Crónica del seminario de articulación comunicativa del 28 de mayo de 2025
“No estoy preocupada… estos también son datos.”
La voz de la profesora Paola Olaya resonó con firmeza mientras compartía en pantalla el devastador efecto de una plaga en la huerta universitaria. Larvas comiéndose las hojas “de lo más delicioso”, como dijo con ironía. Un panorama que, más allá de lo agrícola, activó una reflexión: ¿qué significa comunicar un laboratorio vivo cuando no todo sale como esperamos?
En esta sesión del equipo del proyecto, no hubo ponentes invitados ni discusión teórica: hubo manos en la tierra, pantallas compartidas, fotos, ideas y, sobre todo, construcción colectiva. La agenda giró en torno a la estrategia de comunicación del proyecto, que va más allá de divulgar lo bonito: se trata de contar el cuento completo, con sus éxitos, sus preguntas y también sus plagas.
Comunicar no es solo informar: es narrar lo vivo
Valentina Moreno mostró los avances en la plataforma del blog, que ya empieza a tomar forma como la bitácora del proyecto. Allí se entrelazarán seminarios, testimonios (como el de don Javier y su experiencia con las abejas), entradas sobre la vida de la huerta, glosarios sobre términos técnicos y fotohistorias.
Pero pronto quedó claro que comunicar este proyecto exige más que escribir entradas: implica construir un lenguaje común, visible, comprensible y situado. Por eso surgió la idea de una señalética sensible: etiquetas informativas en las colonias, camas, túneles, y también en los lugares inesperados donde anidan las abejas silvestres del campus. Porque las historias no están solo en las cajas de observación, también se esconden en muros de ladrillo, vigas de madera y colonias urbanas invisibles.
¿Cómo contar los experimentos sin perder lo humano?
Uno de los grandes retos que se discutió fue cómo traducir los experimentos —como los realizados con estudiantes sobre altura de plantas, sensores IoT y biocontrol— en relatos comprensibles. La solución: recurrir al poder de los gráficos, videos y asociaciones inesperadas (biología + matemática, sensores + historias de vida).
Los estudiantes que apoyan el proyecto desde clases o de forma voluntaria también son protagonistas. Están sembrando, midiendo, graficando… pero también aprendiendo a contar lo que hacen. Y desde esa experiencia, surgió otra propuesta: visibilizar sus voces, no como apéndice, sino como parte esencial del laboratorio vivo.
Soñar en grande (y hacia afuera)
El cierre fue una provocación de Robin Castro: no basta con hablarle a la comunidad interna. ¿Qué queremos que el mundo sepa de este proyecto? ¿Cómo nos proyectamos como investigadoras, como universidad, como referente regional?
Las ideas comenzaron a fluir: participar en la Semana de la Biodiversidad, crear una muestra itinerante (como la de Gigantes Perdidos), establecer alianzas con el Instituto Humboldt o Agrosavia, e incluso montar un stand en el zoológico de Cali. Porque lo que se gesta en esta huerta puede tener impacto nacional e iberoamericano, si se cuenta bien.
“Cultivar sin pesticidas no es solo una práctica, es un relato. Y estamos aprendiendo a narrarlo, con hojas comidas, gráficos caseros, estudiantes curiosos, y abejas que nos enseñan sin palabras.”