Conociendo Valencia de Cerca: Primer acercamiento

¿Cómo se pueden comparar dos regiones con procesos y una historia tan diferente?

Este encuentro tuvo lugar el 10 de septiembre de 2025, en el marco de nuestro proyecto. Ese día vivimos un momento muy importante para la investigación y para el proceso en el que nos encontrábamos. Si bien habíamos avanzado ampliamente en la recolección de información sobre agricultores del Valle del Cauca, construyendo un marco analítico a partir de entrevistas, registros fotográficos y la digitalización de herramientas usadas en campo, aún no contábamos con información directa sobre Valencia, la otra región que hace parte del estudio comparativo.
Por eso, este encuentro fue tan significativo: nos permitió dar el primer paso hacia la comprensión del contexto agrícola valenciano.

El encuentro se dio gracias a la gestión del profesor Andrés López, director de nuestra investigación, quien mantiene una relación cercana con el profesor Guillermo Palau, docente en la Universidad Politécnica de Valencia. El profesor Guillermo, además de hacer parte del proyecto, tiene entre sus estudiantes a cuatro chicas que recientemente decidieron viajar a Colombia en el marco de un intercambio académico. Aprovechando su visita, el profesor Andrés las invitó a una de nuestras reuniones habituales como equipo de investigación.

En esa reunión estuvimos presentes el profesor Andrés, Santiago (asistente de investigación), Juliana, Isabela y yo (estudiantes de pregrado). Nos reunimos en un espacio de la universidad, en horas de la tarde. Nuestro equipo llegó primero para recibir a Lucía Nogales Sainz, Chiara Marcella Nicolini, Isabel Sáenz de Castro y Elena Mantecón Anuarbe, estudiantes de España que nos acompañaron ese día.

Santiago fue quien se encargó de compartir con las visitantes los avances de nuestra investigación: los hallazgos obtenidos tras meses de trabajo de campo con agricultores del Valle del Cauca. Les habló de las experiencias en campo, de las categorías que habíamos identificado, de los retos que enfrentan los productores frente a la comercialización y de cómo las historias familiares moldean las prácticas agrícolas locales.

Después de ese resumen —corto, pero muy valioso, ya que las estudiantes no conocían a fondo nuestro proyecto— comenzamos a conversar. La idea era que ellas pudieran ofrecernos una mirada desde Valencia: cómo se estructuran allí las formas de cultivo, qué papel cumplen los pequeños productores, qué retos enfrentan los agricultores, entre otras cosas.

Durante la conversación, las estudiantes compartieron detalles que nos dieron una nueva perspectiva: “Hay un fuerte movimiento de temas de huerta, sobre todo de cooperativas y de huertos urbanos dentro de la ciudad.”

Esa mención a las huertas fue reveladora. Nos explicaban que en Valencia la agricultura no ocurre en zonas rurales aisladas, sino que muchas huertas están dentro de la ciudad misma, insertas en el tejido urbano. Algo muy distinto a lo que sucede en el Valle del Cauca, donde los espacios agrícolas están delimitados y separados del entorno urbano por kilómetros de caña o por las zonas industriales. En Valencia, en cambio, las huertas conviven con la ciudad, formando parte activa de sus dinámicas.

Una de ellas comentó que las huertas constituyen una forma de resistencia en Valencia: resistencia frente a la urbanización. Esta idea contrastaba fuertemente con nuestros hallazgos en el Valle del Cauca, donde la expansión urbana ha desplazado lentamente a los pequeños agricultores hacia las periferias o zonas de riesgo. En Valencia, la agricultura resiste desde dentro, en medio de la ciudad, como una manera de reivindicar una identidad local y ecológica.

También nos llamó la atención la dimensión política que tiene la defensa de esas huertas. Las estudiantes mencionaron movimientos que articulan las luchas por la soberanía alimentaria y la protección del territorio. En Valencia, según pudimos percibir, la figura del agricultor está más arraigada, más valorada y posee una identidad fuerte dentro del tejido social.

En medio de las conversaciones era inevitable pensar en cómo los contextos moldean las formas de producir y habitar la tierra. Ellas hablaban de una agricultura que busca reconectarse con la ciudad, mientras que nosotros estudiamos agricultores que luchan por sobrevivir dentro de una estructura agroindustrial que los margina.

En el Valle del Cauca, el territorio agrícola se encuentra fragmentado por la expansión de la caña de azúcar y por la presión del mercado global. Muchos de los agricultores con los que hemos conversado trabajan de manera independiente, enfrentando dificultades para comercializar sus productos sin intermediarios. En contraste, en Valencia —según lo que nos contaron— existen cooperativas locales que articulan la producción y la distribución, lo que favorece una mayor organización comunitaria.

Al terminar la reunión, mi equipo y yo seguimos conversando. Nos dimos cuenta de que resultaba casi inevitable establecer comparaciones entre ambos contextos. Sin embargo, a medida que las reflexiones se iban tejiendo, comprendimos que comparar, por sí solo, sería simplificar un entramado complejo de historias, significados y formas de habitar la tierra. Más que buscar similitudes o diferencias, era necesario reconocer los matices que hacen único a cada territorio.

Este primer acercamiento con Valencia nos enseñó que la comparación no consiste en medir lo igual o lo distinto, sino en comprender cómo cada lugar construye su propia manera de producir, resistir y vivir la agricultura.

Escrito por: Eliana Medina Concha

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