Cuerpo, territorio y movimiento: una experiencia de aprendizaje colectivo

En el marco de los cursos Guerras del agua y justicia ambiental y Máquinas y pensamiento mágico, dirigidos por el profesor Juan Felipe Castaño, se llevó a cabo una actividad de movimiento y ubicación que buscó integrar el cuerpo como parte esencial del territorio y del proceso de aprendizaje.

El objetivo de este ejercicio fue reconocer el cuerpo y el movimiento como dimensiones fundamentales del territorio, comprendiendo que el conocimiento no solo se construye desde la razón o la palabra, sino también desde la experiencia corporal, la interacción y la presencia compartida. Asimismo, la actividad buscó fortalecer la confianza entre los compañeros y reflexionar sobre cómo el trabajo en equipo se convierte en un elemento indispensable para avanzar en las labores cotidianas y colectivas de la vida.

A través de dinámicas de movimiento, los participantes exploraron la relación entre el espacio, el cuerpo y la comunidad, comprendiendo que el territorio no es únicamente un lugar físico, sino también un entramado de vínculos, gestos y energías que dan sentido a la existencia. Cada desplazamiento, cada pausa y cada encuentro se convirtieron en una oportunidad para reconocer al otro y al entorno como partes de un mismo tejido.

La actividad permitió también observar cómo el cuerpo puede funcionar como una herramienta de lectura del territorio. Al desplazarse, ubicarse y moverse en conjunto, los participantes recrearon formas de cooperación y sincronía que reflejan la manera en que las comunidades humanas se organizan para enfrentar los desafíos ambientales, sociales y emocionales que las atraviesan. De este modo, el movimiento se transformó en una metáfora del equilibrio necesario entre la individualidad y la colectividad.

Más allá de una práctica física, este espacio se consolidó como un ejercicio de sensibilidad y reflexión, en el que se evidenció la importancia de construir confianza y empatía dentro del grupo. Al reconocerse en los otros y en el entorno, los estudiantes pusieron en práctica una comprensión integral del territorio, que no se limita a lo geográfico, sino que abarca las relaciones humanas, el cuerpo y la naturaleza.

Esta experiencia, desarrollada en la Universidad Icesi, reafirma la importancia de integrar enfoques interdisciplinarios y vivenciales en la formación académica. A través del movimiento, el cuerpo y la colaboración, se generó un aprendizaje profundo sobre el papel del ser humano en su entorno y sobre cómo el trabajo conjunto permite avanzar hacia una comprensión más amplia, ética y sensible de la vida en comunidad.