Discurso ceremonia de grado febrero 21 de 2009

Santiago de Cali, 21 de Febrero de 2009

Universidad Icesi-Dr. Francisco Piedrahíta Plata - Discurso Grados agosto 2008Dr, Francisco Piedrahita Plata
Rector, Universidad Icesi

Es para mí un honor especial estar presidiendo esta quincuagésima ceremonia de grados de la Universidad Icesi. Y me llena de satisfacción pensar que esta es la vigésima quinta ocasión en la que ocupo este podio.

Comparto la emoción y el orgullo que sienten tanto ustedes, queridos graduandos, como sus padres, cónyuges y demás familiares y amigos que los acompañan.

Hoy culminan estudios 125 nuevos profesionales, en ocho programas diferentes, y 224 personas más reciben sus grados de Maestría o de Especialización en diversos campos.

Reciban todos nuestras más efusivas felicitaciones. Unas muy especiales merecen los estudiantes que se gradúan hoy con Honores. Destaco entre ellos a Pilar Izquierdo y a Abdallah (pron) Salja por sus grados Magna cum laude; y a Andrés Felipe Hurtado por graduarse simultáneamente en Ingeniería Industrial y en Administración de Empresas, en ambos casos cum laude. Andrés Felipe, además, obtuvo, el año pasado, el tercer puesto en los ECAES de Administración, entre más de 10.000 estudiantes que los presentaron en todo el país.

Terminan ustedes sus estudios, queridos graduandos, en un momento muy especial de su Universidad; y en un momento muy difícil para la economía global.

En efecto, es un momento muy especial para la Icesi. Estamos celebrando este año el trigésimo de vida institucional y estamos adelantando un ambicioso plan de desarrollo originado en la trascendental decisión tomada en diciembre de 2003 por nuestro Consejo Superior: llevar gradualmente a la Universidad Icesi a convertirse en una entidad de excelencia que sirva a nuestra región y a la sociedad en los diversos campos del conocimiento.

En cuanto a la diversidad de campos, ya son 18 nuestros programas de pregrado. Nuestra más reciente incursión fue en las Ciencias Naturales: abrimos el semestre pasado programas de pregrado en Biología, Química y Química Farmacéutica; hemos incorporado a nuestro cuerpo de profesores un selecto grupo de académicos de Ciencias Naturales con alta formación y pasión por sus campos de conocimiento; y tenemos ya entre nuestros estudiantes a más de 100 jóvenes talentosos y entusiastas cursando el primer año de esas nuevas carreras.

De otro lado, esperamos recibir pronto la aprobación, por parte del Ministerio de Educación Nacional, para nuestro programa de Medicina. Ese programa lo ofreceremos en alianza con la Fundación Clínica Valle del Lili, quizá el primer centro de atención especializada en salud del país; y con CIDEIM, un centro de investigación en medicina tropical y enfermedades infecciosas de gran tradición y reconocimiento mundial el cual, para efectos del apoyo académico a nuestro programa, trasladó su operación a nuestro campus desde diciembre del año pasado. Para asegurar el buen funcionamiento de las nuevas Facultades de Ciencias Naturales y Salud, estamos construyendo un edificio de cerca de 10.000 metros cuadrados con las más altas especificaciones para la docencia y la investigación en esos campos.

En cuanto a la entidad de excelencia que siempre hemos querido ser, son muchos los pasos grandes y pequeños que damos continuamente. Hoy quiero destacar los relacionados con procesos de acreditación voluntaria de alta calidad. Estos procesos implican un compromiso institucional de autoevaluación y comparación con estándares elevados, propios y externos, con el propósito de mantener una cultura de mejoramiento continuo. Los procesos se completan con informes sobre las autoevaluaciones realizadas por la Universidad y con visitas de pares académicos, designados por entidades independientes, que vienen a verificar las condiciones de calidad de la institución o de sus programas, según lo expresado en esos informes. La entidad acreditadora toma entonces, con base en el reporte de los pares verificadores, la decisión de otorgar o no la acreditación de alta calidad. Como es sabido por muchos, la Icesi tiene acreditados todos los programas acreditables por el Ministerio de Educación, previo concepto del Consejo Nacional de Acreditación, el CNA. Hace dos semanas, precisamente, recibimos con mucho éxito la visita de tres profesores enviados por el CNA para la reacreditación del programa de Administración de Empresas.

Pues bien, la semana antepasada, después de año y medio de grandes esfuerzos por parte de un nutrido grupo de miembros de nuestra comunidad académica, completamos y presentamos al Consejo Nacional de Acreditación el informe de la autoevaluación que realizamos con el propósito de obtener la Acreditación Institucional. Este es un paso muy importante para una Universidad joven, como la nuestra. Hasta ahora han sido acreditados nuestros programas. Con este proceso buscamos la Acreditación de Alta Calidad para toda la institución. Seríamos la primera Universidad privada del sur occidente con ese reconocimiento.

Deseo, en esta ocasión, presentar un reconocimiento especial a José Hernando Bahamón, Director Académico de la Universidad, a Doris Tobón, Directora de la Oficina de Planeación Académica, y a su equipo de colaboradores, quienes lideraron el exigente proyecto y, con talento, laboriosidad, orden y buenas maneras, lograron que todos los demás participantes cumpliéramos nuestras tareas, exigiéndonos ir más allá de lo que demandaban las ya recargadas agendas de todos. Así hicieron posible que se completara el proceso dentro del plazo originalmente planeado. Extiendo ese reconocimiento a todos los que asumieron partes del trabajo de autoevaluación y a sus respectivos equipos de colaboradores.

Al mismo tiempo que se trabajó en la Autoevaluación Institucional, también a lo largo del último año y medio, el Decano, Doctor Héctor Ochoa, y todo el grupo de directivos, profesores y personal de apoyo de la Facultad de Ciencias Administrativas y Económicas estuvieron trabajando en el Plan de Acreditación Internacional de esa Facultad. Ese también fue un trabajo inmenso y muy demandante. El mes pasado recibimos la excelente noticia, por parte de la AACSB, de los Estados Unidos, la entidad acreditadora más importante y más reconocida del mundo en el campo de la Administración de Empresas, que el plan de la Facultad había sido aprobado. Ahora queda el reto de cumplir los ambiciosos objetivos de ese plan en los próximos dos años. Al final de ese periodo nos visitará una comisión académica internacional para verificar su cumplimiento. La nuestra sería la primera facultad acreditada internacionalmente por la AACSB, no sólo en Colombia, sino en la región andina.

Dije antes que este era un momento muy especial para la Universidad Icesi y uno muy difícil para la economía del mundo.

En efecto, muchos consideran que la recesión de la economía global, confirmada ya por las cifras de crecimiento negativo en los Estados Unidos, en Europa, en Japón y en varias economías emergentes, será la peor desde la profunda crisis de principios de la década del 30, en el siglo pasado. Y todo hace pensar que esa crisis va a afectar seriamente a la economía colombiana.

Es muy infortunado que la culminación de sus estudios, queridos graduandos, coincida con esta lamentable situación. Pero es muy probable que iniciar sus vidas laborales en estas épocas difíciles, aprender a nadar en aguas turbulentas, los fortalezca y los capacite para triunfar, una vez la situación se calme y la economía retome tasas de crecimiento satisfactorias. Es importante que como personas y como sociedad aprendamos de las experiencias difíciles; que entendamos los errores que nos llevan a situaciones como la actual, para tratar de evitar que se repitan. Es deplorable observar cómo las mismas fallas de personas e instituciones en los sistemas financieros del mundo llevan, recurrentemente, y cada vez con mayor frecuencia, a situaciones de crisis, unas más graves que otras.

Varios de ustedes reciben sus diplomas hoy en programas centrados en las finanzas; en pregrado, en especialización y en maestría; y otros más trabajan o trabajarán en el futuro en el sector financiero o en las áreas financieras de otro tipo de empresas. Nosotros, aquí en la Universidad, valoramos las Finanzas como componente fundamental de nuestros sistemas económico y social. Creemos, con Niall Ferguson, reconocido historiador inglés, autor de un libro reciente titulado “El ascenso del dinero”, que “lejos de ser el trabajo de meros parásitos que tratan de chupar la sangre a familias endeudadas o que apuestan los ahorros de viudas y huérfanos, la innovación financiera ha sido un factor indispensable en el avance del hombre de una subsistencia miserable a las vertiginosas alturas de la prosperidad material que tanta gente conoce hoy”. Creemos también, y continúo citando a Ferguson, que “la evolución del crédito y la deuda fue tan importante como cualquier innovación tecnológica en el ascenso de la civilización, de la Babilonia antigua al Hong Kong de hoy. Los bancos y el mercado de bonos proporcionaron las bases materiales para los esplendores del Renacimiento en Italia. Las finanzas corporativas fueron fundamentos indispensables para los imperios holandés y británico, así como el triunfo de los Estados Unidos en el siglo veinte fue inseparable de los avances en seguros, finanzas hipotecarias y crédito de consumo”.

Sin embargo, es ese mismo sistema financiero, cuyas innovaciones tanto valoramos, el que repetidamente nos lleva a situaciones críticas, que afectan negativamente a los países y empobrecen a sus pobladores.

Vivimos, por épocas, bonanzas que se convierten en periodos de abundancia y de excesos, seguidas de caídas abruptas, desgarradoras. En Colombia recordamos, como ejemplos, la de 1982 y la de 1999. En los Estados Unidos, la mayor economía del mundo, se destacan las de las asociaciones de ahorro y crédito a finales de la década de los 80; la conocida como burbuja de las “punto com” o de la tecnología, a principios de este siglo; y la que ahora vivimos. Todas esas crisis dejan más o menos víctimas, generan más o menos pérdidas y duran más o menos tiempo. Pero todas parecen estar causadas por factores comunes: excesos de codicia y cortoplacismo de directivos bancarios, incentivos perversos a funcionarios en las empresas financieras, reducción o eliminación de regulaciones, irresponsabilidad por parte de instituciones de control, falta de carácter de muchísimos actores y fraude y engaño por parte de unos cuantos.

La recesión actual, originada en los Estados Unidos, es la peor en muchas décadas: la de mayor alcance, por la cantidad de países y personas afectadas en el mundo; la de mayor impacto, por los daños económicos y de otra índole causada; y, probablemente, la más duradera. Los analistas aún debaten la magnitud del impacto que esa recesión global va a tener en Colombia, y su posible duración.

Dediquemos un momento a revisar lo que pasó. La crisis parece haberse originado en un exceso de liquidez en la economía estadounidense que llevó a muchas entidades a ver oportunidades de negocio en construcción y venta de vivienda, otorgando créditos con hipoteca sin mayor consideración a la real capacidad de pago de los receptores de esos créditos. Los directivos de los bancos hipotecarios, buscando talvez ganancias a corto plazo que les ayudaran a mantener o incrementar los absurdos bonos anuales a los que estaban acostumbrados, establecieron incentivos para que sus funcionarios colocaran los recursos disponibles con las solas garantías de los bienes; la demanda creciente por vivienda que así se generó, infló de manera desproporcionada los precios de la propiedad raíz, aumentando el riesgo de que, en caso de una caída de precios, las hipotecas no cubrieran el valor de los dineros prestados.

Esas hipotecas, que alcanzaron volúmenes gigantescos, tienen el nombre eufemístico de hipotecas “subprime”, que podríamos traducir talvez como hipotecas sub-óptimas; otros las llaman, talvez más correctamente, “hipotecas basura”. ¿Y cómo se globalizó un problema de hipotecas malas otorgadas por bancos norteamericanos? Pues porque esas hipotecas fueron compradas, partidas en pequeñas porciones y reempaquetadas creativamente por otras entidades financieras movidas también por la búsqueda de utilidades a corto plazo. Además, de esa manera les daban, a los bancos emisores originales de las hipotecas, fondos nuevos para mantener la capacidad de seguir prestando. Los nuevos paquetes llamados, de manera más bien oscura, “obligaciones de deuda colateralizada” se vendieron a centenares de bancos e inversionistas de todo el mundo, quienes, muy probablemente, no entendían lo que estaban comprando; pero se convertían, en forma automática, en co-financiadores de viviendas de estadounidenses sin capacidad de pago.

Para hacer las cosas más difíciles, el desmesurado aumento en el valor de la propiedad raíz en los Estados Unidos y la amplia disponibilidad de crédito llevó a la gente a refinanciar sus viviendas, aumentando aún más el volumen de hipotecas problemáticas.

Al cabo de uno o dos años de algo parecido a un periodo de gracia las tasas de interés de las hipotecas basura subían unos puntos. En ese momento comenzaban los deudores a incumplir sus pagos.

Con el tiempo, los efectos de esos incumplimientos fueron haciéndose más notorios, la demanda de vivienda disminuyó, los precios de la propiedad raíz comenzaron a caer, las hipotecas no podían cubrir los valores de los préstamos no pagados, los balances de los bancos comenzaron a deteriorarse. A mediados del año pasado, el fuego de la insolvencia comenzó a avanzar como por una mecha cubierta de pólvora que pasaba por todas las entidades financieras.

De un momento a otro, el círculo aparentemente virtuoso del crédito fácil y barato, utilidades en los libros contables de los bancos, bonos multimillonarios para sus ejecutivos, mayor valor de las viviendas, créditos de consumo respaldados por ese mayor valor, más ventas y más utilidades para todas las empresas se reventó. Y fue reemplazado por una espiral perversa de quiebras de bancos, pérdidas de sus viviendas y de otros activos por los compradores, baja en la demanda de bienes y servicios, caídas en ventas y utilidades de las empresas, desplomes en los precios de las materias primas que exportan los países en desarrollo, caídas de las bolsas de valores, despidos, desempleo, empobrecimiento general.

El mundo se pregunta: ¿cómo puede fallar de forma tan protuberante el sistema financiero más avanzado, más sofisticado del mundo? ¿Ese que los demás países tratan de copiar?

Creo que, como sugerí antes, se trata de una combinación de errores de instituciones y de personas. Errores que van desde falta de prudencia hasta fallas morales protuberantes. Ya mencioné ese “cocktail” venenoso de impulso a la codicia con incentivos perversos en las entidades bancarias: para los directivos, bonos en dinero y en acciones francamente estrafalarios por los resultados de corto plazo de sus empresas; y para los ejecutivos y vendedores que estaban al frente de las operaciones, comisiones por colocar dineros, en forma de préstamos hipotecarios, sin preocuparse por la real posibilidad de recuperar esos dineros.

El mismo tipo de incentivos perversos se ofrecían a Directivos, a diseñadores de productos derivados como las “obligaciones de deuda colateralizada” y a colocadores de esos productos que trabajaban para empresas de banca de inversión o de bolsa.

¿Y qué pasó con las entidades de control? En el sistema financiero las hay privadas y oficiales.

Las más importantes en este caso, entre las privadas, son las “calificadoras de riesgo”. Firmas como Moody’s, Satandard & Poor’s y otras avalaron con altas calificaciones, no sólo a las entidades emisoras sino a las mismas “obligaciones de deuda colateralizada”. ¿Por qué no vieron, en sus análisis, los problemas existentes? o ¿por qué callaron?
Incentivos equivocados, otra vez, constituyen parte del problema: el trabajo de esas firmas es pagado por los mismos bancos cuyos niveles de riesgo deben evaluar; una época de bonanza y de enormes honorarios produce cierta complacencia y poco interés en sacar cadáveres de los closets.

La entidad clave para la vigilancia del sistema financiero, entre las oficiales de los Estados Unidos, se conoce como “Securities and Exchange Commission”, que significa “Comisión de Valores e Intercambio”. ¿Tampoco vieron ellos nada en sus análisis? ¿O callaron lo que vieron? En este caso, también tienden a producirse conflictos de interés: es práctica común que los funcionarios que supuestamente vigilan, salgan después, contratados por las firmas supuestamente vigiladas; una puerta giratoria entre el sector público y privado que, si no tiene restricciones mínimas, puede ser muy dañina.

Ese mismo fenómeno de callar o no querer ver está muy bien descrito en uno de mis cuentos favoritos; uno famoso del gran escritor danés del siglo XIX Hans Christian Andersen. “El nuevo traje del Emperador” narra cómo dos bribones que se hacen pasar por sastres de alta costura aprovechan la debilidad de carácter de un gobernante vanidoso, y la de sus ministros y súbditos, para enriquecerse en pocos días. Ofrecen fabricar un traje para el Emperador con los materiales más finos jamás imaginados. No sólo tendría colores magníficos y diseños bellísimos, sino la peculiar propiedad de hacerse invisible a toda persona que no estuviese capacitada para el cargo que desempeñaba o que fuese excepcionalmente tonta. Obviamente, todo era una farsa; pero los bribones lograron que todo el reino oyera y creyera la farsa.

El cuento termina cuando, por fin, un niño denuncia la completa desnudez del Emperador cuando este desfila por las calles, estrenando su supuesto traje y pretendiendo ver, tanto él como sus ministros y seguidores, las bellezas del tejido. De esa manera, creían ocultar su ineptitud o su estupidez.

Como en el cuento de Andersen, en el sistema financiero, ya no sólo de Estados Unidos, sino del mundo, nadie notó nada; todos veían un traje bellísimo cuando transaban viviendas infladas, hipotecas basura, “obligaciones de deuda colateralizada” que no entendían; las entidades de control aseguraban que veían los finos materiales del traje del Emperador en los papeles que certificaban; y les daban calificación Triple A, la de mínimo riesgo. Y… el Emperador iba desnudo.

Es muy difícil entender cómo un sistema financiero que atrae a muchas de las personas más talentosas del mundo pueda tener un comportamiento tan torpe, en lo intelectual y en lo moral, por tanto tiempo.

Pero, como hemos visto, todas las instituciones que han hecho parte del sistema están plagadas de conflictos de interés y de objetivos contradictorios. Y las personas, en todas partes, somos mucho más débiles de lo que creemos y quisiéramos ser. Muchísimas veces nos movemos más por nuestros intereses individuales y nuestras pasiones que por lo que nos indicaría nuestra racionalidad; y terminamos causando daño intenso a nosotros mismos y a los que nos rodean.

El “cortoplacismo” y la búsqueda del dinero fácil no son exclusivos de esa cultura maldita que en Colombia heredamos de los narcotraficantes. Las pirámides, su expresión más reciente, pueden prosperar, dadas ciertas condiciones, en cualquier sociedad. El fenómeno de las hipotecas basura constituyó una pirámide compleja y global.

Aquí en la Icesi, en nuestras clases de “Ética y organizaciones” tratamos de aprender a confrontar dos problemas de ética empresarial, dos tipos de decisión: en el primero, sabemos lo que está bien hacer y necesitamos tener el coraje, el carácter bien formado para hacer eso, lo que se debe hacer; enfrentamos allí la debilidad de nuestra voluntad. En el segundo, debemos decidir entre dos cosas aparentemente correctas, pero mutuamente excluyentes; debemos tener la capacidad de reflexión para aclarar los caminos alternos y escoger el que más conviene.

Las dos situaciones son diferentes; pero ambas son difíciles. Las dos clases de situaciones se presentan en nuestra vida laboral con mucha mayor frecuencia de la que reconocemos. De las dos clases de situaciones están plagadas las historias de los hechos que condujeron a la actual crisis financiera mundial. De los aprendizajes que saquemos como personas, como empresas y como Estados de esta dolorosa situación, va a depender su no recurrencia. Tenemos que reconstruir instituciones y formar mejores caracteres.

En épocas económicas difíciles, como la que ahora vivimos, nos corresponde a todos, queridos graduandos, redoblar esfuerzos para mitigar la escasez, superar los obstáculos y encontrar las oportunidades.

Confiamos en que esos esfuerzos redoblados tonifiquen sus espíritus y fortalezcan sus capacidades de reflexión ética. Confiamos en que ustedes van a brillar profesional y moralmente en la sociedad que ahora los recibe como miembros productivos.

Muchas gracias.

Volver
Ir Arriba