Cuando pensamos en abejas, solemos imaginar enjambres ruidosos, miel y flores. Pero, ¿sabías que las abejas también pueden recordar olores, aprender de sus experiencias y tomar decisiones basadas en recompensas? En el seminario número 5 de nuestro proyecto, dirigido por la profesora Angie Guañarita, exploramos justo eso: cómo funciona la memoria de recompensa en abejas sin aguijón.
🌸 Aprender con el olfato
La profesora Angie Guañarita, bióloga e investigadora del equipo, nos compartió su experiencia en neurobiología de abejas nativas. Explicó que estas abejas —como Tetragonisca angustula o Nanotrigona mellaria— aprenden a asociar ciertos olores florales con recompensas como el néctar. Cuando una flor huele bien y ofrece buen alimento, la abeja vuelve. Y vuelve. Y vuelve. Eso se llama fidelidad floral.
Este aprendizaje no es trivial: involucra neuronas, receptores olfativos y hasta la expresión de genes como neuroliginas y neurexinas, los mismos que participan en nuestra propia memoria. Como intervino Juliana Rengifo, una de las profesoras del proyecto, durante la discusión: “Somos más parecidos de lo que creemos”.
🧠 ¿Pero cómo recuerdan?
La memoria de estas abejas puede ser de corto, mediano o largo plazo. Si el olor de una flor va acompañado de un néctar valioso, esa información se guarda con más fuerza. En el laboratorio, este comportamiento se entrena presentando estímulos olfativos junto a azúcar, observando cómo la abeja responde. Si repite la respuesta sin necesidad del azúcar, significa que ya asoció.
Buena parte del conocimiento disponible hasta ahora proviene de estudios con Apis mellifera, la abeja europea común. Sin embargo, las abejas nativas sin aguijón —como Tetragonisca angustula (conocida como angelita) y Nanotrigona mellaria— han sido poco investigadas en términos de memoria olfativa y cognición.
En ese vacío, el trabajo desarrollado por Angie Guañarita, junto con la profesora Juliana Rengifo durante su investigación de maestría, ha sido clave. Demostraron que estas especies nativas también expresan genes relacionados con la memoria a largo plazo, como neuroliginas, neurexinas y receptores de glutamato, después de entrenamientos olfativos. Esto sugiere que las abejas sin aguijón no solo pueden aprender por asociación, sino que podrían tener capacidades sensoriales más sofisticadas en contextos urbanos donde el olfato es clave para orientarse.
Y no solo recuerdan: también comunican. Una abeja que encuentra una buena fuente de alimento puede informar a sus compañeras. Así, el conocimiento individual se convierte en inteligencia colectiva. Es en ese cruce entre biología, comportamiento social y tecnología que nuestra huerta busca intervenir.
🏙️ ¿Y qué tiene que ver esto con la ciudad
Mucho. En entornos urbanos como Cali, donde desarrollamos nuestra huerta-laboratorio, las abejas sin aguijón enfrentan desafíos únicos. Una de las hipótesis discutidas en el seminario es que, al tener menor agudeza visual que las abejas melíferas, estas especies nativas dependen más del olfato para orientarse y tomar decisiones durante el forrajeo. Eso las hace especialmente sensibles a la contaminación olfativa: productos de limpieza, agroquímicos, combustibles, perfumes urbanos.
Como dijo Angie Guañarita: “Estas abejas detectan olores a niveles que nosotros ni percibimos, y si pierden su referencia olfativa, pueden desorientarse y no volver a su flor, ni a su colmena”.
Este fenómeno se agrava con el cambio climático. El aumento de las temperaturas, los cambios en los ciclos de floración y la alteración en la composición química de los olores florales hacen que la tarea de encontrar alimento —guiada principalmente por el olfato— se vuelva más incierta. Además, en ciudades cada vez más calientes y contaminadas, los olores naturales se mezclan o diluyen con otros artificiales, afectando la capacidad de las abejas para navegar su entorno.
Lo que para nosotros puede parecer un aroma de detergente, para una abeja puede ser un obstáculo invisible que bloquea su ruta habitual, interfiere con su aprendizaje o interrumpe su ciclo de polinización. En ese sentido, comprender cómo las abejas aprenden, recuerdan y se orientan es también una manera de anticiparnos a los efectos ecológicos del cambio climático.
Porque proteger a las abejas no es solo conservar una especie: es cuidar los seres que sostienen la vida en la ciudad y en el planeta, para que puedan prosperar desde sus formas. En el caso de las abejas, su memoria olfativa.
Este seminario nos dejó con más preguntas que respuestas. Y eso es lo mejor que puede pasar cuando se aprende en colectivo.
¿Te imaginabas que una abeja pudiera guardar memoria olfativa de una flor por tanto tiempo?