Ingreso Básico Universal y el mercado laboral

Por: Camila Pacheco, Economista Universidad Icesi. 

Según el artículo 26 de la Constitución Política de Colombia, “toda persona es libre de escoger profesión u oficio”. Ante este enunciado, una persona del común podría pensar que en nuestro país todos los ciudadanos se desempeñan en el oficio de su agrado y que tienen plena libertad en el proceso de decisión de escogerlo. Sin embargo, el escenario real es bastante diferente. Lamentablemente, la sola elaboración de leyes o artículos en la constitución del Estado está muy lejos de ser suficiente para garantizar el verdadero acceso a tener un trabajo digno, justo y libremente escogido.

 En un país donde casi la mitad de su población es pobre y el desempleo nacional alcanza el 10.8% (DANE, Octubre 2010), tener libertad para escoger un oficio es una verdadera utopía. En un gran número de casos, las condiciones precarias de vida de las personas las llevan a aceptar un empleo como su único camino para sobrevivir. La sociedad a la que pertenecen les cierra el camino de las oportunidades y los limita a aceptar un empleo que no sólo no les gusta, sino que en muchos casos va en contra de su propio desarrollo como seres humanos. Así, esta decisión tan importante en la vida de toda persona carece de libertad pues es únicamente generada por la urgencia de satisfacer necesidades básicas como el alimento, la vivienda o la salud.  

El concepto de “Libertad Real” de Phillip Van Parijs lleva esta discusión un paso más adelante. En su libro “Libertad Real para Todos”, el filósofo belga señala la importancia de brindar medios para la libertad, más que limitarse a definir los derechos que tienen los seres humanos. El autor señala puntualmente: “Se es realmente libre, en oposición precisamente a ser formalmente libre, en la medida en que se poseen los medios, no sólo el derecho, para hacer cualquier cosa que uno pudiera querer hacer” (Van Parijs, Phillip. Libertad Real para Todos. Editorial Paidós. Pág. 53).

 Cuando no están establecidas las condiciones básicas de vida para una persona, automáticamente se define su situación en el mercado laboral. Su alto nivel de necesidades insatisfechas la lleva a presentarse en este mercado con un bajo poder de negociación ante un posible empleador, lo que la despoja de su liberad  para escoger una actividad que verdaderamente aporte a su desarrollo personal y vaya acorde con sus gustos y expectativas de vida.

 A partir del reconocimiento de la necesidad de libertad real para acceder a un empleo digno y por ende a tener calidad de vida, se hace obligatoria la creación de nuevos propuestas de desarrollo social que puedan replantear las actuales relaciones asimétricas en el mercado laboral y extrapolarlas a la vida humana en general. Como una opción de cambio para este estatus quo surge la  propuesta de la aplicación de un Ingreso Básico Universal (IBU), una idea bastante simple que en un principio puede parecer difícil de llevar a la práctica, pero que si se estudia detalladamente se puede convertir en una excelente opción de progreso en la construcción de una sociedad más justa, digna y libre. 

 El gran impacto del IBU en el mercado laboral es el hecho de que brinda a las personas los medios para satisfacer las necesidades que cada una considere como básicas o más importantes para su desarrollo personal. De esta manera, permite que la búsqueda de empleo no sea una necesidad de mera supervivencia para las personas, sino que sea una decisión tomada desde una posición mucho más digna y libre.

 En síntesis, el IBU permite que la persona que está buscando trabajo se siente en la mesa de negociación con su empleador en potencia con una posición mucho más fuerte y con mejores argumentos. El saber que cuenta con un ingreso incondicional mes a mes hace que la persona tenga la libertad de presentar sus propios requerimientos y exigir que se le garanticen no sólo un salario justo, sino todas las condiciones de respeto, salud y seguridad social antes de aceptar un trabajo. Como bien lo expresa Jon Elster, teórico social y político noruego, “El resultado (de una negociación) favorece a la parte menos impaciente, que puede decir de manera creíble que no le importa esperar” (Elster, Jon. El cemento de la sociedad. Barcelona, 1991). Así, contando con esta renta básica los individuos consiguen una mayor libertad de elección respecto a su vida laboral y personal.

 Según Francisco Ramos, licenciado en Sociología y Derecho y miembro de la Junta Directiva de la Red Renta Básica, el IBU también permite que cada persona elija cómo quiere prestar su fuerza de trabajo: si quiere tener un empleo “tradicional” de tiempo completo o de medio tiempo, si prefiere un trabajo de tipo comunitario o social no mercantil, si quiere dedicar la mayoría de su tiempo a su desarrollo intelectual, entre otras posibilidades.

 Definitivamente vale la pena seguir analizando la viabilidad del proyecto IBU en la medida en que sea una forma de empezar a abrir el camino hacia una sociedad más justa y digna que defienda la calidad de vida de sus ciudadanos por encima de todo.

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