle, y a Colombia. Pero es preciso reconocer primero que en el trasfondo de nuestra crisis se encuentran una profunda desconfianza entre los miembros de la sociedad y una serie de restricciones que impiden nuestro desarrollo.

En junio de 1997, en la última ceremonia de grado que presidía, el Doctor Vartan Gregorian, rector saliente de la prestigiosa Universidad de Brown, en los Estados Unidos, les hablaba así a sus graduandos: "Nuestra tarea, su tarea, es restaurar la comprensión de la interdependencia mutua que hay entre el individuo y el grupo; una interdependencia que ha existido en el subconsciente de todas las comunidades saludables desde el principio de los tiempos. Los individuos tienen un deber de alimentar y renovar constantemente la comunidad de la que hacen parte. Debemos estar comprometidos con la continua reconstrucción de nuestra sociedad y con el continuo re-urdir del tejido social".

Esas palabras, dirigidas paradójicamente a miembros de la élite intelectual de una de las sociedades más exitosas de la tierra, cobran especial significado entre nosotros. Yo agregaría que ese compromiso nos corresponde, en mucho mayor grado, a los que pertenecemos a los grupos más favorecidos de la sociedad. Y, a pesar de todas las dificultades que vivimos, todos los aquí presentes pertenecemos a esos grupos. El acceso a la Educación Superior, el acceso a una institución de las calidades de esta Universidad, así lo atestiguan.

¿Qué compromiso podemos exigir al padre o a la madre que no encuentran trabajo para llevar el alimento a su hogar? ¿Qué podemos pedirle al joven que no tiene acceso siquiera a nuestra pobre educación básica pública? ¿Qué podemos esperar de campesinos marginados que sobreviven en medio del fuego cruzado de nuestra guerra eterna?

En efecto, la reconstrucción de nuestro tejido social comenzará cuando aceptemos a esas personas como miembros de nuestra propia comunidad; cuando apreciemos la diversidad étnica y económica de nuestros conciudadanos menos favorecidos; cuando entendamos la mutua dependencia que existe entre nuestro bienestar y el de ellos; cuando los reconozcamos como interlocutores válidos. Sólo entonces empezaremos a confiar y a inspirar confianza.

En 1998 le fue otorgado el Premio Nobel en Ciencia Económica al hindú Amartya Sen. Actual profesor de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, el Doctor Sen enseñó antes en las universidades de Princeton y de Harvard, en los Estados Unidos. Es conocido como el Economista de la Pobreza y se ha concentrado con rigor en una de las preguntas más profundas de su ciencia: ¿Cuál es la relación entre nuestra riqueza económica y nuestra capacidad de vivir como quisiéramos? El ha dicho que "el desarrollo de los pueblos debe verse como un proceso de expansión de las libertades reales de las que la gente goza".

El crecimiento del Producto Interno Bruto o el del ingreso per cápita, las medidas tradicionales del desarrollo, pueden, por supuesto, ser muy importantes como medios para expandir las libertades disfrutadas por los miembros de la sociedad. Pero las libertades que la gente valora, y que estudia Amartya Sen, incluyen libertades políticas, facilidades económicas, oportunidades sociales, garantías de transparencia y seguridad. "Si cambiamos nuestra atención", dice él, "de una concentración exclusiva en la pobreza del ingreso a la idea más inclusiva de deprivación de capacidades, podremos entender mejor la pobreza de las vidas humanas". El acuña la palabra ilibertad (en inglés "unfreedom") para referirse a la carencia de alguna libertad, y dice: "El desarrollo requiere la remoción de fuentes importantes de ilibertad: la pobreza así como la tiranía, las limitadas oportunidades económicas así como la privación social sistemática, el descuido de los servicios públicos así como la intolerancia o la hiperactividad de estados represivos".

En nuestra sociedad encontramos ampliamente extendidas una serie de ilibertades que señalan con claridad aterradora el grado de nuestro subdesarrollo.

De una parte observamos que un porcentaje creciente de nuestra población padece las cadenas de la miseria y que los niños y jóvenes de ese grupo no tienen acceso siquiera a una educación de mediana calidad.

De otra parte vemos a los más pudientes sometidos por la amenaza permanente de la extorsión y el secuestro.

Unos y otros, pobres y ricos temen ser víctimas, en cualquier momento, de un atraco o de una muerte violenta.

Unos y otros son víctimas también de la falta de transparencia en el manejo de los asuntos del Estado.

La ruta de nuestro progreso tiene que pasar por la remoción de todas esas ilibertades y por la solución a la incapacidad económica y de gestión de nuestros entes gobernantes.

Requiere además el compromiso de todos nosotros con la solución.

Les decía al principio que se están viviendo una serie de procesos en Cali y en el Valle que deben renovar nuestro optimismo e invitarnos a la acción.

El Gobierno Departamental está experimentando una transformación organizacional que no sólo lo hará viable como institución, sino que le permitirá actuar con competencia en las funciones que le asignó la Constitución de 1991. Una transformación parecida se requiere en la estructura del Gobierno Municipal de Cali. Pero lo más urgente es superar la irresponsable morosidad del Concejo de la ciudad en la aprobación de las facultades del Alcalde para reorganizar y salvar lo que queda de las Empresas Municipales.

El Departamento y el Municipio han venido recibiendo respectivamente el apoyo de la CEPAL y del Banco Mundial en la elaboración de diagnósticos de la situación actual. Con esos diagnósticos, con la articulación de la Cámara de Comercio de Cali, con la generosa orientación conceptual de la prestigiosa firma de consultoría McKinsey and Co. y con los servicios del Instituto Abraham Goldratt, se ha iniciado un proceso de construcción de una visión compartida del futuro regional, que nos una y nos comprometa en una serie de acciones estratégicas concretas para el desarrollo de Cali y del Valle.

Se espera que esa visión y esa estrategia sirvan de guía para varios años y que trasciendan por lo tanto a los actuales equipos de gobierno. Eso va a exigir de todos nosotros un extremo cuidado en las elecciones que de Gobernador, Alcalde y Cuerpos Colegiados locales y regionales se realizarán a finales de octubre de este año. Nuestro voto hará la diferencia.

Por otra parte, y sin la participación directa de los gobiernos, surgen importantes iniciativas en el seno de nuestra sociedad civil.

Está formándose actualmente el capítulo de Cali de Transparencia Internacional. Esa prestigiosa organización, que en Colombia preside el Doctor Juan Lozano facilita el seguimiento, la veeduría, por parte de la sociedad, a los procesos de decisión estatales. Su aporte puede ser inmenso.

Esta semana fue el lanzamiento de la Corporación Vallenpaz. Se trata de un ambicioso proyecto que, usando la terminología de Amartya Sen, pretende aumentar el grado de libertad de acceso al mercado de los productos de los campesinos de nuestras laderas posibilitando su acercamiento a modernas tecnologías, impulsando nuevas formas de organización, facilitando la obtención de créditos, etc. No olvidemos que esos campesinos de ladera viven en situación de pobreza y marginamiento lamentables que los convierten fácilmente en aliados o víctimas de la guerrilla violenta.

Las dos nuevas instituciones, Transparencia y Vallenpaz, son producto, ambas, del movimiento Granito de Arena, el cual surgió el año pasado como reacción al lamentable deterioro de todo orden que venían experimentando la ciudad y la región.

En la presentación de Vallenpaz, su promotor, el Doctor Rodrigo Guerrero, citó a Nieves, como nuestra filósofa local, cuando dijo: "Si todos pusiéramos nuestro granito de arena, Cali tendría playa".

Me enorgullece contarles que en todas estas iniciativas comentadas, tanto en las de construcción de visión y estrategia, como en las de la sociedad civil, su Universidad Icesi está presente, representada por estudiantes, profesores o directivos. Estamos poniendo nuestros granitos de arena. Los invitamos a todos a darle una playa a Cali.

Hace exactamente diez años, en los primeros días de Febrero de 1990, participó como invitado de honor, en una ceremonia como ésta aquí en ICESI, el Doctor Rodrigo Lloreda Caicedo. El fue una persona comprometida siempre con la reconstrucción de la sociedad. Como homenaje a su memoria, quiero despedirlos hoy usando sus propias palabras. Decía él:

"Salen ustedes, queridos graduandos, a enfrentar un mundo complejo y competido, pero lleno de inmensas oportunidades. Frente a ese desafío pueden asumir una actitud pasiva, indiferente; pueden también refugiarse en el pequeño mundo de una vida cómoda o burguesa. O, por el contrario, pueden contribuir con su trabajo, su inteligencia, su inventiva, a la empresa grande de reconstruir a Colombia".

y finalizaba así:

"Yo los invito a ser protagonistas, a escribir la historia, a participar en la fascinante aventura del futuro. Muchas gracias".

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