TRAPOS

Retazo 1.

En la década del setenta el artista búlgaro Christo comenzó a usar enormes telas para cubrir fragmentos del paisaje. Valley Courtain consistió en un paño de 400 metros de largo que cruzaba un valle en las montañas Rocosas y Pont Neuf forró de manera cuidadosa el puente del mismo nombre en París. Sus obras con telas han intervenido el Central Park en Nueva York, los árboles del parque Berower en Basilea y hasta en un capítulo de la serie animada Peanuts apareció la casa de Snoopy “envuelta por Christo”.

Desde la más remota antigüedad el hombre ha venido utilizando trozos de tela con fines comunicativos y simbólicos. Estandartes, confalones, pendones, listones, pasacalles o banderas son algunas de las formas que dichas telas han tomado según su finalidad.

Ya desde los tiempos de Licurgo de Esparta (siglo VII a.c.) se tiene noticia de que cada ciudad-estado poseía una bandera con los distintos animales simbólicos; y los ejércitos romanos, que basaban el poderío en la organización de sus legiones, usaban estandartes para distinguir las diferentes unidades.

Además de la bandera o el estandarte, muchas ciudades utilizan los pendones o pasacalles para anunciar eventos de incumbencia ciudadana; exposiciones, ferias, festividades y toda clase de eventos públicos son presentados a la comunidad de manera colorida constituyéndose en parte del paisaje urbano.

Otra notable aplicación para las telas la encontramos en el viejo continente siempre en reconstrucción, allí es usual envolver los edificios que están en mantenimiento para proteger los transeúntes de la caída de escombros encamisando el perímetro de la remodelación. Aunque parezca obra de Christo no se trata de arte, sencillamente se busca aislar y paramentar la zona de trabajo, sin embargo dicha superficie es también un lienzo que ofrece la posibilidad de mostrar anuncios o sencillamente la reproducción de la fachada del edificio en un divertido ejercicio de caricatura que además tiene en cuenta el paisaje urbano.

Otra de las curiosas y viejas formas de utilización de las telas, esta vez con fines menos cívicos, es el avión que arrastra un extenso anuncio de alguna campaña publicitaria. Aún hoy es posible, o mejor es imposible no advertir su presencia en muchas de las playas donde el método es usado.

Retazo 2.

La palabra “estandarte” proviene del latín extendere, y es precisamente lo que hacen cada semana, en el estadio Pascual Guerrero de Cali, los fanáticos de los equipos de fútbol con sus estandartes. Las barras protagonizan un ritual que consiste en izar “los trapos”, apelativo para las enormes telas impresas con el nombre del grupo y con escudos o mensajes de apoyo al club de su simpatía. Estas telas hacen parte fundamental del equipamiento de cada barra y son paseadas por los estadios del país con gran celo, su simbolismo es tan grande que afrenta posible es arrebatar el trapo al adversario. Con todo, esta antigua costumbre identitaria de origen guerrero se ha ido transformando hacia el anuncio comercial, a tal punto que nuestra ciudad está casi cubierta (¡si Christo supiera!) por trapos, difícil encontrar una sola calle donde no aparezcan los blandos anuncios. Las facilidades que ofrece la digitalización de imágenes y los bajos costes de impresión hacen de este sistema casi la única opción a considerar a la hora de divulgarse, y no debe extrañarnos su proliferación porque también son símbolo de un combate: la lucha por la supervivencia. Es normal pues que casas de familia o comercios populares cuelguen trapos y trapitos anunciando: helados, obleas, recargas telefónicas, promociones fabulosas, pantis señoreros, almuerzos ejecutivos o depilaciones varias.

Dentro de las creativas maneras de usar el trapo en nuestra cultura vemos el retorno que hizo a su origen indumentario volviéndose trapo-móvil en forma de chaleco para publicitar el servicio callejero de llamadas a celular. También las esquinas con semáforo son usados para extender una tela en frente de los automóviles los pocos segundos que dura la luz roja y transmitir el mensaje deseado. Sin embargo su aprovechamiento no se restringe a las clases populares, muchos de los recintos de la cultura, teatros, bibliotecas o también los autodenominados restaurantes gourmets salen del paso haciendo imprimir una colorida tela en San Nicolás y enganchándola, con algún o ningún diseño, en alguna parte de su fachada.

Las instituciones locales no se han quedado atrás, de hecho es más fácil encontrar en el Parque de las banderas publicidad sobre alguna campaña de tránsito, que banderas, y hasta el ejército nacional celebra sus victorias de guerra con gigantescos impresos autoconmemorativos en la puerta del batallón que poco tienen que ver ya con el blasón de los estandartes. No es extraño encontrar malcolgando de un puente peatonal algún aviso sobre el inminente pago de impuestos o innumerables pasacalles de los políticos en campaña para una cercana elección. Pasado el tiempo sólo quedarán los girones hasta que el viento o algún vagabundo sin con que cubrirse, arranque lo que subsiste del rasgado trapo.

Retazo 3.

Una de las expresiones coloquiales que tenemos en Colombia es: “una colcha de retazos”, se usa para describir algo concebido sin ningún orden o unidad y que surge de la reunión de muchos fragmentos disparejos. La manera como los trapos han cubierto el paisaje de nuestra ciudad es eso; somos la versión “colcha de retazos” de una espontánea obra de Christo, somos una legión de estandartes de guerra que anuncia su lucha por el centavo diario.

Nuestra afición por los trapos puede ser una herencia de los padres de la patria. No sé si existe algún fetiche relacionado con lo de las grandes telas, pero seguro que desear envolverse con una bandera en el lecho de muerte pasa por ahí.

A falta de neón, buenos son trapos.

Joaquín Llorca, mucho antes de ser arquitecto se relacionaba ya con los trapos pues desde su nacimiento, y durante algunos años, su entrepierna era envuelta en ellos. Hoy, superada por fin esta costumbre, dedica el tiempo a dar clases (no de textiles) en las universidades Icesi y del Valle.

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