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El Ingreso Básico Universal y los incentivos para trabajar

martes, marzo 13th, 2012

Por: Blanca Zuluaga (Publicado en Boletín POLIS #7)

Una de las objeciones más frecuentes a la implementación de una transferencia incondicional como el IBU, es que éste podría constituir un desincentivo a la fuerza laboral, en la medida en que algunas personas, sabiendo que tienen asegurado cierto nivel de subsistencia, optarían por el ocio en vez de ofrecer su fuerza de trabajo. ¿Está realmente bien fundamentado este temor? Existen razones para pensar que éste efecto, si existe, no sería muy significativo. En este apartado presentaré brevemente algunos elementos que podrían desarrollarse más extensamente con el fin de contra-argumentar el desincentivo laboral como crítica a la implementación del IBU.

Empecemos por recordar que, según la teoría económica sobre sustitución óptima entre trabajo y ocio, cuando un individuo observa que su salario por cada hora trabajada ha aumentado, experimenta los denominados efectos sustitución y renta. Por el efecto sustitución, dado que el costo de oportunidad del ocio es mayor después del incremento salarial, el individuo preferirá trabajar más. Por el contrario, el efecto renta implica que el individuo ahora tiene más ingreso con las mismas horas de trabajo, lo que le permitiría reducir la oferta laboral sin afectar su poder adquisitivo. Lo que suceda con el número horas de trabajo ofrecidas después del cambio, dependerá de cuál de los dos efectos predomine.

Analizando estos efectos a la luz del IBU,  tenemos que,  dado que la transferencia es incondicional – el beneficiario no deja de recibir el IBU si empieza a trabajar y percibe más allá de cierto nivel de ingreso -, no existiría un efecto sustitución ya que no habría variación en el costo de oportunidad del ocio (éste sigue siendo el salario), lo que anula una posible fuente de  desincentivo a la oferta laboral.

En cuanto al efecto renta, es cierto que el mayor ingreso a un nivel dado de horas trabajadas que el IBU implica, podría eventualmente reducir la oferta laboral. Sin embargo, tal como se plantea en Segal (2009),[1] el efecto renta sería mayor para quienes tienen más bajo costo de oportunidad del ocio, es decir, los trabajadores menos productivos. Entre más baja sea la proporción del IBU con respecto al salario total, menos probable es que se reduzcan las horas de trabajo deseadas. Lo anterior quiere decir que el efecto global sobre el aporte de los trabajadores a la producción total sería relativamente bajo.

Adicionalmente, es probable que en una etapa inicial de la implementación del IBU en Colombia, el monto apenas alcance los niveles necesarios para la subsistencia.[2] Y la realidad nos muestra que las personas no solo desean subsistir, sino que también esperan satisfacer otros gustos y preferencias que van más allá de las necesidades básicas. La satisfacción de las preferencias de gasto de los individuos estaría lejos de alcanzarse con una restricción presupuestaria limitada exclusivamente al IBU.

Otra razón por la que el IBU no implicaría necesariamente un desincentivo a la oferta laboral, es que las personas desean consumir tanto o más que sus pares. El consumo tiene un componente de señalización y estatus (Verpoorten (2009)). Dado que el IBU es universal, y que  todas las personas tendrían mayor capacidad de consumo, el consumo relativo no variaría, por lo cual las personas necesitarían adquirir mayores ingresos (trabajando, por ejemplo) si quieren diferenciarse. Este factor se complementa con el hecho de que los deseos y aspiraciones se ajustan. Cuando las personas alcanzan cierto nivel de satisfacción con una determinada canasta de bienes, las aspiraciones no son estáticas sino que los individuos van a desear incluir otros bienes y servicios en su canasta de consumo para satisfacerse. Dada la dinámica de las aspiraciones, contar con una transferencia incondicional no va a implicar necesariamente que el individuo limite su consumo a lo que sea posible adquirir a través del IBU.

Por el contrario, no es difícil pensar que con la implementación del IBU aumentarían los incentivos para trabajar, puesto que las personas tendrían cierto nivel de capital con el cual contar a la hora de pensar en un negocio. Además, la productividad de la fuerza laboral aumentaría, pues la probabilidad de desnutrición y ausentismo escolar se reduciría.

Otro aspecto favorable del IBU respecto al mercado laboral, tiene que ver con el mejoramiento de la capacidad de negociación salarial por parte de los trabajadores. Cuando la subsistencia no está en juego, los salarios sí pueden ser considerados como el resultado de la justa negociación entre oferentes y demandantes de trabajo. El alto número de desempleados y la actual tendencia en los procesos productivos a reducir la mano de obra empleada y aumentar el capital,[3] deterioran considerablemente el poder de negociación de los trabajadores.  Con el IBU, las personas tendrían más posibilidades de negarse a realizar un trabajo que vulnere su dignidad.

Un ejemplo empírico que puede tomarse como contra-evidencia de los supuestos efectos negativos del IBU sobre la fuerza laboral es el de Alaska, donde la población económicamente activa no se ha reducido a causa de la transferencia incondicional a la que todos los residentes tienen derecho desde hace más de dos décadas. En todo caso, si ampliáramos el concepto de trabajo, reconociendo que no solo debemos llamar así a la actividad remunerada sino también a cierto tipo de ocupaciones con altos beneficios a nivel familiar y/o social, pero sin remuneración, la existencia de un IBU implicaría incluso una disminución de la población desempleada ejerciendo presión en el mercado laboral.

[1] Segal (2009) plantea una propuesta para reducir la pobreza consistente en una trasferencia que el Estado otorga a todos los habitantes de un país, financiado con el dinero proveniente de los recursos naturales  de cada Nación.

[2] Van Parijs (1996) aclara que la definición del IBU no está ligada a la satisfacción de necesidades básicas, pues el monto de la transferencia puede ser inferior o superior al nivel de subsistencia, dependiendo de las características de cada sociedad.

[3] Un ejemplo claro de esta tendencia se refleja en lo infructuoso que resultó para la generación de empleo la estrategia reciente del gobierno de otorgar deducciones tributarias a los empresarios por un monto de 7.4 billones de pesos. La inversión aumentó, pero no así el empleo.

Bibliografía

Segal, P. (2009). Resource Rents, Redistribution, and Halving Global Poverty: The Resource Dividend. Oxford Institute for Energy Studies.

Van Parijs, Ph. (1996). Libertad real para todos. Editorial Paidós, Barcelona.

Verpoorten, M. (2008). Conflict and survival: an analysis of shocks, coping strategies and economic mobility in Rwanda, 1990-2002. Doctoral Dissertation Catholic University of Leuven.

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