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Transferencias en Especie versus Transferencias no Condicionadas

jueves, septiembre 18th, 2014

Por Blanca Zuluaga

En una edición reciente de Foreign Affairs, Christopher Blattman y Paul Niehaus (Columbia University), dedican una columna a responder por qué otorgar transferencias en efectivo contribuye a aliviar la pobreza más que otros programas. Empiezan por resaltar el elevado costo de entregar ayudas en especie a los pobres, usando las donaciones de los países desarrollados. Más que el costo del overhead o gastos generales de los intermediarios, a los autores les preocupa el  elevado costo de hacer llegar a manos de los pobres los bienes que se supone les ayudará a mejorar sus condiciones económicas. Los programas contribuyen de hecho a reducir la incidencia de la pobreza, pero a costos innecesariamente elevados, como se ha podido corroborar haciendo seguimiento a algunas organizaciones de desarrollo que se han abierto al escrutinio: cada bien se entrega a un costo que puede ser mucho más del 100% de su valor en el mercado.

¿Porqué no entregar entonces el efectivo a la familia? Numerosos estudios recientes han mostrado que entregar el efectivo directamente a los pobres es también eficaz para reducir la pobreza y cuesta mucho menos que las ayudas en especie.

Según Blattman y Niehaus, los países desarrollados gastan alrededor de 180 billones de dólares en ayuda extranjera, pero los pobres reciben mucho menos de esa cantidad en efectivo. Sin embargo, las transferencias no condicionadas de dinero han probado ser mucho más efectivas que incluso programas de educación o de microcréditos. Los autores mencionan el ejemplo de la organización sin ánimo de lucro de la India llamada Spandana, quien a principios de 2005 realizó créditos de 250 dólares con bajas tasas de interés a cientos de mujeres en Hyderabad, India. Una evaluación adelantada por profesores de MIT encontró que el programa no tuvo efecto sobre la educación, salud, pobreza ni empoderamiento de la mujer, analizando un período de veinte años. El programa fue útil para que las familias pasaran el período de crisis, realizaran algunas mejoras de vivienda o adquirieran equipo agrícola, pero no tuvo ningún impacto duradero en el consumo o el ingreso.

Otro ejemplo es el de los programas de entrenamiento vocacional o empresarial. Los economistas McKenzie (Banco Mundial) y  Woodruff (Warwick) realizaron una revisión de varios experimentos aleatorios controlados y concluyeron que este tipo de programas tuvieron bajos efectos duraderos en las ventas o beneficios de los empresarios. Por el contrario, programas de capacitación acompañados de transferencias no condicionadas han mostrado tener mayor éxito en incrementar permanentemente el ingreso de los empresarios.

A pesar de la evidencia existente a favor de las transferencias no condicionadas,  aún existen muchas prevenciones acerca de este tipo de ayudas. Blattman y Niehaus mencionan que los contradictores  usan argumentos que no son respaldados por la evidencia empírica, tales como: “los hombres se beberán el dinero, los pobres diligentes pero con bajo nivel de educación tendrán problemas para tomar decisiones apropiadas y que estas ayudas convierten a la gente en Estado-dependientes” (traducción libre).

Si aceptamos, de acuerdo a la evidencia, que los pobres sufren esta condición por falta de recursos y oportunidades más que por falta de iniciativa, podríamos fácilmente aceptar la conveniencia de las transferencias no condicionadas: cada individuo sabe mejor que cualquier otro cuáles son sus necesidades y, una vez cuente con los recursos, puede implementar las estrategias que requiera para mejorar su situación.

Por supuesto, hay que ser realistas. No podemos afirmar que las transferencias no condicionadas son la panacea y que erradicarán la pobreza mundial. La evidencia aún no nos permite ir tan lejos. Pero como dice Blattman, la evidencia sí nos permite afirmar que probablemente “este tipo de programas apesten menos que el resto de programas anti-pobreza” (traducción propia).

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