Discurso ceremonia de grado febrero 17 de 2007

Santiago de Cali, 17 de Febrero de 2007

Dr, Francisco Piedrahita Plata
Rector, Universidad Icesi


Es un honor para mí presidir esta ceremonia de grados de la Universidad Icesi y compartir el orgullo y la alegría que sienten, tanto ustedes, queridos graduandos, como sus padres, cónyuges y demás familiares y amigos que los acompañan.

Celebramos hoy la culminación de estudios de 96 nuevos profesionales en ocho programas diferentes y de 168 especialistas en diversas áreas. ¡Felicitaciones! Salen todos llenos de talento a iniciar una nueva etapa en sus vidas.

En términos económicos, se dice desde hace más de una década que en el mundo se vive una guerra por el talento; una guerra entre empresas, y a veces entre países, por ese talento que hoy llevan con ustedes. En estos breves minutos quiero tratar de explicar en qué consiste ese fenómeno y cuáles son sus consecuencias; y quiero compartir cómo lo enfrenta el sistema de educación más avanzado del mundo y cómo lo vemos aquí en Icesi.

La palabra talento no ha tenido siempre el mismo significado. Para los antiguos Babilonios fue una unidad de peso; con el tiempo, se convirtió en medida monetaria para todo el Mediterráneo. Aparentemente, fue la interpretación de la Parábola de los Talentos, narrada en el Evangelio de San Mateo, el origen del uso de la palabra talento para significar un don, una habilidad. De paso, no olvidemos que la enseñanza de esa parábola consiste en la obligación moral que todos tenemos de usar, de la mejor forma, nuestras capacidades.

El significado que quiero darle ahora a la palabra talento es el de la suma de las competencias de una persona: sus dones naturales, sus habilidades, sus conocimientos, su experiencia, su inteligencia, su juicio, su actitud, su carácter, su energía y su capacidad de aprender. Ese es el talento que ha generado una guerra global en estos últimos años.

Y ¿qué ocasiona ahora esa guerra por el talento? ¿Cuáles son sus causas?

Las causas son varias; pero la más importante es el advenimiento pleno de la Sociedad del Conocimiento; la del avance acelerado, sin antecedentes, de la ciencia y la tecnología; aquella que valora el aporte intelectual más que las máquinas y demás recursos tradicionales. Menciono solo un indicador financiero que, aunque extranjero, es muy significativo: se calcula que en los últimos 30 años el peso de los activos intangibles en el valor de las 500 empresas más grandes de los Estados Unidos pasó del 20 al 70%. Activos intangibles son aquellos basados en el talento, como patentes, marcas, diseños, programas de software, innovaciones en general. Pues esas grandes empresas, y todo tipo de organizaciones en el mundo entero, demandan personas que sigan aumentando ese peso, esa proporción; personas capaces de resolver problemas complejos, de crear, de innovar; personas de talento. Por el contrario, debido a la creciente automatización en los procesos de extracción o transformación de materiales y en los que implican transacciones u operaciones administrativas poco complejas, la demanda laboral por personas que solo tengan competencias básicas crece muy lentamente.

En contraste con esta situación de demanda la mayoría de los países del mundo han sido incapaces de organizar sistemas educativos que las satisfagan. Y casi todas sus universidades gradúan, de una parte, muy pocos de los científicos e Ingenieros que la economía global requiere y, de otra, demasiadas personas que carecen de las competencias exigidas por el Siglo XXl. Si a lo anterior se añade el problema demográfico del Japón y de varias de las economías más avanzadas de Europa, donde el número de personas en edad de trabajar está disminuyendo significativamente, vemos con claridad cuál es el principal origen de la guerra por el talento: la brecha entre oferta y demanda de profesionales con las competencias requeridas por la sociedad del conocimiento.

La globalización acelerada, ese otro fenómeno de las últimas décadas, no solo aumenta el espacio en el que se da la guerra por el talento, sino también su intensidad y la fuerza de sus efectos. Los talentos requeridos hoy se pueden buscar y encontrar en cualquier parte del mundo y el impacto de sus aportes también es global. Debido a la creciente interdependencia económica y cultural, no solo los científicos, ingenieros, diseñadores, gerentes, y otros profesionales talentosos son demandados globalmente; también escritores, artistas, deportistas y figuras del mundo del entretenimiento tienen audiencias en todo el mundo. La demanda global y los impactos y las audiencias globales aumentan considerablemente la remuneración del talento. Al contrario, la inmensa oferta mundial de personas muy poco preparadas para trabajos que exigen competencias mínimas y cuya cantidad crece lentamente, tiende a nivelar la remuneración de esos trabajos con las más bajas del mundo. La desigualdad del ingreso entre aquellos que están preparados para la economía del Siglo XXl y los que no lo están crece dramáticamente.

La guerra por el talento también afecta la relación entre empleadores y empleados. La capacidad negociadora de los primeros ha aumentado muchísimo en relación a la del personal poco calificado; la posibilidad de comprar y fabricar en cualquier lugar del mundo, ha ido acompañada de un creciente debilitamiento de los sindicatos en todas partes; y las condiciones de contratación son cada vez más flexibles. En cambio, en el caso de los profesionales talentosos, la balanza de poder se ha inclinado a su favor; muchos optan por no emplearse y convertirse en empresarios o en agentes independientes; aquellos que se emplean no esperan ni se comprometen con un trabajo para toda la vida; exigen, sí, un ambiente propicio para el desarrollo personal que garantice su futura empleabilidad.

Las empresas, y las organizaciones en general, tienen que adaptarse para sobrevivir y tener éxito en medio de esta guerra por el talento. Aquellos de ustedes, queridos graduandos, que se han preparado para asumir responsabilidades de liderazgo son concientes de la importancia que tiene, entre ellas, la de atraer, desarrollar y retener el mejor talento posible para sus organizaciones, Y aquellos que hoy concluyen su especialización en Gestión Humana saben de la creciente importancia que tiene esa área en las empresas.

Muchos países, por otra parte, están experimentando fuertes tensiones en el área de libertad de inmigración. La mayoría de los gobiernos están disminuyendo restricciones al ingreso de personas preparadas. Algunos van más allá y tratan de atraer ese tipo de inmigrantes. Lee Kuan Yew, el viejo líder de Singapur, ha sostenido durante mucho tiempo que “el talento capacitado es la levadura que transforma la sociedad y la mejora”; y su país tiene uno de los programas más ambiciosos para seducir a los mejores talentos. Al mismo tiempo la mayoría de los gobiernos hacen más difícil, con diversas medidas, la entrada de personas menos calificadas, las que compiten por los empleos de la mayoría de sus ciudadanos; los casos de xenofobia son cada vez más comunes en muchos países del mundo.

Pues bien, la guerra por el talento es intensa, es global y estará vigente por mucho tiempo.

Ya dije que uno de sus factores determinantes es la incapacidad de muchos sistemas educativos y, en particular, de la mayoría de las universidades del mundo para preparar el tipo de personas que las realidades del Siglo XXI exigen.

Hace un mes, por amable invitación a presentar, con otros cinco rectores de universidades iberoamericanas, nuestros enfoques en la formación para el ejercicio de la democracia, participé en la conferencia anual de la AAC&U, la asociación de universidades de los Estados Unidos. Más que una oportunidad para presentar algunos elementos de nuestro modelo educativo, la asistencia a esa conferencia fue una ocasión de aprendizaje y de comprobación de que Icesi avanza por el camino correcto.

El sistema universitario de los Estados Unidos es reconocido por tirios y troyanos, y a pesar de innegables deficiencias, como el mejor del mundo. Sin embargo, el tema central de la conferencia era una propuesta sobre los que llaman “resultados de aprendizaje esenciales” requeridos por los estudiantes para enfrentar los desafíos del Siglo XXI, para enfrentar la guerra por el talento. Esa propuesta ha sido elaborada en un proceso de varios años en el que han participado centenares de profesores y directivos universitarios, empleadores, investigadores y gremios profesionales. Y el proceso de elaboración ha estado dirigido por un consejo especial, compuesto por 35 personas, que agrupa líderes de algunas de las principales universidades, empresas, centros de investigación y organizaciones de la sociedad civil de los Estados Unidos.

Ellos están preocupados por los cambios que enfrentan sus ciudadanos en “cada esfera importante de la vida: económica, global, intercultural, ambiental, cívica”. Y agregan: “El mundo está cambiando en forma dramática por innovaciones científicas y tecnológicas, interdependencia global, encuentros interculturales y cambios en el balance de fuerzas económicas y políticas”.

Por todo eso, y como producto del largo proceso de diálogo y estudio, proponen una nueva visión para la educación americana. En sus palabras, “convocan a la sociedad a dar nueva prioridad a unos resultados educativos que todos los estudiantes requieren de la educación superior, resultados que están ajustadamente calibrados con los desafíos de un mundo volátil y complejo”.

Ha sido muy satisfactorio para nosotros, aquí en la Icesi, descubrir que, adaptados a nuestro contexto, casi todos los “resultados de aprendizaje esenciales” que propone ese gran consenso norteamericano hacen parte del modelo educativo que ha venido construyendo y perfeccionando desde 1997 nuestra comunidad académica

Ellos agrupan los resultados esenciales en cuatro categorías, así: 1) Conocimiento de las culturas humanas y del mundo físico y natural, por medio del estudio de las ciencias naturales y sociales, de las matemáticas, de las humanidades, de la historia, de las artes y de las lenguas extranjeras; 2) Habilidades intelectuales y prácticas, incluyendo: investigación y análisis, pensamiento crítico y pensamiento creativo, comunicación oral y escrita, competencia cuantitativa, competencia en manejo de información, trabajo en equipo y solución de problemas; 3) Responsabilidad personal y social, incluyendo: conocimiento y compromiso cívico, local y global; conocimiento y competencia intercultural; razonamiento y actuación ética; competencia en aprendizaje individual permanente; 4) Aprendizaje integrador, incluyendo capacidad de síntesis y de transferencia a nuevos contextos de lo aprendido tanto en los estudios generales como en los especializados.

Prácticamente todos estos “resultados de aprendizaje esenciales” hacen parte, como ya dije, de los propósitos de nuestro modelo educativo. Estos resultados de aprendizaje buscamos conseguirlos, en muchos casos, con cursos específicos de nuestro núcleo común, parte esencial de todos los planes de estudio en pregrado; en otros casos, los buscamos mediante el uso de estrategias activas de aprendizaje; en otros más, con prácticas y esfuerzos específicos de algunos profesores en determinados cursos; y por último, otros, en el Programa de Desarrollo Profesional, en el Proyecto de Grado, en experiencias internacionales o en diversas experiencias que ofrece Bienestar Universitario.

Si bien la participación en la citada Conferencia sirvió para confirmar que Icesi avanza por buen camino, sirvió también, como dije antes, como ocasión de aprendizaje. Porque aunque los objetivos, esos “resultados de aprendizaje esenciales”, estén claros, las estrategias para lograrlos y las formas de evaluar el progreso no siempre son tan claras. Y los documentos que al respecto ha publicado la AAC&U para apoyar la propuesta de “resultados esenciales” ofrecen material muy rico para nuestras reflexiones. Aunque aquí hemos logrado muchos avances, siempre se enriquecen nuestros procesos con los aportes de otros.

Entre los avances más importantes de Icesi en la enseñanza y evaluación de los “resultados de aprendizaje esenciales” quiero destacar aquí los relacionados con pensamiento crítico. Acabamos de publicar el libro “Discernimiento: evolución del pensamiento crítico en la educación superior. El proyecto de la Universidad Icesi”, del profesor José Hipólito González. Ese libro compendia las reflexiones del autor sobre el tema en los últimos dos lustros; describe las estrategias elaboradas con profesores de diversos departamentos académicos para el desarrollo de la capacidad de pensamiento crítico en los estudiantes de la Universidad; y presenta los primeros hallazgos del esfuerzo que el profesor González mantiene desde el año 2001 para medir los progresos de esos jóvenes en las disposiciones clave necesarias para pensar críticamente, durante sus años de estudio aquí en la institución. Además de mostrar entre nuestros estudiantes unos logros importantes en ese “aprendizaje esencial”, el libro es un gran aporte a la comunidad académica hispano parlante por las bases teóricas que recoge y por las enseñanzas prácticas que comparte.

Hice referencia antes a que la participación en la Conferencia de la Asociación de Universidades de los Estados Unidos nos había dado indicios de que Icesi iba por el camino correcto. Quiero compartir ahora otros hechos recientes que apuntan en la misma dirección.

Por una parte, en los últimos dos meses recibimos la acreditación de excelencia del Ministerio de Educación Nacional para nuestros programas de Diseño Industrial e Ingeniería Telemática; y esperamos, en las próximas semanas, recibirla para los programas de Ingeniería Industrial y de Economía y Negocios Internacionales. Estos cuatro programas completaron solo recientemente las cohortes de graduados exigidas para poder entrar al proceso de acreditación y ahora se suman a nuestros programas tradicionales de Administración de Empresas e Ingeniería de Sistemas, acreditados hace ya algunos años.

En el campo de las acreditaciones también, la semana antepasada fuimos notificados de que nuestra Facultad de Ciencias Administrativas y Económicas había sido aceptada para iniciar el proceso de acreditación de la AACSB, Asociación Internacional para el Avance de las Escuelas de Negocios, la más selecta agrupación del mundo en ese campo.

Por otra parte, hace dos semanas publicó el ICFES los resultados de los ECAES, Exámenes de calidad de la educación superior, practicados en noviembre pasado. Una vez más, nuestros estudiantes obtuvieron resultados excelentes. En las tres pruebas que presentaron fueron los primeros de la región; en Ingeniería Industrial y en Ingeniería de Sistemas fueron, además, terceros a nivel nacional; y en Derecho, octavos en el país; en cada caso, entre más de un centenar de programas.

Todo lo dicho nos hace pensar que los egresados de Icesi salen equipados para aprovechar los beneficios que en la guerra por el talento están reservados para los más competentes.

Permítanme destacar algunos casos entre el magnífico grupo de los que hoy se gradúan.

Algunos, aprovechando las oportunidades que para eso brinda la Universidad, lo hacen en dos carreras: Álvaro Hernán Bueno y Guillermo Andrés Londoño reciben diplomas en Ingeniería de Sistemas y en Ingeniería Telemática; Ximena Marroquín y Claudia Marcela Alcántara los reciben en Administración de Empresas y en Contaduría Pública y Finanzas Internacionales; Johanna Cecilia Barrera se gradúa hoy en Economía y Negocios Internacionales y en Administración de Empresas; esa formación amplia y sólida les permitirá volar muy alto.

Ocho estudiantes se gradúan con Honores: Valentina Echeverri, María Juliana Pérez, Santiago Beltrán y Catalina Corredor se gradúan Cum Laude; Myriam Constanza Echeverri se gradúa Magna Cum Laude; Juliana Botero es la primera estudiante que culmina estudios de Derecho en simultaneidad, en su caso, con Economía y Negocios Internacionales; y los dos diplomas los recibe Cum Laude.

El último caso que quiero destacar exige información adicional: en las 45 ceremonias de grado anteriores, en la historia de la Universidad, se han otorgado, solamente, cinco títulos Summa Cum Laude; ese máximo honor exige un promedio acumulado, en toda la carrera, superior a 4.75. Hoy, María Andrea González Murillo se gradúa, simultáneamente, en Ingeniería Industrial y en Administración de Empresas; y recibe los dos títulos Summa Cum Laude. Como para que no hubiese duda sobre el significado de esos máximos honores, María Andrea ya había dejado muy en alto su nombre y el de la Universidad Icesi al ocupar el primer puesto, entre más de 7.000 estudiantes de todo el país, en los ECAES de Administración que se presentaron en Junio del año pasado.

En estas palabras de despedida, señoras, señoritas, señores graduandos, he descrito la guerra por el talento que viven hoy el mundo empresarial, y la economía global, en general.

No quiero terminar sin hacer dos llamadas de atención, dos advertencias, sobre consecuencias negativas de esa guerra.

Ya me referí al aumento en la desigualdad de los ingresos de la gente que la guerra está generando. La desigualdad está aumentando en Colombia; como está aumentando en los Estados Unidos, el país más rico del mundo; y como está aumentando en China, a pesar de su prodigioso crecimiento. La brecha está creciendo entre los profesionales competentes, los que son botín en la guerra por el talento, y los que quedan por fuera. Y esa desigualdad creciente no es solo un riesgo para la estabilidad política de las naciones, sino un problema moral para sus gobernantes y para todos los que tenemos éxito en medio de esta guerra.

Por otra parte, aún los triunfadores, los profesionales exitosos, los que tienen las competencias requeridas en el siglo XXI, van a encontrar obstáculos y desafíos delicados en sus caminos. La presión por el resultado y el éxito, el manejo simultáneo de la carrera propia y la del cónyuge, la movilidad geográfica y el desarraigo familiar, los cambios de trabajo, entre otras, son circunstancias que pueden tener efectos nocivos graves si no se manejan con sabiduría y equilibrio.

Vayan pues, Icesianos, por los caminos escogidos. En la Universidad esperamos que los valores fortalecidos y la capacidad de reflexión ética aquí desarrollada los acompañen siempre.

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