REFLEXIONES

La anterior lectura es un claro ejemplo de lo errado que pueden llegar a ser nuestras creencias e ideologías no solo a nivel personal sino para un pueblo entero. Que en el siglo XIX los más ilustres personajes estuvieran dedicados a demostrar que el tamaño del cerebro o de la cabeza fuese indicador de la capacidad intelectual de las personas y que además las cifras así lo comprobaran prueba que la ciencia, al ser desarrollada por personas se equivoca pero aprende y avanza. De la contundencia de los resultados de estos estudios y de las mentes que los realizaban de desprendía cierta certeza y credibilidad sobre el tema que seguramente hacía que el pueblo asumiera esto como una verdad y lo hiciera parte de sus creencias. Afortunadamente el tiempo ha pasado, la ciencia ha evolucionado a grandes pasos y ha demostrado lo equivocado de estos estudios y sus ideas. Como consecuencia de esto tenemos entonces que aunque un determinado estudio científico, político, económico o de cualquier naturaleza parezca muy convincente tanto por sus autores como por sus resultados, siempre debe existir un grado de incertidumbre, no podemos tomarlo y asimilarlo como la verdad absoluta como algunas organizaciones y personajes generalmente lo quieren hacer creer. Una de nuestras principales cualidades como seres pensantes que habitamos este mundo es el sentido de la relatividad. La verdad absoluta no existe, el mundo cambia y nuestras ideas y creencias debe evolucionar también en este sentido, no podemos ser seres de mentes estáticas en un mundo dinámico.