
El 13 de noviembre de 2025 salimos con el curso Raíces Urbanas – naturaleza, comunidades y adaptación climática a explorar el Ecoparque Metropolitano del Río Cali. Nos lanzamos a “lo desconocido” y volvimos con una certeza: la ciudad respira bosque, agua y comunidad.



Un comienzo sin mapa (pero con intuición)
“Un viaje a un lugar desconocido en Cali”. Así empezó la travesía. En el marco del curso Raíces Urbanas, de la mano del profesor Luis Augusto Muñoz Osorio nos propusimos buscar las raíces de la ciudad donde —a simple vista— ya no hay ciudad: bosque seco tropical, una planta de tratamiento de aguas que ruge, un río empedrado y un camino de tierra que, con las primeras gotas de lluvia, se volvió barro. ¿Qué hay de urbano en todo eso? Tal vez nada… y al mismo tiempo un mar de oportunidades.


En lo que algunos llaman “los límites de la urbe”, otros vemos un círculo verde en medio del caos. El Ecoparque Metropolitano del Río Cali es un lugar conocido por los caleños – no por su nombre institucional, sino por sus rincones de siempre- charco Las Pilitas, Santa Rita, El Chirivico. O, mejor dicho, como nos dijo el guía Don Javier: “Aquí desmontamos el mito de ‘Cali es Cali y lo demás es loma’, porque Cali sí tiene loma.”
En este borde donde el río roza el Jardín Botánico y el Zoológico de Cali, la ciudad se reconoce en sus hábitos más antiguos: ir al río, lanzarse a los charcos helados, limpiarse las malas vibras con hierbas y jabón azul para que el agua se lleve lo que pesa y atraiga lo que perdura. Aquí confluyó nuestra clase.

Bajamos de los buses después de cruzar la ciudad: del sur más sur hasta el noroeste más oeste. A un lado, una carretera empinada que nos invitaba a seguir. En el centro, un río furioso y cristalino que invitaba a dar chapuzón. En medio, un puente de hierro amarillo desgastado que nos llevó a un sendero de barro: las nubes esa tarde querían jugar.
Caras de asombro, risas nerviosas, “¿dos kilómetros más?”. Íbamos a contemplar los linderos del Parque Nacional Natural de los Farallones de Cali, testigo de innumerables domingos de paseo de olla, parlantes a todo volumen, zaperocos y el rumor de historias que el río se sabe de memoria.
Infraestructuras verdes y azules: la ciudad que cuida y la que fluye
La salida nos puso delante dos conceptos del curso que se entrelazan en el territorio:
- Infraestructuras verdes: cobertura boscosa, corredores biológicos, el propio Jardín Botánico recién inaugurado, los linderos de los Farallones, las laderas que sujetan la ciudad. Son el cuidado material de lo vivo.
- Infraestructuras azules: el río Cali y sus quebradas, los charcos, el tratamiento de aguas que garantiza el agua del grifo en casa y la electricidad. Son el flujo que sostiene nuestras rutinas.
Entre ambas laten prácticas urbanas de bienestar: senderismo, yoga, hidroterapias naturales, avistamiento de aves, aromaterapias… y, si nos ponemos creativos, hasta lodoterapia. Todo con un sentido máximo: Cali también es río, bosque, aves, gente y brisa de las 4 pm.
Donde se difuminan las fronteras
En este paisaje, lo urbano y la naturaleza no desaparecen; se compenetran. El espacio fue de la naturaleza mucho antes que nosotros: somos huéspedes. Contamos leyendas a la orilla del río, recordamos hazañas en charcos profundos, vemos pasos de fauna, distinguimos casitas de colores en las lomas. Disfrutamos del bosque seco tropical en medio de una gran urbe que ha dependido -y depende- de este río para energía, agua y clima.
Usamos el territorio todos los días y no siempre devolvemos en la misma medida. Sin sermón, la salida nos puso un espejo: ¿qué le quitamos al río y qué le devolvemos?
Lecciones vitales (lo que nos llevamos)
Y sin lugar a duda nos llevamos enseñas: La ciudad no termina donde empiezan los árboles. Cali se piensa mejor si incluye su loma, su bosque y su río. Confluye ente lo Verde y lo azul con infraestructuras, no paisajes decorativos. Mantienen agua, clima, salud y convivencia. El territorio nos educa. Cada salida de campo es un aula extendida: comunidad, memoria e identidad en tiempo real. Y que, aunque suene distópico, las ciencias, la tecnología y la sociedad no son capítulos del programa: son la forma de mirar cómo vivimos en lo vivo.
Volver sabiendo distinto
Quizá “lo desconocido” no era un lugar, sino una manera de mirar. Esta salida al Ecoparque Metropolitano del Río Cali nos habló de Raíces Urbanas sin mencionar por un momento las diapositivas: habló con el frío del agua, el barro en los zapatos, el vaho sobre las piedras.
Si Cali es Cali es porque también es loma y río. Y si la universidad quiere formar ciudadanía para la adaptación climática, tiene que aprender a la intemperie: cruzar puentes amarillos, pisar senderos de barro y escuchar cómo el agua nos enseña a habitar.


























