Hoy he vuelto a salir a correr al aire libre. Desde el inicio del confinamiento el 20 de marzo de 2020, el ejercicio ha estado limitado a saltar en el apartamento y usar la colchoneta para hacer abdominales y lagartijas, así como estiramientos, claro que sirven de mantenimiento físico, pero a mí lo que me gusta es correr. Sentir el aire en la cara, la respiración haciéndose difícil a medida que se avanza y la tensión en los músculos de las piernas. Me encanta correr en las mañanas en el parque del ingenio, llenándome los ojos del verde de las matas de guadua; el ruido del rio Meléndez, entra por mi oído y me imagino que así suena el rio de sangre que recorre mi cuerpo bombeado por el corazón. Es una sinfonía de ruidos: El de la respiración fuerte y profunda, el del golpeteo de mis tenis contra el suelo en cada paso, y el de mis pulsaciones cardiacas que van aumentando con el esfuerzo. A pesar de estos ruidos, o quizás porque llevo la boca cerrada, siento que el silencio me invade y el paisaje me hace olvidar mis pensamientos. Siento la frescura del día. Los rayos de sol que se cuelan entre las ramas y muestran parches de luz y sombra, como una constante del sendero por el borde del rio. Son momentos de soledad, de estar con la naturaleza, de sentir mi cuerpo. De sentirme vivo.
SALIR A CORRER AL AIRE LIBRE, ME FLEXIBILIZA LA VIDA
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