Author: Andres Lopez Astudillo
Â
LAS INCIDENCIAS DEL PARO EN LOS INGENIOS
Después de muchos años de paz laboral, el conflicto y el cese de actividades volvieron a darse en el Ingenio del Cauca, Incauca, el más grande e importante del paÃs. AllÃ, el 25 de mayo de 2005, comenzó la serie de paros escalonados que se extenderÃa a siete ingenios más con la parálisis de unos once mil corteros en total. Â
Adolfo Tigreros, quien en primer momento, y en representación del MOIR, asesoró e impulsó el movimiento de los corteros de Incauca, cuenta que la agitación y las manifestaciones de inconformidad se habÃan iniciado desde mediados de 2004 en el municipio de Florida. El deterioro del precio del corte de caña (hacÃa tres años estaba congelado), los casos de malos tratos de los supervisores de campo, y la reiterada violación de sus derechos por parte de los contratistas y los “dueños” de las cooperativas, con alguna complicidad de los mandos medios de los ingenios, fueron los temas que azuzaron las protestas.
La última semana de mayo el ingenio suspendió labores para hacer tareas de mantenimiento, y eso fue aprovechado por los corteros para programar reuniones, incrementar la actividad de convencimiento a los apáticos al movimiento de protesta, y para difundir sus razones en los medios de comunicación. La CUT emitió un comunicado público en el que denuncia a los contratistas y a la empresa por el trato y la situación de los corteros. Dice en un aparte: “… son empresas con fachada de cooperativas asociativas se crean en el ingenio, siendo sus mismos dueños las directivas de la empresa. Luego el señor Barona (un mando medio de la empresa), cobra una especie de vacuna por el favor. Permite que los contratistas abusen con el sueldo devengado, las prestaciones, la afiliación al seguro social y pensiones, y les niegan el derecho a cajas de compensación”.Â
El primer dÃa, muy de mañana, los lÃderes del movimiento se tomaron los buses que llevaban los corteros al campo, y los llevaron al sitio de concentración para empezar el paro. Y una vez iniciado se dieron a la tarea de visitar alcaldes y polÃticos de la región en busca de apoyos, y solicitaron la asesorÃa a la Central Unitaria de Trabajadores, CUT Valle, que desplazó como asesores en la negociación a Diego Escobar y Otoniel RamÃrez, el primero presidente y el segundo asesor  de la central sindical.
“La negociación con la gerencia de Incauca fue intensa -recuerda Adolfo Tigreros-. Fueron jornadas de doce y catorce horas a punta de gaseosa y empanadas, en las que hubo una discusión amplia en el contexto de la situación del sector azucarera, tanto de los obreros como de la empresa. Una dificultad fue que ésta no tenÃa mucho conocimiento sobre el funcionamiento de las cooperativas, porque eso estaba en manos de los contratistas.
La pretensión de los corteros de que la empresa los vinculara directamente, que se eliminaran los contratistas y las cooperativas, fue el punto más discutido en las negociaciones. Cuarenta horas les tomó discutirlos. Pero en ese punto la empresa no cedió, con el argumento de que la contratación directa rebajaba la competitividad de la agroindustria azucarera, y que no era viable en una situación de revaluación del peso, de sobreoferta en el mercado mundial y las perspectivas del TLC. En otras palabras, la empresa confesaba que el recurrir a los contratistas y las cooperativas les rebajaba importantes costos de producción, a los cuales no iba a renunciar.
Lo que sà aceptó, y constituyó en últimas la principal conquista del paro de los corteros, fue que se eliminaran las cooperativas existentes y se fundaran otras nuevas bajo la dirección de los propios corteros. La empresa les garantizarÃa, a través de las ofertas mercantiles, un determinado cupo de caña para cortar en el año, igual al que les concedÃa a las cooperativas anteriores, siempre y cuando cumplieran los parámetros de calidad del corte exigido por la empresa. Esta también se comprometió a capacitar a los corteros en asunto cooperativos y nociones elementales de administración de empresas, para que conocieran el sistema y formaran sus propias cooperativas. El curso duró dos meses.
Como conquista importante en materia económica, los corteros lograron la eliminación del descuento por materia extraña y el aumento de mil pesos por tonelada cortada. Asà que para estar en el salario mÃnimo un cortero debe hacerse tajo y medio por lo menos, o sea cortar tres toneladas. También fueron atendidas sus denuncias por lo que consideraban “irregularidades” en el pesaje de la caña, porque se estaba dando que la misma cantidad de caña pesaba menos de lo que tradicionalmente habÃa pesado. La empresa aceptó que una comisión conjunta de corteros y la empresa hicieran durante dos meses un seguimiento de esa situación y corregir errores. Sin embargo, eso no ha ayudado a mejorar el peso de la caña. La empresa muestra los registros de la báscula, y ahÃ, dice, no hay ningún error porque es la misma báscula que usan para pesar el azúcar que sale del ingenio.
“Para nosotros el error está en el software -dice Vitorino Caicedo, gerente de la CTA Real Sociedad-. Porque no tiene explicación que un tajo pese hoy menos de lo que pesaba antes. Uno sabe qué es lo que corta y el peso no nos cuadra”.
En cuento a la seguridad social y las prestaciones, la empresa reconoció lo que está establecido en la ley, y el pago de las mismas va incluido en el precio global de la tonelada. Por cada tonelada la empresa le reconoce a la cooperativa cerca de 9 mil pesos. De ahà se le da al cortero $4.850 por el servicio del corte (que se llama bonificación y no salario) y el resto se utiliza para cubrir los siguientes aspectos: el transporte, que debe contratarlo la cooperativa y por ello la empresa le reconoce 596 pesos por tonelada; las primas de mitad y final de año, que en el lenguaje cooperativo se llaman compensaciones semestrales (el 8.33% del total); las cesantÃas, llamadas compensación anual (8.33%); los interés de estas (1%); vacaciones, llamadas compensación por descanso (4.17%). El resto para salud (11.25%), pensiones (8%) y ARP (1.04%).
Pero en Incauca la empresa se reservó la administración de la cooperativa, exigió que la parte operativa la realizara una cooperativa de segundo nivel con la que contrata algunos servicios administrativos. Y también asumió directamente la dotación de la ropa y los implementos laborales de los corteros, tres al año, cada una compuesta de pantalón, camisa y botas de cuero, 3 pares de guantes (en el pliego los corteros solicitaron 12), 4 machetes (solicitaron también 12), 4 limas, 2 dulceabrigos, una canillera y una funda de machete.
Incauca fue el único ingenio donde la administración y dotación de implemento los asumió directamente la empresa, porque en los otros ingenios el arreglo fue distinto: quedaron incluidos en la oferta mercantil como obligación de la cooperativa, por lo que éstas reciben un porcentaje adicional en el precio global de la tonelada. Eso para Nelson Amaya, directivo de la CUT Valle, fue de alguna manera otra conquista del movimiento huelguÃstico, pues el abrir una oficina externa para atender esos asuntos implica por parte de la empresa el reconocimiento de un vÃnculo laboral, que le abre la puerta a la contratación directa.
“Es un hÃbrido jurÃdico -sostiene Amaya-. Es un acuerdo firmado sobre la base de que el patrón es el ingenio, de que las cooperativas tienen autonomÃa limitada, y eso en el fondo le da garantÃas polÃticas al trabajador, le puede reclamar al ingenio su vinculación directa. Por eso ese modelo de negociación no se replicó en los otros ingenios. Se avisaron y corrigieron el error.
Los otros paros
A los pocos dÃas del acuerdo en Incauca, estalló un segundo paro en el ingenio PichichÃ, donde los corteros, sin la asesorÃa de expertos en el tema laboral y sindical, pararon sus actividades y presentaron a la empresa un pliego petitorio que fue prácticamente el mismo que se presentó en Incauca, con la salvedad de que en Pichichà los corteros renunciaron de entrada a discutir el tema de su vinculación directa al ingenio, y adoptaron la solución de organizarse en cooperativas dirigidas por ellos mismos. Y esa renuncia desvirtuarÃa de ahà en adelante la lucha por lograr la contratación directa, que es, o por lo menos debe ser, la principal reivindicación de los corteros de la agroindustria vallecaucana. Después del arreglo en Pichichà la consigna de la contratación directa ya no se pudo retomar en los otros ingenios.
Otra novedad del acuerdo en Pichichà fue que la empresa le dio total autonomÃa a las cooperativas, es decir, prefirió entregar un sobrecosto por tonelada y que las cooperativas asumieran la administración y la dotación de implementos de trabajo. En puntos como la capacitación en administración y cooperativismo para los corteros dirigentes, el precio del corte, la eliminación del descuento por materia extraña, la verificación del pesaje, la seguridad social y garantÃas de estabilidad, el acuerdo en Pichichà fue, con muy leves variaciones, similar al logrado por los corteros en Incauca.
El tercer paro se presentó en Central Castilla (cinco dÃas), y de ahà en delante de manera escalonada hubo paros en los ingenios la Cabaña (siete dÃas), Providencia (cuatro dÃas), Central Tumaco (veintiún dÃas), Manuelita (nueve dÃas) y por último Mayagüez (cinco dÃas). En todos ellos los corteros tuvieron asesorÃa de la CUT Valle y del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Caña de Azúcar de Colombia, Sintracañaizucol, filial de la CUT. Y en todos los corteros consiguieron prácticamente las mismas reivindicaciones de PichichÃ. Hubo sà en algunas logros particulares, como que la empresa hiciera una jornada anual de recreación para todos los corteros, que se dispusiera de una ambulancia para casos de accidentes, o el aval de créditos bancarios para que los gerentes y directivos de las cooperativas adquirieran motocicletas.
“Suena como un contrasentido que Sintracañaizucol -dice Fanor Camacho, presidente de Sintracañaizucol- se haya metido a liderar el proceso de las cooperativas de los corteros. Pero partimos de la base de que son trabajadores y tenemos con ellos una responsabilidad, asà no estén sindicalizados,  independientemente del modelo de contratación que les hayan impuesto. Eran en ese momento seres humanos en una situación de explotación desesperada, y habÃa que ayudarles. No nos gustan las cooperativas, y eso lo dejamos claro a los empresarios”.
Por su parte, Javier Gutiérrez RodrÃguez, secretario de relaciones públicas de Festralva, federación de la CTC en el departamento del Valle, juzga de una manera distinta la intervención de la CUT en el movimiento de los corteros:
“La CUT -dice- asesoró a los corteros sin importarle si habÃa sindicatos de la CTC constituidos; y no se puede organizar desorganizando, desconociendo los otros sindicatos. Lo correcto hubiera sido que hubieran planteado primero el tema a la CTC y el problema se hubiera arreglado sin tener que ir a paros”.
Los ingenios donde no hubo paro de actividades fueron San Carlos, Riopaila, Carmelita, MarÃa Luisa y Risaralda, todos localizados al norte del Valle, excepto el último, que se encuentra en el municipio de La Virginia, departamento de Risaralda. Y no lo hubo porque allà los sindicatos de base, filiales de la CTC, llevaron la representación de los corteros y antes de que estallara el conflicto lograron acuerdos con la empresa, los contratistas y los gerentes de las cooperativas. Fueron acuerdos similares a los logrados en los ingenios donde sà hubo paro, aunque no con todas las reivindicaciones. Fue menor, por ejemplo, lo logrado en el tema del transporte, dotación y herramientas.
La Cabaña, un caso especial
La Cabaña es un ingenio pequeño, de propiedad de los descendientes de la familia judÃa que lo fundó a mediados del siglo pasado, y con una historia conflictiva en su relación con sus trabajadores, por la polÃtica abiertamente antisindical de la empresa, que en los últimos años se ha visto reflejada en el adelgazamiento dramático de Sintracañaizucol, el sindicato de industria. De 421 trabajadores que éste tenÃa en el 2003, pasó a tener 95 en el 2005. Además es una empresa que ha tenido sanciones del Ministerio de Trabajo por incumplimiento de sus obligaciones laborales.
El paro allà se dio a mediados de julio, y fue distinto a los otros porque la posición de la empresa fue inflexible a las protestas de los corteros. Por el contrario, apoyó a los directores de las cooperativas que prestaban el servicio de corte de caña en el ingenio, los mismos que antes habÃan prestado ese servicio como contratistas, contra los cuales iban dirigidas las protestas de los corteros. La empresa los llamó a decirles que desmontaran las cooperativas y siguieran mejor trabajando como contratistas. Por otro lado bloqueó a Cootrafuerza y Cootracorcaña, las dos cooperativas que con la asesorÃa de la CUT organizaron los corteros que dirigieron el paro. Les puso trabas de orden burocrático, como fue declarar que ninguna de las dos cumplÃa con la documentación y los requisitos exigidos por la empresa.
Además la empresa incumplió los acuerdos que hizo con los corteros tras el paro de julio, por lo que éstos debieron ir a un segundo paro en septiembre, que fue reprimido violentamente por la fuerza pública, con saldo de 14 heridos, algunos de bala, más de 100 contusos y 16 trabajadores detenidos. Para romper la unidad del paro la empresa hizo una sistemática campaña a través de volantes y avisos públicos, en los que descalifica las dos cooperativas asesoradas por la CUT e invita a los corteros a que se vinculen a las empresas de los contratistas, que son las únicas con las cuales tiene contratos vigentes, lo que provocó el desmantelamiento de ambas cooperativas. Por eso La Cabaña es el ingenio que menos CTA tiene hoy dÃa, apenas dos que se formaron con la venia de la empresa.
Proliferación de las CTA
Una sugerencia que hicieron los asesores de la CUT a los corteros fue que no cayeran en el error de crear muchas cooperativas, como antes, sino que trataran de conformar pocas. Una sola integrada por todos los corteros de un ingenio hubiera sido lo ideal, porque eso no sólo les hubiera dado más poder de negociación ante la empresa sino que hubieran evitado dispersión de esfuerzos, habrÃan obtenido beneficios de la economÃa de escala y disminuido costos de administración. Pero los ingenios fueron de la idea contraria e impulsaron abiertamente la fundación del mayor número de cooperativas posible.
Diego Escobar, de la CUT, anota al respecto:
“Cuando con el paro los corteros rompieron el control que tradicionalmente la empresa tenÃa sobre ellos a través de los contratistas y los gerentes de las cooperativas, los empresarios no vieron otra forma de retomar ese control que azuzando a los corteros para que fundaran muchas cooperativas, con la idea de dividir para reinar. Entre más haya más dispersos están los corteros y eso es mejor para la empresa. Para eso aprovecharon los cursos de capacitación que les dieron y los orientaron y estimularon a crear cooperativas. Asà fue que en un ingenio como Manuelita, donde inicialmente se planteó la fundación de seis cooperativas, estas han llegado a ser  más de veinte, para afiliar a 1.500 corteros. En Incauca hay ocho cooperativas para 2.400 corteros, en ingenio Providencia hay diez para 1.300, y en Central Castilla hay veinte para 1.650 corteros. Hay cooperativas de hasta 40 corteros, que son fácilmente manipulables por las empresas”.
Por su parte, Juan Andrés Cambindo, de la CTA La MarÃa, señaló lo siguiente acerca de la desbocada proliferación de cooperativas en los ingenios:
“La empresa fue llamando uno por uno los gerentes de las cooperativas y empezó a llenarles la cabeza de cuentos. Les dijo que organizaran cooperativas con sus compañeros, que no atendieran a los sindicalistas de la CUT. Entonces la gente fue aflojando. El que intentara organizar algo o le vieran Ãnfulas de protesta, lo llamaban al orden”.
A ese respecto, Diego Escobar añade que en algunos ingenios los corteros que impulsaron el paro fueron objeto de impedimentos para conformar cooperativas. Un caso diciente ocurrió en el ingenio Castilla, donde a Fabio Bastidas y Arly Mosquera, al momento de fundar una cooperativa, les exigieron una póliza por $15 millones, exigencia que a otras antes no les habÃan hecho. O está el ya conocido caso de La Cabaña, donde la empresa prefirió volver a revivir el sistema de contratistas que permitir que los corteros formaran cooperativas.Â