Boletín de prensa# 311 Por: Raquel Díaz Bustamante docente, miembro del Centro de Ética y coordinadora del área del Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad Icesi.  

La donación de órganos en Colombia: ¿Una cuestión ciudadana?

donaci+ón Hay cosas de la muerte que quisiera no saber. Una de ellas, es enterarme de lo que le pasará a mi cuerpo cuando mi cerebro ya no responda y no pueda respirar por mis propios medios. Sin embargo, en vísperas de la aprobación de una Ley de Donación de órganos y tejidos en Colombia, es necesario, comenzar a pensar en las implicaciones que tiene este evento para mi vida y para la de todos los ciudadanos colombianos. Esta Ley no nos obliga a ser donantes, pero sí requiere que todos tomemos y comuniquemos nuestra decisión de donar o no; pero además, aquí se plantea que esta decisión deberá ser respetada por encima de las opiniones de los familares y/o acudientes. Por lo tanto, en caso de ser aprobado este proyecto, deberá ser nuestro deber ciudadano conocer esta Ley y por qué no, distinguir una donación de órganos de una donación de tejidos, para tomar decisiones prudentes sobre el destino de nuestro cuerpo y sus partes. Pero la responsabilidad de todo esto no debe de recaer solo en nosotros;  también deberá ser una obligación del Estado brindarnos esta información en un tono claro y sencillo que esté al alcance de todos. Sí la intención de este proyecto de ley es la de incentivar la donación, el gobierno deberá crear mecanismos y espacios de formación ciudadana, que nos permitan trabajar en nuestras propias dificultades a la hora de entender la muerte, sus efectos sobre el cuerpo y el proceso por el cual se hace una donación. Cuando el gobierno y el personal de salud se den a la tarea de explicar quiénes son aptos para una donación, las pruebas con las que se verifica el estado de salud de los órganos, visibilizan toda la infraestructura humana y técnica que se necesita para esto y los gastos económicos que esto acarrea, se le dará más trasparencia  a este proceso y mayor tranquilidad a todos los ciudadanos a la hora de enfrentar esta situación. En lo personal, creo que este es un momento coyuntural que nos puede servir para reflexionar, cómo mis deberes ciudadanos no cesan después de mi propia muerte y sobre la consideración moral que tengo frente a otros compatriotas que se encuentran en espera de un trasplante. Morir y donar pueden ser sinónimo de vida y este proyecto de ley nos plantea la necesidad de crear espacios de participación ciudadana que nos permitan educarnos y empoderarnos para tomar decisiones más prudentes frente un tema tan complejo como este.