Un verano en Valencia

Siempre había pensado que disponer de coche propio era una necesidad. Era algo indiscutible, algo sobre lo que no había debate alguno: todo el mundo necesita tener un coche. Después, con el tiempo, me fuí dando cuenta de que esa realidad era en parte cierta tan sólo en el sitio en el que yo vivía en esa época. En mi provincia de residencia el escaso transporte público existente era caro y de pésima calidad, con horarios de locura y además era poco fiable. Si tenías que depender del transporte público para acudir a tu trabajo, podías darte por despedido en menos de una semana, eso estaba asegurado. Además, en caso de tener que acudir a alguna cita al médico, a hacer la compra o cualquier recado que precisara un desplazamiento importante, era imposible. De modo que naturalmente lo que yo había vivido y lo que para mi era normal y natural era que cada persona tuviese su propio automóvil y que fuese, de ese modo, autónoma para desplazarse por donde necesitara.

Recuerdo lo mucho que me impactó conocer a una persona que, con veintiún años, aún no tenía carnet de conducir, y por supuesto tampoco coche. Me pareció estar tratando con un extraterrestre, ya que toda la gente de mi alrededor se había sacado el carnet nada más cumplir la edad legal para conducir, que en España es a los dieciocho. Esa persona me invitó a pasar unas vacaciones con unos amigos en Cullera, donde su familia tenía un apartamento. Ese verano pude comprobar la realidad de lo que es vivir sin ser esclavo de un coche, y me replanteé muchas ‘verdades’ que jamás me había cuestionado. Además, un cúmulo de circunstancias personales y problemas mecánicos, han hecho que durante estos días recuerde aún con más intensidad ese verano, el verano en el que descubrí que recurrir al alquiler de coches Valencia puede ser una opción mucho más cómoda y económica que la de tener que cargar con un coche propio.

Mi amigo y dos amigos suyos más vinieron a buscarme al aeropuerto de Valencia un sábado por la mañana. Lo hicieron en un coche alquilado. Aunque los otros dos sí tenían carnet de conducir, ninguno tenía coche. Por lo visto el transporte público en Valencia sí es eficiente y para unos universitarios como ellos no era necesario disponer de coche, de modo que tan sólo alquilaban uno cuando decidían realizar algún viaje. Eso supone ya un ahorro importante en mantenimiento impuestos y un dolor menos de cabeza pensando en dónde aparcar el coche, a no ser que seas de los que tienen la suerte de tener garaje privado. De hecho, alquilar un garaje en el que dejar tu coche nuevo se convierte en un gasto habitual más, y si le tienes en cierta estima, añade seguro a todo riesgo… En eso andaba yo pensando mientras me sentía profundamente estafado por el hecho de vivir en una comunidad con un infame transporte público.

‘Hay que pensar en el medio ambiente’ soltó mi amigo mientras estábamos casi llegando al apartamento. Parecía que había estado leyéndome la mente sobre las múltiples ventajas del alquiler de coches Valencia, y había decidido añadir alguna más, una que no fuese tan ‘egoísta’. Por supuesto, la reducción del número de vehículos siempre es una buena noticia para el medio ambiente, aunque él no sabía que su inocente frase derivaría en una discusión sobre la desvergüenza de los políticos que no han invertido lo suficiente en transporte público durante décadas, y que duraría hasta la cena. El intercambio de vivencias sobre la forma de desplazarse dependiendo de dónde haya nacido uno nunca había dado para tanto, la verdad es que eso que dicen que viajar te abre los ojos a nuevas realidades es totalmente cierto, siempre y cuando convivas con esas realidades, y no te encierres en un resort a modo autista.

Las vacaciones estaban siendo espectaculares, y la verdad es que lo estaba disfrutando. Además, conocimos a unas chicas en la playa y la cosa se puso aún más interesante. Propusimos una excursión de dos días completos con acampada en una playa que ellos conocían, pero ellas no tenían coche. Así que nuevamente pude comprobar otra nueva ventaja de no tener que depender de un coche propio. La solución a ese pequeño inconveniente del aumento repentino de población a desplazar pasaba por recurrir al alquiler de furgonetas Valencia, toda una gama de comodidades a nuestro alcance y dos fantásticos días de playa que quedarán en mi memoria como uno de los mejores veranos de mi vida.

Durante estos días he vuelto a pensar mucho en ese verano porque mi coche lleva en el taller más de seis meses. En total llevo invertidos en él más de 990€, y de momento la cosa no mejora. En este tiempo sin coche he podido comprobar que desde ese verano en la playa, en mi comunidad todo sigue igual en temas de transporte público, por lo que me he visto en la necesidad continua de pedir favores para ir y venir de los sitios. Al mismo tiempo, leo en las noticias como las carreteras están permanentemente saturadas, y la contaminación del aire tan sólo tuvo un respiro durante esos meses de confinamiento a causa del coronavirus. 

Todo ello me hace plantearme muchas cosas. Tener o no tener un coche debería ser siempre algo opcional, no obligatorio. Y aunque digan que es opcional, de facto, en muchos lugares, no lo es. Por otra parte, el coste de tener un vehículo propio ya no se mide sólo en lo que cuesta comprarlo, mantenerlo, los seguros que debes pagar, el garaje… también hay que medirlo en términos globales y de medio ambiente, y en eso son los políticos los responsables de no facilitar el transporte público necesario para que no necesitemos un automóvil propio. 

Desde luego, tengo muy claro que si viviese en un lugar en el que el transporte público fuese una realidad eficiente, mi opción sería esa siempre. Y puntualmente, cuando lo necesitara para algún viaje o excursión, apostaría por alquilar, como aquel verano en Valencia en que el alquiler de coches Valencia y el alquiler de furgonetas Valencia me hicieron pasar uno de los veranos más memorables de mi vida.

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