Afectos entorno a la uva.
“¿Cuánto nos da el uvalito? Nos da para pagarle la cotica que en este momento está 15 millones de pesos, cada 4 meses nos da el uvalito. Si nos va bien. Para mí es una bendición (…) pero la uva es muy agradecida. Gracias a la uva todos tienen casa, tienen sus moticos, sus carritos”
- Doña Mery
El fragmento anterior refleja los afectos y arraigos que se pueden llegar a tener en el campo, complejizando su análisis y resaltando la importancia de conocer las historias de vida de quienes lo habitan. Para poder realizar esta quinta salida de campo contamos con la ayuda de Eliana, quien semanas posteriores nos había comentado que su abuela conocía a una familia que cultivaba uva en Toro, y esto permitió que pudiéramos concretar una visita para que todo el equipo pudiera hablar con dicha familia. Finalmente, esta salida se pudo realizar el 26 de junio. Ese día llegamos en horas de tarde a la dirección que Eliana nos había indicado.
Al llegar nos encontramos con un cultivo conformado por 500 palos de uva. La dueña, es decir, doña Mery, es una mujer que tiene el cargo de concejala de Toro desde hace más de 10 años, y gracias a los honorarios que le fue dejando ese cargo es que ella pudo obtener el terreno en donde tiene su plantación de uva. Este cultivo lo administra junto a su esposo y cuentan con el apoyo de Alfredo, quien es su trabajador más cercano, y debido a esto le han asignado la labor de llevar el seguimiento a todos los procesos productivos de la finca (plantación, cosecha y distribución).
Al momento de sentarnos a hablar sobre el cultivo tuvimos como participantes a doña Mery y a Alfredo, con quienes fuimos entablando la conversación alrededor de una serie de preguntas preestablecidas que fuimos moldeando y diseñando con nuestras experiencias de las anteriores salidas de campo. En medio de toda la conversación pudimos conocer los cuidados y prácticas que Alfredo tiene con el cultivo, y su constante compromiso con la preservación de este, ya que la uva no solo representa una fuente de ingresos, sino que también es el reflejo de todo un legado familiar. El cual comenzó hace más de 12 años cuando doña Mery y su esposo le compraron la tierra a un tío de él, y a partir de ahí trataron de sacarle provecho con la ganadería, cosa que no resulto muy bien por lo que optaron por intentar plantar uva, y desde ahí la vida de ella y su familia cambio. Ella nos empezó a afirmar que la uva permitió que tanto sus hijos como ella pudieran salir adelante, motivo por el cual se genero una red familiar en torno al cultivo de uva, en donde cada miembro hoy en día tiene terrenos dedicados a esta labor.

Y es precisamente el concepto de progreso ligado al cultivo de uva el que permite entender porque doña Mery nos repetía constantemente que ella vive muy agradecida con la uva, llegando al punto en el que con mucha seguridad en su rostro nos aconsejó comprarnos un terreno y sembrar uva. “La uva es muy agradecida. Ojalá ustedes compren un terreno y venga a sembrar uva, porque es muy agradecida. De verdad que sí (…) somos muy agradecidos de la uva porque de la uva le dimos estudio a los hijos, tenemos casita, colocamos una estación de servicio”. Todo esto me permitió evidenciar que uno de los mayores hallazgos que tuvimos en esta visita fue ver la facilidad en la que los seres humanos podemos construir relaciones afectivas con aquello que nos brinda bienestar, sin importar si eso es un simple fruto morado y dulce. Dando cuenta que incluso en la Supply Chain agrícola también se tejen relaciones que van más allá de lo productivo.
Al final del trayecto y por consecuente de la entrevista, mi equipo y yo nos encontrábamos agotados y como si doña Mery nos hubiera leído la mente nos hizo la invitación de pasar a su casa para que tomáramos jugo y comiéramos pandebonos, en un principio nos negamos porque nos dio pena, pero ella insistió, así que nos fue imposible volver a rechazar la invitación. Una vez que estuvimos dentro de la casa, ella nos permitió sentarnos a descansar en su sala y nos llevó un jugo lo suficientemente frio como para refrescar nuestros cuerpos sudados por el esfuerzo que el día había supuesto para nosotros, desde ese momento empecé a sentir como toda la gratitud que ella tenía con su cultivo también se extendía para con nosotros, pues nos dijo que estaba feliz de que hubiéramos podido conocer su uvalito. Y cuanto sentí que no podía estar más conmovida por los actos de cuidado que doña Mery había tenido con nosotros, esta llegó con pandebonos calientes que daban cuenta de que los había acabado de preparar. Por lo que en ese momento aquella comida me supo a gratitud.

Escrito por Isabella Cortés.

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