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Suave poder… pero poder – Ayileni, lideresa del territorio ancestral

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Ella es la Representante Legal de la Fundación Mujeres Vigía de la Piangua. Aunque es una de las pocas integrantes de esta organización que no se dedica a “pianguar”, desde las labores administrativas, de participación y monitoreo contribuye con el empoderamiento de las piangüeras de la vereda de Mangaña en Bahía Málaga. Es negra, alta y delgada, con un poco más de 30 años. Dice ser tímida, pero habla de manera muy articulada y con gran seguridad y compromiso. Sus movimientos y ademanes expresan un carácter fuerte y decidido, pero su delicada sonrisa y sentido del humor denotan calidez y alegría.

Admira y respeta a las mujeres que viven de la piangua, porque es un trabajo muy duro en el que pueden durar 4-5 horas, solas o acompañadas.  Las mujeres son las primeras que se levantan en el hogar y las últimas en acostarse. Antes de salir, en la madrugada, dejan la comida lista para toda la familia, y cuando regresan se dedican a lavar “platonados” de ropa, a traer agua, o a otras labores de la casa. Al final de la tarde vuelven y cocinan para sus hijos, para la familia y sus compañeros.

Ayileni es la cuarta de una familia de ocho hermanos. De una niña fue muy consentida por sus padres que, si bien se mantenían en sus labores, siempre fueron bastante protectores y cariñosos. De su padre sacó la capacidad para enojarse sin que otros se den cuenta. Desde temprana edad le gustaba jugar sola, y desde allí, disfruta mucho la soledad. No le gustan los tumultos, y dice sin titubear “me encanta estar con mi yo.”

Ama profundamente Mangaña, aunque recuerda que cuando era una niña pelaba cuando la llevaban de vacaciones. Aunque no nació y creció en el Consejo de La Plata, su abuelo, su madre y su padre son de la Bahía. “Soy de la Familia Valencia, soy Malagueña por todas partes”.

Creció en Palmira Valle del Cauca. Vivió de cerca la limitaciones y vulnerabilidad de los jóvenes, Por ello una de sus mayores preocupaciones está el desarrollo de actividades y alternativas para la juventud en el tiempo libre.

Regresó a Buenaventura a los 13 años. Allí continuó su bachillerato y conoció a su primera pareja que, sin titubear dice fue “un amor a primera vista”. A los 17 años quedó embarazada y tuvo que estudiar en la nocturna. En el puerto experimentó la cercanía de las violencias, de  luchas por las fronteras territoriales entre grupos criminales.  Más tarde fue a Bahía Málaga, al a Consejo de La Plata, Alí se quedó, en la vereda de Mangaña “porque esta tiene algo que amaña a la gente, algo que atrae a las personas, y yo siempre he sido bien acogida desde que llegué.” En este su nuevo hogar tuvo dos hijos y se dedicó a ser ama de casa. También fue monitora de pesca, “cuando lo que más se sacaba era la Lisa.”

 Su sueño era estudiar Administración de Empresas, ser una modelo y tener un negocio propio que le permitiera dar trabajo a otras mujeres, pero la vida cambió su destino. Ahora, al conocer mejor los desafía y penurias de su territorio quiere ser Enfermera. Mira con cuidado su entorno y encuentra necesidades apremiantes en el campo de la salud. Por ejemplo, hay tiempo en que ni siquiera hay un botiquín de primeros auxilios. “Me gustaría tener una farmacia y ayudar cuando hay casos como los de un hombre herido hace unas semanas, o aprender de mujeres como la señora Blacina, partera del Consejo, para que sus conocimientos no se pierdan y se hereden en la comunidad, y más personas puedan ayudar cuando alguien está enfermo, sea niños o adultos”.

Hace unos años decidió regresar a Buenaventura, porque no encontraba trabajo, ni qué hacer en Mangaña y necesitaba algo con lo cual sostener a sus cuatro hijos. Sin embargo, para que no se marchara, miembros de la comunidad, con apoyo del Consejo, le ayudaron a construir su casa. Además, le ofrecieron un nuevo trabajo como Monitora de Piangua.  Este le permitió aprender de una de las actividades económicas, y también culturales, más importantes para las comunidades del Pacífico. La Piangua es el recurso que le permite a ella llevar comida a la casa. “A través de la Fundación conocí las historias y esfuerzos de las mujeres, que, en un par de horas, sacaban varias docenas… pero hoy en un todo un día solo llegan con unas pocas conchas.”

Desde hace unos años es la Secretaría de la Junta del Consejo Veredal e integrante muy activa de la Fundación de mujeres Piangüeras. Aunque ella no se dedica a “pianguar” ha encontrado su lugar ayudando a las demás mujeres con asuntos organizativos y de gestión. Ella se siente feliz, porque tiene un lugar, porque contribuye a la comunidad y le es útil. “Cuando uno puede aportar se siente súper genial.”

Ahora le preocupa más la situación de las mujeres, porque a los territorios del Consejo vienen personas de afuera que no viven de la Piangua, ni la entienden. “Hay foráneos que solo vienen a extraer, a destruir y se van. Por eso trabajamos para proteger el manglar que nos duele a nosotras. Me pongo en los zapatos de los demás y me duele lo que le duele a los demás.”  

 “Todavía nos falta hacernos valer como se debe y que nos tengan en cuenta en las decisiones. Falta más empoderamiento de más mujeres para que no seamos siempre las mismas que vamos a las reuniones.” Ayileni sigue su vida en Mangaña, vive con sus hijos en una casa en la cima de una baja montaña. Sueña, trabaja y lucha por los derechos de las mujeres y el territorio.

Por: Luis Fernando Barón, investigador y docente de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Icesi.

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